Por el Momento - Capítulo 1

Pedrito miró la habitación por décima quinta vez ésa tarde. Trataba de esconder la mirada poniendo sus manos en la frente como si estuviera perdido en sus propios pensamientos. Pese a lo sutil e ingeniosa de su subrepticia mirada, no había pasado desapercibida para Andrea. Ella giró su cabeza, dejando que los laterales de su rubia cabellera peguen en su rostro mientras observaba la habitación hacia la mesa. Tomó especial cuidado en observarlo, en lugar de dejar que su mirada simplemente lo atraviese y continúe hacia la ventana abierta. Su mirada obtuvo su recompensa cuando la cara de Pedrito se puso muy colorada y bajó rápidamente a seguir con su trabajo. La larga habitación estaba amueblada con más de treinta sillas y mesas. Cada estudiante sentado en su propio escritorio, con sus libros y papeles ocupando la mayoría de la superficie. Era una tarde calurosa y todas las ventanas estaba abiertas para dejar pasar la agradable brisa vespertina.
La belleza de Andrea Martinez era legendaria en el colegio. Cada día ella llamaba la atención de los jóvenes alumnos. Siempre era diplomática, pero también era tan grande la humillación de los varones de ser rechazados al pedirle una cita, que difícilmente lo hacías dos veces. Nadie sabía el particular interés de Andrea Martinez por un muchacho. A Andrea no le interesaban los deportistas ni los artistas que eran los más populares de la escuela. Aún a su joven edad ya tenía claramente definidas sus preferencias sexuales, y era lo suficientemente práctica para saber que sus miradas podrían atraer a cualquier chico que ella quiera.
A pesar de ser buen mozo y tener un cuerpo perfectamente proporcionado, no era un chico musculoso. Tenía piel suave, casi femenina comparada con la de los otros chicos. Sus facciones eran claras y todo su comportamiento era más estudioso que atlético. Las chicas lo encontraban atractivo y Andrea estaba segura que él podría haber salido con la chica que quisiera, de no haber sido tan tremendamente vergonzoso. Andrea había decidido algunos meses atrás, que le iba a pedir a Pedrito que la lleve a una fiesta de graduación. Investigó y aprendió todo sobre él. Supo que Pedrito vivía sólo con su mamá, y que había perdido a su papá siendo muy chico. Supo, sin dudas, que él estaba absolutamente atraído por ella... y estaba segura que nunca sería capaz de juntar suficiente coraje para pedirle una cita.
Andrea tampoco tenía padre. Vivía con su madre y su tía en una casa grande, nueva y muy cómoda en las afueras de San Isidro. La casa era de bajo perfil, la más alejada del barrio. Tenía grandes jardines y había sido diseñada para que su verdadero tamaño no fuera apreciable desde la calle. La pileta, cancha de tenis y jardines, también habían sido aislados y escondidos de miradas indiscretas.
La mamá y la tía de Andrea tenían un clínica privada. Su madre era socia en una pequeña y exclusiva clínica situada a pocos metros de su casa. Susy, su hermana, también trabajaba en la clínica. Los ingresos de las hermanas médicas, más los seguros cobrados tras los fallecimientos de sus esposos médicos en el mismo accidente automovilístico, les permitían mantener un excelente nivel de vida.
La mamá de Andrea la había dado a luz a los diecisiete. Se casó apurada, pero fue muy feliz con su esposo hasta su trágica muerte. Su hermana menor, que perdió su esposo al mismo tiempo, vino a vivir con ella después de la tragedia. Cintia, la mamá de Andrea Martinez, ahora tenía 34 y su hermana menor Susy recién había cumplido 29.
Debido a la joven edad de Cintia al ser madre, la relación de Andrea con su tía y su madre era tal que podían hablar de cualquier cosa libremente. Ningún tema era tabú... o demasiado conflictivo o provocaba vergüenza, todo se podía ventilar en esta casa de mujeres.
Sin embargo, hubieron miradas de genuina sorpresa cuando Andrea les contó por primera vez de sus preferencias sexuales por un hombre y los íntimos detalles de sus deseos sexuales. Sorprendidas, tanto Cintia como su hermana se dieron cuenta que Andrea había heredado un rasgo particular de su familia. Lo que particularmente sorprendió a ambas eran los planes de Andrea para lograr sus objetivos. Andrea estuvo encantada cuando, después de la sorpresa inicial, la ayudaron con sugerencias y planearon hasta que eventualmente, a medida que el tiempo de la acción se acercaba, habían desarrollado una expectativa... una ansiedad en toda la casa.
Fue en el desayuno ésa mañana que Andrea le avisó a su tía, Susy, que hoy iba a ser el día, que ella le iba a pedir a Pedrito que la invite a la fiesta de graduación. Las dos, su mamá y Susy se rieron.
- Por lo que me contaste de Pedrito, te apuesto lo que quieras que se pone colorado apenas le dirigís la palabra.
- Ya sé mami, creo que sí... pero se las va a arreglar para decirme que sí.
