Los amigos de su hijo

Uff, que calor, dijo el esposo al entrar a la casa.
Había estado trabajando en su taller, reparando unas luces, y realmente la primavera venía con todo. Dentro de nuestro hogar, el clima estaba agradable, pero fuera era un horno
Rebeca le sirvió el almuerzo, y Juan preguntó por su hijo. Y es que Raimundo estaba en su habitación estudiando y no había bajado a almorzar
– Querida, dile que venga, sabes que no me gusta almorzar sin él. Y allá fue Rebeca, escaleras arriba a buscar al joven.
Ella tenía 22 años cuando nació su hijo, que hoy tenía 18 y que estaba terminando su secundaria. Golpeó la puerta y cuando respondió le dijo que el almuerzo estaba servido. Regresó al comedor y apenas entró su hijo también lo hizo.
El esposo tenía 10 años mas que Rebeca. Era gordito, semicalvo, y bonachón. Un buen padre de familia, y un esposo cariñoso, aunque últimamente la vida sexual era bastante intrascendente. Muy de vez en cuando tenían sexo, y cuando lo tenían era un sexo rutinario, casi fisiológico.
A Rebeca, en cambio, los años le habían sentado. Si de joven era preciosa, ahora, entrando en la madurez, se había convertido en una mujer muy sensual y atractiva. Ella lo sabía. Los hombres en la calle se daban vuelta a mirarla, Y hasta los compañeros de escuela de sus hijos preferían reunirse en su casa, para estar cerca suyo. Ella se daba cuenta, y afortunadamente ni su hijo ni su esposo lo notaban. El contacto con esos jovencitos llenos de testosterona siempre la motivaba y la rejuvenecía. Por momentos conversar con ellos le hacía volver a sus 18 años.
– Ma, esta tarde vienen los chicos, dijo su hijo entre bocado y bocado. ¿ Puedes preparar algo?
– Raimundo, que tú y tus amigos se encarguen de traer algo. Tu madre no está para atenderlos a Uds., dijo el padre.
– No hay problemas querido, yo me encargo, dijo Rebeca complaciente.
– Carlos y Sebastián tal vez se queden a dormir, completó Raimundo.
– Lo único que falta. Sabes que esta noche no voy a estar, dijo el padre.
– Por eso mismo los invité. Podemos charlar y escuchar música sin molestarte
– Pero van a molestar a tu madre.
– A ella no le molesta. Le gusta estar con nosotros, dijo el joven defendiéndose
Luego del almuerzo Rebeca preparó unas galletas, para los jóvenes, luego se dio una ducha y poniéndose un solero liviano, siguió con las tareas de la casa.
A eso de las 4 sonó el timbre y su hijo bajó a abrir la puerta. Sus amigos estaban allí. Carlos era un joven alto y rubio, atlético que integraba el equipo de volley de la escuela. Sebastián era mas bajo, pero más morrudo, y su debilidad era la gimnasia con aparatos. Junto a ellos había dos muchachos mas, compañeros también pero menos conocidos.
– Hola señora, dijo Carlos una vez dentro de la casa, se la ve tan bonita como siempre, dijo sonriente.
– Gracias por el halago para esta anciana, contestó Rebeca
– ¿ Anciana? Vamos que no tiene nada que envidiarle a ninguna, dijo Sebastián adelantándose a besarla en la mejilla
– Basta con las bromas, dijo Raimundo, que se los va a terminar creyendo.
– No te preocupes, hijo que se ubicarme , dijo Rebeca sonriendo.
Los otros saludaron al pasar y todos fueron a la habitación de Raimundo.
Al rato bajó su esposo, con un bolso y cambiado.
– Por suerte, ya me voy. El escándalo que hacen estos muchachos no lo soporto.
– No te preocupes querido, son jóvenes nada más. Y prefiero que estén aquí a quien sabe donde y con quien.
– En eso tienes razón, además sus amigos parecen muy educados y correctos, reconoció Juan. Por fin saludo a su esposa y se fue, para regresar al día siguiente sobre el mediodía.
Rebeca quedó sola y aprovechó la tranquilidad para sentarse a mirar televisión. Desde arriba llegaba el sonido de la música y las carcajadas de los jóvenes.
Al rato bajó Sebastián.
– Señora, su hijo me manda a buscar una galletas, dijo parándose al costado de su sillón. Ella se levantó y al girar para ir a la cocina lo llevó por delante, no pudiendo evitar que sus pechos se aplastaran contra el joven
– Perdona Seba, estaba entretenida con la película y no ví donde estabas, dijo ruborizándose.
– No hay problema señora, espero no haberla lastimado, dijo el joven separándola suavemente. Rebeca de reojo lo miró y un sutil movimiento en el pantalón del muchacho, le indicó que él se había dado cuenta de las partes que habían chocado.
– No, Seba no ha pasado nada, le dijo alejándose hacia la cocina. El joven la siguió. Cuando iba a ingresar a la cocina, recordó que sus lentes de leer estaban en el comedor y se detuvo bruscamente. Este movimiento inesperado hizo que el joven que venía detrás de ella, la chocara, y ahora ella pudo sentir algo duro que golpeó su trasero. Este joven estaba totalmente empalmado, con una erección como hacía tiempo no sentía.
– Perdón señora, se apresuró a disculparse el joven, no me di cuenta que iba a detenerse.
