Por las buenas o por las malas

POR LAS BUENAS O POR LAS MALAS

Mauro y Lidia llevan 20 años de casados. Ella es una mujer muy trabajadora, amable y educada. Además es muy bonita con un cuerpo espectacular. Su cabello rubio y sus ojos verdes no hacen mas que completar el cuadro. Además es amorosa y totalmente fiel. La mujer perfecta.
Se que muchos lectores estarán envidiando a Mauro, y pensando de que va la historia.
Pues les diré. Tiene un solo defecto. Su educación sexual ha sido tan estricta que es incapaz de disfrutar del sexo, de tomar la iniciativa y de participar activamente. En estos 20 años fueron contadas las veces que Mauro pudo terminar una relación satisfecho, y ella difícilmente llega al orgasmo. Y para colmo luego del sexo se sentía culpable como si hubiera hecho algo sucio.
Y sin embargo, Mauro estaba seguro que en el fondo era muy caliente. Que nunca le había encontrado la llave para que se soltara. Y esto lo ponía muy mal.
Con el tiempo, y debido a todas estas cuestiones, las relaciones se fueron espaciando. Hoy tienen sexo un par de veces por semana, y a Mauro no le alcanza, como imaginarán.
Ya estaba resignado a que todo siguiera así, hasta aquella noche.
Estaban por comenzar a cenar, cuando sonó el timbre. Mauro miró el reloj. Eran las 21 hs.
- ¿ Quién puede ser a esta hora? , preguntó Lidia , mientras se secaba las manos.
- Yo voy, dijo Mauro levantándose de la mesa con mucha calma.
Salió del comedor y fue hasta la puerta. Se escuchó un diálogo en voz baja, y la puerta de entrada se cerró.
Lidia siguió con los preparativos de la cena, cuando al darse vuelta vio a su esposo flanqueado por dos muchachos jóvenes, de nos mas de 25 años, morochos, y vestidos con vaqueros, remeras y una de esas desagradables gorritas tan de pandillas urbanas. Uno llegaba al metro noventa y el otro era mas chaparrito.
- ¿ Quiénes son, querido?, alcanzó a preguntar Lidia, antes que uno de los muchachos, el mas alto que estaba a la izquierda de su marido, exhibiera el revólver con el que apuntaba a su esposo por la espalda. Se puso pálida y sintió que sus piernas se aflojaban
- Calladita, ni se te ocurra gritar, porque tengo el dedo muy liviano, dijo el muchacho sonriendo.
- Tranquilízate Lidia, alcanzó a decir su esposo antes que un cachetazo en la nuca de parte del otro joven lo hiciera callar.
- No te dijimos que hablaras. Silencio si quieres seguir viviendo, le dijo el mas bajo, con un tono de amenaza que hizo que Lidia temblara.
- Por favor, no nos lastimen. Llévense lo que quieran, dijo Lidia casi llorando.
- No se preocupen. Tenemos un trabajo en la zona y necesitamos un lugar donde quedarnos hasta que nos avisen que vayamos. Eso puede tardar un tiempo y no podemos quedarnos en la calle levantando sospechas, así que vamos a quedarnos aquí, aprovechando la hospitalidad de la casa. Ahora cerrás la boquita y hablás cuando te preguntemos, estamos? Dijo nuevamente el mas bajo. Y Lidia cerró la boca.
- Consigue algo para atarlos, dijo el mas alto, y el otro rápidamente se metió en la casa recorriendo las habitaciones, para volver con soga y cinta de embalar. Rápidamente, sentó a Mauro en una de las sillas del comedor y lo maniató con las sogas. Luego se acercó hasta Lidia y tomándola de la cintura la sentó en una silla del otro lado de la mesa, quedando frente a su esposo, para luego atarla de la misma manera. Ninguno de los dos podía moverse y mucho menos soñaban con gritar o hacer algo que pudiera enojar a estos delincuentes.
- Mira Brian, dijo el mas alto, estaban por cenar. Yo tengo hambre y vos?
- Por supuesto Largo. Hace unas cuantas horas que no picamos nada.
- Bueno pues ¿ a qué esperamos?
