Vacaciones nudistas con mi papá - Capítulo 3 y 4

hola! catorce comentarios el capítulo anterior! eso me hizo muy feliz. les dejo la continuación de capítulo doble 🙂

uego de haber hecho el ridículo con mi padre y con Mara, decidí salir un rato para ver si se habían molestado conmigo. No lejos, frente al timón, estaba Leandro. Me acerqué por la espalda y lo abracé.

—¿Estás bien? ¿Te enojaste conmigo?

—No —se giró. Su apariencia gallarda me hizo retroceder.

—De hecho, entre mamá y tú, son muy liberales y yo a veces me siento como una monja.

—No tienes que hacer las cosas si no quieres.

Guardé un momento de silencio.

—¿Te gusta el cuerpo de Mara?

—Admito que es linda.

—¿Y el mío? ¿Crees que es bonito?

—Me incomoda responder eso, pero creo que sí. Es lindo.

De alguna manera eso me hizo sentir mejor. No quería quedarme atrás con Mara. Me molestaba, como si yo fuera una niña, que papá estuviera idiotizado por ese cuerpo. Era cierto que la muchacha era muy linda y visiblemente sensual... pero yo no me quedaba atrás.

—Intenta ser su amiga. Las cosas irán mejor y si todo va según lo planeado, tal vez se convierta en tu hermana mayor.

—Querrás decir la menor.

Leandro me besó la frente, y al hacerlo, me sentí de nuevo como yo misma. Se apoderó de mí una euforia tal, que decidí que podría dar más de mí misma. Me giré y pasé mi cabello por un lado de mi garganta.

—Quítame el brasier.

—¿Segura?

—Hazlo.

Tuve escalofríos cuando me tocó y deshizo el nudo. Mi prenda cayó, y yo me apresuré a darme la vuelta y a abrazarlo. No me importó pegarle mis pezones a su pecho. Simplemente lo rodeé muy fuerte y me quedé allí un ratito. Él me puso las manos en las caderas y acarició suavemente mi piel. Empecé a experimentar un cosquilleo extraño, alarmante. Le miré. Aunque era más adulto que yo, sus ojos azules eran hipnóticos y fue cuando empecé a darme cuenta de que le estaba mirando como un hombre y no como lo que de verdad era.

Para el atardecer yo ya me había acostumbrado a hacer topless frente a papá. Él ni siquiera me prestaba atención. Estaba tan acostumbrado al nudismo, que el cuerpo desnudo de una chica no era gran cosa para él.

—¿Qué intentas hacer, Daniela? —La pregunta de Mara vino acompañada por una traviesa sonrisa—. ¿Quieres llamar la atención?

—Pues tú me dijiste que me acostumbrara ¿verdad? ¿Qué? ¿Estás celosa?

—¡Claro que no!

Se molestó un poquito, supongo, y se fue a su camarote. Yo también me fui al mío y antes de poder decir pío, caí en un bonito sueño tropical.

Lo que me despertó más adelante fue el rápido sacudir de las olas y cómo el bote se mecía peligrosamente. Miré por el ojo de buey y vi que el mar estaba embravecido y que el cielo era tan negro como la boca de un lobo. Desesperada, me puse una chaqueta y salí a la cubierta. Fui al puente de mando y allí vi a papá y a Mara luchando por mantener el yate estable.

—¿De dónde salió esta maldita tormenta? —pregunté.

—¡No lo sé! ¡Demonios! —Gritó papá—. Hemos perdido el rumbo y la radio no funciona. El timón se va a averiar.

— ¡Esto está mal! ¿Cómo regresaremos? —exclamó Mara.

El barco dio un giro inesperado y todos caímos al suelo. Me hice daño en la muñeca. Mara se quejó de que le dolía la rodilla y papá se hizo un corte en la ceja que lo dejó un poco mareado. El timón iba sin paro de uno a otro lado, fuera de rumbo, mientras el viento soplaba como un diablo y el mar nos trataba de hundir...

Salvamos la vida por poco. En algún punto dejamos de pedir ayuda por la radio descompuesta. No había forma de arreglarla. Cuando el bote se sacudió fieramente, supimos que el viaje había terminado.

—¡Esperemos que pase la tormenta! —dijo Leandro. Estábamos con él en su camarote, asustadas por lo que nos había ocurrido.