Sonó la campana en el pasillo para terminar la segunda hora y Andrea miró alrededor. Se dió cuenta que todo estaba tranquilo y había muy poca gente. Los deportistas siempre eran los primeros en salir al sol y ponerse a jugar. Sólo unos pocos alumnos quedaban en el aula cuando Andrea se puso de pie. Su cuerpo se movió graciosamente, la corta pollerita cuadrillé sacudiéndose entre sus largas piernas a medida que se acercaba al banco donde Pedrito seguía leyendo.
El levantó la mirada y se puso colorado sólo de verla acercarse. Su rostro parecía avergonzado y culposo a medida que la miraba ansioso. "A lo mejor - pensó Andrea - piensa que le voy a decir algo sobre ésas miradas subrepticias que me hizo eta mañana." Deliberadamente se paró apoyando sus muslos en su escritorio, mirándolo desde arriba. Sabía que su belleza y modos autoritarios lo iban a intimidar. Para su placer él se puso más y más colorado hasta que su rostro no era más que una brillante muestra de pronunciada vergüenza. Él la miró, su expresión de culpa deformaba los bellos rasgos de su cara. Ella le habló en tono amigable.
- Oh Pedro, disculpá que te interrumpa, pero quería saber si ya habías decidido si vas a ir a la fiesta de graduación este fin de semana - Andrea notó que Pedrito se ponía colorado de nuevo. Bolsones púrpura emergían de sus mejillas a medida que quedaba hechizado por el bello rostro de Andrea. Las manos le temblaban cuando ella le sostenía una mirada inquisitiva.
Los labios de Pedrito temblaron... perecía estar al borde de las lágrimas mientras la miraba en éxtasis.
- Er... no... er señorita... - la voz temblorosa, tratando de unir las palabras en una frase - Er.... no... yo no tengo con quién ir...
- Pedro... no hace falta que me digas: "señorita" - Andrea sabía que su modo autoritario había lleva a ésa formalidad. Lo miró profundo a los ojos. Y encontró la mirada de la súplica mientra él la miraba. Andrea estaba encantada. Era como si él le hubiera confiado su cuerpo y alma. Le habló de nuevo.
- Bueno Pedrito, yo pensaba que sería una buena oportunidad, ya que tengo dos entradas y nadie me invitó. Así que, te gustaría pasar a buscarme por acá... a éso de las diez?
Andrea no esperó la respuesta, dejó una tarjeta en el escritorio y se alejó del chico muerto de vergüenza. Sabía por su expresión que sus emociones eran un torbellino; pero también sabía que iba a pasar a buscarla por la puerta de la casa puntualmente a las diez. Sabía que iba a pasar mucho tiempo preparándose. La mayoría de los chicos ya se habían comprado la ropa para la fiesta y se imaginaba que a Pedrito no le quedaba mucho tiempo para prepararse.
Pedro menejó hasta la casa a la hora señalada. En lugar de esperar que Pedro toque el timbre, Andrea salió a recibirlo.
- No soy el tipo de chica que deja a su pareja esperando. Estás muy lindo Pedro... camisa blanca y traje negro... te queda muy bien. Soy toda tuya por el resto de la noche... pero me tenés que traer de vuelta a casa antes de la una. Mamá me dio instrucciones estrictas y me dijo que no me atrase ni un minuto.
Pedrito estaba hipnotizado por sus palabras y por la aparición de semejante belleza. Andrea llevaba un vestido negro, que resaltaba sus curvas y su cintura. El vestido le llegaba justo hasta las rodillas dejando ver un hermoso par de bronceadas piernas. No pudo evitar ponerse colorado nerviosamente cuando ella se sentó en el auto a su lado y le apoyó la mano en la pierna.
- Me prometés que me vas a traer de vuelta a casa a la una?... Mamá es muy estricta.
Pedrito estaba tan cautivado por su belleza y el toque de la delicada mano sobre su rodilla que difícilmente pudo escuchar.
La fiesta fue un éxito, gracias a las habilidades sociales de Andrea. Se las arregló para que Pedro se sienta maduro cada vez que estuvieron en compañía de alguien más... y cada vez que quedaban a solas le hablaba como si fuera un chico mucho menor que ella. Al principio, Pedro tuvo dudas si continuar con esta conversación.
En un punto Pedro se sintió algo mortificado cuando uno de los chicos más populares se les acercó a la mesa. Ignoró completamente a Pedro y le sonrió a Andrea como si fueran viejos amigos.
- Andrea, estás hermosa! Me hacés el honor de bailar conmigo?
Andrea le sonrió a Pedro y contestó.
- Muchas gracias Patricio. La verdad es que a vos también te queda muy bien el traje. Pedro y yo vamos a bailar más tarde, pero por ahora nos vamos a quedar escuchando música... gracias.
Pedro no podía creer lo que escuchaba mientras Andrea rechazaba la invitación. Su corazón empezó a latir cada vez más rápido cuando ella lo tomó de la mano y le sonrió, ignorando por completo al otro chico. Varias veces durante la noche ella rechazó sumariamente invitaciones a bailar, siempre mirando a Pedrito y sosteniéndole la mano. A pesar de haber estado observando a Pedro, accediendo a su mente lo más posible a través de la observación. No había tenido oportunidad de tocarlo. Sutilmente ella usó la pista de baile como una oportunidad para avanzar sobre el cuerpo de Pedro, construyendo cuidadosamente una imagen mental de su apariencia física. A veces tocando su cintura, otras los brazos o los hombros a medida que bailaban. Ingeniosamente construyó una imagen de su cuerpo, que encontró adecuarse perfectamente a sus gustos.
