La empleada del servicio domestico

Lo que he visto en esa casaes demasiado desconcertante. En todos los años que
 llevo trabajando enrestaurantes y, posteriormente, como empleada del servicio d
omestico jamás hevisto nada parecido.


Buscaba un lugar donde desahogarme, donde contar estos hechos delos que he sido testigo. 
Se los conté a una buena amiga y ella se ofreció a enviártelosa ti Bunnyofdaddy  y colgarlos 
en estapágina de P!. Para que ustedes me den su opinión. No es un relato que tengacomo o
bjetivo gustar ni nada parecido. Solo quiero saber qué debo hacer. En misituación. Por eso
 les pongo en antecedentes sobre mí y sobre la familia.
Yo la verdad es que no sé qué pensar. Lo cierto es que enprincipio hubiera dicho que estaba mal. Me hubiera dado asco. Es decir, unpadre y una hija que se acuestan juntos. Eso es una guarrada. Hubiera idocorriendo a denunciarlo. Porque esto del incesto, digo yo que algún delito debeser.
Pero viendo cómo se quieren. Ustedes no saben cómo se quierenellos dos. Es algo que hay 
que verlo para comprenderlo. Nunca ha habido unpadre y una hija que se quieran, que se 
mimen más que ellos. Él es todaternura. Nada del típico pervertido que se imaginaría una en
 esos casos. Es unhombre tan atento, tan educado…
Son una familia de mucho dinero. De arquitectos prestigiosos. Nodiré el nombre de la familia 
por respeto a su intimidad. Pero son muyconocidos. Yo trabajaba en un restaurante muy bueno, 
del sector del lujo, comococinera y el padre logró convencerme de que prestase servicios en 
su casaofreciéndome unas condiciones más que dignas. Un sueldo mucho más alto,
 contrato, seguridad social, etc.
El pobre hombre vivía solo con su hija desde que era pequeña. Lamadre era alcohólica y los 
había abandonado por un cantinero que le daba elalcohol gratis
Él se había volcado completamente en Betty, la niña. No habíavuelto a casarse.
 Por muy multimillonario que seas es muy difícil suplir en unaniña el cariño de una madre.
 Pero lo había hecho muy bien. Un gran padre,aunque siempre pensé que la mimaba demasiado.
 Caballo pura sangre, los juguetesmás caros, la ropa más chick. 
La niña tenía tal vez más de lo que esaconsejable para una niña. Era su consentida. Su adorada.
Cuando ella llegó a la adolescencia tenía infinidad de cremas, dejoyas, de vestidos, de perfumes, de objetos artísticos. Todo traído de todoslos rincones del mundo. Su padre se desvivía por ella. 
Y aún se desvive. Y ellatambién por él. Ella siempre está pendiente de que su padre tenga s
us platosfavoritos en la mesa. De lograr para él los mejores regalos.
Le da masajes en la espalda. Le acompaña en todos sus viajes. Va acomer con él un par de veces por semana a algún restaurante y practican juntosdeporte a diario.
Yo no creo, sinceramente, que el padre hubiera entrado en esadinámica con su hija tan, digamos "sucia" y "malsana" si nohubiera sido por lo escamado que salió de sus experiencias con las mujeres.
Es un hombre muy atractivo a pesar de su edad. No exagero enabsoluto si digo que es todo un Harrison Ford, en serio, es igualito al actor.Yo siempre se lo decía a mis amigas cuando comencé a trabajar aquí. Es que comose cuida tanto con tanto gimnasio y una estricta alimentación…
Yo confieso que cuando llegué a la casa albergué ciertasesperanzas vanas de ser una especie de pretty woman y enamorar a este rico yatractivo maduro. Entrar como cocinera y asistenta y convertirme en la señorade la casa.
Pero pronto comprobé que solo eran sueños. Él estaba solointeresado en jovencitas cabeza huecas. Rubias esculturales con veinte añosmenos. Que además se aprovechaban de él. Porque eran nenas que solo iban a porsu dinero. No sé como lo hacía, pero el hombre siempre iba a dar con lasmujeres más malas. Lo peorcito del mundo. Y mira que él siempre ha sido un sol.En serio, una maravilla. Las tenía a todas a cuerpo de reinas. Y cuando seenamoraba perdía la cabeza. Y les daba todos los caprichos. Todo se lo daba.Pero claro, siempre estaba por delante su Betty, su pequeña.