Los dos guardaron las armas en la cintura y comenzaron a traer la comida que estaba lista a la mesa y luego se sentaron a comer como si estuvieran en su casa.
Mauro y Lidia se miraban en silencio, tratando de darse fuerzas y de adivinar que intenciones tenían estos muchachos.
A medida que comían se fueron soltando y a conversar sobre sus cosas, sin que muchas veces Mauro y Lidia los entendieran por el lenguaje que usaban. Palabras que para ellos no tenían sentido y que mostraban la marginalidad a la que pertenecían.
- Está buena la comida, señora. Imagino que la hizo usted, dijo Brian. Lidia se quedó callada. El joven acercó el cuchillo al rostro de la mujer.
- Cuando te hablo me contestás, estamos?, dijo amenazando con cortarla.
- Si señor. La comida la hice yo, dijo apurada Lidia
- Me llamo Brian, no señor, entendés?
- Si Brian.
- y vos estarás muy orgulloso de tu mujer, no? Cocina bien, es educada…. Dijo Largo, dirigiéndose a Mauro.
- Si. La verdad que estoy muy conforme con ella.
- ¿ Cuánto llevan casados?
- 20 años.
- Que bien. Y dime Mauro: ¿ En la cama es tan buena como en la cocina?, dijo sonriendo Brian.
- Es algo íntimo, intervino Lidia, y de inmediato una bofetada la desacomodó.
- ¿ Te hablé a tí?, dijo Brian enojado.
- No Brian, dijo Lidia a punto de llorar.
Brian se volvió hacia Mauro, esperando la respuesta.
- Si Brian, es muy buena también, dijo Mauro tratando de evitar que siguieran ejerciendo violencia contra él y su mujer.
- ¿ Y que es lo que mas le gusta? Siguió preguntando Brian.
- No entiendo, dijo Mauro incómodo.
- Fácil. Le gusta chupartela, que la montes, que le hagas el culito, le gusta montarte ella, en fin, me entendés, no?
Unos segundos de silencio donde los esposos se miraron.
- La verdad que le gusta todo. No tiene ninguna preferencia especial.
- Que bien, dijo Largo. Eres un suertudo. ¿ Y ella te busca cuando quiere coger, o es una estrecha que primero hay que calentarla para que arranque?
Mauro miró a Lidia, como pidiendo su ayuda, pero Lidia, asustada no se atrevía a hablar.
- Tiene sus días. Hay veces que es una fiera y otros que prácticamente tienes que violarla para que se suelte, dijo en voz baja.
- ¿ Es verdad esto Lidia?, dijo Largo.
- ¿ Qué cosa? Preguntó Lidia , que parecía estar en otro mundo.
- Que si es verdad lo que cuenta tu esposo, y no te lo vuelvo a preguntar, dijo amenazante.
- Si, es verdad.
- Pues mira Brian donde encontramos una ninfómana. La verdad que con esa cara de monja no lo hubiera imaginado.
- Lo que pasa es que el marido debe ser medio lento. Yo de mirarla te digo que le va la marcha y que no le hace asco a nada, no hacía falta preguntar, no Lidia?
- No Brian, no hacía falta.
- Y seguro que te calientan todos los machos que ves, no?
Lidia miró a su marido al borde del pánico.
- Bueno, no es tan así…..
- Vamos Lidia, que te mueres por un par de machos como nosotros, no?
- Bueno, la verdad que son lindos pero soy una mujer casada y fiel, dijo Lidia tratando de no hacer enojar a los ladrones.
- Pero dime Mauro, ¿ tú eres celoso?, preguntó Largo
- No demasiado, dijo Mauro.
- Vamos, que si ella follara con otro te enojarías
- Pues sí, pero trataría de entender.
- Que buen marido que tienes Lidia. Debes cuidarlo mucho, dijo Largo riendo.
- Si, es muy bueno,contestó Lidia.
- Bueno, ahora te soltaremos para que nos prepares un buen café, dijo Brian y uniendo el dicho al hecho procedió a desatarla. Lidia, con los brazos entumecidos, se levantó y fue a hacer lo que le habían pedido. El comedor estaba integrado a la cocina, así que estaba a la vista de todos.
