Julieta, la niña de Papá (Final)

A pesar de tener el plan perfecto, estaba muerta de miedo. ¿Qué pasaba si no quería? ¿Si se ofendía? Sería el fin de la vida en esta casa desolada. Ya habíamos perdido tanto. Eramos lo único que teníamos. Solos, él y yo, contra el mundo en estas paredes que apenas podían mantener el frío afuera. Pero un frío crecía dentro nuestro. Un frío que se volvería más y más grande con el tiempo. El vacío de perder a Mamá lo había comenzado. Pero esta última forma en que nos alejamos incrementó nuestra soledad. Papá no tenía amigos. Apenas algunos en el trabajo con quienes una vez o dos por año se juntaban a mirar un partido o hacer un asado. Yo tenía compañeras, pero estaba más bien sola. Nadie a quien pudiera llamar mi amiga, de esas que vienen a tu casa sea cual sea la hora solo porque estás mal. Nadie a quien contarle mis secretos. Papá solía ser quien guardaba mis secretos. Incluso cuando estaba Mamá, siempre iba con él. Era su princesita y él mi rey.

Habré pasado horas frente al armario y no me decidí por nada. Me llevé una bata traslúcida blanca y unas zapatillas. Pasó otro día. Nerviosa, daba vueltas por la casa en la bata, intentando acostumbrarme a la idea. Cocine, leí y esperé. Cuando Papá llegó, ya me había cambiado y escondido la bata al fondo de mi armario. Otra noche en vela, con mis piernas temblando y una sensación de energía irrefrenable que comenzaba en mi pecho y se dirigía hasta el espacio entre mis piernas. Un faro para mis manos ciegas que intentaban leer el braile del deseo que crecía en mí.

En la madrugada de la siguiente noche, luego de lavarme los dientes, me detuve en la puerta de la habitación de mi padre. Estaba entornada y adentro solo se veía oscuridad. Pero se escuchaban los gemidos de mi padre, algo entre un llanto y un jadeo que acabó en el murmullo ininteligible de mi nombre. Julieta.. juli... mi princesa. Era mi llamada a la acción. No podía pasar más tiempo. Al siguiente día, me armaría de coraje y llevaría a cabo mi plan.

Esta vez, la solución estaba frente a mis ojos en el perchero del estante. Un vestido blanco, delicado y casi transparente que Mamá solía usar en verano. Me quedaba un poco grande. Mis tetitas apenas quedaban cubiertas del todo, los pezones, hinchados, de color rosa oscuro, apenas podían verse a través de la tela. No iba a usar sostén, no tendría sentido. Luego de arreglar el dormitorio de Papá, lo adorné. Guardé las botellas, sus libros y papeles del trabajo. Cualquier distracción, la escondí en el estudio. Adorne todo con velas y revisé el cajón de juguetes sexuales. Seleccioné un dildo bastante grande, un plug anal, esposas para manos y pies y una caja de condones. Algunas cosas las había buscado antes en internet para entender su función, y las que más me interesaban o daban curiosidad las había elegido. Dispuse todo en la cómoda y fui a preparar el resto. No había necesidad de preparar cena, él siempre comía afuera con tal de no pasar un momento incómodo en casa. En menos de dos horas llegaría aún me tenía que bañar.

Decidí tomar un baño largo en la bañera de la habitación de Papá. Enjaboné con cuidado mi cuerpo, acariciando cada rincón delicadamente, anticipando la noche que me esperaba. Mientras mis manos recorrían mis ingles, me vino el recuerdo de mi padre en la ducha junto a la bañera. Masturbándose, pensando en mi. Su miembro, viril, enorme, duro como piedra, mientras su mano lo masajeaba de un lado a otro, despacio al principio. Mis dedos comenzaron a moverse al rededor de mi entrepierna con propósito. No pudieron resistir al primer contacto con mi clítoris y ya estaba tocándome entre burbujas de jabón. Apretaba mis tetas y me penetraba con tres dedos con la imagen de mi padre en la ducha, jadeando, llamando mi nombre. Fue intenso y rápido. Pero sería solo un aperitivo antes de que llegara. Acariciaba mi cuerpo meditando, cuando pensé que quizá debía depilarme, para estar más presentable. Seguro quería que su princesita se le presentara tan delicada y suave como la seda. Al comienzo me dolió un poco, pero acabe por acostumbrarme y disfrutarlo bastante. Es esa clase de dolor que enseguida se convierte en placer y olvidas toda molestia. En pocos minutos, volvía a ver mi conchita como no la veía hacía ya unos años atrás. Tan suave, delicada y rosadita. Apenas una rayita interrumpiendo mi piel cremosa.