– No hay problemas. Espera que traigo mis lentes, y dándose vuelta se dirigió de nuevo al comedor, los tomó de sobre la mesa, y volvió a la cocina.
Una vez allí, abrió el horno para sacar las galletas, y ahora, con toda la intención, Sebastián se paró detrás suyo, con la excusa de ayudarla y le apoyó su verga en el culo. La sentía latir mientras extraía la bandeja, y a propósito, demoró unos segundos más de los necesarios. Ese objeto duro y caliente contra su cuerpo, le daba mucho placer.
– Dejeme que la ayude, dijo Sebastián mientras la apoyaba descaradamente.
– Gracias, pero puedo sola, no te apures, le dijo para disimular, mientras con la excusa de hacer su trabajo, movía el culo suavemente acariciando esa lanza.
El joven la tomó de la cintura, acomodando su pedazo bien en el medio de sus piernas.
– Tenga cuidado, no me gustaría que se quemara, le dijo disimuladamente.
Rebeca sentía como se mojaba ante este tratamiento.
– Tengo mucha experiencia, no es tan facil hacer que me queme, le dijo con toda intención, y ahora córrete así puedo apoyar la bandeja en la mesa, le dijo con decisión, obligando al joven a retirarse de tan placentera posición.
Mientras pasaba las galletas a una fuente podía ver por encima de la mesa la brutal erección del muchacho. Estaba colorado y se lo notaba agitado. Evidentemente hacía mucho que venía soñando con esa escena, porque estaba totalmente sacado. Por fin, le entregó la fuente, y le dio una palmadita en la cabeza.
– Vamos, lleva las galletas y tranquilízate, le dijo sonriendo
El joven se dio vuelta y se fue hacia el cuarto.
Rebeca se sintió complacida por el hecho de sentirse deseada por este muchacho que seguramente era el sueño de mas de una de las niñas de su edad. Y a la vez se sorprendió de sentirse excitada y mojada por lo que había pasado. Debía tener cuidado con sus sensaciones, aunque seguramente le sobraba experiencia para manejar a estos mocosos. Se divirtió pensando en la manera en que esta noche el muchacho se iba a masturbar recordando lo ocurrido.
Sebastián llegó arriba transfigurado. Raimundo estaba eligiendo unos cd y la música estaba a todo volumen. Se acercó a Carlos con la excusa de darle una galleta.
– Carlos, no vas a creer lo que pasó, le dijo
– Cuenta, cuenta.
Sebastián vigilaba mientras hablaba que Raimundo no prestara atención.
– Pues que baje y con toda intención la apoyé a la Sra. y no dijo nada. Por el contrario, te diría que le gustó.
– Tu estás loco,dijo Carlos relamieńdose
– Pues la próxima bajas tú y me cuentas.
Rebeca siguió mirando televisión, y luego de un buen rato fue Carlos el que bajó.
– Sra. ¿ tiene algo para tomar? Estamos todos ahogados
– Cierto, Carlos perdona que no tuve en cuenta las bebidas, y levantándose rápidamente se dirigió a la cocina. Abrió la heladera y al inclinarse a buscar las bebidas, sintió que un cuerpo se pegaba al suyo, y otra vez una dureza reconocible se apoyaba en su trasero.
– ¿ Que bebidas tiene? Preguntó una voz inocente a su espalda,mientras se refregaba contra su culo.
– Pues hay gasesosas comunes y diet, dijo ella aferrándose a la puerta y escondiendo su cabeza dentro de la heladera, disfrutando del magreo.
– Pues prefiero diet, si es lo mismo, dijo Carlos tomándola de las caderas para asegurar el roce.
– No hay problema, ahora apártate un poco así puedo trabajar, le dijo con inocencia.
Lentamente Carlos se retiró y la soltó. Ella entonces sacó un par de gaseosas y se las entregó.
– Vas a necesitar copas, dijo y estirándose abrió la alacena que estaba detrás de Carlos y con esa excusa le apoyó sus tetas en el pecho. Carlos con una gaseosa en cada mano, nada podía hacer, solo disfrutar del roce y el aroma del perfume de la hembra que lo envolvía al quedar su cara pegada al cuello de ella. A través del escote, podía ver el nacimiento del valle de las tetas. Si la erección antes era importante, el bulto que ahora se apoyaba contra el vientre de la mujer era terrorífico. Lentamente tomó los vasos y se separó, mirando de reojo el bulto que se marcaba en los vaqueros del joven.
– Espera, que así no los podrás llevar, y dándose vuelta abrió la puerta de la alacena, y apoyándole descaradamente el culo contra la verga distendida, tomó una bolsa de nylon y se volvió, tomando las gaseosas y colocándolas en la bolsa, para luego entregarle las copas.
– Así está mejor, ahora vete, le dijo mirándolo con lascivia.
– Gracias señora, dijo Carlos totalmente sofocado, y partió hacia arriba.
Si antes se había sentido complacida, ahora se sentía confusa.
Evidentemente los jovenes habían hablado entre ellos, porque Carlos había venido directamente a apoyarla. ¿ Su hijo habrá entendido algo? Esto la asustó, pero bueno, nada había pasado.
Por otra parte, recordó que los muchachos se iban a quedar a dormir allí. Tuvo la sensación de que sería una noche muy larga.
La tarde transcurrió tranquila. Los dos muchachos que habían venido se habían ido ya, y quedaron solamente su hijo y los dos que iban a pasar la noche allí.
– Mamá, Vamos a buscar unas pizzas, ¿ Qué te parece?, preguntó su hijo asomándose por la escalera.