También notó el hecho que él era mentalmente maleable, sin demostrar tendencias a la bravura o a la falsa confianza. Varias veces durante la noche lo miró fijamente a los ojos mientras le hablaba.
- Sos un chico vivo Pedro. Es lindo estar con un chico como vos.
Sus palabras siempre tuvieron el efecto deseado de hacerlo poner muy colorado. Mientras él la observaba con una mezcla de amor y súplica, ella sentía un escalofrío correr por su cuerpo.
Andrea fácilmente logró mantener a Pedrito descuidado de la hora hasta que fue demasiado tarde para él, si poder hacer nada al respecto. De repente, en medio de un baile lento, Andrea miró el reloj y después a Pedro.
- Oh Pedro... qué hicimos?... son casi la una y tenemos como cuarenta minutos hasta llegar a casa... vámonos ya mismo!
Pedro miró cabizbajo como corrían hasta el auto y arrancaban la marcha a la casa de Andrea. Empezó a sentirse muy incómodo con los comentarios de Andrea mientras manejaba.
- Oh... la estaba pasando tan bien Pedro... yo pensé, bueno supuse... esperaba que vos estuvieras controlando la hora
- Yo estoy tan.... lo siento tanto Andrea! Er... a lo mejor tu mamá no está tan enojada. Vamos a llegar sólo cuarenta minutos tarde... Er... a lo mejor le puedo explicar... o sea, que no fue tu culpa... fue culpa mía...
Andrea se sonrió cuando lo escuchó decir ésas palabras. "Sí - pensó - Éso es exactamente lo que quiero que hagas."
- Oh, harías éso Pedrito? Te voy a estar tan agradecida. Tengo miedo que mi mamá... y mi tía estén muy muy molestas. Pero si les decís que yo a la una te pedí que me traigas a casa, a lo mejor no se enojan tanto. - Andrea le puso una mano en la pierna y vio que su cara inmediatamente se puso carmesí - Por semejante gesto, Pedro, yo quiero darte un beso antes de entrar.
Las emociones de Pedrito eran un torbellino con la promesa de un beso. Nunca se hubiera imaginado lo que iba a pasar tan pronto estacionó el auto en frente a la casa.
- Las manos a los costados Pedrito y recostate en tu asiento.... vamos apurate. No quiero llegar más tarde todavía.
Se sintió un poco intimidado por las instrucciones pero los modos autoritarios lo hicieron obedecer. Puso ambas manos a los costados y la miró, con su cara sonrojada. Andrea se sonrió de su timidez y lo sorprendió desabrochando uno de los botones superiores de su camisa. Ella sintió el corazón latiendo salvajemente cuando deslizó su mano por debajo de la camisa y apoyó la palma sobre su pecho. Lenta y sensualmente sostuvo su tetilla entre sus dedos mientras delicadamente apoyaba sus labios contra los de él. Le abrió la boca con la lengua y lo besó profundamente. El beso le quitó a Pedro el aliento y la cordura mientras ella lo sostenía por más de un minuto. El cuerpo de Pedro se desvaneció cuando ella lo liberó y quitó la mano de su pecho. Ella se emocionó cuando se dio cuenta que él la había obedecido, lo tenía bajo su hechizo. Él había mantenido las manos a los costados, exactamente del modo que ella le había ordenado.
- Pedro... éso fue por ser un chico tan valiente.
Pedro estaba por desmayarse cuando ella lo tomó de las manos y lo llevó hasta la casa.
Antes de recobrar por completo el equilibrio, ella abrió la puerta y entraron a la casa.
Pedrito se puso colorado tan pronto como vio a la mamá de Andrea y su joven tía esperando de pié en medio del amplio hall. Ambas estaban impecables. La mamá de Andrea llevaba una pollera azul oscuro y una blusa blanca, mientras la joven tía tenía un severo traje negro. Ambas mujeres llevaban el pelo atado de manera sofisticada, acentuando los rasgos de sus bellos rostros. Era facil notar de dónde había obtenido andrea su belleza. Cintia Martinez parecía más joven que sus 34 años y muchas veces la habían confundido por la hermana de Andrea en lugar de su madre. Estaba maquillada de modo inmaculado, lo que resaltaba su belleza. Susy tenía el mismo estilo. Sus anteojos le agregaban un toque de severidad al traje, dándole una estudiada apariencia de seriedad.
Andrea se dirigió a su madre.
- Este es Pedro Trenti, él me llevó a la fiesta. Mami te pido perdón por llegar tarde... se nos pasó el tiempo. - Andrea sabía que la belleza de las dos mujeres, sumadas a sus expresiones severas mantendrían al joven en regla. Lo miró y sintió una repentina excitación cuando vio que el color de su cara confirmaba su opinión.
Cintia fue la primera en hablar.
- Por qué llegan a casa tan tarde? Ya son casi las dos de la mañana, tu tía y yo estábamos preocupadas, pensamos que podían haber tenido un accidente. Andrea! Querés decir algo?
