El Camping 3

Ese día nos despertamos pronto, para ir a la playa. Me desperté antes que Susana y la intenté besar y hacerla el amor, pero decía que la dejara dormir, que estaba muy cansada. Me desperté y preparé algo de desayuno (es decir, abrí un brick de zumo de piña y me comí un bizcocho) y tras volver del baño entré en la tienda para despertar a Susana.
Qué raro, ella no estaba en la tienda. Asique miré donde más me temía que estuviera, en la tienda de nuestros vecinos. Abrí la cremallera y efectivamente, allí dentro estaba Susana, riéndose y despertándoles. En el momento en que entré estaba ella entre Nacho y Carlos, que la sujetaban haciéndola un sándwich humano, siendo ella el queso claro. Mi novia iba con su vestido veraniego y el bikini debajo, ellos estaban completamente desnudos excepto por una fina manta, de manera que me cabreé porque ese magreo no era normal. Además se notaba que se acababan de despertar porque estaban bien empalmados. No entiendo como Susana no se da cuenta de esas cosas.



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Ellos mantenían su postura atrapándola. Ella se movía para escaparse y se reía, llamándoles gusanos. “Susana, puedes dejar de hacer el imbécil y salir para irnos a la playa” le dije con tono borde. “de acuerdo, -me dijo Susana, riéndose porque Nacho en ese momento la estaba haciendo cosquillas- pero creo que tenemos suerte, porque Nacho y Carlos también quieren venirse, asique tendremos coche”.
“Otra mañanita con estos” pensé. “De acuerdo, -dije- pero pongámonos en camino”. En media hora ya estábamos los cuatro en el coche, camino a la playa. Pedro dijo que no se vendría, y por mí, perfecto. Uno menos tonteando con mi novia en mi cara no era un problema para mí. Nacho condujo hasta una playa nudista sin avisar. Simplemente porque consideró que era una buena idea.
A mí no me importaba en absoluto, no soy un celoso con mi novia y en parte me apetecía que estos vieran lo que se estaban perdiendo, sería una forma de recuperar mi herido orgullo de macho. Pero a Susana le pareció una idea horrible. Decía que no tenían la confianza para verla desnuda, que le daba mucha vergüenza, y que ella no se quitaría nada delante de ellos.



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Aun así nos metimos y decidimos separarnos para evitar la vergüenza de mi novia. Ellos se irían por su parte y yo con Susana. Nos tumbamos en una zona solitaria, compartiendo toalla, y ya en la arena comenzamos a besarnos y abrazarnos. Yo estaba contento de poder compartir un rato con ella a solas, lejos de la gente, y encima en una playa nudista, con el morbo añadido. Comencé a convencerla de que se desnudara pero se negó en rotundo. Lo único que conseguí es que se tumbara sobre mí, con las piernas abiertas, y en tal postura, fue fácil robarle la parte inferior del bikini.
Como aún llevaba el vestido de verano, era genial, porque la podría acariciar en su intimidad y nadie lo notaba excepto ella. Como yo sí que estaba desnudo, aproveché para penetrarla lentamente, mientras acariciaba sus grandes pechos, que tan grandes y en un vestido tan pequeño, apenas cabían y se les veía rebosar por las costuras. Ella comenzó a jadear y a moverse rítmicamente sobre mí, disfrutando de un largo y maravilloso polvo romántico sobre la cálida arena de playa. Poco a poco fuimos aumentando el ritmo hasta que tras unos minutos nos corrimos juntos abrazados………



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/...continúa ella.../
No me lo podía creer, se había corrido un minuto antes de que a mí me llegara el orgasmo, justo cuando mejor me lo estaba pasando. Me había dejado follar en público, en una playa pública, con la vergüenza que me provoca, y encima me tenía que quedar con el calentón. Asique me tendría que ir a darme un chapuzón al agua, para bajar la temperatura corporal. Le pedí a mi novio que me diera mi parte inferior del bikini, por eso de no ir desnuda. El infeliz se había quedado dormido. Qué raro, justo después de correrse y con el sol dándole en el cuerpo, no aguantó ni cinco minutos despierto.
Me agaché sobre él para coger por mí misma el bikini, estaba como una perrita, apoyada sobre mis cuatro extremidades cuando oí a Nacho y Carlos llegar por detrás. Hablaban entre ellos, quizá se habían percatado de mi desnudez inferior, quizás no.



