Las aventuras de Carla, 4. Tres veranos después.

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Las aventuras de Carla, 4. Tres veranos después.

Carla salió de la cama y miró por la ventana. El mar reflejaba el sol del amanecer y no había aún gente en la playa. Se estiró desnuda frente a la ventana, curvándose hacia atrás, y sintió cómo su melena le rozaba las nalgas. Se acarició los pezones. Miró a Andrés, aún dormido. Cogió del suelo su tanga minúsculo, con estampado de leopardo, y se lo puso. Se pasó la mano por el pubis; aún no tenía que afeitarse otra vez. Se agachó junto a la cama con los muslos abiertos y sintió cómo el tanga se deslizaba sobre su ano. Se lo estiró hacia arriba e hizo que se le clavase en la raja del culo y entre sus labios mayores. Levantó la sábana y miró sonriendo la erección matutina de Andrés; la noche anterior el viaje de diez horas y la cena con abundante bebida al encontrarse con las otras parejas en la casa se habían cobrado factura, y a pesar de las caricias previas en la ducha, los dos habían caído dormidos, desnudos uno junto al otro. El glande de Andrés destacaba rojo como una bombilla, pidiendo una mamada. Andrés sí necesitaba ya retocar su depilación; Carla sintió un latido en el clítorix al recordar los pinchazos en la vulva. Alargó la mano para sopesarle los cojones y ver si también estaban rasposos, pero se contuvo, sonriendo con media boca. Era temprano; más tarde... Se imaginó malévola a Andrés paseando desnudo por la playa nudista con una gran erección, y la sombra de su falo cayendo sobre la arena.
Decidió ir a dar una vuelta por el resto de la casa. Cogió la camiseta de Andrés, que le valía de vestido, pero lo pensó mejor y la dejó caer al suelo. Si se encontraba con algún madrugador como ella, prefería estar desnuda. Vio su cuerpo delgado y moreno reflejado en el espejo. Alzó sus nalgas redondas con las manos y se acarició las caderas. Le gustaba exhibirse desnuda. Salió dejando la puerta abierta.

La primera puerta del pasillo estaba entreabierta y oscura. Al parecer, Ana y Fer habían bajado la persiana. Salía calor, olor a sudor y el sonido acompasado dedos respiraciones. El filo de luz que dejó caer sobre la cama al abrir la puerta y meter la cabeza solo llegó a iluminar las cuatro piernas. El único detalle que se veía era el tatuaje en forma de guirnalda de calaveras en el tobillo de Ana. Entró en el baño de enfrente y orinó dejando la puerta abierta, mirando hacia el dormitorio oscuro de sus amigos; se pasó el papel higiénico despacio, del clítorix al ano, y otra vez. Se estaba poniendo cachonda ella sola.

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Bajó a la cocina y se sirvió un vaso de agua fría. El vaso le rozó los pezones duros, erectos, y se lo pasó distraídamente sobre ellos mientras miraba la piscina por la gran puerta-ventana.
—Hola, Carla. Qué temprano y qué poca ropa.
Carla se sobresaltó, aunque reconoció de inmediato la voz juguetona de Martika.
—Buenos días, Marti. No sé si tú me ganas — le dijo al volverse, y ver que su amiga solo llevaba una camiseta de tirantes. O mejor habría que decir: los tirantes de una camiseta. Sus pechos grandes, pesados y separados asomaban por debajo de la camiseta recortada, y por los lados, los pezones oscuros se marcaban de forma nítida pese a que la luz aún era escasa. Martika abrió el frigorífico y dejó que la luz la iluminase teatralmente; buscó hielo, alzando los brazos más de lo necesario. Un pecho se escapó por completo de la escasa tela, y el piercing de acero que atravesaba el grueso pezón destelleó. Martika se volvió con una bolsa de hielo en la mano y dejó ver en todo su esplendor la línea de vello teñido de rubio platino y acabado en una punta de flecha que campeaba en su pubis, a cierta distancia de la vulva. Luego cerró el frigorífico con la cadera.