– Me parece perfecto. La verdad que no tenía muchas ganas de cocinar, ya que tu padre no estaba.
– Perfecto, ya vamos entonces
Un tropel bajó por la escalera. Los tres jovenes entraron al living.
– Voy a ir con Carlos a comprar la comida,mientras Sebastián y tú preparan la mesa, quieres?
– No hay problema dijo Rebeca, mirando de reojo a Sebastián. Una luz de alarma se encendió. Iban a quedar solos.
Rapidamente los jovenes salieron.
– Bueno, le ayudo con la mesa, dijo Sebastián acercándose a ella.
Rebeca se levantó y se dirigió a la cocina.
Una vez allí comenzó a buscar los utensilios, y comenzó a lavar platos y copas. Cuando estaba en la pileta, sintió que Sebastián se acoplaba detrás suyo.
– Realmente es muy atractiva, ¿ no se lo dicen en la calle?
– En la calle se dicen muchas cosas, Sebastián, contestó mientras sentía como la verga del joven latía desenfrenadamente.
– Es que además de atractiva, emana de Ud. una imagen de experiencia que seguramente debe enloquecer a los hombres, dijo el joven bajando sus manos por los costados del cuerpo de la mujer.
– Seba, tranquilizate, mira que soy una mujer muy mayor para tí. Puedo ser tu madre.
– Ese es el problema, tengo el edipo mal resuelto, dijo el joven tomándola de las caderas, y refregándose contra su cuerpo.
Rebeca cerró el grifo, se secó las manos, y se dio vuelta para detener al muchacho, pero esta acción fue un error. Cuando se dio vuelta, el joven rapidamente la apretó contra la mesada y se adueñó de su boca con desesperación, mientras sus manos se adueñaban de sus tetas.
Rebeca quedó aplastada por la virilidad del joven, y no pudo reaccionar. Le llevó unos minutos conseguir que aflojara la presión.
– ¿ estás loco?, le dijo al joven mientras intentaba alejarlo con sus manos.
Sebastián, rápidamente tomó sus manos y las dirigió hacia su verga, obligándola a acariciarla.
– Si, estoy loco por vos. Me tenés recaliente y no me voy a quedar así, le dijo, comenzando a besar su cuello.
– Pero, soy la madre de tu amigo, por favor, déjame, dijo Rebeca sin demasiada convicción. Se daba cuenta de dos cosas: primero que no conseguiría que el muchacho la dejara, y segundo, que ella tampoco quería que la dejara. Estaba excitada como hacía mucho que no lo estaba.
Sebastián tomó posesión de su boca para silenciarla. Su lengua la invadió. Sintió como una mano se metía debajo de su vestido y llegaba a su entrepierna. Subió hasta que encontró el elástico de su ropa interior y descendió por su monte de venus, hasta posarse sobre su sexo. Trató de rechazar el ataque, pero el joven no cejaba y claramente a pesar de su edad, era mas fuerte y decidido que ella.
La mano que atacaba su sexo la obligó a separar las piernas y allí se dio cuenta que estaba perdida. Cuando un dedo separó sus labios vaginales, era inocultable su excitación. Estaba toda mojada. Un gruñido de satisfacción fue la respuesta de Sebastián.
– Estás caliente como yo, Rebeca, no lo puedes negar.
– Ya basta que pueden volver en cualquier momento, dijo tratando de terminar con el momento.
– Tranquila, que cuando salgan de la pizzería Carlos me va a mandar un mensaje, le dijo el joven mientras su dedo medio se enterraba en su vagina, y su boca recorría su cuello.
– ¿ Qué? ¿ Están de acuerdo?, dijo Rebeca sobresaltada.
– ¿ Creíste que ibamos a quedarnos calientes? Vamos Rebeca, somos grandecitos para conformarnos con una paja, habiendo una mujer como tú disponible, le dijo el muchacho volviendo a besarla con lujuria.
Rebeca, por fin, se entregó ante el ataque. Sus brazos envolvieron la espalda del muchacho, y comenzó a responder a los besos.
Ese era el momento que esperaba Sebastián.
La tomó de la cintura y la sentó sobre la mesada, colocándose entre sus piernas mientras seguía besándola y bajaba los breteles del solero dejándola solo con el corpiño. Sus manos habilmente lo desprendieron y se lo quitaron, arrojándolo al suelo de la cocina. Así, con medio cuerpo desnuda no pudo evitar que las manos del joven se adueñaran de sus pechos, y luego la boca los recorrió uno por uno, deteniéndose unos minutos en cada pezón, que se endurecieron al contacto de los labios. Mientras Rebeca, con los ojos cerrados arañaba la espalda de Sebastián, dejándose llevar por las sensaciones.
De pronto, el muchacho se retiró y metiendo las manos por debajo del vestido y tomando su bombacha la bajó hasta hacerla caer al piso. Antes que Rebeca reaccionara avanzó nuevamente y ahora pudo sentir el bulto apoyado directamente contra su sexo. Solo la ropa del joven los separaba. Con mucha decisión Sebastián siguió atacando su boca, su cuello, sus pechos, hasta conseguir convertir a Rebeca en una pila de nervios sensibilizados al extremo. Se estaba garantizando la entrega total para lo que vendría a continuación.