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-Hola Susana, qué guapa estás siendo la única persona vestida en una playa nudista. –me dijo Carlos.
-Hola chicos, qué tal lo estáis pasando? –respondí girando la cabeza hacia atrás, sin darme tiempo a cambiar mi postura de “a cuatro patas”.
-Pues muy bien, acabamos de darnos un baño, y veníamos a pedirte un poco de crema solar, que se nos ha acabado. Si no te importa, claro, y si a tu novio no le molesta, te pediríamos que nos la dieras tú, ya que los dos solos y desnudos nos pueden confundir por homosexuales, y no nos gustaría. –dijo Nacho riéndose.
-Lo que os pasa es que sois unos vagos, porque en esta playa estamos casi solos, y además no hay problema en parecer homosexuales en absoluto. –les dije para subirles la moral. –Todo lo contrario. Traeros las toallas y tumbaos con nosotros, y creo que podré hacer el sacrificio de echaros un poco de crema en la espalda. –les dije y se fueron a por sus toallas.
Toda la conversación fue un poco incomoda para mi, ya que yo estaba en el suelo, y ellos de pie, completamente desnudos y mostrándome sus miembros viriles, que aunque relajados eran bastante grandes. Era la imagen de la pobre chica sometida al macho y además por partida doble... tampoco me preocupé mucho, al fin y al cabo eran amigos de confianza. Sin embargo, lo que más me incomodaba era la sensación de calentura que me había dejado mi novio al medio-follarme y que no solo se había mantenido, sino que había aumentado al tener a tales portentos a un metro de mi cara.



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Volvieron con sus toallas y se tumbaron ambos boca abajo al lado de mi novio, de manera que quedaban los tres “aparcados” en batería, en este orden: Nacho, Carlos y mi novio en pleno coma onírico. Me fui a donde Nacho, y me puse de rodillas a su lado, él estaba tumbado boca abajo. Tenía una espalda musculosa y grande, asique como vi que me llevaría mi tiempo me senté a horcajadas sobre sus glúteos desnudos.
En ese momento me percaté de que no llevaba la parte inferior del bikini porque noté su piel directamente bajo mi rajita. Que por cierto se me había quedado algo mojada gracias al semental de mi novio. Tras un rato extendiéndole la crema por la espalda, le di un cachete para avisar de que había terminado. Pero me pidió que le untara también en los glúteos. Asique me bajé un poco, sentándome sobre una de sus piernas esta vez, y le unté los glúteos. Otra vez me pidió que le untara en las piernas.
Asique me senté de nuevo a horcajadas sobre sus glúteos pero me giré, de manera que quedaba mirando yo hacia sus pies. Carlos desde su lado me miraba tras sus gafas de sol. Comencé a untarle las piernas.



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El problema era que notaba en mi entrepierna toda la crema que acababa de ponerle en el culo, de manera que empezaba a resbalarme un poco sobre él. Esto me ponía muy nerviosa, porque la calentura que me había dejado mi novio no se diluía y no quería que Nacho me lo notara y pensara cualquier cosa de mí. Éramos amigos y no quería que se enfadara conmigo, lo mejor era intentar parecer natural y hacerle el favor como amiga que era, y sin pensar cosas raras. Me volví a girar, sentándome sobre sus glúteos pero ahora mirando otra vez hacia su espalda.
Cuando ya acabé le dije a Carlos: -Carlitos, quieres que también te ponga crema a ti?
-por supuesto, pero –dirigiéndose a Nacho- dila que te ponga un poco en el pecho, que también se quema.
-¿No te importa, Susana?- preguntó Nacho girando la cabeza. -...te noto un poco tensa, igual es mala idea- decía sonriéndome. “¡Qué amable!” –pensé-, estaba notando mi tensión y se preocupaba por mí, no podía negarme ante tan buena gente.
Me alcé para que se diera la vuelta y pudiera echarle la crema por delante. Mi idea era sentarme a su lado, en la toalla. Pero Nacho me sujetó al girarse de manera que me mantuve sentada a horcajadas sobre él. Sus manos sobre mis muslos. El pobre no se había dado cuenta de que yo estaba desnuda debajo de mi vestido y que ahora su pene quedaría justo en contacto con mi vagina. Él no lo notaría, porque no parecía estar nervioso ni nada.


La mala suerte quiso que al sentarme sobre él, su pene quedara exactamente bajo mi rajita. Tan nerviosa me puse, que me lo notó él cuando se me escapó un suspiro y me apoyé sobre su pecho. 