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—¿Quién te ha hecho ese trabajito? — le preguntó Carla, no sin envidia por los volúmenes de su amiga y la naturalidad que tenía para resultar tan zorra. La camiseta se le había quedado enganchada en el piercing y no había vuelto a bajar. La teta asomaba como para avisar de que la otra estaba aún tapada, y que también llevaba piercing.
— La misma lesbi de los tatuajes, ¿quieres verlos? Enciende la luz.
A Martika le encantaban los tatuajes, los piercings y demás, y aunque se moderaba bastante, cada vez que se veían desde que dejaron el bachillerato tenía algo nuevo que enseñar. Ya llevaba tiempo sin novedades. Cuando Carla encendió la luz blanca y brillante de la cocina, Martika subió una pierna con garbo de stripperhasta la encimera y le mostró la vulva, perfectamente rasurada y con una mariposa negra y violeta tatuada en los labios mayores. La flecha de vello parecía apuntar como un neón al insecto pintado. Ni corta ni perezosa, se estiró los labios con los dedos y dejó que colgasen como los extraños apéndices rosados de un cruce entre mariposa y orquídea.
—Queda mejor cuando está húmedo…—dijo con una sonrisa de niña jugando, y el piercing bajo su boca se movió hacia arriba.
—¿Mejor que el dragón? —Preguntó maliciosa Carla. El tatuaje estrella de Martika era un dragón chino enroscado en su hombro izquierdo que bajaba por la axila y enroscaba la lengua bífida en torno al pezón del pecho que la camiseta aún ocultaba. Martika bajó una mano y empezó a acariciarse y a meterse un par de dedos, a un palmo de narices de Carla, que se había agachado a mirar; enseguida se oyó el jugo chapoteante.