Y las otras chicas siempre celosas de la niña, que era casi de sumisma edad. Y siempre trataban de hacer a la chiquilla la vida imposible. Yella estaba furiosa de ver lo que hacían a su padre.
¡Pero a ver que iba a hacer la niña! Él no quería ver que seaprovechaban de él y que iban a lo que iban. Por muy guapo y muy listo queseas, cuando eres millonario y te vas con chicas tan jóvenes es inevitable queno estén solo por ti. Pero a él no le entraba eso en la cabeza.
Y cada vez discutían más los dos. Y eso que se adoraban. Pero ellase sentía impotente y a él lo envenenaban en contra de su hija.
Una de las guarrillas incluso gritaba como loca al hacer el amorcon el padre y no me cabe duda de que era su modo de fastidiar a Betty, estabaclaro que tanto escándalo no tenía otra finalidad.
No sé con exactitud cuando pasó lo que lo cambió todo. Yo empecé anotar pequeñas cosas. Poco después de que el señor rompiese con una niñaespecialmente estúpida.
Lo primero que me resultó extraño fue el cambio de vestimenta deBetty.
Yo llegaba a la casa y la encontraba con unos shorts que dejabanver más de lo que ocultaban. Andaba por allí, paseándose delante de su padre deesa guisa.
Con camisones transparentes. Picardías. Y su padre la regañaba.
Pero ella no hacía caso y cuando él veía la televisión, pasabadelante de él mil veces.
Yo pensaba que eran cosas de la edad. Pero luego estaba lo de nollevar ropa interior. Y muchas veces, cuando su padre estaba abajo por el hallella le llamaba desde arriba de la escalera y le decía cualquier niñería. Conlas piernas abiertas. Que se le veía todo a la chica. Y así tan alta y tanrubia. La chiquilla escultural. El hombre no es de piedra por mucho que seapadre. Él no sabía donde mirar. Se ponía muy turbado.
Luego estaba también lo de ser patosa de mentira. Constantementese le caían los tenedores, los apuntes, los bolígrafos…cualquier excusa paraponerse con el culo en pompa delante de su padre. Siempre sin bragas.
Y lo otro de la ducha. Siempre que se estaba dando una ducha,casualmente se le olvidaba algo en el cuarto de baño del padre. Y se iba así,con la toalla medio caída a buscar lo que fuese. Y yo la seguía con discreciónpara no perderme nada y veía como el padre la miraba con la boca abierta. Y nopodía apartar la mirada de la chica y ella con la toalla que si se le caía paraacá o para allá mientras le preguntaba que donde estaba no se qué. Que no sé nicomo lograba contestar. Ella aprovechando cualquier ocasión para enseñarle lastetas.
Otra cosa era cuando comía helados, o zanahoria, o cualquier cosa.Porque en ese periodo tenía predilección, que juraría que no era casual, porlas cosas alargadas.
Y comía de un modo que no era normal. Atraía como fuese laatención de su padre. En una conversación de lo que sea. El tema era mirar a supadre fijamente y lamer, por ejemplo, el helado de fresa. Así con la lengua lento.Una y otra vez con la lengua. Dale que te pego. Como si lamiese otra cosa queya se pueden ustedes imaginar.
Y él no se atrevía a decirle nada. A ver que le iba a decir. Eratodo demasiado sutil. Era evidente pero sutil. No sé como explicarles.
Luego empezaron los roces. Ya empezaba yo a alarmarme un poco. Laexcusa solían ser los masajes.
Ella se los daba desde niña. Pero últimamente era más que evidenteque no eran como siempre y mas ahora que ella ya tenia la mayoria de edad.
Sobretodo cuando llegaba a la zona de las piernas. Particularmenterecuerdo un día en que yo estaba por allí limpiando. En otra habitación, perocomo la puerta del salón era acristalada y yo limpiaba una puerta que habíafrente a la del salón que también era acristalada podía verles a ellos en elreflejo.
Ella estaba dando un masaje y él llevaba solo un bañador. Con susmanitas blancas de uñas impecables comenzó a escalar los muslos de su padre,que estaba boca arriba y metía los deditos, como quien no quiere la cosa, pordebajo del bañador. En pequeños roces.