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Intenté pensar en untar la crema, pero era peor aun. Al pasar las manos por su musculatura me movía ligeramente sobre su pene, el cual resbalaba con facilidad debido a que estábamos pringados en crema solar. Movió sus manos y colocó una sobre mi cadera, mientras que con la otra me agarró del cuello acercando mi cara a la suya. Mis labios vaginales se separaron un poco de manera que su pene surcaba entre ellos. Creo que se me escapó un gemido sobre su cara.
-Estás bien, Susana? –me preguntó mirándome profundamente a los ojos. La mano sobre mi cadera la movía ligeramente para tranquilizarme, la mano que estaba en mi cuello me acarició la cara, dejando su dedo gordo junto a mis labios. Me gustaba demasiado la situación, pero me daba mucha vergüenza que él se enterara y pensara que me estaba aprovechando de él.
-Sí, estoy bien. –conseguí decir con voz trémula.
Su mano volvió a mover mi cadera, lo cual provocó que mi rajita volviera a recorrer el pene que tenía debajo, lentamente. Ya no sé si era la crema o mis flujos los que mantenían todo tan mojado, pero lo cierto es que aquello fluía con mucha facilidad. Las palabras “infidelidad”, “aprovechada” y “novio” se cruzaban por mi mente. Volví a recuperar fuerzas y me reincorporé, alejándome de la cara de Nacho. Él alargó sus brazos y me sujetó de las caderas tirando hacia él, mientras que yo me apoyaba en su pecho y hacía fuerza en la dirección contraria.



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Se reía diciendo -no estás tan bien, parece que no tienes fuerzas de nada.- tanto movimiento lineal sobre él –y las consecuencias del mismo en mi entrepierna- me estaban volviendo loca de placer, tenía que pararlo como fuera o me iba a acabar corriendo sobre mi amigo. Y eso no lo podría consentir.
Carlos, que estaba tumbado junto a nosotros dijo –Vaya, si ya has terminado de encremar a Nacho, creo que es mi turno.-
-no, dile a Nacho que te la ponga él, que estoy muy cansada.- dije para evitar otro numerito como el de antes.
-bueno, pues vaya, qué tendrá Nacho que yo no tenga!- dijo Carlos. -Además, solo necesito que me la pongas por este lado.- dijo señalándose la espalda. Lo cual me convenció, puesto que la espalda no era ningún problema para mí.
Cuando me incorporé, alejándome de Nacho me pude fijar en que su pene estaba completamente erecto y húmedo, quiero creer que debido a la crema que pudo llegar hasta ese lugar. Me senté como antes pero sobre Carlos, y le apliqué un poco de crema sobre su fuerte espalda. Me dijo: eres un sol.
En el momento en el que puse mi mano sobre él, pegó un salto y lanzó un pequeño grito.
-Dios, creo que estoy completamente quemado en la espalda. Por favor, -suplicaba- deja que me dé la vuelta o me quemaré del todo.
Yo sin entender mucho me alcé sobre mis rodillas para quitarme de encima, pero él aprovechó para darse la vuelta debajo de mí, sujetándome de mis muslos, que estaba cada uno a uno de sus costados. Me mantuvo sujeta sobre él, acabando en la misma incómoda situación que con Nacho. Al menos ahora la suerte había querido que no me sentara sobre su, sino directamente sobre su vientre bajo.
Me pidió que le echara crema, y ya que la espalda la tenía quemada, que al menos le echara en su pecho. Accedí a regañadientes, asique empecé a esparcirle la crema. Me gustaba tocar ese pecho tan fuerte y sin nada de bello. Asique lo hacía con tranquilidad.
-me gusta mucho como lo haces, Susana- me decía amistosamente Carlos.
-gracias, eres un sol.- le respondí.


Sin embargo, mi tranquilidad se desvaneció cuando noté algo crecer detrás de mí. El pobre de Carlos estaría pasando una situación muy embarazosa al sufrir una indeseada erección conmigo encima de él. Intenté continuar con mi tarea para ver si se le pasaba la erección, pero a cada momento la cosa se ponía peor (o más grande) y en unos momentos su verga se había erigido y la notaba ejerciendo presión entre mis glúteos. Al menos esta vez la tela del traje de verano nos separaba, de manera que la situación no era tan tensa.




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Mi novio se movió un poco entre sueños, y yo me asusté de que me pudiera ver sobre mi amigo y él con tal empalme. Menos mal que Carlos se dio cuenta y tiró de mi traje para tapar sus intimidades con él. El punto negativo era su verga se posicionó entre mis glúteos. Carlos me agarró de las caderas apretando un poco. Y con sus fuertes brazos me empujaba contra su verga. Yo no entendía muy bien lo que intentaba con eso, pero accidentalmente provocaba que mis glúteos se presionaran contra su barra.