Andrea ni siquiera tuvo que mirar a Pedro antes que él hablara.
- Lo siento mucho Sra. Martinez, fue todo mi culpa. Le prometí a Andrea traerla de vuelta a casa a la una. Me dijo que no debía llegar tarde y yo la defraudé. Lo siento mucho.
Andrea estaba encantada con la respuesta de Pedro. No sólo porque su plan estaba funcionando, sino por el sincero arrepentimiento que Pedro estaba mostrando, sin tartamudeos ni excusas.
- Bueno Pedro, si realmente es tu culpa... y presumo por lo que me acabás de contar que es así. Te prohibo que vulva a ver a Andrea. Tu tardanza me demuestra que no le prestás suficiente atención... ni a la preocupación que generaste en su tía y en mi. Buenas noches joven
Otra vez Pedrito se puso colorado.
- Oh por favor Sra. Martinez, realmente no tengo excusas pero estoy muy arrepentido por haberles causado alguna preocupación. No sé si Andrea querrá verme de nuevo, pero ella es importante para mi... yo... erm... yo me olvidé de la hora. Andrea se dió cuenta lo tarde que era. Por favor, por favor, acepte mis disculpas...
- Lo siento mucho Pedro pero admitir tu culpa y decir que lo sentís a lo mejor es suficiente para vos... porque sabés que no vas a haber consecuencias. Por éso mi único modo de aplicarte un castigo es prohibirte volver a ver a mi hija. Si fueras mi hijo te daría una buena paliza para que no te olvides.... y modifiques tu conducta en el futuro.
La cara de Pedro estaba cubierta de manchas púrpura, avergonzado y confundido. Miró a Andrea y después a la madre.
- Estoy arrepentido Sra. Martinez.... muy arrepentido... er... no sé qué más decir.
- Puedo apreciar que estás arrepentido Pedro. Pero es tu culpa. Tengo intención de castigaste por la angustia que nos causas a mí y a mi hermana. Por supuesto podría darte una paliza en la "cola", pero si no mantengo firme lo que dije antes... no volvés a ver a mi hija otra vez. - Y miró a Andrea que se las había arreglado para ocultar su entretenimiento y admiración por la actuación de su madre. - Vos querés volver a ver a este jovencito... o sea, salir con él otra vez?
Andrea mantuvo su rol de víctima.
- Y... sí mami... Él me gusta... y sabés que no voy a volver a desobedecer o hacer nada que vos ordenes.
La Sra. Martinez miró seriamente a Pedro que no hacía otra cosa que mirar para abajo.
- Puedo ver que no te interesa asumir el castigo, de modo que por favor retirate. Y espero que respetes mi deseo... de no volver a tener contacto con mi hija de nuevo. Andrea, podés despedirte de Pedro... y Pedro... manejá con cuidado de vuelta a casa.
Pedro buscaba consuelo y su corazón latía más fuerte después de escuchar que Andrea quería volver a verlo. La Sra. Martinez notó un brillo en sus ojos cuando él la miró. Le temblaba la voz con encantadora vergüenza mientras tomaba coraje para mirarla.
- Lo siento mucho Sra. Martinez... er... er... yo... quisiera ver a Andrea otra vez.
Andrea sintió un escalofrío correr por su cuerpo mientras su mamá volvía a hablar.
- En ése caso Pedrito, te voy a castigar... No te voy a avergonzar castigándote frente a Andrea. Por favor, pasá a mi oficina por la puerta de tu derecha. Quitate la ropa, quedate en ropa interior. Todo lo demás, fuera! Incluso las medias. Andrea... andá a la cama, podés bajar a despedirte de Pedrito antes que se retire. Fuera de acá, los dos!
Pedro estaba absolutamente atontado. Sentía la cara colorada y las mejillas ardiendo de vergüenza. No tenía intenciones de aceptar una penitencia, de hecho estaba casi seguro de no haber elegido ser castigado... pero o lo hacía o la Sra. Martinez no le iba a permitir ver a su hija otra vez.
Estaba por protestar cuando Andrea lo miró. Andrea puso sus manos en su cara ardiente y lo forzó a mirarla a los ojos. Rápidamente volcó su cabeza y besó sus labios temblorosos.
- Gracias Pedro - murmuró - sos tan especial... por éso... me encantaría verte otra vez. - Giró y caminó por el pasillo hacia las escaleras, subiendo lentamente y sin mirar atrás.
La Sra. Martinez miró al chico, sintiendo un repentino escalofrío recorrer su cuerpo mientras levantaba su mano ahogando cualquier comentario. Ella habló otra vez.
- No más palabras Pedro. Andá... en un rato vuelvo para castigarte. Vas a ver unos ganchos detrás de la puerta. Usalos para tu traje, el resto de tu ropa podés dejarla en las sillas. Quiero que me esperes de pié en medio de la habitación en cinco minutos.