A mi no me extrañó nada que un bulto comenzase a formarse en laentrepierna del señor. Entonces él intentó darse la vuelta pero ella supongoque le diría (no estoy segura porque no les oía bien desde allí) pero por loslabios creí entender:
-De eso nada, ahora me toca a mí.
Entonces el padre se sentó, tratando de disimular su excitación yella se tumbó apoyando su cabeza en el regazo del padre para que le acariciaseel pelito.
Pero yo notaba como ella no paraba de mover la cabeza que si paraun lado, que si para otro. Roza que te roza con el bulto del padre. Como si noencontrase posición. Y la cara del papá juro que era un poema.
Y ya entonces él la miraba de un modo distinto. Con deseo. Perotrataba de serenarse. En otro masaje que le dio ella por la cara y por el pecho,recuerdo que se sentó de pronto ella a horcajadas sobre él. Así como unaamazona.
Él le dijo que se bajase, pero ella protestó: que sí su papaíto yano quería sus masajes, que si su papaíto estaba muy raro con ella últimamente,que si ya no la quería…
En fin, que el señor al final la dejó hacer y ella, con unaminifalda y apuesto a que sin ropa interior, como tantos días, no paraba demenearse sobre el padre, que solo llevaba el bañador.
Yo me hice la tonta. Me fui y les espié desde el reflejo que ya hemencionado antes. Y admito que me estaba poniendo cachonda. Y sé perfectamenteque eso no está bien.
Pero es que separados tan solo por esa telilla de nada, ya sepueden imaginar que el pene del padre casi se introduciría dentro de lachiquilla. Y ella no se andaba con contemplaciones y se agitaba para adelante,para atrás.
No eran movimientos de masaje precisamente. Incluso víperfectamente que él la tomó de la cintura mientras ella se movía de ese modo.
Y cada vez se movía más rápido la niña, y ya ni siquiera semolestaba en crear apariencia de masaje. Tan solo apoyaba las manos sobre elpecho de su padre y lo cabalgaba.
La veía así, tan sexy, con esa melena rubia y larga, tan delgaditay las piernas impresionantes que tanto lucían en aquella postura. Subiendo ybajando sobre el señor, que la aferraba con fuerza. Podía imaginar laespectacular imagen que tendría el señor de sus tetas botando frente a su cara.Porque ella llevaba una camiseta blanca, interior, casi transparente y muysuelta por arriba, que sin duda dejaba ver completamente los pechos preciosos,grandes y con la tersura propia de la edad joven. Y es que la señorita no esuna chica cualquiera. Y, es cierto que tal vez la vea con ojos de madre, peronunca he visto niña más bonita.
Y allí moviéndose de aquel modo. Con un pene clavándose en suvagina con una telita como barrera. Y siendo ese pene de su adorado papi. Todoeso me estaba excitando tanto que llevé mi mano a mi clítoris y me toquémientras les veía.
Y siguieron un buen rato. Y es posible que alguno de los dos, olos dos llegasen al climax de aquel modo. Eso ya no lo sé. No me quedé hasta elfinal. A ver si iba a tener la mala pata de ser descubierta.
Por aquel entonces llegaron los besos en la boca. El primero querecuerdo fue un día de verano muy caluroso. Subieron a la terraza a darse unbaño con la manguera. Que era un juego que desde siempre practicaban.
Yo subí a retirar unas cosas que había tendido, a ver si se meiban a mojar con tanta manguera.
Ella correteaba de acá para allá mientras él la mojaba con lamanguera y ella, huyendo, se fue alejando de él hasta que llegó a una reja quetienen y ya no podía huir más. Él la persiguió y la agarró por detrás. No creoque él tuviese ninguna intención lujuriosa. Pero ella se puso con el culo asíun poco respingón y echó el cuello hacia un lado así como para que él labesase.
Él se apartó, pero ella se dio la vuelta y le dijo:
-¡Te quiero muchísimo papi!
Y le dio un abrazo fuerte, pegándose mucho a su cuerpo, así comoestaba, con el bikini y llena de agua. Y le besó en la boca. Puedo asegurarlesque con lengua. Se tiró un buen rato.
Y luego se separó la niña y se fue de allí, y el padre se quedóquieto petrificado el pobre. Con un calentón enorme que ya me hubiera gustado amí aliviar.
Y luego vinieron los besos de buenas noches.