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Con cada presión mi calentura aumentaba. Intentaba sonreír a Carlos para que no se sintiera demasiado la tensión.
-Bueno Carlos, ya he acabado contigo. Le toca ahora que le ponga crema a mi novio, que no tiene y se ha quedado dormido.- dije, moviéndome para coger el bote de crema y marcharme de ahí.
Sin embargo, Carlos, tan juguetón él, cogió el bote y lo alejó de mí por encima de su cabeza, de manera que tuve que alargar mi brazo para cogerlo. Me incorporé un poco sobre mis rodillas hacia adelante, pero él tenía su brazo más largo y el bote seguía inalcanzable. Apoyé una mano sobre su pecho para lograr alcanzar el bote de crema, pero me resbalé cayendo con mis pechos sobre su cara, y provocándole una pequeña asfixia al pobrecito. Soltó el bote y lo recuperé, de manera que me eché de nuevo hacia atrás, pidiéndole disculpas por lo ocurrido.



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A mí me había puesto más cachonda todavía el caer con mi pecho sobre su cara. Él sin darse cuenta y al intentar respirar me había lamido completamente el canalillo, y eso había sido demasiado para mí.
Aunque lo peor estaba por pasar. Al volver a mi posición de sentada sobre él noté que la punta de su pene, ahora completamente erecto, chocó accidentalmente contra la entrada a mi rajita. Me mordí los labios sin querer. Y mirándole a los ojos pensaba: “pobrecito, la vergüenza que le debe estar dando todo esto”. Su mirada era también un poema. Debido a la excitación, aplasté el bote de crema. Se desparramó sobre su vientre y comencé a extendérselo de nuevo para disimular.




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Por algún motivo me había quedado atrapada en esa situación. Estaba muy cachonda, lo reconozco, pero no iba a aprovecharme de un amigo que sólo me había pedido un poco de crema solar. Por no hablar de que mi novio estaba al lado durmiendo. Carlos debía estar muy nervioso, porque puso sus manos en mis muslos, y como para transmitirme su tensión me empujaba hacia abajo. El pobre no se daba cuenta de que empeoraba la situación porque cada milímetro que bajaba mi cuerpo era un poquito más que su glande se metía entre mis labios.
En tal momento decidí que lo mejor era despertar a mi novio y pedirle que nos fuéramos a dar una vuelta. No sería fácil explicarle lo que ocurría pero era mucho mejor que aprovecharme de Carlos y ser infiel a mi novio por un estúpido accidente.



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Mi novio estaba al lado de mí, de hecho, su mano rozaba mi muslo. Le llamé pero no se levantaba. Y su única reacción fue acariciarme la pierna y apretármela hacia abajo, consiguiendo que aumentara aún más la presión de ese duro pene en mi entrepierna, mis labios estaban por completo abiertos, pero por suerte no había llegado a mayores. Carlos, que estaría muy nervioso debajo mía, le hacía señas a Nacho para que hiciera algo que nos sacara del aprieto. Pero Nacho no debió entender nada, y se incorporó de su posición de tumbado, y dijo: -voy a por unas cervezas… alguien quiere alguna?




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-No –dije yo en un suspiro. Otro milímetro acababa de surcar entre mis labios. Ya debía haber medio centímetro. Yo ya no podía ni mirar a Carlos de la vergüenza, ni él a mí tampoco. Él tenía cerrados los ojos y suspiraba. –Pues ayúdame a levantarme, Susana- dijo Nacho. Se apoyó sobre mi hombro para ponerse de pie. Con la presión no pude evitarlo, la polla de Carlos se presionó fuertemente contra mí, pero no entraba… simplemente se aplastó contra mi entrada. Parece que era más gruesa de lo normal y solo notaba que había entrado un poquito de la puntita que era más fina.




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Solté un gemido y cerré los ojos.
-vaya Susana, sí que te alegras de que te traiga una cerveza. Si quieres te traigo dos- dijo apoyándose más fuerte para levantarse del todo.
Esta vez mi agujerito no resistió y se abrió para recibir varios centímetros de esa gorda polla. Otro gemido apagado se escapó de mi boca, esta vez más alto y largo. Mis manos se apretaron sobre el vientre de Carlos. Sus manos sobre mis muslos también realizaron presión. Llegué a pensar que a él podría estar también gustándole, pero me sentí culpable por creer que él era igual de aprovechado que yo.



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Nacho se levanto del todo por fin, liberándome de ese empuje hacia abajo, pero situó detrás de mí haciéndome un masaje en los hombros. Se acercó tanto que con su pene, ahora medio flácido golpeaba en mi espalda y con sus fuertes brazos me masajeaba.
 