Rebeca sintió que mientras su lengua jugaba en su boca, la cremallera de un cierre se abría. Sintió correr el jean de Sebastián, y de pronto, sintió la punta caliente y húmeda de una verga apoyarse contra la entrada de su vagina. Trató de reaccionar, de hacer que el joven se retirara, pero este con decisión la tomó de la cintura, y separó su rostro del de ella.
– ¡¡¡Detente!!!!, le dijo abriendo los ojos con desesperación, y mirando al joven, pero su grito quedó congelado ante la imagen del rostro del joven. Sus ojos eran ardientes. Reflejaban una determinación que nada podía frenar. Lentamente Sebastián se afirmó en sus caderas y mirándola fijamente avanzó, hasta conseguir que la cabeza de su lanza entrara en su cuerpo.
Sus piernas se tensaron alrededor del cuerpo del muchacho. Esta acción inconsciente fue interpretada como sumisión, y sin más, el joven le hundió el garrote hasta las cachas. El vuelo del vestido no le había permitido ver la herramienta del joven, pero la forma en que la dilataba le daba la pauta clara de que era mucho más grande que la de su esposo, y además mucho más dura y caliente, aunque esto debía tener más que ver con la edad y la excitación. Y de pronto, allí estaba ella, sobre la mesada de su cocina, engañando a su esposo con un muchacho que podía ser su hijo.
Sebastián volvió a comerle la boca, mientras comenzaba a bombearla pausadamente y con largas arremetidas que la hacían gemir aunque por la posición la penetración no era total. Así siguieron durante un largo rato. Ella gozaba tremendamente y sentía crecer dentro suyo un orgasmo bestial. En ese momento sonó el móvil de Sebastián, lo que la paralizó.
– ¡¡¡Dejame que ya vuelven!!!! dijo tratando de despegarse del joven.
– Tenemos todavía un rato. Ni sueñes que te voy a descabalgar sin completar la tarea, le dijo, mientras comenzaba a acelerar.
– ¡¡¡ Espera!!! ¡¡¡ No me llenes!!!, dijo desesperada. Pero ya era tarde. Un líquido caliente la invadió. La expresión del rostro de Sebastián no dejaba dudas de que estaba gozando como un marrano.
– Ahhhh, que polvo, que polvo, ahí va otro chorro, come puta come, decía mientras se vaciaba en cada arremetida.
Rebeca solo pudo aguantar la acabada. El teléfono le había cortado su clímax pero así y todo disfrutó del polvo que le estaban echando. Hacía rato que tanta leche no la inundaba.
Por fin, el joven se tranquilizó y se quedó un minuto dentro de ella, para luego sacar su verga fláccida y vestirse rápidamente.
– Vamos Rebeca vístete rápido que no queremos que te encuentren desnuda sobre la mesada, y vamos a poner la mesa.
– No estuvo bien lo que hicimos, dijo Rebeca mientras se vestía,y con un repasador limpiaba el semen que chorreaba por sus piernas.
– No, por eso más tarde lo vamos a hacer mejor. No te preocupes. Se que no acabaste, pero te aseguro que esta noche te vas a poner al día, le dijo mientras comenzaba a llevar platos y copas, y además voy a hacer que la sientas toda.
Rebeca quedó paralizada por lo que escuchó, y tembló de pensar como iba a hacer para pasar una noche en esa casa con esos niñatos que le habían tomado el tiempo. Se asustó por lo que su hijo pudiera descubrir, y decididamente debía ponerle un límite. Lo que pasó no debía volver a ocurrir.
Al rato llegaron los demás, trayendo las pizzas para cenar. Se sentaron a la mesa y comieron sin mayores novedades.
– Menos mal que no se enfriaron, dijo su hijo, porque a Carlos se le ocurrió para por el camino a ver una vidriera de instrumentos musicales. Perdimos como 10 minutos., comentó
Carlos miró a Sebastián con complicidad.
– Lo que pasa que no había apuro, y estaba seguro de que no se iba a enfriar nada. Por el contrario, iban a tener más gusto., dijo mirando a Rebeca. Ella hizo de cuenta que no escuchaba nada, y siguió comiendo.
– Igual aquí estuvimos entretenidos poniendo la mesa, así que no nos molestó la demora, no Rebeca?, dijo Sebastián, obligándola a entrar en el juego.
– Si, Sebastián, no hubo problemas con que demoraran.
– Por el contrario, nos dio tiempo para conocernos un poco más. Realmente, tienes una madre muy comprensiva, Ramundo.
– No te creas, será comprensiva contigo, porque lo que es conmigo, nunca me entiende.
– Tal vez no te esmeras en hacer lo que ella desea. Yo en cambio me anticipé a todo lo que ella quería y si bien no quedó satisfecha, no se quejó, dijo el muchacho con doble sentido, pero estoy seguro que la próxima vez todo andará mejor.
– Estuvo bien, Sebastián. La próxima vez será mi hijo quien me ayude a preparar la mesa, dijo ella tratando de marcar el límite.
– Ahh, no mamá, no cuentes conmigo. Si a Sebastián le gusta que el te siga ayudando.
– De última yo también puedo colaborar, dijo Carlos terciando en la charla.
Rebeca miró a los tres jóvenes, y sonrió.
– No se preocupen que lo de hoy no se va a repetir tan seguido, dijo con firmeza
Carlos y Sebastián se miraron desconcertados. La situación no iba a ser tan fácil como pensaban.