Cuando salimos para ver nuestra situación, nos encontramos encallados en unas rocas que daban a una isla selvática. La lluvia había amainado, pero seguía siendo de noche. Sin estrellas en el cielo a causa de las nubes y los rugidos del mar... de verdad que me sentí aterrada. Los celulares tampoco funcionaban.

—¡Carajo! —Gritó Leandro—. Esto no estaba en los planes. Muy bien, chicas. No desesperen. Mañana saldré a ver qué pasó con el motor. Vuelvan adentro.

Qué fácil lo dijo. Yo estaba aterrada.

***Mara***

Bien... eso era inesperado. Nunca creí que pudiéramos estar tan metidos de mierda por la estúpida tormenta, y sobre todo ¡atrapadas aquí en un sitio de la nada!

La simple idea de tener al hombre de mamá junto a mí era suficiente como para que de alguna manera me hiciera cosquillas por todo el cuerpo. Quería verlo. Quería sentir que entraba en mí y que me enviaba al cielo del placer.

Me levanté de mi cama y salí del camarote. Llevaba unos pequeños shorts y una blusita con chaqueta para mantenerme caliente. Casi no habíamos traído ropas, así que además de unos pocos bikinis, no teníamos mucho con qué taparnos. Tal vez si pudiera ver a esa tonta de Daniela, ella podría hacerme compañía.

Me acerqué a su camarote para ver si estaba bien y miré por la ventanilla. ¡Vaya cosa! La chica estaba abierta de piernas y jugando con el mango de su cepillo. La poca luz iluminaba la tersa piel de sus muslos. Estaba dándose un poco de placer irreverente y era increíble. Y yo que pensaba que esa muchacha era alguna clase de mojigata que temía al nudismo.

Me quedé mirando un buen rato. Ella se amasaba el clítoris, se introducía el cepillo al fondo y luego, empapado de jugos, se lo llevaba a la boca y le pasaba la lengua. ¡Joder! Qué había venido aquí para que se me bajara la calentura y en vez de eso ahora estaba un más caliente de lo normal.

Miré la otra puerta. El camarote de Leandro. Decidí hacerle una visita.

Él dormía desnudo. Su miembro flácido descansaba sobre sus piernas. Yo ya lo había visto así, pero erecto ¡jamás! Tragué saliva. Me aproximé con cautela y me senté en el borde de la cama para admirar ese trozo de carne abultado. También el fibroso cuerpo del hombre que le hacía el amor a mi mamá. Imaginé la boquita pequeña de Shaira recorriendo cada centímetro de la piel de su pareja. ¿Por qué no podía formar yo parte de eso?

Excitada por esa imagen, me aventuré a tocar con la yema de mi dedo el tronco del pene de Leandro. Estaba tibio y tenía unas pocas venas. Seguí palpando, sintiendo la textura. Tanteé los testículos, exploré el saco que los contenía y suspiré con la sensación de estar haciendo algo prohibido y que podría ir al infierno por ello.

Entonces él despertó.

—¿Qué haces?

— ¡Ah! —Grité, asustada y me levanté de golpe.

—Está bien. Puedes mirar si quieres.

Esbozó una sonrisa cómplice. Él y yo sabíamos que entre nosotros la tensión sexual era más que palpable.

—Ese es un gran...—dije honestamente.

—Supongo que sí. Aunque no es eso lo que te debería impresionar. Más bien, la situación en la que estamos.

—Sé que todo estará bien. Saldremos de esta y podremos volver a casa.

—Lo haremos. Mañana iré a ver qué le pasó al bote. Deberías dormir.

—No puedo. Tengo insomnio.

—Te gusta lo que ves ¿verdad? No apartas la vista.

—Seré honesta y diré que sí.

Nos quedamos callados un momento. Leandro me miró con evidente interés.

—¿Quieres tocarlo?

—Ah... no sé.

—¿Cuál es la pena?

¿Pena? Qué era eso.

Estaba más caliente y pronto comenzó a ganar un tamaño considerable a medida que se iba excitando. Advertía la humedad en mi sexo y el pulsar de mi propio clítoris. El calor que había en mi cuerpo era increíble. Él me tomó la mano y me indicó cómo debía masturbarlo. No es que yo no supiera, pero... era tan grueso que mi puño no lo cerraba.

—¿Puedo... chuparlo?

—Me ofendería si no lo hicieras.