-estas disfrutando de la playa, Susana? –me preguntaba- te noto muy tensa… mira a Carlos, parece que se ha quedado dormido debajo tuya.
Dicho esto comenzó a apoyarse de nuevo sobre mí. Provocando que la polla de su amigo entrara lentamente pero imparable. Abriéndose camino entre las paredes de mi rajita, que no estaba acostumbrada a tanto grosor. El placer era indescriptible, la sensación de culpa, mayor. Comencé a llorar un poco debido a lo mal que me sentía conmigo misma, o quizá era por el dolor que me hizo Carlos dentro, cuando Nacho, ignorando la situación, me empujó con fuerza hacia abajo. Esa polla era demasiado grande para mí, me hacía daño. Me moví hacia arriba, intentando liberarme del aguijón de Carlos.

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Nacho se puso de pie a mi izquierda, sujetándome de la nuca con su fuerte mano. Estaba tan cerca de mí que su polla, caía a pocos centímetros de mi cara.
-Nacho, -dije mirando hacia arriba, a sus ojos- te acompaño a por las cervezas.-Le supliqué. Intenté incorporarme. Ya me había sacado casi toda la verga de dentro de mi interior, sintiéndome mejor, ya solo restaba un poquito, cuando Nacho dijo: -No te preocupes, quédate aquí que no tardo nada. -Y volvió a empujarme hacia abajo con fuerza. Noté cada uno de los centímetros de Carlos taladrándome, volviendo a separar las paredes de mi vagina,



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Esta vez no sentí nada de dolor. Sino cómo me taladraba una polla bien gorda. Mis ojos se cerraron con fuerza, soltando alguna lágrima y mi boca se abrió para lanzar un fuerte suspiro. Como el placer fue contenido perdí un poco el equilibrio, cayendo mi cara sobre la robusta pierna de Nacho, que con su mano aun en mi nuca me sujetaba.
A pesar de que su pene estaba justo frente a mi cara, no me importaba tanto. De hecho no importaba en absoluto, aun cuando noté que efectivamente, su barra de carne estaba dando golpecitos en mi cara, mi nariz y mis labios. Yo tenía la boca abierta, suspirando. Yo me seguía sujetando, ahora con ambos brazos, rodeando la pierna musculosa de Nacho. Intenté ponerme de pie por última vez, ya no tendría más fuerzas. Pero Nacho, riéndose me volvió a empujar hacia abajo.
Esta vez no pude evitarlo. La polla de Carlos entró sin ninguna dificultad excepto por la estrechez de mi agujerito. Pero en menos de medio segundo se me había metido de nuevo hasta el fondo. Solté un gemido abrazándome fuerte a la pierna de Nacho, cuyo pene seguía peligrosamente frente mi cara. Esta vez me corrí sobre mi amigo. Tardé unos diez segundos en darme cuenta de que estaba aún sobre él. Diez segundos que estuve suspirando abrazada a la pierna de Nacho con su pene golpeándome los labios. Diez segundos en los que mis ojos derramaron varias lágrimas más.



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Diez segundos eternos. Que, sin embargo, transcurrieron. Me separé de Nacho y me incorporé saliéndose la polla de Carlos, que estaba bastante flácida. El pobre con tanta vergüenza se le había pasado el empalme. Menos mal. Nacho sin decir nada (no había nada que decir, no?) se dio media vuelta y se fue a por las dichosas cervezas. Mientras que yo me quedé sentada junto a mi novio en su toalla.
Carlos y yo no nos dirigimos la palabra. Simplemente nos evitamos. Me sentía fatal, seguro que él se sentía sucio y utilizado. Ojala pudiera explicarle que fue todo sin querer, que no había sido mi intención aprovecharme de él. Ojala, pero no me salían las palabras. Sólo alguna lágrima que otra.
Nacho volvió con las cervezas y un helado para mí. Despertó a mi novio y le invitó a una de las cervezas. Yo comí el helado y tras un rato ya volví a hablar tranquilamente con Carlos. El cual estaba haciendo de tripas corazón para poder hablar conmigo y no romper el buen ambiente que teníamos.
Llegado un momento, mi novio señaló mi muslo, la parte de dentro, diciéndome que estaba sucio. Me di cuenta de que un reguero de fluidos corporales fluía desde mi entrepierna, que error, no me había fijado que mis propios fluidos se habían escapado de mi cuerpo. Y era bastante copioso. Carlos estuvo hábil y me lanzó una excusa: -debe ser del helado, que se derrite rápido con este calor.



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Rápidamente me eché arena sobre el muslo, intentando limpiar el estropicio. Improvisé.
El pobrecito de mi novio además, estaba completamente rojo por los rayos de sol. Nada más terminarnos el helado y las cervezas, decidimos volver al camping, para intentar curar las quemaduras de mi novio


CONTINUARÁ...

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