Terminada la cena, los muchachos pusieron una peli en la tele, y ella se fue a su dormitorio con su notebook. Se puso su pijama y se entretuvo un buen rato. El volumen del televisor bajó, seguramente para no molestarla, pensó ella.
Luego de un rato, decidió bajar a tomar algo, y cuando llegó a la mitad de la escalera observó con sorpresa que los muchachos habían cambiado el programa.
En el televisor se veía una escena porno, donde dos muchachos estaba retozando con una mujer madura, mientras la penetraban por todos los agujeros. Se quedó paralizada. Dos muchachos jovenes y robustos, con su virilidad a pleno, elevaban al séptimo cielo a una mujer madura, que sin falsa modestia, no estaba ni la mitad de lo que estaba ella, pero no pudo menos que verse a ella misma en esa situación, y su imaginación la excitó.
– Este es el sueño de todos los jovenes, decía Carlos, riendo.
– Si, debe ser extraordinario tumbarse una madurita, decía su hijo, con una voz que denotaba su excitación.
Sebastián, en el reflejo del televisor vio a Rebeca en la escalera
– Imagínate tener una madurita atractiva e insatisfecha y poder clavarla así, dijo con intención.
– ¿ Qué le harías tu ? Preguntó Raimundo sin sacar los ojos del film.
– Pues depende de la situación. Veamos. Supongamos que sea una amiga de mi mamá. Pues primero trataría de ver si acepta el juego.
– ¿ Y como haces eso sin que te insulte?
– Pues se nota cuando a una mujer le va la marcha. Aparte como te ven como un niño, tienen las defensas bajas. Lo mejor es arrimarte y rozarla disimuladamente, y si puedes hacerle sentir tu verga. Y luego esperas la reacción. Normalmente no se enojan, porque les gusta sentirse deseadas, y además en sus fantasías, sueñan con tener un pedazo de carne joven y caliente con ellas, así que si perseveras te la montas.
– Parece que ya lo hubieras hecho, comentó Raimundo
– No todavía, pero tengo un prospecto en la mira.
– ¿La conozco?
– No, no la conoces
– En fin, espero que tengas suerte, comentó, mientras en la pantalla, la madurita se sentaba sobre la verga del joven tragándosela hasta el fondo y gozando como una perra.
– ¿Quieren tomar algo mas fuerte? Preguntó, se donde mi padre tiene algunas bebidas.
– Pero si tú nunca tomas, le dijo Carlos
– Pero hoy, y con esta peli, me entraron ganas. , y se levantó y fue hasta la oficina de su padre. Volvió con una botella de whisky y tres vasos. Los llenó a tope, y hundiéndose en el silló siguió mirando la peli mientras tomaba a grandes sorbos.
– Despacio Raimundo, que te vas a emborrachar, le dijo Carlos, quien apenas mojó sus labios en el vaso, ante el gesto de Sebastián de que se midiera.
Seguí mirando las reacciones de Rebeca, que no podía sacar sus ojos de la pantalla. Se notaba que le gustaba lo que veía. Tal era su interés que no notó lo de las bebidas hasta que su hijo ya había terminado una copa entera. Se volvió a servir y ya se notó que le costaba dominar su cuerpo.
Sebastián y Carlos, tranquilos miraban la peli, y estaban empalmados. En un momento Sebastián le comentó que la madre del amigo estaba mirando el video, y los dos, entonces decidieron dejar a Raimundo que tomara todo lo que quisiera. Esa noche lo necesitaban inconsciente.
La pelí terminó con un brutal orgasmo del joven que le bañó la cara y las tetas de semen, no dando a vasto para tragar todo lo que recibía. A esa altura ya Raimundo estaba casi inconsciente. Aún tenía los ojos abiertos, pero ya no entendía nada.
Rebeca, al terminar el video rápidamente subió la escalera y se metió en su dormitorio. Temblaba de pensar en la trampa que los amigos de su hijo le habían tendido. Lo habían dejado emborracharse y ahora quedarían los tres solos toda la noche en la casa. Trató de pensar como zafar de esta situación, pero no se le ocurría nada que no pusiera sobre el tapete lo que ya había ocurrido , y de solo pensar que su hijo se enterara le corría un escalofrío por todo el cuerpo.
Por otra parte, le daba mucho placer que alguien ideara todo ese plan para disfrutarla. Pero ella pensaba que como mujer madura, iba a poder controlar a esos mocosos.
Los escuchó entrar al dormitorio, llevando a su hijo totalmente borracho. Se hizo un silencio profundo. Se acostó y apagó la luz, pero no podía dormir. Estaba con los nervios a flor de piel. Por un lado el morbo de la situación la ponía a mil. Por otro lado, pensar en como podía manejar la situación para que no se desmadrara no la dejaba descansar. Sabía que en cualquier momento, los muchachos harían su jugada. Y no se equivocó.
En la oscuridad, con los ojos cerrados, sintió que el picaporte giraba. Se quedó quieta. Tal vez si pensaban que estaba dormida la dejarían en paz. Hizo como que dormía. Unos pasos se acercaron furtivamente a su cama. Sentía la presencia de alguien parado al lado de la cama, pero no se atrevía a abrir los ojos, para no darle ánimos. Sintió una mano que corría la ropa de cama, hasta dejar la mitad de su cuerpo libre. Luego sintió como suavemente los botones de su camisa eran desabrochados uno por uno. Imaginó la cara del depredador cuando a través de la camisa abierta, asomaron sus pechos desnudos, pero decidió mantener su estrategia.
