Elige tu propia aventura sexual 1.5

                                          Inventar una mentira

   - Es mi amante.- Le dije enseguida y apoyé las cajas en el piso.- Una compañera de trabajo. Debe de haberme mandado algo del bar. Si te dije que se juntaban a tomar algo.- Le aclaré enseguida.
   Valeria miró desconfiada el celular y me lo dio para que pudiera leer el mensaje. Mientras ella empezaba a acomodar la ropa yo salí de la pieza y vi que una vez más Florencia me había enviado fotos de ella semidesnuda y que después aclaraba todas las cosas que me pedía que le hiciera. “Me estás poniendo al palo” le respondí y ella enseguida me dijo que quería sentir mi pija al palo adentro suyo. No daba más de la calentura, necesitaba ir a cogérmela cuanto antes o iba a explotar. Llevé la última caja con pertenencias de Vale a la pieza y ella siguió acomodando las cosas.
   Yo entonces me fui a la cocina y empecé a desenvolver los vasos y platos. No podía creer lo que me estaba perdiendo y todo por no poder encontrar una perfecta excusa para salir de la casa. Fue entonces cuando abrí la última caja y recordé que faltaban algunas de las cosas de la cocina que necesitábamos para cocinar. Era la excusa perfecta. Salía del departamento por unos minutos, iba a lo de Flor para echarle un polvo bien rápido, iba al departamento a buscar la caja y volvía con Valeria para seguir ordenando. Hasta podía darme tiempo para terminar la noche en el bar con Luciana.
   - Gorda, me meto a bañar y después voy al departamento viejo a buscar la caja con las ollas y cacerolas que quedaron ahí.- Le dije a Valeria y entré en el baño sin escuchar su respuesta.
   Me saqué la ropa y enseguida me puse a ver las imágenes que mi amante me había enviado. Era perfecta, tenía un cuerpo increíble, con una cola magistralmente divina y unas tetas que me encantaba chupárselas. Aparte la actitud de trola era algo que me ponía como loco. Me di cuenta que tenía la verga al palo de solo ver sus fotos y me empecé a pajear, lento para no excitarme tanto pero ver sus fotos y no calentarse era una misión imposible.
   Dejé el celular arriba del inodoro y me metí en la ducho. Pensar en su piel tostada y en sus manos que sabían cómo tocarme no ayudaba. Necesitaba calmarme o iba a salir de la ducha con la pija durísima y las cosas iban a terminar de otra manera. Escuchaba sus gemidos en mi cabeza, su voz de puta pidiéndome pija me volvía como loco. ¡Qué ganas de cogérmela que tenía!
   De golpe empezó a sonar mi celular. El ringtone no era muy fuerte sin embargo podía oírlo desde la bañera. Como estaba completamente enjabonado y con shampoo en el pelo me puse debajo de la ducha con la intención de limpiarme y poder salir a atender. Pero de pronto cortaron. ¿Quién podría ser? ¿Quién podría llamarme ese viernes casi a las 9 de la noche sabiendo que yo estaba en plena mudanza? Entonces me di cuenta que nunca le había dicho a Florencia donde estaba. El ringtone de llamada y el de Whatsapp eran exactamente iguales y estaba totalmente convencido de que era ella iniciando una video-llamada con el único motivo de calentarme. Volvió a sonar…
   Seguí duchándome lo más rápido que pude para salir a contestar, tenía que apagar ese celular para que Valeria no se enterara de que alguien intentaba comunicarse conmigo. Me sequé las manos con la toalla de la ducha lo más rápido que pude, pero no fue suficiente. Vale entró al baño antes de que yo pudiera correr la cortina y agarró mi celular diciendo que ella atendía. Me quedé inmóvil, quieto, completamente petrificado sin saber que hacer o decir.
   - ¿Hola?- Dijo ella.
   La conversación fue corta, de unos segundos. “Sí” respondió mi novia a una pregunta que no sabía cuál era. “Bueno” siguió con tono completamente serio. Estaba convencido que estaba hablando con Florencia y que ella se estaba haciendo la estúpida para no ser descubierta. Pero Valeria no iba a caer dos veces en ese juego, estaba completamente perdido. “Ahora le digo” cerró la conversación y cortó la llamada. Corrió la cortina y me miró fijo. En sus ojos se veía una mirada desafiante, se venía nuevamente la pregunta.
   - ¿Quién es esta mina?- Me preguntó de golpe y levantó el celular.
   En la pantalla se veía la última foto que Florencia me había enviado, una en la que ella estaba acostada en la cama boca arriba, desnuda, agarrándose las gomas con una mano y cruzando las piernas a tal punto que apenas se notaba su tanguita. ¡Por Dios que buena que estaba! Pero tenía que responderle rápido a mi novia. Estaba nuevamente ante la posibilidad de confesarle la verdad, de decirle que la estaba engañando o podía mentirle como había hecho hacía unos minutos con el fin de salir ileso de la situación.


Volver a mentirle

Decirle la verdad

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