Ciegamente Pedro se dirigió a la puerta de madera oscura. Giró el pestillo y entró. Su mente era un torbellino, nada en su joven vida lo había preparado para semejante vergüenza y humillación. Se sentía estúpido y avergonzado más allá de su peor pesadilla. Todo había pasado tan rápido que no podía creer lo que le pasaba. Pedro cerró la puerta detrás suyo y miró a su alrededor en la luminosa habitación. Estaba al borde de las lágrimas mientras miraba la opulenta oficina. Había un gran escritorio y varios sofás tapizados en cuero contra las paredes, que estaban llenas de bibliotecas. También había otra puerta de madera. Pedro sólo pudo ver oscuridad detrás de la puerta. Una suave alfombra cubría el espacio central de la habitación, con colores que vibraban gracias a la potente iluminación de las moderas lámparas en el techo. Varias sillas se alineaban frente al escritorio. La superficie del escritorio, cubierta de cuero verde, estaba totalmente despojada, salvo por la presencia de un teléfono. Pedro miró detrás de la puerta y descubrió un perchero de madera con ganchos de bronce. Se sentía un tonto mientras se aflojaba la corbata. Su cabeza empezó a correr mientras se daba cuenta de su situación y de su inminente castigo. Deliraba entre la vergüenza y la angustia mientras quedaba en ropa interior. Sintió una lágrima correr por su mejilla mientras acomodaba las medias dentro de los zapatos y caminaba hacia el centro de la habitación. No podía creer lo estúpido que se sentía parado sobre la prolija alfombra.
Tan pronto como Andrea escuchó a Pedrito cerrar la puerta, inmediatamente subió las escaleras. Sólo le tomó un minuto quitase el vestido y dejarlo sobre la cama. Su hermoso cuerpo quedó desnudo salvo por la bombachita, que rápidamente también se quitó. Agarró la chaquetilla médica de algodón blanco que le habían dado su madre y su tía y se la puso con cuidado, cerrando el cierre relámpago del frente y acomodando el cuello mao y la martingala que le marcaba la cintura, después las medias blancas. Se miró en el espejo y vio satisfecha que la chaquetilla le llegaba hasta arriba de las rodillas dejando ver sus bien formadas piernas. Sus firmes pechos presionando contra la tela de la chaquetilla y, para su deleite, notó que las rosadas aureolas de sus pezones se transparentaban levemente. Giró sonriendo maliciosamente y se puso unas gotas de perfume entre los pechos antes de salir de la habitación. Había una escalera auxiliar que conducía directamente a la oficina donde habían enviado a Pedrito. Bajó por las escaleras y sólo le tomó un minuto llegar al pasillo, que habían dejado deliberadamente oscuro. Caminó silenciosamente, controlando su respiración hasta encontrar la silla que había dejado más temprano en el corredor, justo en frente de la puerta semi abierta. Pudo ver claramente a Pedrito luchando para quitarse toda su ropa. Su corazón pegó un salto cuando él se paró en el centro de la habitación. Ella ya se había asegurado que nadie pudiera verla desde dentro de la oficina pero cuando él dirigió su mirada hacia donde ella estaba ubicada no pudo contener la ansiedad. Segura que él no pudiera verla, se acomodó en la silla para poder observarlo. Las suposiciones de Andrea sobre el atractivo del físico de Pedro eran las correctas, tenía un cuerpo de musculatura firme y proporcionada, sin la exageración de los físico culturistas, que tanto le desagradaban. Ella podía apreciar el torso de Pedro transpirando levemente mientras se quedaba de pie temblando sobre la alfombra. Las piernas de Pedro temblaban mientras él miraba a su alrededor. Andrea lo miró dirigir su mirada a la puerta cuando escuchó pasos acercándose. Los ojos de Andrea hicieron foco en el bulto de los calzoncillos. "A lo mejor es un poquito más grande de lo que suponía", pensó.
Cintia Martinez se miró en el espejo del hall. Se había quitado la blusa y se había puesto la chaquetilla blanca con cuello mao, además se había puesto un delantal de una goma muy fina y transparente que normalmente usaba en la clínica para proteger su pulcra chaquetilla blanca en los procedimientos más "sucios". Las tachas de la paleta de cuero y madera negra que llevaba en la mano brillaban contra la luz. Susy se paró a su lado, también había cambiado su traje por la chaquetilla médica blanca que normalmente usaba en la clínica. Alrededor del cuello llevaba su estetoscopio, los tubos de goma rojos enredándose eróticamente entre sus pechos hasta llegar al brillante cromado del diafragma. Ambas se reflejaban en el espejo. Cintia le murmuró a Susy.
- El chiquito va a tener un ataque cuando te vea.
Pedrito temblaba y se ponía colorado cuando escuchó la puerta abriéndose a su espalda. Giró para mirar y sus ojos no podían creer lo que veían. Susy entró. Él se sonrojó cuando ella se quedó mirándolo con las manos en los bolsillos de su chaquetilla blanca y el estetoscopio en su cuello.
- Te voy a revisar para asegurarme que no tengas ningún problema cardíaco Pedrito, no te asustes, es sólo por precaución. Ahora quiero que te des vuelta mirando a la otra puerta y te pares derechito con las manos sobre la cabeza.
Pedro se puso todavía más colorado y se dio vuelta.
- Vamos, las manos en la cabeza! - ella se daba cuenta que él temblaba de pies a cabeza mientras ponía primero una mano y después la otra sobre su cabeza.