Unos labios capturaron uno de sus pezones suavemente. La lengua jugaba con él haciendo que una corriente sexual le recorriera el cuerpo. Luego de un minuto, el otro pezón recibió el mismo tratamiento. Le costaba mucho no reaccionar, pero aguantó. Lo que ella no podía evitar era que sus pezones se endurecieran con el tratamiento, y el invasor lo notó.
Una de sus manos entró bajo las sábanas y acarició sus piernas, para luego subir lentamente hasta instalarse entre ellas. Un dedo comenzó a presionar sobre su sexo a través de su pijama, y el roce de las prendas en lugar de protegerla de la intromisión, la calentaban aún mas. Se dio cuenta que si no actuaba todo iba a estar perdido y entonces simuló despertarse. Se movió, abrió los ojos y se encontró con Carlos arrodillado en la cama a su lado. Estaba totalmente desnudo y mostraba una erección importante. No era una verga grande, era mas o menos como la de su esposo, pero la dureza era propia de un adolescente calentón.
– ¿ Qué crees que estás haciendo? Le dijo mientras le obligaba a retirar las manos. Iba a sentarse en la cama, cuando sintió que desde atrás, alguien la tomaba de los hombros y la obligaba a quedarse acostada.
– Tranquila Rebeca, que te debemos una y queremos complacerte, le dijo Sebastián, mientras la sostenía horizontal.
– ¡ Sueltenme, degenerados! Alcanzó a gritar, antes de que la boca de Sebastián silenciara la suya. Con una pierna aplastaba uno de sus brazos, con una mano, sostenía el otro y con el otro brazo sostenía su cabeza mientras le metía la lengua hasta el fondo. La fuerza del joven la dominó por completo. Luchó para poder respirar y cuando lo consiguió se quedó quieta. Sintió como la ropa de cama volaba y un frío en sus piernas le indicó que estaba desnuda. El ataque de Sebastián le había hecho perder el control de lo que pasaba más abajo. Cuando quiso juntar las piernas, se encontró conque un cuerpo estaba ubicado entre ellas. Trató de cerrar sus piernas pero era imposible. Quiso quejarse, pero Sebastián no cejaba en su presión. Por fin, sintió que Carlos se deslizaba hacia abajo, que unas manos separaban totalmente sus piernas y notó a la lengua de Carlos recorriendo su sexo. La sensación era fabulosa. Se aflojó y lo dejó hacer, mientras seguía besándose con Sebastián. En un rato sintió como Carlos se deslizaba nuevamente hacia arriba y algo duro se apoyaba en su sexo, y momentos después su vagina comenzó a distenderse ante el ataque de Carlos. En unos segundos, el macho había entrado en ella por completo. La situación la había excitado, por suerte, y entonces la penetración no fue tan desagradable ni dolorosa, y luego de unos minutos, el placer ganó la batalla. Carlos empezó a bombearla con ganas. Luego de un rato, Rebeca envolvió al muchacho con sus piernas facilitando la penetración. En ese momento Sebastián fue aflojando su presión, liberando su boca, y dejando lugar para que Carlos la disfrutara plenamente. El que la penetraba comenzó a besarla con desesperación, comiéndole toda la cara y el cuello.
– Así está mejor, Beca, sabíamos que te iba a gustar. Máxime despues de haber disfrutado de la peli que mirábamos. Te digo que la miraba y me imaginaba dentro tuyo.
– Ustedes son dos delincuentes. No pueden aprovecharse así de una mujer, decía Rebeca cuando Carlos le dejaba la boca libre.
Sebastián le tomó la mano y la obligó a toquetear su verga. La sorpresa la paralizó. El muchacho tenía una verga de cuidado. Antes, en la cocina, le había parecido que era grande, pero en realidad era monstruosa. Su mano se aferró de la lanza y comenzó a masturbarla. El muchacho giró para ofrecersela y la puso al costado de su cara. Ella se dio vuelta y se encontró de frente con el monstruo. Gruesa, nervuda, con una cabeza como un durazno, y debajo de ella dos huevos enormes y duros que mostraban la calentura del macho, a pesar de que esa tarde ya se había vaciado.
– Chupala vamos, que te mueres de ganas le dijo Sebastián tomándola del cuello, y ella abrió la boca y comenzó a succionarla. No podía sorberla toda, pero hizo su mejor intento. Fue en ese momento que Carlos comenzó a acelerar, y ella, entre lo que había pasado y lo que estaba pasando, se corrió sorpresivamente, con un orgasmo largo y profundo que la dejó casi inconsciente. En ese estado de semiinconsciencia alcanzó a sentir los golpes de Carlos en el fondo de su cuerpo, seguidos de un líquido caliente que la inundaba chorro tras chorro. Soltó la verga de Sebastian y comenzó a llorar de placer. Hacía mucho tiempo que no tenía un orgasmo tan profundo.
– Así me gusta, que goces. Lo único que queremos es que la pases bien, te lo mereces Rebeca. No sabes como te queremos y como te deseamos. Hace años que me pajeo pensando en vos y en este momento. Por suerte todo llega, dijo Sebastián tiernamente mientras le acariciaba el rostro. Esa ternura terminó por doblegarla por completo. Estaba totalmente a las órdenes de estos muchachos. Haría lo que ellos quisieran.
– Ahhh, que placer, decía Carlos mientras desmontaba, nunca disfruté tanto un polvo, creí que me quedaba seco.