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—¿Ves?—dijo sacando la mano y lamiéndose los dedos sin cortarse un pelo— Ahora los colores armonizan… Mi amiga hizo muchas pruebas para saberlo…
En efecto, los labios formaban ahora un rombo ardiente, lila, sobre el abdomen morado de la mariposa, que parecía agarrarlos con sus patas velludas. El tatuaje era una obra de arte.
—Pero qué guarra eres, Marti…— dijo Carla con el olor de los jugos de su amiga metido en la nariz. No quiso quedarse atrás: moviendo la mano lentamente, le pasó el índice por la mariposa arriba y abajo, y se lo metió también en la boca. Las dos rieron, y Martika dijo:
—Esperapara saber de guarradas cuando abra la bolsa de hielo.
—No, déjalo para luego, que tenemos muchos días, glotona… Vamos a ver antes a Toño y Luci, me pica la curiosidad. Y luego igual me meto en la piscina para quitarme la calentura, aunque me joda de frío.
—Te pica la curiosidad y otra cosa que me sé yo, morbosilla…
Toño era amigo de Andrés, y aunque las cuatro parejas se habían conocido en un club liberal, Toño y Luci eran los más novatos en ese terreno. Carla y Andrés conocían desde hacía tiempo a Martika, porque las dos habían sido compañeras en el instituto, y Martika le había enseñado unas cuantas cosas a Carla. Carla siempre recordaba cierta tarde en que se quedaron solas, con catorce años, y averiguó cómo funcionaba el vibrador de su madre… Cuando Carla empezó a salir con Andrés, alguna vez se les había metido en la cama; nada que enturbiase las relaciones, todo lo contrario. Luego Martika se metió en el mundillo del porno,y trabajaba dando shows en clubs liberales en Madrid, Barcelona y Mallorca con Joachim, su amigo; y si no había otra cosa, de camarera.  Joachim era un alemán que habían conocido Carla y Andrés en ciertas desmadradas vacaciones, follando en la playa delante de todo el mundo; más tarde, al presentárselo a su amiga por casualidad en Barcelona, se estrecharon los lazos de nuevo entre las dos. Andrés estaba encantado, claro.
Ahora, junto con Ana y Fer, eran clientes fijos de La Bombonera, el club que llevaban entre Martika y Joachim. Tres parejas jóvenes dispuestas a mucho a cambio tan solo de la diversión y el buen rollo siempre elevaban la temperatura del local.Los tíos solos pagaban una pasta gansa solo por asomarse a ver. Una buena noche loca aparecieron Toño y Luci por La Bombonera, con su pinta de buenos chicos despistados recién salidos de clase. Andrés reconoció a Toño —habían estudiado juntos—, y aunque después del show de Martika y Joachim, mientras estaban todos en bolas, metidos en faena, ellos solo se habían quedado mirando a las otras parejas, metiéndose mano sin desnudarse, cuando se planteó la excursión a Gran Canaria, a una casa que le dejaba a Joachim un amigo suyo, se animaron al viaje. Más para repartir los gastos. Así que la cosa de acechar ala pareja nueva tenía cierto morbo. Sobre todo porque la noche anterior, en el sorteo de habitaciones, a Toño y Luci les había tocado el sofá cama del comedor: no podían cerrarse la puerta.
Carla y Martika se acercaron a escondidas al comedor; la luz ya era clara. Cuando vieron el bulto de la pareja sobre el sofá, Martika le agarró del tanga a Carla, tirando hacia atrás para pasar la primera, provocándole un gemido, y Carla le dio un manotazo que fue a parar a uno de los pechos de Martika. Se rieron ahogadamente, mientras se acercaban al sofá cama agarrándose mutuamente por la cintura.
Luci, que era larguirucha y de piel muy blanca, dormía abrazada a Toño y con la pierna por encima de su novio, como si no quisiera que se escapase. Martika se agachó sobre las nalgas, que eran bastante respingonas, apenas cubiertas por unculotte, y olisqueó en la raja. Levantó el pulgar en señal de triunfo.Carla apenas pudo contener la risa. Por si no había quedado claro, Martika empezó a hacer gestos indicando “estos han follado”, pero entonces Carla vio que bajo la pierna blanca de Luci, Toño estaba desnudo del todo. Bueno, tenía enrollado el calzoncillo en el tobillo. Su miembro estaba semierecto ypalpitaba contra la corva de Luci, saliendo de una maraña de vello púbico negro y espeso. Pero no hacía falta que se lo afeitase para que la polla pareciera más grande. Carla se agachó y tomó medidas: sin estar dura del todo, era ya casi como su antebrazo, y desde luego igual de gruesa. Joder con los modositos. Al acercarse, arrugó la nariz: aquella pareja se lo había pasado bien esa noche, desde luego. Con gestos indicó que aquello olía a sexo anal. Martika se dobló en dos, agarrándose a Carla, a punto de soltar la carcajada. El chico resopló y se giró,  y Luci apartó la pierna.
—¿Qué?...—preguntó mientras entreabría los ojos sin saber donde estaba. Al ver a las dos chicas medio muertas de risa, se incorporó y se cubrió los pechos; pero al ver que ellas también estaban casi desnudas, retiró el brazo, aunque no con mucha naturalidad. Toño barbotó entre dientes y se puso boca abajo. Su envidiable polla se arrastró por la sábana y quedó asomando entre sus muslos abiertos.
—¡Menuda tranca gasta Toño!— susurró Martika. — Creo que sois los que mejor lo habéis pasado esta noche…
Luci empezó a ponerse colorada, pero con una sonrisa.
—No sé…
—No le hagas caso a esta zorra de Belcebú— le dijo Carla cogiéndole de la mano.— Se acaba de traicionar: eso quiere decir que esta noche Joachim ha dejado su manguera colgada en el jardín…
—Pues por las ganas que llevas, Carlita-Carlota, yo diría que vosotros tampoco…
—Chicas,vamos a dejar a Toño que duerma y a hablar un poco en otro sitio…¿te apetece una ducha, Luci? —propuso Carla.
Luci asintió con la cabeza, sin saber si era solo una ducha en compañía o pretendían algo más. Las tres fueron al baño del dormitorio principal. En medio de la cama, un futón enorme que apenas levantaba un palmo del suelo, dormía Joachim con una almohada sobre la cabeza, boca arriba, con brazos y piernas abiertas. La polla yacía sobre las sábanas como una manguera larga y fláccida. El sol pasaba por la persiana y trazaba líneas en su cuerpo flaco y lampiño. En la mesilla hacían guardia media docena de consoladores y vibradores de colores, ordenados por tamaños.
—¿Veslo que te decía?— le dijo Carla a Luci. — Si le hubiera funcionado el de carne como a tu chico, esta noche no habría tenido que sacar la artillería…
—¡Será mal follada!— dijo Martika riéndose por lo bajo. — Antes de venir de vacaciones este semental de Hamburgo ha trabajado duro cada noche en el escenario…  y de todos modos, una tiene más de un agujero en el cuerpo; ¿ya lo sabes, verdad, bonita? —le dijo a Luci con una sonrisa encantadora y un beso en el hombro. Luci apenas se sobresaltó, y tampoco le molestó sentir los pechos de Martika apretándose un poco más de lo necesario en su piel, porque estaba entrando en ambiente, pero aún así fue tan pardilla como para preguntar:
—Pero…¿cómo sabéis que Toño y yo…?
Martika y Carla soltaron unas risitas sin decir más, y entraron en el baño arrastrando de las manos a Luci. El baño era espacioso, y la luz entraba ya a raudales por un ventanal de cristal blanco. Aparte de los sanitarios, tras una mampara de cristal, había dos cabezas de ducha directamente instaladas sobre un suelo de mosaico con un declive hacia el desagüe, y al otro lado un jacuzzi suficiente para dos parejas, tres si se apretaban. Martika y Carla se quitaron la poca ropa que llevaban, y Luci, tras un instante de vacilación, dejo que se escurriera su culotte rosa pastel hasta el suelo. Saltó fuera del círculo de tela con una sonrisa tímida, admirando los cuerpos de sus compañeras. Ella, que no se usaba las duchas comunes del gimnasio porque le daba corte… Martika tenía los pechos grandes, caderas poderosas, cintura estrecha, tatuajes, piercings, media cabeza afeitada y el resto de la melena teñido. Se estaba pasando la mano por el coño mientras abría los grifos. Carla era menuda, con la piel morena y el pelo larguísimo, aunque bastante enredado; delgada, pero curvilínea, con unas caderas y unas nalgas llenas, con una forma preciosa. Apenas tenía pecho, pero sus pezones negros se erguían como dedos, y su monte de venus, completamente rasurado, era prominente.
—Chicas, qué cuerpos tan hermosos tenéis… Ya os vi en el club aquella noche, y la verdad… me da vergüenza todo…
Carla evaluó con calma a Luci. Era alta y delgada, con el pelo claro, sin teñir. Tenía mejor tipo de que aparentaba, porque no iba con la espalda recta. Con la espalda erguida y unos tacones… El vello púbico era más oscuro que el de la cabeza, pero no negro. Se veía que nunca se lo había depilado, ni siquiera las ingles. La chica no tenía mucha cadera, pero lo compensaba con unas nalgas respingonas y separadas. Sus muslos no llegaban a cerrarse y dejaban pasar un triángulo de luz. Sin saber porqué, a Carla le excitaron los dedos de los pies de Luci, largos, delicados. Se puso frente a ella, la tomó por las caderas y su nariz quedó entre sus pequeños pechos con un pezoncito rosa que apenas se veía.Tenía algo de bailarina de balet clásico que ha crecido demasiado de repente.
Oyeron un gemido. Bajo el agua y el vapor estaba tirada Martika, acariciándose los pezones y la vulva mientras las miraba.
—¿Venís conmigo? El agua está calentita…
Se enjabonaron las tres. Carla era consciente de que Luci, en el fondo, estaba asustada ya que era, evidentemente, su primera experiencia con chicas, y frenó un poco a Martika. Empezaron lavándose la cabeza unas a otras, y enjabonándose la espalda, y de ahí fue fácil bajar por la axilas a los pechos. En cuanto se los rozaron, Luci se deshizo como un flan y acabaron las tres anudadas  en un lío masturbatorio de piernas y brazos apretados. Martika consiguió al fin ponerse sentada, a hacer la tijera con Carla mientras le comía el coño peludo a Luci, que estaba de pie. Carla aprovechó para hacerle levantar un pie y lamerle los dedos largos y mojados. Luci gemía en éxtasis apoyada contra la pared, cuando se oyó por debajo del ruido de la ducha un sonido inconfundible: al otro lado de la mampara de cristal Joachim se había puesto a mear en arco, desde lejos, haciendo sonar el agua del inodoro. Las chicas miraron el espectáculo —Luci estaba a punto decorrerse y le daba todo igual—.
Martika se desenredó rápidamente de las demás y llegó a tiempo para sostenerle la polla a Joachim antes de que acabara el chorro. Le sacudió la polla, se la  secó con papel, y se lo llevó hasta donde Carla estaba metiéndole el puño a Luci desde el suelo; estaba tan húmeda y tan excitada, que había entrado solo. Carla alternaba rápidamente el puño en la vagina con los dedos en el ano; entraban también sin dificultad, Luci estaba muy cachonda y se veía que esa no era la primera vez que practicaba anal con su novio.