Me pasé el pelo detrás de las orejas. Riendo de la vergüenza, me introduje el miembro entre los labios y luego traté de hundirlo al fondo de mi garganta. El grosor me obligó a separar la mandíbula. Cada célula de mi organismo estaba echando fuego y había comenzado a sudar.

—Ah... sí.

—Qué rica está —murmuré, recorriéndolo con la lengua. Estaba cubierto de mi saliva. Mucha saliva y eso hacía que fuera fácil masturbarlo.

Sus manos, avergonzadas, recorrieron mis pechos por debajo de la blusa.

—Acomódate mejor.

Me amoldé entre sus rodillas. Arrebaté su verga con una mano, sus testículos con la otra. Me pasé la lengua por los labios, concentré saliva en mi boca y entonces permití que mi lujuria tomara el camino que deseara. Estaba haciendo algo mal. Algo prohibido. Excitante. No quería detenerme. Deslicé la boca por el largo de su verga y culminé con tiernos besitos en el glande. Yo estaba ida, excitadísima y con deseos de hundir todo dentro de mi apretada raja que lloraba por ser invadida. No obstante, sorber era igual de placentero. Tenía que detenerme para atrapar aire, y necesitaba relamerme los labios y aguantar la respiración.

—Deja, yo lo hago —dijo Leandro y me asió de la cabeza,

Yo me quedé quietecita, con los ojos apretados y dejando que fuera él que manipulara mi cuello. Abrí bien la mandíbula. La saliva corría por todo el tronco de su pene y resbalaba hasta sus huevos, y seguía allí hasta la sábana de la cama.

— ¡Métemela, por favor!

Apenas podía verle la cara a causa de la pobre iluminación, pero me moría de ganas de hacerlo con él. Leandro se lo pensó un poco, y luego, parándose, se colocó al pie de la cama. Yo entendí de inmediato y me puse a gatas. El pecho me seguía latiendo como el motor de un tren.

Me palpó las nalgas. Pronto percibí el ardor de su polla probando mis labios, embarrándose con mis mieles que brotaban para lubricarlo.

—¿Papá? —esa fue Daniela, tocando detrás de la puerta. Se me subieron los colores al rostro ¡Sí la chica me mirase ahora, todo se jodería!

—Ya voy, hija —dijo Leandro y me susurró—, métete debajo de la cama. No quiero que me vea.

**Daniela**

Mi padre abrió la puerta, y como ya sospechaba, lo único que le cubría su fibroso cuerpo eran unas trusas que le quedaban muy ajustadas. La vista de inmediato se me fue a su miembro, que estaba tan abultado como si se hubiera metido un calcetín. Él, por supuesto, no se inmutó ante mi mirada.

—¿Qué pasa?

—Bu-bueno... no puedo dormir y pensé en que si podía quedarme contigo unos minutos

—Ah...

—Cuando era niña me dejabas dormir contigo y con mamá, y todavía no se me ha quitado eso. Lo siento, si te molesto...

—No, no... Claro. Pasa.

Apenada por mi muestra de miedo infantil, entré a su camarote. Leandro se recostó en la cama, y por su posición, el bulto de su polla era como una pequeña montaña. Yo traía sólo el brasier de mi bikini y unos shorts, porque hacía algo de calor. Además tampoco tenía más ropa porque en mis planes no estaba quedar atrapada en una isla.

—¿Qué pasa? ¿Nerviosa de ver a papá semidesnudo?

Carajo.

—Nada, perdón.

—Anda. Ven y acuéstate.

Extendió un brazo y yo me acomodé junto a él. Esto causó que me recorriera un calambre por la espalda. No quería estar más cerca de lo usual.

—¿Te molesta si te abrazo un poco?

—Claro que no, Dani.

Lo hice con algo de inseguridad, y crucé una mano sobre su cuerpo para apoyarla en su pecho. Comencé a jugar con los ricitos de su vello y dejé asentada la palma de mi mano sintiendo sus fibrosos pectorales y el latido de su corazón. Fue entonces que miré cómo el bulto le crecía y yo me ruboricé.

— Se te está poniendo grande allí.

—No es cierto.

—Sí es cierto —le di un beso en la mejilla.

—Desde siempre has sido muy guapa, igual que tu mamá. Eso... causa que me sienta algo emocionado por estar a tu lado.