Habré esperado un total de 45 minutos, los que pasé acomodándome el vestido una y otra vez. No se veía diferente, pero se sentía extraño. Tenía un peso enorme, que era injustificado para un vestido tan delicado. Era yo. Yo sentía ese vestido pesado, como habría sentido al mismo aire que me rodeaba pesado. Quería que terminara, que Papá llegara y toda esta presión abandonara mi cuerpo. Mordía mis uñas, caminaba hacia la puerta, miraba por la ventana... La ansiedad me consumía. Tanto así que cuando escuché las llaves en la puerta, no me dio tiempo para correr en busca de los zapatos, y mi padre me encontró a pocos metros de él, observándolo con ojos ansiosos, descalza con el vestido blanco que muchos veranos Mamá usaba con él para salir por las noches.

Mi cuerpo ya no me pertenecía, era movido por hilos invisibles de una titiritera experta que sabía como moverse para seducir. Corrí a sus brazos y le di un beso en la mejilla, suavecito, y lo miré sin decir nada, comunicándole todo con mi mirada tierna y mis manos enredadas en su cuello. Fue una cuestión de segundos. Vio la luz de su dormitorio encendida, sintió el perfume y tocó el vestido y cerró sus ojos. Era un recuerdo que había pensado que nunca más volvería a sentir en persona, que solo lo iba a poder visitar en su memoria, hasta que se desvaneciera con el tiempo entre whiskies y llantos. Con mi mano en su rostro dirigí su mirada a mis ojos y en el instante que me miró, con lágrimas formándose en sus ojos, acerque apenas mis labios para que me besara. Me besó, y me abrazó y me alzó, llevándome en sus brazos a través del corredor hacia su habitación. Cada paso un suspiro.

Me apoyó con delicadeza en la cama y allí me quedé, rendida ante él. Se sacó la corbata y comenzó a desvestirse lentamente, ordenando su ropa, observándome, sin perderme de vista por un solo instante. Vio los juguetes que había ordenado en la cómodo y entendió que quería usarlos, supongo que eso le dio más ideas, pues el pantalón no se lo sacó. Dejó lo que estaba haciendo y se acercó a mi. Beso mis labios, mi cuello, mis senos. Quitó el vestido despacio, dejando mi piel pálida a la luz ténue de las velas. Besó cada rinconcito de mi cuerpo, desde los pies a mis rodillas, por la cadera, pechos, hombros, hasta volver a mi boca y luego bajar a mi entrepierna para lamer con ritmo y pasión. Estaba extasiada, completamente gozando de esta situación. Era mi primera vez, y era mágica.