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 Joachim la besó en los labios, y luego se agachó para besar a Carla, que le lamió la cara y le agarró la larga polla colgante con la mano libre. Luci temblaba como una batidora sobre su puño erguido, y se frotaba los pezones contra la pared de mosaico. Joachim se quedó en cuclillas y Martika se agachó por detrás de el, haciendo resbalar sus pechos por los hombros y metiéndole al chico dos dedos por el culo. Carla sintió en su mano cómo la polla de Joachim reaccionaba. Con un gemido, Luci se apartó de ella, agotada; desmontó de la mano de Carla y se los quedó mirando, tapándose ahora los pechos y el pubis. Carla, sin soltar a Joachim, que realmente debía de estar agotado porque no acababa de ponerse duro, empezó a lamerse el puño que había estado dentro de Luci (y si a eso vamos, también de Martika), mirándola fijamente a los ojos. Luci se arrodilló junto a ella y empezó a masajearle torpemente los pezones, sin acabar de atreverse a besarla.
—¡Pellízcamelos, tira de ellos! — la animó Carla. Martika y Joachim, mientras, se habían puesto a hacer un 69 tranquilo bajo la salpicadura de la ducha, y Martika las miraba mientras su cabeza subía y bajaba, estirando la polla gomosa entre sus labios. O Carla conocía mal a Joachim, o en esos momentos tenía ya una mano dentro del coño de Martika, un par de dedos o tres dentro del culo y la lengua en el clítorix. Martika soltó la polla lacia y cerró los ojos; luego metió la cara en la ingle de Joachim, mientras empezaba a vibrar. Carla se concentró en las sensaciones que Luci provocaba en sus pezones, mientras se masturbaba rápidamente. Con la mano libre, volvió a acariciar el coño y el culo de Luci. Las dos gimieron a la vez mientras se iban corriendo en un orgasmo de varios tiempos. Luego se sentaron a mirar cómo Joachim, por fin, hizo que Martika se corriera gritando como una loca.