Subí una pierna sobre la de él y me abracé más fuerte. Esto hizo que su ropa interior se tensara más, y traviesa como una mujer que soy, bajé mi mano hasta su vientre.

—Me estás excitando mucho, Daniela.

—Pues no sé qué hacer.

—¿Quieres verla?

—¿Me dejarías? Sólo... sólo quiero verla ¿está bien?

El aceptó. En ese instante, ya no me podía detener. Le quité la ropa y ante mí saltó su virilidad, que estaba como un mástil semi erecto.

Su polla brincó.

—¿Qué más quieres hacer?

—¿Besarlo?

—Claro.

Me relamí la boca. Respiré hondo. Me incliné e hice un piquito con los labios. En ese instante, mi cara casi reventó por la timidez. Rocé el glande, y me atreví a tocarlo con la puntita de mi lengua.

De pronto, Leandro hizo que su pene palpitara como si cobrara vida propia y me asustó.

—Oye... ya te mostré mis atributos. Al menos muéstrame algo tú.

— ¡Claro que no! Todavía no estoy lista.

Leandro se rió, me besó y se cubrió con la sábana.

—Tú también luces emocionada.

—Pero no tienes permitido mirar.

—No seas mala conmigo.

Me dio un beso en la frente y me rodeó con fuerza. Me quedé dormida en algún punto, totalmente ajena a la situación desesperante que tenía entre mis manos. Por esas horas, dejó de importarme que estuviera atrapada en una isla.

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Cuando me levanté al día siguiente, me noté asqueada y moralmente perturbada por todas las cosas nuevas que estaba haciendo con mi papá.

Tenía que calmarme. ¿Qué estaba pasando conmigo?

Me limpié la cara con un poco de agua y salí. Ya era casi medio día. El Sol despuntaba en lo alto. Era un clima hermoso, y de no ser por el lugar en dónde nos encontrábamos, podrían ser unas buenas vacaciones.

Asomándome a la cubierta, vi que Mara estaba en la arena con Leandro. La chica, mi futura hermana, estaba desnuda, como siempre, mostrando una bonita piel bronceada, con sus pechos revoloteando alrededor de mi padre, estaba ocupado en mirar el bote y tratando de repararlo con sus herramientas.

Desde donde yo estaba ellos no me podían ver, pero yo sí, y noté las miradas lujuriosas que mi padre le enviaba a la chica.

Fruncí los labios. Mara no me iba a quitar toda la atención. Respiré profundo y pronto, me hallé sin el brasier de mi bikini. Bajé de un salto desde la cubierta y fui donde ellos.

—¿Cómo está el bote?

—Mal.

—Entonces... ¿por cuánto nos quedaremos? —Preguntó Mara con las manos en sus desnudas caderas.

—Lo mejor será buscar algo de comer. Las provisiones se nos pueden terminar. Tenemos toda una isla. De seguro hay comida en abundancia.

—Creo que deberíamos ir a ver. Vamos, Daniela.

—Sí, ya voy. Adelántate.

La muchacha se puso unas sandalias y se fue feliz con su bronceado cuerpecito corriendo por la arena hacia la selva.

—Papi... no quiero quedarme aquí.

—¿Y crees que yo sí? Ve a ayudar a tu hermana.

Esto estaba mal. Él estaba preocupándose y si se desesperaba, yo también me iba a sentir perdida.

Seguí a la chica al interior de la selva, cuyos apretujados árboles apenas dejaban espacio para caminar.

—¿De verdad te encanta el nudismo? —Le pregunté al ver su trasero respingón. Tenía un pequeño tatuaje en la nalga izquierda.

—Desde pequeña he sido nudista.

Nos alejamos lo suficiente para ver que había un cenote de aguas cristalinas. Mara gritó de regocijo y se tiró por el borde.

— ¡Ven! ¡Salta!

—No, gracias —bordeé la orilla y entré.

Fui hasta donde estaba Mara y comenzamos a echarnos agua como un par de niñas inocentes. Su sonrisa era muy dulce. Ella me abrazó y me trató de hundir. Su contacto, inevitablemente, hacía que pusiera mis manos sobre su piel y esos roces causaron que me recorriera una sensación agradable en el estómago.

Aunque me sentía extraña por esa clase de jueguitos, llegué a pensar en que ella no era tan mala como parecía. Quizá eso me faltaba: convivir un poco más con ella y conocerla.