– No te preocupes que una mujer de verdad siempre puede exprimirte un poco más, y me parece que encontramos a La Mujer, dijo Sebastián mientras comenzaba a besarla por todo el cuerpo. Recorrió con su boca toda su piel, la hizo girar para besar su espalda, hasta tenerla boca abajo en la cama, y fue descendiendo por su cuerpo hasta sus nalgas.
– Que hermoso culo que tenés, mamita hmmmm, siempre soñé con montarte como una yegua, dijo, mientras la levantaba de las caderas y la obligaba a arrodillarse. La tomó de los hombros y se acercó, haciendo que sintiera la rigidez de su vara. Y luego, despacio fue haciendo que inclinara su cuerpo hasta apoyarse en las manos. Así en esa posición, como si fuera realmente una yegua, se acercó e introdujo la punta de su verga entre sus labios vaginales. Le masajeaba los hombros mientras la acomodaba con su cadera, trazando círculos con la cabeza de su miembro en la puerta de su sexo. Por fin, sus manos bajaron hasta tomar posesión de sus pechos, y como si fueran las riendas de esa cabalgata erótica, se afirmó en ellas para, despacio, empezar a empujar, hasta conseguir luego de varios intentos, ir penetrándola con su poderosa lanza. Rebeca flipaba de placer, gemía y suspiraba aferrándose a las sábanas con sus manos e inclinando su cuerpo para brindar el mejor ángulo posible para el empalamiento.
– Despacio, por favor, por favor, me matas, despacio, me partes animal, decía entre dientes de manera inconsciente, sacudida por las sensaciones de sometimiento y posesión que nunca había sentido de manera tan violenta. Esa verga era demasiado, y si mas temprano en la cocina la había tolerado, era porque en la posición en que la poseían no podía entrar toda, pero ahora, tan accesible como estaba, sentía los huevos del macho pegar contra su cuerpo. Estaba toda adentro y se sentía llena como nunca. Parecía que realmente iban a partirla en dos pedazos. Y a esta sensación ayudaba Sebastiań, cuando una vez sumergido por completo en su cuerpo comenzó un mete y saca con enviones largos que hacían que la sacara casi por completo para volver a martillarla de regreso e introducirla mas y mas en cada arremetida, lo cual era una sensación, porque en cada empalada sus cuerpos se fundían en uno solo. No tenía más para darle, y ella se la estaba comiendo toda.
– Te dije que te la iba a dar toda y que te iba a gustar. ¿ No es cierto que es grande?, decía mientras la sacudía con violencia.
Ahora fue el turno de Carlos de acercarse y ponerle la verga en la boca para que se la chupara. Floja al principio, luego de unos minutos fue creciendo dentro de su boca, para terminar dura como una barra de hierro y tan caliente como si recien saliera de la fragua.
– Ay, Rebeca, Rebeca, no sabes durante cuanto tiempo soñamos con Carlos en tenerte así, abierta de patas. Eres muy atractiva y sensual, ¿ sabes? Y nos calentabas con solo verte caminar. Costó trabajo tenerte, pero ahora vamos a disfrutarte a tope, siempre que podamos ¿ verdad?, dime, ¿ nos darás el gusto siempre que queramos?
– No, por favor. Mi hijo va a enterarse, contestó Rebeca como entre sueños, obnubilada por la excitación.
– No se va a enterar, no tengas miedo. Dime que serás nuestra putita, dale
– Si, sere vuestra putita, pero nadie tiene que enterarse, dijo ella rendida por completo.
– Ahhh, no aguanto mas, toma tu lechita , dijo Carlos mientras empezaba a eyacular en su boca. Nunca había tragado la leche de un macho. Siempre se lo había negado a su esposo, pero estos muchachos no pedían permiso. Cuando se dio cuenta, tenía su boca llena de semen y sin querer comenzó a tragar. Lo violento del acto, en lugar de asquearla como siempre pensó que pasaría, la llevó a un orgasmo violento. La situación no pasó desapercibida para Sebastián.
– Ahhh, perra me aprietas la verga como si tu sexo fuera una mano, me sacas, puta, me sacas, y sin más comenzó a correrse en el fondo de su cuerpo. 6 ó 7 chorros de semen copiosos y espesos, quedaron depositados en ella, mientras sus orgasmos se encadenaban uno con otro. Sebastián agotado por el orgasmo cayó sobre ella y la aplastó sobre la cama.
Allí quedaron los tres boqueando ante la violencia del encuentro. Sebastián desensilló y le ordenó a Carlos que se vistiera por las dudas que reaccionara Raimundo, a pesar de que iba a llamar cuando llegara. Carlos se levantó y rápidamente se fue al otro dormitorio.
– Bueno Rebeca, has estado maravillosa, le dijo a la mujer acariciándole el cabello
– No se que me pasó, no soy así, decía ella tratando de justificarse.
– Ya lo se, nena, ya lo sé. Simplemente necesitas atenciones que no te ofrecen muy a menudo, pero a partir de ahora nos tendrás a tu entera disposición. Cada vez que necesites te daremos verga hasta que te canses.
Se deslizó hasta apoyarse en la cabecera de la cama.
– Ven aquí, le dijo tiernamente.
Rebeca obedeció. Se arrodilló frente a él y el la acercó y comenzó a besarla tiernamente.
Estuvieron así un buen rato.
– Ahora Rebeca, quiero que hagas algo por mí, le dijo suavemente.
– ¿ Que quieres? Preguntó ella.
