Entró por pinchazo y salió pinchada.

-¡Hola Juanchin! ¿y Mario? -
-Ya se fue. Hará unos 15 minutos.-
-¡Pero que bolúuuu!! Mirá que le dije que no se olvidara de que tenía que ponerme la inyección de antibiótico antes de ir al trabajo.-
Mario, ex colega y amigo de mi padre, me dio alojamiento en su casa durante un par de años, de mis estudios en la Universidad de Buenos Aires. No tenía hijos y tanto él como su esposa salían, todos los días, para trabajar en el centro de la ciudad. En la casa contigua se alojaba con el marido Lucía, la hermana de Mario mucho más joven que él. Contaba unos 24 -25 años y era realmente atrayente, de hermosas facciones y un físico simplemente impecable. Morocha de cabello lacio largo peinado, casi siempre, tipo “cola de caballo”, de ojazos verdes, alta, con seno, cola y piernas para “exposición”. Toda vez que la veía mi cerebro giraba como trompo enloquecido en mi cabeza como en ningún caso me había sucedido en mis 21 abriles, pero nunca, hasta esa mañana, me atreví a tantear el terreno y “calibrar las defensas” con vistas a un ataque erótico.
Lucía había entrado, como siempre, por la puerta que comunica, los patios de ambas viviendas, liviana de ropas (un vestidito con escote, manguitas cortas y pollera breve que a duras penas le cubría la cola), era un día caluroso de noviembre, jeringa descartable y ampolla de medicamento en mano. Yo estaba preparando los exámenes finales, por eso me quedaba mucho tiempo en casa estudiando. Como suele decirse, al aparecer Lucía, “vi luz y subí”:
-¿Si es intramuscular, te la puedo dar yo? Intravenosa no me animo, pero intramusculares tengo varias docenas en mi haber.-
-¿No me digas? ¿Lo tuyo no es la ingeniería? –
-Si, pero como en mi familia, en Entre Ríos, mi hermana y yo aprendimos a dar inyecciones para no depender de enfermeras a domicilio o ir a una farmacia. –
-Como sea, no voy a pedirte a vos que me pongas la inyección.- dijo, ruborizándose.
-¿Por qué noo? Es un segundo y te evitas salir para ir a la farmacia que la tenés a 5 cuadras.-
-Ya estoy bien y es la última inyección; si no me la pongo no creo que pase nada.-
Al cabo de numerosos “dejame que..” y “vos no”, se advino al pinchazo. El algodón lo encontré en el botiquín de baño, junto al agua oxigenada, pero el alcohol estaba en el último estante de la alacena de la cocina. Munido de los dos elementos y cargada la jeringa con el remedio, Lucía, parada frente a la mesa del comedor, levantó el vestidito y puso a mi consideración buena parte de su culito redondo, pimpante “desabrigado” por lo exiguo de la tanga roja. Tragué saliva, sentí como mi anguila se sublevaba hinchando slip y pantalón short y como aumentaban mis pulsaciones, pero logré frotar el algodón embebido en la nalga derecha, inyectarle el medicamento y darle el frotado final. Lucía dejó caer la pollerita y, con las mejillas “incendiadas” balbuceó un comentario laudatorio:
-no me dolió para nada, Juan. La verdad tenía algo de temor,..¡gracias!!-
Como para tener un excusa para liberarse de la situación embarazosa, tomó la botella de alcohol, el algodón, la jeringa y la ampolla vacía y argumentó:
-voy a reponer todo en su lugar.- y se encaminó a la cocina.
Segundos después, escuché un barullo de cristales entrechocando y la voz ahogada de Lucía:
-¡¡Ahyyyyy!..¡por Dios se me cae toooodo! ….¡qué infeliz….!-
Al llegar a la cocina la encontré pegada a la mesada, en puntas de pies, con los brazos estirados hacia arriba, reteniendo una jarra y fuente de cristal para impedir que se estrellaran, desde el último estante de la alacena, en la mesada. Con esa postura, el vestidito corto se había elevado y dejado al descubierto, una buena porción de las nalgas.
-¡por favor ayudame Juan, mi cuñada me va a matar si le rompo la jarra de su abuela…!!..”