Después de nadar nos fuimos a la orilla de cenote. Mara abrió sus piernas y comenzó a tocarse delicadamente por la hendidura de su vagina.

—¿Qué haces?

—Sólo intento relajarme —cerró los ojos y tomó una profunda bocanada de aire—. Me encanta la naturaleza. ¿No lo sientes? Estamos en paz con el universo. Yo estoy desnuda. No hay nada sintético en mí. ¿Por qué no lo intentas? ¿Nunca te has masturbado en público?

—Una vez, en un autobús —recogí las piernas y apoyé mi rostro sobre mis rodillas—. Me sentaba hasta atrás. Me ganó la ansiedad y como traía una falda, fue fácil encontrar un camino entre mis muslos.

Cerré los ojos y traté de dormir un poco. Verdaderamente me sentía descansada ante tanta belleza natural; ante la calidez del Sol que contrastaba con la frescura del cenote en el que nos habíamos bañado. También reflexioné para mantener la calma porque lo que menos quería era desesperarme.

De repente me desperté cuando la chica empezó a gemir. Vi que ahora la muy piluela tenía un plátano entre sus apretados pétalos.

—¡¿Qué haces?!

—¡Encontré el plátano por allá! Hay todo un racimo.

—Eres una puerca.

—Ay, sí. Mira quien lo dice. Tú también te has masturbado alguna vez.

—Sí... pero no como tú. Te vas a romper.

—Así me gusta. Rudo, rudo.

Sus palabras provocaron que arquera ambas cejas.

Mara se encajaba todo el largo de la banana, que en comparación con su pequeña raja, era como intentar introducir un submarino en el agujero de un ratón. Vi sus néctares empapando los carnosos bordes de su sexo. Un juguetón tono rojo se le regó en las mejillas. El capuchón de su clítoris era lindo y estaba tomando una tonalidad carmesí.

—Eres hermosa —me atreví a susurrarle mientras le acariciaba la parte interna de una de sus piernas.

—Gracias —abrió un ojo y me lanzó un beso—. ¿Quieres hacerlo conmigo? si te quedas aquí, voy a abusar de ti.

—No seas torpe —le di una palmada en el vientre—. Me voy. Iré a buscar ese racimo de plátanos y lo llevaré al bote, antes de que los uses todos como dildos naturales.

Pero no me fui lejos. Me guardé tras una piedra y arranqué un plátano que también había visto colgando de un racimo. Sopesé el peso, el tamaño. Lo chupé un poco y luego, ya caliente de ver a Mara, me acosté con las piernas abiertas y me embutí la fruta por mi estrecha raja. Nada más sentirla dentro de mí, una ola de éxtasis me recorrió de los pies a la cabeza y arqueé la espalda. La curvatura de la fruta hacía estragos en mi carne.

—Ay... sí.

Imaginé que era una polla real. Un pene cubierto de venas y que era capaz de llevarme a la cumbre del placer mientras más hondo me lo metiera. Torcí los dedos de los pies, alejé las rodillas todo lo que pude y respiré, pellizcándome los pezones y mordiéndome los labios.

Entonces empujé más la fruta. La empujé tanto y tanto que mi cuerpo se la comió entera. Y allí comenzaron los problemas.

—¿Eh? Oye... cabrón, sal.

Pujé.

¡La jodida fruta se había quedado atorada!

—Mara... ¡Mara!

—¿Qué? —la chica se apareció rápido. Me vio y rió— ¿Qué haces, cochina?

—¡Mara! ¡Cállate! Se me atoró el plátano.

—¿Qué plátano?

—Me metí uno y ya no sale.

—¿Todo?

—¡Sí! ¡Ayúdame!

—Calma. Al menos lo lavaste. ¿Verdad?

—Pues... no.

— ¡¿No?! ¡Daniela! —La chica se arrodilló entre mis piernas—. ¡Carajo! Lo que te vayas a meter, tienes que limpiarlo! ¡Mujer, es que no sabes ni como darte placer tú sola!

—Duele...

—Sí, sí. Déjame ver. Quita la mano. Abre bien.

Lo hice. Mara, sin pena, puso las manos en mis labios y abrió la entrada de mi pobre vaginita.

—Está profundo. ¿Cómo es que te pasa esto?

—No lo sé. Sácalo.