Silenciosamente preparó el café, mientras los muchachos no le perdían mirada a su cuerpo.
- ¿ Sabes, Brian, no termino de definir si está fuerte o no, y es que esa ropa no ayuda demasiado.
- Si, la verdad que cuesta adivinar. Dime Mauro, ¿ Tu mujer siempre se viste de monja?
- Es muy recatada, dijo Mauro. Lidia temblaba. Tenía puesto un vestido hasta debajo de las rodillas y suelto, como acostumbraba vestirse cuando estaba de entrecasa. Realmente nada podía verse de sus curvas, y hasta allí había estado tranquila, porque sabía que nada mas lejos que excitar a estos machos podía producir.
Largo se levantó y se dirigió al dormitorio del matrimonio. Luego de un rato volvió, sonriendo.
Ni Mauro ni Lidia entendieron nada. Pensaron que quizás había estado buscando cosas de valor.
Sirvió el café, el cual fue elogiado por los dos muchachos.
- Disculpa Mauro que no te dejamos cenar ni tomar el café, pero no queremos que pienses que puedes hacerte el héroe y nos obligues a matarte, dijo Brian entre sorbo y sorbo.
- Entiendo, dijo Mauro tratando de congraciarse con los invasores.
Terminado el café. Todos quedaron en silencio.
- Bueno, como parece que la noche va a ser larga, creo que es importante que nos conozcamos mejor, asi que Lidia, sobre la cama de tu habitación te dejé ropa para que te cambies. Queremos que seas una buena anfitriona y nos alegres la velada.
Lidia se quedo petrificada.
- No, pero……
Una mirada de Brian que amagó levantarse de la silla fue suficiente para que Lidia se callara.
- Vamos Lidia, complace a las visitas dijo Largo suavemente, piensa que si no quedamos satisfechos, tu maridito puede pagar las consecuencias.
Lidia agachó la cabeza y fue al dormitorio.
Sobre la cama, una tanga minúscula negra que su esposo le había regalado hacía años y que ella nunca se había atrevido a usar, y una remera corta tipo top del mismo color, ajustada al cuerpo y que no permitía usar corpiño. También se la había regalado su esposo, y tampoco la había usado nunca. Ahora no tenía escapatoria. Pero lo que mas le preocupaba era lo que vendría después. Cuando estos animales la vieran vestida así, el final se presagiaba malo para ella y su marido. Sus peores temores se confirmaban. Estos degenerados iban a violarla, con seguridad. Su marido no iba a poder impedirlo.
Se cambió, y al mirarse al espejo se sonrojó de la imagen sensual que el cristal le devolvía. Esa no podía ser ella. Era una imagen impactante. Quedó congelada sin animarse a salir del dormitorio.
- Lidia, te estamos esperando, y tu esposo comienza a ponerse nervioso, dijo Brian riendo.
Lentamente salió del dormitorio y caminó hacia el comedor.
Los jóvenes al verla llegar comenzaron a elogiarla con términos soeces.
- Madre mía, que cacho de perra que tienes en casa Mauro. Seguro que es una ninfómana, que ese cuerpo solo puede hacerse a base de sexo. Mucho sexo, dijo Brian silbando de admiración.
- La verdad Mauro. No se como puedes satisfacer semejante yegua. Realmente te felicito. Yo no podría, dijo Largo aplaudiendo.
Mauro la miró y un destello de furia brilló en sus ojos.
- Gracias por los elogios, alcanzó a decir, mientras sentía que su garganta se cerraba.
Brian sacó el celular y comenzó a fotografiarla desde todos los ángulos, y luego puso una melodía tropical. Cuando las música resonó en el comedor, le ordenó a Lidia que bailara.
Lidia, parada en medio de la habitación miraba a su marido, a los muchachos y sonrojada como un tomate, comenzó a moverse lentamente, sin poder impedir que sus melones se sacudieran voluptuosamente.
Brian se levantó y tomándola de la cintura comenzó a moverse con ella, y a cada momento le apoyaba su verga morcillona contra el trasero , provocando que Lidia se retirara velozmente. Largo se levantó y ubicándose frente a ella, le hizo un sándwich impidiendo que ella pudiera retirarse y ahora sentía la verga de Brian en su trasero y la de Largo en su estómago dada la diferencia de altura. Las dos se notaban largas y gruesas.