Con mis ojos cerrados, solo podía sentir el tacto de su lengua contra mi cuerpo, y sus manos fuertes sujetándome. Me dio vuelta, poniéndome boca abajo y se alejó por un momento. Lo escuché en la cómoda, eligiendo los juguetes. Tomó mis tobillos y los ató con las esposas a los pies de la cama, hizo lo mismo con mis muñecas. Con las piernas separadas, lo siguiente que sentí fue su lengua, lamiendo mi concha y mi ano, escupiéndola antes de meterme un dedo en cada uno de los agujeros. Estaba empapada, pero aún así, la sorpresa y dolor me quitaron un gemido. El primero de muchos. Continuó cogiéndome con sus dedos, que entraban y salían cada vez más fácil. No me llevó mucho tiempo acabar de esa forma. Y mientras intentaba recuperar la respiración, sentí sus pantalones caer junto a la cama. No los acomodó como la camisa y el saco. Enseguida sentí como un objeto suave y casi esférico entro en mi ano y luego se mantuvo en su lugar. Intuí que debía ser el plug. El sentimiento era placentero y extraño a la vez. Invadía mi cuerpo a la vez que presionaba constantemente las terminaciones nerviosas que menos me habría imaginado merecían atención alguna. Pero no se comparó nada al momento en que la cabeza gruesa y dura de su miembro penetró en mi vagina. Estaba tan empapada que se deslizó sin problema. Y luego de tres estocadas la introdujo entera en mi cuerpo. Podía sentirlo allí, ocupando ese espacio enorme y vacío hasta ese momento. Sentía que me desgarraba, que atravesaría todo mi cuerpo. Pero no podía pensar. El placer impedía todo. Tan solo gemía, jadeaba, gritaba de placer. Sus manos acariciaban mi espalda, mis caderas, agarraban mis tetas con fuerza, tirando de mis pezones. Me cogía con fuerza y velocidad, como un toro salvaje. Más rápido y fuerte que cuando se masturbaba. Desató mis manos y pies para poder cambiarme de posición. Acostada de espalda frente a él, con mis piernas en sus hombros, casi me asusté al ver su enorme miembro venir a mí. Pero el terror enseguida dio lugar al placer y tiré mi cabeza hacia atrás, mis ojos enceguecidos por la lujuria. No recuerdo como me sentó encima suyo, y mis caderas se movían rítmicamente, movidas por un conocimiento antiguo dentro de mi cuerpo que me enseñaba a dar placer. Mi primer orgasmo llegó acompañado de gemidos y gritos y mis uñas enterrándose en los brazos de mi padre. Mis piernas comenzaron a temblar y sentí como me deslizaba hacia afuera, dejando el miembro de mi padre solo. Mis piernas y el pene, empapados por mis jugos. Papá aún no había terminado, se acercó a mí, me besó en los labios y con un delicado gesto acercó su miembro a mi boca. Lamí y chupe como pude, entre jadeos.Estaba agotadísima. Tras unos instantes se alejó apenas y se masturbó frente a mis ojos. Ya sabía lo que venía. Abrí la boca y esperé a que llegara. El primer chorro golpeó mi mejilla y resbaló hacia mis labios, el resto entró en mi boca. Cuando terminó, tragué todo sin pensarlo, el sabor salado me golpeó el paladar, pero sentía que había hecho todo bien. Lo miré con ojos tímidos y lo vi sonreír, por primera vez en muchísimo tiempo.

Me tiré de espalda a la cama, relajada, satisfecha. Y esperé a que el sueño llegara.


Este es el final de la historia de Julieta. Pero ¿quién sabe? Quizá vuelva a escribir sobre este personaje en el futuro, si es que a ustedes les gusta. Disfruté mucho con ella, y sentía que tenía que volver una vez más para darle un final. Disfrútenlo, y como siempre, escriban ;)

9 comentarios - Julieta, la niña de Papá (Final)

lobo_2ar +1
Muy buena historia. Van mis puntos
koopa85 +1
muy bueno, me calete rico y, ojalá le hagas alguna nueva historia.
KAUSYA +1
Excelente me encataría tener un seguimiento de la hisotira 🤤
horac26 +1
Si ,,,segui con este personaje que recien se inicia en el sexo , y puede tener mucha mas historia fuera de casa también, mientras sigue garchando con su padre,,,,seguro que algo bueno se te ocurre ,,, besotes bb
gazo95 +1
Sabia que el final seria lo mejor, tu muy bien!!! 👍
horrotika +1
genial!! segui compartiendo, da gusto leerte, saludos
lucaf
que buen relato!!! me siento identificado de sierta forma, como si con metaforas hubiera sido escrito para mi.