—No empujes. Te puedes lastimar. Yo te ayudo ¿Vale?

—Sí...

Sostuve mis rodillas. Me dio mucha vergüenza exponer ambos orificios a Mara. Ella, sin embargo, estaba tan acostumbrada al nudismo y al cuerpo sin ropa, que no tuvo ninguna clase de reacción.

—No estás suficientemente lubricada.

—¿Qué quieres que haga?

—Yo lo arreglo —lanzó un escupitajo que me cayó como agua tibia y resbaló hacía mi interior.

—¡Eh!

—Cálmate. He masturbado a docenas de chicas. Sé lo que hago.

—Pero... no intentes nada raro.

—Tranquila.

Los dedos de mi futura hermana empezaron a moverse en círculos alrededor de mi clítoris. Ya no sabía qué me importaba más: si el plátano atorado o la mano maestra que me masturbaba. Tomé un profundo respiro y exhalé despacio. Mara mojó sus dedos y siguió tocándome. No tenía una expresión placentera. Eso me gustó. Se lo tomaba con seriedad.

—Empuja un poco.

—Parece como si fuera a dar a luz.

—No seas melodramática, Daniela.

Hice lo que ella me pidió. Ayudó un poco que Mara metiera dos de sus dedos para dilatarme.

—Listo...

—Ay... gracias.

—Por nada. Y la próxima vez, no hagas estupideces.

Agarró el plátano y comenzó a chuparlo desinteresadamente. Su lengua pequeña recogió mis jugos hasta dejarlo completamente limpio. Después, lo peló y se lo comió.

—Eres rara, chica.

Me ayudó a levantarme. Mis piernas estaban temblando y tuve que apoyarme en ella para no caer. Mientras volvíamos, Mara iba por delante de mí y yo no dejaba de verle las nalgas tan respingonas que tenía. Evoqué la imagen de sus dedos masturbándome al mismo tiempo que entraban en mí para extraer la fruta. Mi cara se puso como una manzana muy madura y, sin poder detenerme, la tomé de la mano. Ella se giró escandalizada.

—¿Qué pasa?

—Oye... me gustaría que... me hicieras sentir bien. Ya sabes cómo.

Su pequeña boquita sonrió.

—Túmbate y abre tus piernas.

Ya no había marcha atrás. La muy desgraciada me había dejado caliente.

Encontré un sitio donde echarme. Me quité los shorts y la tanga. Alejé mis piernas y cerré los ojos, porque no quería ver que era ella quien me iba a comer entera. Prefería pensar que se trataba de algún chico guapo, algún macho cabrío con la polla tiesa. Pobre de mí heterosexualidad.

Advertí la calurosa boca de Daniela y me estremecí. Cubría por completo mi entrada y su lengua se paseaba a sus anchas por mi humedecida piel. Pellizcaba con sus dientes mi clítoris. Abrí los ojos sólo para ver su rostro lleno de serenidad, con ojitos cerrados de placer. Con dos dedos me abrió los labios y lentamente deslizó sus pequeños dedos en mi interior.

** Mara**

¡Pero qué ardiente resultó ser la niña de mamá! Y ella que decía ser la señorita moralidad. Pero tenía que admitir que era riquísima y yo estaba encantada con poder darle algo de placer a otra mujer, a quienes adoraba. El placer era más intenso cuando se compartía.

Daniela quiso cerrar sus piernas, pero yo se lo impedí.

—¡Mantenlas así!

Ella me miró sorprendida por mi grito, pero se sujetó las rodillas y me ofreció una hermosa imagen de su sexo. Rápidamente rodé la punta de mi lengua por ese pequeño orificio y ella se retorció.

Me concentré más en ponerle empeño en el azucarado coño que me ofrecía. Yo estaba ida por primera vez, y no sólo por el sabor, sino por el desenfreno sexual que ella estaba mostrando. Daniela incluso tenía las manos sobre sus senos y se estaba agarrando sus pequeñas puntas hasta estirarlas como gomitas de hule.

Metí un trío dedos. Exploré el interior de sus cavidades. Ella se arqueó. Amasé dócilmente su vientre y ejecuté toda clase de movimientos en su apretada coño. Su clítoris estaba encendido. Fui más profundo, más profundo y moví mis falanges con más intensidad.

Daniela chilló de una mezcla de éxtasis y entonces... ¡Se corrió!