Susy arriesgó una rápida sonrisa sobre el hombro de Pedro y hacia la puerta semi abierta, esperando que Andrea ya haya tomado su lugar. Le apoyó una mano en la espalda a Pedro y lo sintió sacudirse con ése primer frío contacto de la palma de su mano contra la piel. Gentilmente apoyó el frío metal del estetoscopio en la espalda del chico. Ella vio cómo a Pedro se le ponía la "piel de gallina" mientras le hablaba. La voz de Susy era suave y gentil.
- Respirá hondo.... muy bien.... contené el aire, yo te digo cuando soltarlo...
Pedrito estaba quieto, todo su cuerpo temblaba y su corazón latía rápido mientras Susy le apoyaba el estetoscopio en la espalda. Deliberadamente Susy le sostenía la cintura con la otra mano sabiendo que, aunque estaba muy nervioso, este tipo de contacto eventualmente podía excitarlo sexualmente. Susy se paró frente a él mirándolo a los ojos.
- Respirá hondo Pedrito - le pasó el estetoscopio por el pecho dejando la palma de su otra mano apoyada en su tetilla izquierda. Ella movía su mano lentamente, sintiendo el pezón de su tetilla poniéndose duro bajo sus dedos mientras movía el frío estetoscopio alrededor del corazón que latía salvajemente. Él temblaba cuando ella dio un paso atrás, mirándolo a los ojos.
- Pedrito, estás muy bien. Ahora quiero revisar que no tengas ninguna contractura muscular o hernia antes que la Sra. Martinez venga a darte la paliza en la colita - ell miró cómo la cara de Pedro se ponía todavía más colorada a medida que le hablaba, sabía que en un momento el chico iba a estar muerto de vergüenza.
- Vamos! Parate derechito... - Ella podía sentir el nerviosismo del chico mientras caminaba a su alrededor. Asegurándose de poder lograr su objetivo antes de que él tuviera tiempo de protestar o alejarse de ella, metió sus manos bajo el elástico de los calzoncillos y los bajó a lo largo de las piernas de Pedro. Con un rápido movimiento ya estaba a la altura de sus pies! Rápidamente Susy le habló con tono muy serio.
- Vamos, levantá los pies!... Vamos nene... no tenemos todo el día!
En un par de segundos Pedro se encontró parado completamente desnudo, con las manos en la cabeza.
- Ahora te vas a quedar bien quietito - ella se acercó a él y le miró los genitales notando que su pene era más grande de lo que esperaba y que había sido prolijamente circuncidado, de modo que el glande le asomaba justo por sobre el prepucio. Susy buscó en sus bolsillos y sacó un par de guantes de látex y empezó a ponérselos haciendo el típico sonido "snap" "snap"!
- Oh.... señora.... - Pedro insinuó una protesta. Su cara hizo una mueca cuando ella puso su mano cubierta por el guante de látex justo bajo sus testículos.
- Señora... por favor... - dijo Pedro mientras ella cerraba lentamente sus dedos alrededor de sus testículos. Susy estaba maravillada de la suave textura de la piel de Pedro a medida que lo tocaba íntimamente y delicadamente estimulaba sus genitales. Ella notó que el quería protestar por esta invasión a su privacidad. Susy amenazó.
- Quietito bebé... girá la cabeza a la derecha y tosé - las palabras de Susy eran estrictas, pero sus dedos eran suaves y gentiles, manipulando inteligentemente la suave y sensible piel del escroto para excitarlo sexualmente. Sostuvo la suave orbe de sus testículos en la palma de su mano y repitió la órden.
- Vamos Pedrito... tosé.
Pedro, en medio de su angustia y humillación, tosió débilmente. Su cara estaba roja de la vergüenza mientras sentía la mano de la doctora sosteniendo sus testículos cada vez más firmemente. No podía comprender semejante humillación, parado desnudo ante esta hermosa mujer,
Susy estaba encantada sosteniéndole el escroto y los testículos, manipulándolos desde la base y hasta su unión con la entrepierna. Ella se dio cuenta que él estaba al borde de las lágrimas cuando pudo toser un poco mejor.
- Uno más - y esperó que él pudiera toser de nuevo. Sintió el cuerpo de Pedro temblando mientras suavemente apretaba el escroto por última vez antes de liberarlo.
- Muy bien Pedrito. Estás muy bien. Ahora quedate donde estás - le dijo mientras se quitaba los guantes de látex y buscaba unas sillas de las que estaban frente al escritorio. Una de las sillas la puso detrás de Pedro, mirando justo a su trasero y la otra la puso frente a él. No disimuló mientras le miró el pene y los testículos, notando que el pene había crecido bastante, revelando un poco más de su glande a medida que el prepucio se retraía.
Andrea estaba encantada con toda la escena que se desarrollaba frente a ella. Podía verle el pene y los testículos claramente. Estaba felizmente sorprendida por el tamaño del pene y el escroto que colgaba de la turgente piel. Deseaba que Susy le hubiera manipulado el pene para poder ver al chico con su pene completamente erecto. No tuvo que esperar mucho hasta ver que Susy se acercó al lado de Pedro, dejándole un claro panorama para mirar. Susy le habló seriamente.
- Pedrito vos estás circuncidado... Te cortaron al nacer o tuviste algún problemita con tu pitito de grande? - le preguntó mientras se calzaba un nuevo par de guantes de látex.
