Mariela la Milf

Después de Sandra, la vicedirectora, pegué onda con una piba de mi edad y empezamos a salir. Una relación tranquila. Nos pusimos de novios. Cuando estoy en algo serio, si el sexo es bueno, el indio se calma. No me gusta que me caguen y no lo hago yo.

Después entré a laburar en un gimnasio. El dueño es el tío de mi mejor amigo, que también trabaja conmigo. Antes de empezar puso algunas reglas: en el gimnasio no se coge; las pibas menores de 18 no se tocan; ojo con las casadas que tiran onda, porque después viene el cornudo a armar bardo y da mala imagen.

En el gimnasio es muy difícil coger. Hay mucha gente y cámaras por todos lados. Pero… hay un cuartito que se usa como depósito que da para coger de parado o que te hagan un pete. Lo usé dos veces, sólo petes, con una flaca que iba a entrenar. Nos vimos afuera del gym algunas veces más para garchar, pero después se mudó a otra ciudad.

Sin embargo ese año apareció Mariela. Una mina de unos 37 años. Dos pibes. Recién separada. Al principio no me llamó la atención. No era fea. Tampoco linda. Tenía de 8 a 10 kilos de sobrepeso y el cuerpo de una mujer que fue madre y se dejó estar. Pero Mariela quería rehacer su vida después de la separación. Se puso a dieta con una nutricionista. Tenía muchas ganas de entrenar. Primero dos veces por semana, después de lunes a viernes. Y comenzó a transformarse. Pasaron los meses y los kilos se fueron. La panza empezó a ponerse plana. El culo se levantó y mejoró mucho. Ya todos la miraban como pensando "no sos una diosa, pero te entro como rengo a la muleta".

Pasaron unos meses de entrenamiento y un día me dice que va a parar un tiempo porque se tiene que operar.

Al mes apareció. Se puso tetas, se hizo una lipo y algo en la cara. Me saludó con la mejor onda. Era otra persona. Parecía de 30 años. Me dijo que además de entrenar en el gym quería que fuera su personal trainer. Ningún problema, es laburo. Todos los sábados a la mañana nos veíamos en el parque.
Un día a la mañana, después de entrenar:

-          Nene, ¿qué hacés ahora?
-          Nada. Voy a ver qué tengo para comer en casa.
-          ¿Vivís solito?
-          Sí, hace unos meses que alquilé.
-          ¿Y por qué no te venís a casa y cocino algo rico para los dos? Total los chicos están con el padre y tengo todo el finde libre.
-          Dale…

Nos fuimos caminando tranquilos, hablando de cualquier cosa. Después de la operación, cada vez que la entrenaba le miraba el orto y daban ganas de rompérselo, pero no pensé que fuera a pasar algo con ella. Había algo de onda, risas, algunos chistes tontos. Pero no más que eso. Y me pagaba las clases así que no daba cagarla.

Llegamos a su casa. Entramos. Preparó un café y nos sentamos a tomarlo.

-          Uy estoy re transpirada. Tengo que darme una ducha caliente. Pero salgo y me pongo a cocinar.
-          Dale tranqui que yo espero acá y aprovecho para contestar mensajes.
-          Mmmm, ¿sabés qué estaría necesitando?
-          No.
-          Alguien que me enjabone la espalda.
-          ¿Ah sí...?
-          Sí.
-          Yo te ayudo, si querés…

Nos sonreímos. Nos acercamos nos comimos la boca. Fuimos para el baño. Nos metimos bajo la ducha caliente. Besos, lengua, caricias. Jaboncito. Ella me acariciaba los huevos mientras me pajeaba. Yo mandaba dedos en su conchita toda depilada.

-          Pendejo, desde que te conozco que quiero darte.
-          Qué buena te pusiste, putita…
-          ¿Te caliento, pendejo?
-          Sí, mal.
-          Quiero que me cojas rico. Tranquilo, porque hace meses que no estoy con un hombre.

Salimos de la ducha. Nos secamos. Y nos fuimos a la cama. Empezamos despacio. Otra vez previa, besos, caricias. Bajé a comerle su conchita toda depilada. Una delicia. Respiraba profundo, gemía suave: “ah, así, pendejo”, “mmm, seguí”. Después vino el 69. Ella me hizo un rico pete. Mejor de lo que me esperaba. No la tenía así de gauchita.

Sacó un forro de la mesita de luz. Me lo puso con la boca. Y se montó. Cabalgaba suave, mirando al techo mientras yo le amasaba las tetas operadas, tamaño naranja mediana. Después bajaba a mandarme lengua y yo hacía lo mismo. Paró unos segundos, se dio vuelta y empezó a cabalgar más fuerte. En un momento se pone en cuatro y me dice: "matame, pendejo". Ahí empecé a bombear fuerte. Los glúteos se le ponían colorados por las embestidas. Mientras le tiraba del pelo. Le mandé el pulgar en orto, para puertear. Pero me dijo: "ahora no, bebé, es gruesa para mi culito". Seguimos un rato así, hasta que empezó a mojarse mucho y acabó. Yo todavía estaba sin terminar le pregunto:

-          ¿Dónde querés la lechita?
-          En la cara. Vení que te la saco.

Me acosté, me quitó el forro y empezó a petear fuerte. Hasta que vino el lechazo. Un chorro en los labios y la nariz,otro cerca de un ojo y el tercero en la frente. Y ella seguía besándome la chota y pasando su lenguita hasta que se me bajó. Fuimos al baño a limpiarnos.

-          Nene, no tengo ganas de cocinar. ¿Si pedimos empanadas al delivery?
-          Jajajaja. Seguro, esto está mejor.
-          Obvio. ¿Mirá lo que tengo?

Abrió otro cajoncito de la mesa de luz.Me mostró un tubito de gel y un dilatador anal.

-          Me garchaste bien, así que como premio te voy a dar la colita. Pero con cuidado.
-          Sí, quedate tranquila que no te la voy a romper.
 

2 comentarios - Mariela la Milf

papalotte48 +1
Me gusto,extraño la milf que me garchaba y me trajo recuerdos
NaneroEv2 +2
Y no dan vueltas ni tiran indirectas, van a la sin hueso de una!
Cesar_Fit_26 +1
Ellas deciden si te garchan o no te dan bola. Soy milfero 100%
papalotte48 +1
@Cesar_Fit_26 totalmente,aver si la puedo garchar de nuevo,después cuento