Me retiré de inmediato.

Su vagina, tendida y empapada estaba sufriendo una convulsión mientras enviaba al exterior chorritos de líquido que me salpicaron la cara.

— ¡Ay! ¡Ay! ¿Qué...? ¿Qué fue eso?

—¡Eres una jodida squirt, niña! ¡Literalmente lanzas chorros de placer!

—¡Dios! ¡Dios!

—Oh, sí, ya lo creo —me reí y me limpié la boca.

Durante un rato, la pobre muchacha ni siquiera se pudo levantar. Cuando recuperó el control de sus piernas, se puso lentamente en pie y se vistió.

—Gracias... —fue todo lo que me dijo—. Por favor, no le digas a mi mamá que me corrí en tu boca.

—Nunca he tenido un orgasmo tan... intenso. ¡Te envidio!

—Es la primera vez que me sucede.

—¿De verdad?

— Nunca me había brotado así. ¡Tienes tanta suerte!

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Podremos llegar otra vez a mas de diez comentarios? intentemos! jeje, es lo que mas me gusta, saber qué piensan de la obra, si se la jalan con ella o no. Saludos!

21 comentarios - Vacaciones nudistas con mi papá - Capítulo 3 y 4

SEXOSOGUATE +1
ancioso de continuar deleitandome con esta magistral historia...
Leona40k +1
gracias! hoy mismo subo la actualizacion
SEXOSOGUATE
Revisas tus mensajes privados por favor.
UmbralInfierno +1
Excelente
Leona40k +1
Mil gracias a ti por comentar!
Irvid22 +1
Buena calidad de detalles
Leona40k
Gracias! una hace su esfuerzo jeje
celta05 +1
Esto supera lo anterior. Felicitaciones?!!!
Leona40k +1
de nada! es un placer traerles esta obra y gracias por el apoyo
osoriomelo +1
Vamos con el próximo
Leona40k
Esta misma noche lo tengo en línea
KARY3 +1
hermosaaa y caliente,segui por favor
Leona40k
Claro! espero la continuación te guste
julian93f +1
Termine a un cuarto de la historia dios mioo.. Muy buenos los anteriores tambien!
Leona40k
ajaj! me alegra escuchar que fue tan emocionante para ti 🙂
lds8 +1
Me la rejalo
Leona40k
Que bueno!
Luchito1965 +1
Me ayudó a acabar en una paja
Leona40k
Esa era mi intención 😃
Lest47 +1
No solo a jalarmela, sino que no pude despegar la vista de mi pc hasta terminar de leerlo. van 10 pts. Gracias y continua asi.-
Leona40k +1
Muchas gracias a ti! es un gustazo que la obra te agrade tanto y te quedes en ella 🙂
Lest47
Esperando la siguiente para ver si me la jalo con el relato o voy as tu perfil y veo tus post, para ver si existen fotos exitantes.
nenacaliente615 +1
Me encanto... ya quiero saber como tu padre te rompe el culito
Leona40k
jejeje, pues quédate a los demás capítulos
curro-zorro
Muy bueno lo caliente.
Leona40k
Gracias por comentar!
josegroso +1
dele segui q estoy hirviendo...
van 10
Leona40k +1
hoy mismo va capítulo
martin_1889 +1
Segui contando mas.. van +10
Leona40k
Claro! muchas gracias!
Jodoon765 +1
Muy buena historia!!
Leona40k +1
un gusto! me alegra escuchar eso 🙂
MartinQ18 +1
+10! Me dejo con ganas de leer mas!!!
Leona40k
Esta misma noche subo la continuación!
MartinQ18
Buenísimo en breves la leo@Leona40k
Sadmex69 +1
Genial sigue que quiero más XD
Leona40k
jeje gracias! no dejes de comentar y de hacerme saber tu opinión 🙂
PAJAESVIDA
paja mas 10!!! van!
Leona40k +1
Me alegra mucho que hayas disfrutado la obra 🙂
PAJAESVIDA
@Leona40k con los dedos chorreando la disfrute😉
dariosuarz
Sos una genia...bien descripto para solo dejar volar la imaginacion...segui por el bien de todxs 😉
Leona40k +1
Gracias! intento que sea erótico y también agradable de leer
feeer_menduco
muy buen relato! lo empece desde el primer capitulo y me engancho! sale paja seguro +10