Pasó un buen rato en este menester, hasta que los muchachos volvieron a sentarse. Lidia estaba colorada y a su pesar excitada. Nunca la habían magreado dos hombres al mismo tiempo y jamás había estado en esta situación frente a dos machos que podían hacer con ella lo que quisieran. Sentía que se había mojado la tanga como nunca antes, y se sentía horrible por tener esos pensamientos sucios.
Brian se levantó y rápidamente tapó la boca de Mauro con la cinta de embalar, impidiendo que pudiera hablar.
- ¿ Que haces? Gritó Lidia, tratando de acercarse a su esposo, pero Brian le cortó el paso tomándola del cuello con una mano mientras que la otra se metió entre sus piernas.
- No lo creerás, Largo, pero la muy puta está toda mojada.
Largo se levantó y su mano reemplazó a la de Brian, y corriendo la tanga uno de sus dedos se ganó dentro de su vagina. Lidia gritó al sentirse violada.
- Tienes razón esta bien mojada, dijo mientras le tapaba la boca a Lidia con su mano libre, y su dedo seguía jugando con el sexo de la hembra. Lidia llorando se quedó quieta. Nada podía hacer frente a estos dos demonios.
- Mira Mauro, sin querer hemos calentado a tu mujercita. Como es nuestra responsabilidad, te la vamos a desfogar. No queremos que nos culpes de nada. Y para que veas que somos unos caballeros, dejaremos que estés presente y confirmes que nadie la ha forzado, además queremos tenerte cerca por si tu mujercita intenta algo o se hace la estrecha, dijo Largo exponiendo claramente una amenaza, mientras levantaba en brazos a Lidia y la llevaba al dormitorio. Brian, tomó la silla donde estaba atado Mauro y la arrastró hasta el dormitorio. Allí la ubicó en un ángulo desde donde no perdía detalle de los acontecimientos.
Largo tomó la cabellera de Lidia y tirándola hacia atrás se apoderó de su boca comenzando a meterle la lengua hasta la garganta. Lidia pataleaba pero nada podía hacer contra ese animal. Se cansaba y cuando se detenía a tomar aire, la mano del macho volvía a entrar en su vagina, comenzando otra vez la resistencia. Luego de 3 ó 4 veces, ya Lidia no tenía fuerzas y solo atinaba a lloriquear mientras el macho le metía mano a discreción, para terminar depositándola sobre la cama, y acostándose sobre ella. Nada podía hacer la hembra con esa bestia sobre su cuerpo. Además tenía miedo por lo que podía ocurrir con ellos si se seguía resistiendo. Sus piernas abiertas permitían que la verga del macho recorriera su sexo a través de la ropa de los dos, mientras sus manos magreaban sus tetas y su boca la dejaba sin aire. Sentía como si 10 hombres la estuvieran sometiendo. Su peor pesadilla, se estaba haciendo realidad. La iban a violar. Pero le sorprendió sentirse excitada en lugar de asustada. Hasta olvidó que su marido estaba mirando y que aunque sea por eso tenía que oponerse. Simplemente se entregó lentamente a la lujuria de los machos.
Brian que no perdía detalle del encuentro, comenzó a desnudarse rápidamente, quedando en pelotas y mostrando una erección atemorizante. Su verga estaba dura como una estaca. Largo lo miró y le guiñó un ojo. Luego se movió hacia el costado mientras continuaba magreando las tetas y la boca de la hembra, y dejando libre sus piernas, que frente a los acontecimientos Lidia dejó abiertas como si Largo aún estuviera entre ellas. Un brazo de Largo capturó una de ellas llevándola hacia su lado, asegurándose así que no fuera a cerrarlas, y Brian subiendo sobre la cama, se apoyó en sus rodillas, corrió la tanga pringosa de la hembra, y sin mas le clavó la cabeza de su verga. Lidia al sentirse penetrada se quedó congelada. Trató de alejarse, pero el peso de Largo sobre ella no le permitía moverse, y Brian seguro de la victoria, simplemente se dejó caer enterrándosela toda. Un gemido profundo salió de la hembra, pero ya era inevitable. La habían empalado en toda la regla. Ahora fue un vaivén sensual el que inició Brian, mientras Largo se retiraba para dejar a los tortolitos que gozaran en paz. Fue la boca de Brian la que ahora se apoderó de la boca de Lidia y sus manos las que se adueñaron de sus pezones duros y apitonados.