Él siempre le daba un casto beso en la cara antes de que ella sefuese a su cuarto a dormir. Pero ella le ponía la boca y le abrazaba,procurando rozar con su rodilla el paquete de su padre. Además, siempre que podíaprocuraba prolongar aquel beso. Y él a veces hacía como que se resistía, perocada vez más, la abrazaba también y respondía a aquel beso como si su hijafuese una novia.
En aquel periodo el padre había dejado de ser solo un padre ytraía a su niña más regalos que nunca.
Si antes había estado volcado con ella, ahora lo estaba aún más.Había más regalos, más amor. Yo creo que se había enamorado perdidamente de supropia hija. Y lo sigue estando. Ahora mucho más, desde luego.
Lo siguiente que pasó fue lo del miedo nocturno. Como el miedo alas tormentas. Ella nunca había tenido miedo a nada. Siempre fue una niña muyvaliente. Pero de pronto, en aquellas tormentas de verano, Betty decía estarmuy asustada, y salía en mitad de la noche, con una camiseta blanca, de supadre, con la que le gustaba dormir y sin nada debajo, hacia la habitación delseñor.
No sé si el primer día que yo me di cuenta fue el primero que pasóesto, o ya había pasado otras veces. Yo creo que fue el primero. Yo escuché suspasos por el pasillo. Ya que la habitación en la que yo duermo se encuentrasituada entre la de ambos.
No pude evitar, picada por la curiosidad, salir a ver que ocurríay seguirla sin que se diese cuenta.
El señor siempre duerme con la puerta ligeramente entreabierta,supongo que por su gran instinto protector y la señorita no la cerró para nohacer ruido, porque las puertas son antiguas y suenan una barbaridad al abrirsey cerrarse.
Así que yo podía verlo todo por el hueco. Además, la habitación seiluminaba de modo espectral, en increíbles fogonazos por la tormenta.
La pequeña Betty se acercó a la cama de su padre, parece que esteno estaba aún dormido:
-Papá, tengo miedo de la tormenta ¿puedo acostarme contigo?
El señor vaciló un momento:
-Bueno, un momento, pero cuando se pase la tormenta te vas a tucuarto.
-Gracias papi.
Entonces ella se metió en la cama y empezó a besuquear a su padrepor el cuello, por la cara y por la boca agradeciéndole que le dejase dormirallí.
Pero este se enfadó y le dijo que se durmiese. Entonces ellapareció entristecerse y se dio la vuelta. Cuando se giró dejo subir la camisetaun poco y su trasero quedaba bastante expuesto. Yo podía verlo perfectamente yaque no se habían tapado con la sábana. A pesar de haber tormenta no hacía fríoen absoluto.
Los dos quedaron de espaldas uno con respecto al otro y yo penséen irme también a dormir.
Pero entonces ella le dijo:
-Papá, abrázame, tengo miedo. Por favor.
-Hija ya eres mayor, no deberías de tener miedo en valde tus 19 casi20 años.-
Yo pensé que él se negaría. Pero se dio la vuelta y la abrazó.Como es verano, el señor duerme tan solo con su ropa interior.
Ella aprovechó para arrimar su culo a la verga de su papá que yaestaba bastante erguida.
No esperó mucho para empezar a menear su culito hacia atrás yhacia adelante. Aunque al principio lo hacia muy despacito y tratando de hacerparecer casual el movimiento.
El padre al principio se quedó quiero, pero luego comenzó a jugaral mismo juego.
Él la abrazaba mientras se movía, clavándosela pero con loscalzoncillos puestos.
La niña gemía bajito. Él fue subiendo poco a poco la camiseta deella, dirigiendo su brazo más arriba. Subiendo la altura del abrazo. Hasta quequedó a la altura de los pechos de ella.
El padre comenzó a manosear sus tetas, con fuerza pero despacio,manteniendo la ficción del abrazo.
Pero ella no se dejaba engañar y dirigió su mano hacia laentrepierna de él, estirando su brazo hacia atrás.
Acarició por fuera un poco y apretó el pene de su padre. Sin moverel calzoncillo.
Pero cuando trató de bajárselo el padre se asustó y se separó unpoco hacia atrás.
Ella respondió volviendo a pegarle el culo y pegando un tirónfuerte hacia abajo del calzoncillo del padre.
El pene salió de la tela rápidamente, rebotando, como despedido. Yella lo apretó con su mano y lo agitó.
Mientras lo tomaba con su mano, acomodó su cuerpo, situándolojusto sobre la punta de la verga.