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Joachim se secó y se fue con pocas palabras y una sonrisa; hablaba poco español. Las chicas se quedaron, dándose crema hidratante y secándose el pelo. Martika se sacó varios pelos de la boca, y así convencieron a Luci de depilarse el pubis.Para empezar, entre las dos le recortaron aquella selva y le dejaron las ingles desnudas con un brasileño bastante sexi. Otro día desbrozarían los labios. Luci se tocó ilusionada.
—Toño va a alucinar cuando lo vea…—
—Anda, ve a enseñárselo —le dijo Martika con una sonrisa de oreja a oreja y una palmada en aquel culito rosado.
Carla subió a ver si Andrés si había despertado. O Ana y Fer. Le extrañaba que con el jaleo que habían montado al final, no hubieran oído nada. Y claro, al pasar por la habitación de estos, se encontró con la escena: los dos chicos estaban dándole de lo lindo a Ana. Ella, a cuatro patas, recibía a Fer por atrás, y le estaba haciendo un servicio de boca hasta la empuñadura a Andrés. En el momento en que Carla se quedó con los brazos en jarras en la puerta, sin muchas ganas de meterse por estar recién duchada (y corrida), Fer reculó y con la polla al aire curvada como un plátano que tenía, soltó en las nalgas y en la espalda de Ana varios latigazos de lefa, mientras gruñía mirando a Carla en la puerta con una sonrisa boba en la cara. Carla se adelantó y sacó el miembro de Andrés de la boca de Ana con un ¡plop!
—¡Quieto, vicioso! La primera salva de estas vacaciones va a ser de la jefa, y además, ¡quiero verte con la polla bien tiesa en la playa!
—¡Pero tía! ¡Que estaba a punto!
—¡Coño, y yo esta mañana estaba a punto y coma, y tú roncando con el pito tieso sin despertarte! Ana, bonita, ¿me dejas que me lo reserve? Tú vas bien servida de leche antes del desayuno…
Se echaron todos a reír, mientras Fer le traía una toalla a Ana para limpiarla. Para satisfacción de Carla, Andrés bajo a desayunar tal cual, desnudo y con su miembro todavía tieso, palpitante y reluciente de saliva.
—¿Es castigo, o qué?— preguntó Joachim al verlo, y hubo carcajadas. Martika le dio un meneo al miembro candente de Andrés y se llevó un manotazo de Carla.
—¡De momento es solo mío! ¡Lo quiero tieso y ya veremos cuando se corre!— dijo con su sonrisa torcida de chica mala.
Andrés se sentó a untar mantequilla en una tostada y esperar a que se le bajase la trempera, con cara de paciencia, entre la rechifla de los presentes.
En la mesa de la cocina, Joachim llevaba una camiseta de tirantes negra (y nada más), Martika llevaba el sujetador de un mini bikini de triángulos tapándole más o menos los piercings de los pezones (y nada más) y Luci estaba como se había quedado tras la ducha, es decir, más desnuda que nunca, con su chochito recortado, así que ellos tampoco rompían la etiqueta. Joachim le tiró el tanga de leopardo por encima de la mesa a Carla y ella, tras olisquearlo con coquetería, se lo colgó del pene a Andrés, manipulándolo un poco por debajo de la mesa para que siguiera en erección. Apareció Toño recién salido de una ducha rápida, con una toalla demasiado pequeña enrollada en la cintura que se abrió al sentarse junto a Luci. Obviamente, le había gustado el nuevo arreglo del pubis de su novia; el miembro cabeceaba ante la concurrencia sin vergüenza alguna, poniéndose cada vez más tieso. Luci lo miró satisfecha y colorada, y agarrándolo bien fuerte hizo que apuntara hacia abajo.