Lidia jamás se había sentido poseída de esa manera. Ella que no tenía iniciativa para el sexo había sido obligada a follar a lo bestia con un desconocido mientras su marido observaba todo. Era demasiado morboso. Demasiado. Tanto que sin darse cuenta comenzó a correrse como nunca se había corrido.
- Oye Largo, que la puta está acabando, dijo Brian riendo. Espera que ahí voy perra, dijo acelerando las arremetidas para comenzar a escupir semen en el fondo de su cuerpo. Ese líquido caliente sirvió para profundizar aún mas el orgasmo de la hembra que quedo al final, totalmente despatarrada.
Brian salió del interior de su cuerpo y se sentó en la cama. Atrajo a Lidia hasta el y le indicó que le limpiara bien la verga. Prácticamente le hundió la verga en la boca y allí quedó Lidia, en cuatro patas y chupando esa verga que la había satisfecho como nunca antes. Con los ojos cerrados, simplemente chupaba y chupaba como si fuera una autómata. No sabía ya quien era, donde estaba, con quien. Era simplemente un objeto sexual en carne viva que lo único que quería era dar y recibir placer. Se estaba poniendo al día.
Luego de un rato de este trabajo bucal , cuando la verga de Brian comenzaba a endurecerse, Largo se colocó a la grupa de Lidia y lentamente comenzó a clavarla. Su verga era un poco mas larga que la de Brian así que estaba seguro que la hembra la sentiría bien en el fondo. Lidia gimió nuevamente al sentirse penetrada pero siguió con al fellatio hasta que sintió que el cuerpo de Largo chocaba con el suyo, y luego tuvo que apoyar las manos bien en la cama para impedir que los empujones del macho la hicieran caer. Era un verdadero semental. Empujaba como una locomotora.
En esa posición Largo comenzó a jugar con su culo. Usaba el semen de Brian para lubricarle el agujerito virgen y meterle primero un dedo y luego dos, frente a los gemidos y quejas de la hembra que con la verga en la boca no podía hacer demasiado. Cuando quedó conforme con su trabajo, se retiró y le hizo una seña a Brian, quien también se levantó. Rápidamente Largo se acostó en la cama y trayendo a Lidia que no entendía lo que pasaba le indicó que se sentara sobre su verga. Lidia ubicó una pierna a cada lado del macho, tomó esa verga distendida y furiosa y la acomodó en la entrada de su sexo, para luego dejarse caer y empalarse hasta el fondo. Una vez clavada, Largo la atrajo hacia adelante volviendo a apoderarse de sus tetas y su boca, y le dejó el campo orégano a su socio, quien ni lerdo ni perezoso, se ubicó a la grupa de la hembra y con su dura herramienta le puerteó el culo enterrándola la cabeza, ante los gritos desesperados de Lidia que fueron acallados por la boca de Largo. Lidia estaba desesperada. La estaban sodomizando. A ella. Que siempre se había negado. Dos desconocidos le iban a romper el culo frente a su marido. Imaginó la escena y un nuevo orgasmo la barrió por completo dejándola semiinconsciente. Y fue en el peor momento. Cuando ella se aflojó Brian la enculó con todo lo que tenía. Hasta el fondo.
- Ahh estoy adentro de esta puta hasta las pelotas, que placer, que culito estrecho que tiene la zorrita, decía Brian comenzando un pistoneo salvaje.
- Tranquilo Brian que yo también quiero probarlo, despacio, no lo rompas, decía Largo que se había quedado quiero para facilitar la sodomización y ahora lentamente comenzaba a follarla de nuevo.