La niña colocó con su mano el aparato de su papi en el lugaridóneo para que este solo tuviese que realizar un pequeño movimiento haciaarriba.
Ella apretaba la entrada de su coño sobre la verga vibrante delpadre.
Los dos continuaban moviéndose provocadoramente. El padre rozabala vagina de la chica una y otra vez sin llegar a penetrarla.
Yo pensé en entrar e interrumpirlos antes de que cometiesen lalocura que se avecinaba, pero estaba tan excitada que no podía hacer más quecontemplar la escena, convirtiéndome sin quererlo, en cómplice de aquellahistoria.
El padre movía su cadera con tanta fuerza en la entrada de suhija, que yo pensé que de un momento a otro, aunque parecía no quererpenetrarla, debido a lo calientes que tenían que estar, la polla iba a entrarsola.
El padre de pronto paró. Cesó en sus movimientos y la niña tambiénse quedó quieta, sorprendida. Él la besó en el cuello y apretó su pecho.
Entonces, inesperadamente, la tomó de la cintura, como paramantenerla quieta y se la clavó todo lo que pudo, sin contemplaciones.
A Betty se le escapó un grito y yo no podía creer lo que estabaviendo.
El señor taladraba a su hija, como no imaginaba yo que pudiesehacerlo un caballero de más de cuarenta. Lo hacía con la velocidad y la pasiónde un muchacho de diecisiete.
Y decía el nombre de su niña: Betty, Betty; mientras se lafollaba.
Ella gemía, de placer y de dolor. Y la polla de su papá debíaestar clavándosele hasta los testículos a juzgar por las envestidas del padre.
Yo me masturbaba en la puerta con la escena. Las tetas de Betty,con la camiseta subida, saltaban descontroladas.
La pobre niña gritaba, incapaz de reprimirse y el padre, lejos decontrolarse, aumentaba la potencia y le decía: Mi amor, mi amor.
Yo veía la boca de Betty, abierta mientras gemía, con sus labiostemblorosos y rosas.
Sus pechos botaban al ritmo al que debían hacerlo los huevos delpadre. El pene del señor, dentro de ese joven coñito, algo más joven que losmás jóvenes que había probado, debía estar disfrutando como nunca.
El papá entonces avisó a la niña de que se iba a correr y Betty ledijo:
-Te quiero.
Entonces él, en varias estocadas finales, fuertes pero más lentas,descargó todo su semen en el interior de su amada hija.
Al día siguiente los dos se fueron, sospecho que a que la niñatomase la píldora del día después o algo así. Porque supongo que al señor lesobrevendría de pronto la conciencia.
Yo lavé las sábanas y las encontré algo manchadas de sangre.
Es posible que Betty hubiera sido desvirgada esa noche, perotampoco pondría la mano en el fuego. Puede ser que estuviera acabando oempezando con la regla o cualquier otra cosa.
Aquello no pasó solo esa noche. Primero con la excusa de lastormentas y últimamente sin excusas, continuaron realizando este tipo deprácticas.
Yo me siento presa de una profunda excitación que no sentía desdebien jovencita. Todo el día me lo paso cachonda con esas y otras imágenes rondandomi mente.
Pero mi conciencia me corroe. Tal vez debería hacer algo. Necesitoayuda. Por un lado deploro lo que hacen, por otro me excita, por otro loscomprendo. Ella quiere proteger a su padre, para que no se aprovechen de él.Quiere amar a su padre como no ha sido capaz de hacerlo ninguna de sus novias,como él merece.
Por su parte él ha tratado de resistirse. Pero con una hija tanhermosa, tan adorada y tan consentida. Era difícil para un hombre solitario, yrepito que es encantador, reprimir sus instintos.
Haci paso unos años hasta que la “pequeña Betty” que tenia ya  22 años, hablo conmigo y me pidió que si noqueria tener un aumento de salario a lo que dije que si y me dijo que estabaembarazada y que necesitaba a alguien que fuera la “nanny” de su bebe.
Acepte gustosa, despues me entere en el segundo embarazo de Bettyquien era el padre de sus dos bebes, siempre lo he callado incluso despues deque Betty y su padre duermen juntos, tengo mucho cariño hacia los nenes, puesson muy lindos. Me siento afortunada de que ellos me vean como su “Abuela” peropara ser honesta me siento con mucha culpa de esconder este secreto.

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