Pedro no podía creer la pregunta ni la indiferencia con la que Susy le agarró firmemente el pene. Él se sobresaltó cuando ella estiró la piel, sosteniéndola con una mano y retirando el prepucio con la otra.
- Pedrito, te hice una pregunta! Te operaron hace poco o cuando eras bebé?
Él contestó tartamudeando, lo que fascinó a Susy.
- Er... yo... no me... acuerdo... señora.... debe haber sido... cuando yo... er... era muy chico
- Todavía sos un chiquito... que tiene que recibir una paliza en la colita porque se portó mal - el íntimo tacto de la joven doctora fue demasiado para el virgen joven. Él sintió su pene palpitando mientras ella deslizaba el prepucio a lo largo del pene y después hacia arriba hasta cubrir el glande. Él bajó las manos de la cabeza para cubrirse avergonzado y en seguida sintió como ella soltaba su pene para darle una fuerte palmada en el glúteo.
- Ni se te ocurra moverte! Poné las manos sobre la cabeza y te quedás bien quietito mientras te reviso la pija! Mirá que sos desobediente... con razón te van a tener que dar una paliza en la cola. Ahora te vas a quedar bien quieto mientras te retiro la piel. Me parece que encontré un problemita.
Ella podía sentir todo el cuerpo del joven temblar a medida que retiraba el prepucio dejando expuesto el glande.
- Tenés el prepucio muy tirante bebé. Te duele cuando se te pone dura? - miró cómo se estremecía la cara de Pedro. Su vergüenza era palpable y ella seguía mirándolo a los ojos mientras le sostenía el pene en sus manos enguantadas.
- Vamos, contestame! Te duele el pitito cuando se te pone durito?
Pedro transpiraba y contestó con labios temblorosos.
- Er... sí, er... a... er... a veces.... señora - la voz le temblaba como si estuviera a punto de llorar cuando Susy volvió a retirar el prepucio, sintiendo su pene latir entre sus dedos.
- Vos te masturbás Pedrito?... Te duele cuando jugás tocándote el pitito?
El chico miraba sorprendido mientras Susy lo miraba directo a los ojos. Él se ponía más y más colorado.
- Oh noooo.... señora.... yo no.... o sea.... er...yo todavía... er... yo nunca me... toqué.... por favor señora.... en serio.... yo todavía... nunca hice éso.
Susy no podía creer ésa respuesta pero mirándolo a los ojos supo que era verdad. "Dios mío" pensó "Tenemos un chico virgen en todo sentido".
- Bueno Pedrito, vas a tener que hacerte revisar por este tema. Por ahora vamos a dedicarnos a darle una buena paliza a ésa cola - y en cuanto terminó la frase Cintia entró en la habitación.
Pedro estaba muy colorado, quería girar la cabeza para poder ver pero sólo podía oír la puerta abriéndose y cerrándose y la proximidad de alguien caminando hacia él.
La voz de la Sra. Martinez lo hizo estremecer de pies a cabeza. La voz era grave y firme.
- Ahora te vas a quedar quieto Pedro. Ya tenés bastantes problemas - caminó al lado del joven y se sentó en la silla que habían puesto frente a él. En seguida el chico empezó a temblar cuando vio la chaquetilla blanca, el delantal de goma y la brillante paleta de madera y cuero entre los dedos de la mujer. Temblaba de miedo y ansiedad sexual, mientras Susy le retraía el prepucio una última vez antes de liberarlo y quitarse los guantes de látex. Su hábil manipulación había dejado el pene erecto y palpitando visiblemente. Para el horror de Pedro ambas mujeres se pusieron de pie, sacaron guantes de látex de una caja sobre el escritorio y procedieron a la ceremonia de ponérselos frente a él, asegurándose que el látex ajuste perfectamente cada dedo. La Sra. Martinez lo agarró del pene.
- Vamos Pedrito, llegó la hora.
En cuestión de segundos el chico estaba boca abajo sobre la falda de la Sra. Martinez con las palmas de las manos apoyadas en la alfombre y la cabeza colgando hacia abajo a un costado de la silla. El delantal de goma se sentía frío y suave contra sus genitales mientras la Sra. Martinez le apoyaba la mano enguantada en los glúteos palpando y examinando su flexibilidad. Pedro se sentía desamparado, peor aún cuando sintió como le separaban las nalgas para dejar expuesto su esfinter.
Los glúteos le ardían mientras miraba el piso a centímetros de su rostro. Él estaba totalmente consciente de que le estaban dejando los glúteos desnudos al aire y sentía las firmes y curvas piernas de la Sra. Martinez presionando su pene a través de la fina goma del delantal. Del mismo modo sintió como levantaban sus piernas, mientras Susy se sentaba tras él y las sostenía bajo sus brazos. Ella lo hizo apoyar las rodillas del chico en su regazo para después separarle las piernas presionando con sus manos enguantadas en el interior de los muslos de Pedro. Él transpiraba. Todo su ser era humillado por dos hermosas mujeres. Dio un gran suspiro cuando lo tuvieron en la posición que querían, sus glúteos al aire y las piernas bien separadas. Cintia miró a Susy y le separó los glúteos al chico, mostrándole el limpio, arrugado y rosado esfínter. Susy le hizo una seña a su hermana mostrándole su deleite y aprobación ante la perfección del cuerpo del chico.