– Quiero que me la chupes hasta que se levante y que luego te tomes la poca leche que me queda, recién allí te voy a sentir totalmente mía, dijo mientras le acariciaba la cabeza y la miraba con dulzura. Ella lo miró y sin más se agachó y capturó esa verga que estaba morcillona con su boca y comenzó a chuparla con fruición. Notó como iba poniéndose dura, mientras el joven jugaba con sus tetas.
– Así, así, buena chica, eso, así me gusta, dale que ya lo consigues, la alentaba el joven con los ojos cerrados.
En 10 minutos estaba otra vez dura como una piedra. Al principio podía tenerla casi toda en la boca , pero ahora ya era imposible. La tomaba con las dos manos y todavía sobresalía la cabeza y un buen pedazo de verga por encima de sus manos. Era realmente una pieza de colección. Seguramente sus amigas nunca habían tenido algo así. Siguió chupando y lamiendo, dejó la verga y se dedicó a chuparle también los huevos y les pasó la lengua para volver a trepar por la vara y capturar nuevamente esa cabeza que estaba ya morada de la distensión y la sangre acumulada.
– Ahhm ya me viene, ya me viene, chupa chupa, comenzó a gemir Sebastián, y ella se afirmó se metió todo lo que pudo en la boca y comenzó a apretarle los huevos como si lo estuviera ordeñando. El tratamiento hizo efecto, porque de pronto el joven se tensó, tiró la cabeza hacia atrás como si le hubiera pegado un rayo, apretó su cabeza contra su verga obligandola a tragar mas de lo que tenía pensado y comenzó a correrse. El primer chorro fue suave, salió lentamente, el segundo fue un poco mas copioso, pero el tercero fue un verdadero sablazo de semen que llegó hasta su garganta para luego agotarse rápidamente. Lo había dejado seco, literalmente.
– Seba, Raimundo quiere reaccionar, termina de una vez, dijo Carlos desde el pasillo. Con desgano Sebastián se levantó de la cama, y luego de besarla se retiró.
Rebeca fue rápidamente al baño del dormitorio y dejó que el semen terminara de brotar de su sexo. Se lavó los dientes para sacarse el gusto a macho de la boca, y se acostó agotada por todo lo vivido. Nunca había gozado tanto. Y soñó toda la noche con lo que había pasado, mojándose como una colegiala.
Soñó que la acariciaban y las desnudaban, que la ponían de costado y un macho se ponía detrás de ella, levantaba una de sus piernas sobre su cuerpo, y comenzaba a frotarle la verga en su concha. Se excitó como si fuera real, y hasta sentía como una verga luchaba por penetrarla. Se despertó caliente y descubrió con horror que no era un sueño. Sebastián la estaba clavando sin miramientos.
– ¿ Qué haces? ¿ Estás loco? Está mi hijo, vete de aquí.
– Tu hijo fue con Carlos a comprar facturas y yo te voy a dar tu embutido para que desayunes, así que goza, dijo mientras con un empujón le endiñaba media verga.
– Ufff, despacio, dijo dejándose poseer,
– Lo lamento, no tenemos mucho tiempo, así que solo quiero vaciarme dentro tuyo, dijo terminando de enterrarle su aparato hasta el fondo, para luego comenzar con frenesí a bombearla.
– Ayym, me matas, me matas, atinó a proferir Rebeca ante ese tratamiento tan brutal, pero ni modo de que el joven aflojara. Siguió sacudiendola hasta que la sometió por completo, y consiguió que ella explotara en un furioso orgasmo.
– estas rapida putita para acabar. Ya te di tu embutido ahora te vas a tomar la leche, y sacándola, la hizo acostarse boca arriba y trepó hasta colocar sus piernas una a cada lado y le dio su verga caliente para que se la chupe. Fue ponersela en la boca para que comenzara a eyacular. Evidentemente se había recuperado. Los tres chorros tiernos de la noche anterior se convirtieron en 6 chorros espesos y calientes que rebalsaron de su boca ante la imposibilidad de tragarlos tan rápido. Casi se ahogó en su desesperación por tomarse todo. Cuando terminó, él la sacó y con sus dedos dirigió a su boca el semen que se había derramado.
– Ahora no hace falta que bajes a desayunar. Ya tienes suficiente leche en el estómago. Y ahora sí, en un rato nos vamos y te vamos a extrañar, pero ya combinaremos la manera de volver a encontrarnos, ¿ no te parece?
– Es dificil, además ya te sacaste las ganas. Tienes muchas jovencitas a quienes atender, así que olvídate de mí.
– ¿ Olvidarme? ¿ Crees que has vivido lo suficiente si no sientes mi verga bien enterrada en tu culo? Porqué ese va a ser el paso siguiente. Te voy a encular y vas a gozar como nunca soñaste que ibas a gozar, zorrona, le dijo pellizcándole un pezón.
Rebeca quedó sola. Su vida se había trastocado. ¿ Cómo explicar lo ocurrido? Ella no tenía ningún interés en estos jovencitos y sin embargo la habían dominado y la habían usado sin miramientos vaciándose varias veces en su cuerpo.
Esto no podía seguir. Tenía que darle un corte. Y esto era definitivo. La próxima vez les iba a poner los puntos. Tenían que olvidarse de ella. Eso si. Despues que la encularan, por supuesto….

7 comentarios - Los amigos de su hijo

elquebuca
Estaria BUENISIMO que lo continues