Lidia mientras tanto iba de orgasmo en orgasmo. Sentía que estaba a punto de morirse. Nadie podía gozar tanto sin morirse. Le habían enseñado que todo esto era sucio y ahora descubría que le gustaba y que gozaba como una puta. No, como una puta no. Como un tren cargado de putas. Miraba a su esposo atado y amordazado, allí cerca suyo, y ni así podía disimular el goce que le producía la situación.
Pasaron varios minutos hasta que por fin Brian se corrió dentro de ella. Desmontó y se la dio para que la chupara mientras Largo salía de debajo de la hembra, para ubicarse a su grupa y aprovechando el agujero que había dejado la verga de Brian, meter la suya también hasta el fondo del culo de Lidia. Luego de unos cuantos minutos el también le regó el culo con todo su semen.
Los tres quedaron rendidos sobre la cama. Lidia agotada, se durmió casi de inmediato, mientras que los machos comentaban lo ocurrido.
Una hora después, la volvieron a despertar y siguieron dándole caña por todos los agujeros. Largo se corrió en su boca y la obligó a tomarse todo el semen. Brian le acabó en la cara y en las tetas. Los dos luego de darle todo lo que tenían, fueron por turnos a bañarse. Cuando habían vuelto a vestirse un mensajito entró en el celular de los malvivientes.
- Bueno, les agradecemos la hospitalidad pero lamentablemente tenemos que irnos. Espera 15 minutos y desata a tu esposo. No antes, porque te juro que volveremos. ¿ Entendiste ricura?
- Si, entendí.
Los muchachos juntaron sus cosas y se fueron como habían venido.
Lidia miró a su esposo, tratando de interpretar su mirada. El gesto era indescifrable.
A los 15 minutos se acercó le quitó la mordaza y lo desató. Mauro se quedó sentado como si estuviera vencido.
Lidia trató de que se recuperara.
- Mauro, mi amor, ya pasó, tenemos que olvidar lo ocurrido. Me forzaron a hacerlo y lo hice por miedo a que nos mataran, se justificó.
- Mi vida, contesto luego de un rato Mauro. No mientas. Te obligaron, es cierto pero gozaste como una puta. Jamás te vi disfrutar tanto del sexo como con estos dos cabrones. Desde el comienzo te morías por que te cogieran los dos, me di cuenta.
- No mi amor, no es verdad, mira….
- Ya no hables. ¿ Sabes lo que realmente me molesta?
- ¿ Que cosa?
- Que no seas así conmigo en la cama. Solo eso. No me importa lo que hiciste con ellos. Me importa que jamás lo hiciste conmigo, a pesar de que te quiero y hace años que estamos casados.
- Perdona mi vida, te prometo que todo va a cambiar.
- ¿ Cómo va a cambiar?
- Si nos olvidamos de lo de hoy, te aseguro que seré otra mujer. Seré en la cama todo lo que tu quieras. Voy a enloquecerte y deslumbrarte te lo puedo jurar.


EPÍLOGO

Unos días después Mauro, estaba sentado en un bar tomando un café.
- Hola Mauro, como anda todo?
- Bien, de maravillas
- Y tu esposa?
- Como nunca. Aquí tienen el dinero prometido, dijo entregándole a cada muchacho un sobre.
- Bueno, gracias. Aunque me da no se qué cobrarte por hacer algo tan placentero. No te ofendas pero tu mujer es una verdadera puta.
- Si ahora se liberó. No saben como me tiene. Cuando estoy en casa me la paso desnudo, dijo sonriendo.
- Pues entonces la inversión valió la pena.
- Si chicos. Gracias
- Bueno te dejamos, pero recuerda que si alguna vez tienes que hacer algún ajuste, estamos disponibles. Mas para tu mujer, dijo Brian, riendo.
- Lo tendré en cuenta, pero espero no volver a necesitarlos.
Los chicos se fueron y Mauro terminado su café, se levantó y se fue a su casa. Se estaba haciendo difícil vivir con una mujer que recién descubrió que le gustaba el sexo duro.

2 comentarios - Por las buenas o por las malas

cartilago72
excelente relato, por fin un relato atrapante, lleno de detalles y sin faltas de ortografia !!! te felicito
Darketo13
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