Cintia levantó la paleta y miró a Susy antes de tomar impulso. "Slapppp!"
- Aaaaaggghhhh... - gritó Pedro sorprendido y angustiado por la severidad de ése primer golpe, mientras la pesada paleta de madera y cuero golpeaba contra la tierna piel de su glúteo por primera vez. "Crack, crack!!!" Los primeros golpes de la paleta cayeron todos sobre su glúteo izquierdo. "Crack!!! Crack!!! Crack!!!" La Sra. Martinez había iniciado la cadencia de los golpes, que dejaban una vívida marca roja en el glúteo. Se aseguró que cada golpe cayera en la misma zona del glúteo izquierdo. No había tregua ya que la Sra. Martinez aplicaba un golpe tras otro. Treinta precisos golpes fueron aplicados en esta área en particular de sus glúteos. El dolor era absolutamente intenso y Pedro lloraba angustiado. Se sacudió y retorció a medida que el dolor crecía en su trasero.
- Oh por favooooor señoraaaa.... ay... por favor nooooo.... bastaaaa.... por favooor... no puedo más!!!
Cintia estaba segura que el chico estaba a punto de quebrarse cuando cambió el destino de los golpes al glúteo derecho. Ella sabía que el llanto era genuino mientras procedía a dejar bien colorado a golpes el glúteo derecho, manteniendo otra vez los gospes uno tras otro. Él se retorcía y lloraba mientras su castigo procedía sin interrupción. El dolor seguía creciendo y creciendo, haciéndolo gritar absolutamente angustiado.
- Oh por favor no... ay... basta, no puedo más... oh por favor...aaagghhhh..... aaaagggghhh.... Por favooooor, noooooooo!!!
Unos minutos más tarde Cintia escuchó el sollozo suplicando piedad... Entonces supo que el espíritu y la resistencia de Pedro habían terminado. Él empezó a llorar sin parar, sollozando a consecuencia del dolor y la desesperación. Cintia siguió golpeándolo con la paleta, hasta que recibió los treinta golpes en su otro glúteo. Ella podía escuchar la desesperación del chico lamentándose y apenas pudiendo hablar.
- Oh por favor... señora.... basta.... por favor... no puedo más... por favor señora.... le pido perdón
La Sra. Martinez dejó caer la paleta al piso y empezó a pegarle con las manos cubiertas por los guantes de látex. Lo retaba mientras le daba una feroz paliza.
- Pedro... vas a ser más considerado con los demás?... te vas a acordar de esta paliza?
- Oh por favor señora... por favor basta - sollozaba Pedro, su cuerpo desnudo temblando mientras la Sra. Martinez dejaba de golpearlo y empezaba a acariciar con las manos enguantadas sus rojos glúteos. El chico lloraba mientras Cintia y Susy lo ayudaron a ponerse de pie. Trató de tocarse los glúteos, pero Cintia rápidamente le agarró las muñecas y lo hizo llevar sus manos otra vez a la cabeza. Su cara era una mueca de dolor y las lágrimas le caían por las mejillas. Mientras sollozaba recobró la respiración, casi jadeando mientras trataba de acostumbrarse al dolor de su trasero.
La Sra. Martinez le agarró la cara con las dos manos, él sintió el suave tacto y el aroma de los guantes de látex, estaba tan cerca que sus pechos estaban en contacto con el torso desnudo del chico a través de la chaquetilla y el delantal de goma. Ella podía apreciar la desesperación en los ojos de Pedro mientras dulcemente le limpiaba las lágrimas de las mejillas.
- Vamos, ya tuviste tu castigo. Ahora quiero que te quedes en la esquina para que reflexiones sobre lo que pasó. Las manos sobre la cabeza y mirando a la esquina. Vamos.
Entre Susy y Cintia lo llevaron hasta la esquina hasta que quedo casi tocando la biblioteca. Pedro no podía creer que lo iban a dejar en penitencia hasta que sintió un golpe en el trasero.
- Te quedás paradito acá, bien derechito y con las piernas separadas. Te vas a quedar quince minutos reflexionando sobre lo que hiciste mirando a la pared. Si te movés, recibís la misma paliza de nuevo. Ni más, ni menos, exactamente lo mismo otra vez - Cintia le pegó en el trasero tres veces más con la palma de su mano enguantada. "Smack... smack... smaaacckkkk" y se quedó mirándolo.
- Me entendiste Pedro?
Pedro no podía hacer más que sollozar mientras la Sra. Martinez lo observaba.
- Oh por favor señora... sí... er... me quedo acá.
- Muy bien Pedrito. Quiero que te quedes reflexionando sobre todo lo que pasó... Parate derechito.... separá los pies... Vamos... Más separados - deslizó la mano cubierta por el suave guante de látex a través de los muslos y le volvió a pegar hasta que tuvo las piernas de Pedro tan separadas como ella quería.
- Ahora te quedás tal como estás... si te movés, recibís otra paliza.
Pedro escuchó como las mujeres se quitaban los guantes mientras salían de la habitación.

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