—¡A ver si te unto mantequilla y me como la salchicha!— amenazó Carla con un cuchillo.
—Te prevengo: igual pretenden dejarte así, a medias, todas las vacaciones —dijo Andrés entre las risas de los otros y no sin envidia, al ver el trasto aquel.
—Toño, ¿no querrás que te depilemos para estar a juego? —le dijo Martika. —Fíjate, Joachim y Andrés van sin un pelo entre el ombligo y el ano, y cuando baje Fer verás que el muy coqueto solo se ha dejado el bigote de Charlot encima de la minga.
Hubo risas, y Toño se encogió de hombros, “lo que digas tú, lo que digas tú”, le decía a Luci, a la que ese rubor de niña entre vergonzosa y desvergonzada le sentaba muy bien. Bajaron entonces Ana y Fer con ropa de playa, y fueron unánimemente abucheados. Se defendieron:
—Pero, ¿para qué queréis ir a la playa nudista ya? Aún no habrá casi nadie, y es para estar rodeados con un coro de viejos verdes de huevos colgantes y un pellejito por polla vigilando como buitres. Vamos al pueblo a buscar información sobre calas discretas, y luego pasamos un rato en la playa “textil”… Ahí si que podemos poner caliente al personal solo paseando … con discreción.
Ana se volvió enseñándoles el culo, y Fer tiró del tanga fucsia que llevaba debajo delos minishorts vaqueros: ese tanga se vería a más kilómetros que si fuera desnuda.

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—¡Oooh!—exclamó Martika, y aplaudió. Todos se levantaron para ir a vestirse del modo más provocativo.
Cuando volvieron, cada uno llevaba la ropa de baño más minúscula que tenían. Las chicas parecían un catálogo de Wicked Weasel; Martika llevaba encima del microbikini amarillo neón una camiseta de malla que apenas le tapaba las caderas, Carla llevaba un tanga con volantes y un chaleco vaquero abierto al más puro estilo años noventa, y le había dejado un bañador a Luci que era, en origen, un body de aerobic: dejaba al aire toda la espalda y las nalgas, y por las caderas subía vertiginosamente hasta unirse tan solo en unas anillas a la altura de las costillas. Aun con el recorte, el vello púbico asomaba por los lados.

Las aventuras de Carla, 4. Tres veranos después.

Ana se había quitado la camiseta, y lucía tan solo su microbikini fucsia asomando delos pantaloncitos que desaparecían devorados entre las nalgas.
La sorpresa la dieron los chicos: Joachim había traído tangas negros para todos, y lucían paquete y nalga como en un paraíso gay. Fer y Andrés aún resultaban discretos, con camisetas amplias que, al menos por delante, disimulaban; pero Joachim, iba con su manguera absurda enrollada en un tanga demasiado pequeño y su camiseta de tirantes, y Toño… a Toño su herramienta le formaba un enorme paquete del que asomaba un alegre penacho de vello negro, y la camiseta demasiado corta no hacía otra cosa sino destacarlo. Luci y Toño se miraron—nunca se habían planteado salir con semejante pinta—, entre excitados y avergonzados. Martika se echó una toalla al hombro, tomó la botella de bronceador, y levantando el brazo como un general, dijo:
—¡Expedición! ¿Dispuestos a calentar la playa? ¡En marcha!
Y todos salieron tras ella, a la aventura.

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[continuará…]

2 comentarios - Las aventuras de Carla, 4. Tres veranos después.

TeforNico
Que trolita carlita ... me calienta la pijita.
Pervberto
Seguramente habrá más historias de ese veraneo.