Me puse detrás de ella y no tuve más remedio que apoyarme, con mi bulto en su culito (impedido de moverse hacia delante por el freno de la mesada), para alcanzar, con ambas manos, las dos piezas de cristalería en peligro, para reubicarlas en el estante.
Lucía, bajó los brazos, libres ya de los utensilios en peligro, pero no movió su culo, ni a la derecha ni a la izquierda para separarlo de mi sexo introducido, generosamente, entre sus nalgas. Siguió quieta y sin girar la cabeza aún cuando bajé mis manos desde la alacena a sus tetas con los pezones erguidos y, mientras las acariciaba, le besé el cuello. Mi mano derecha se deslizó hacia abajo, palpó el ombligo a través de la tela fina del vestido. Siempre con la mano izquierda en su teta, la separé un poco de la mesada, y con la derecha, levanté la falda del vestidito y raudamente le comencé a acariciar la concha, arriba de la bombacha.
-..nooo…¿Qué haces?....sacá la mano..- murmuró, pero no opuso ningún obstáculo al manoseo íntimo.
La tomé de la cintura y, con ligera presión, en sentidos contrarios, de mis brazos la invité a girar el cuerpo. Leyó en mis ojos la intención, bajó los párpados y siguió callada hasta que aparté su bombacha lo suficiente para introducir mi mano y palparle la cachucha sin nada interponiéndose:
-…¡no hagas esooo!....no debes…no soy una de esas…- fue su queja a ojos cerrados.
Le cerré la boca con un beso largo y apasionado. Sentí que era correspondido hasta que interrumpió el boca a boca:
-..portate bien Juan ¿si?...soy casada …. - protestó débilmente, pero no rehusó nuevos besos con fruición y no puso reparos a que la levantara y, previo bajarle la bombacha, la sentara en el borde de la mesa del comedor. Suspiró variados “noo”...”eso nooo” con las nuevas caricias íntimas. Los dos sabíamos lo que ocurriría.
Separó las piernas. Con mi mano en la concha, ya sin el calzón interponiéndose, le susurré al oído:
-…tu cuevita es la que necesita mi abadejo, que anda alborozado. -
-..no debemos y vos lo sabes....Juan...somos amigos…eso lo hago con mi marido.-
- Cierto,...amigos somos y no dejaremos de serlo.....pero ¿quién apaga este incendio....eh?..- apreté con énfasis mi mano sobre su cachucha, que ya generosamente mojada, y agregué:
-....es un volcán tu conchita...ni hablar de mí nabo... un rato más y descose el pantalón. .....ni pienses que voy a dejar que te vayas de aquí, sin antes cogerte…-
-..¡Juan…no seas bruto! …¡no digas esooo!- Sin embargo Lucía flexionó y separó aun más las piernas ofreciendo el sexo, ya desbordada por el reclamo de la carne.
Le abrí el escote del vestido, desabotoné el corpiño y acaricié y besé sus hermosas tetas. Tenía los pezones petrificados por la excitación. Con su colaboración, extendió las piernas, le saqué la completamente tanga:
-... nena,....no aguanto más...te voy a coger ya..-
Me bajé short y slip y le apoyé la cabeza de mi verga a la entrada de la cueva. Se dejó caer de espaldas y levantó las piernas recogidas; quedó en la posición de pollo asado en bandeja. Al segundo, a lo sumo al tercer empujón, ya la había penetrado completamente. La cogí suavemente y ella me secundó con pasión suspirando, gimiendo, aprobando con ¡¡siiiii!!....¡asiiiiii!......¡que..buenoo..! Hice una pausa premeditada; Lucía se contorsionó protestando y suplicando...”...no seas maaalooo...” ”..por favor damee...” ”.....ponémela,...por Díooooosss..” Ya próximos al orgasmo, le tomé el clítoris entre dos dedos y se lo masajeé mientras seguía bombeando....le encantó, gimiendo mientras giraba frenéticamente la cabeza a diestra y siniestra. Acabamos en éxtasis, convulsionados por el deleite, primero yo eyaculando descontroladamente, pero sin dejar de pistonear aún, con mi verga, perdiendo rigidez, finalmente ella gritando y estremeciéndose bajo violenta exaltación de los sentidos.
Salí de dentro de ella que siguió acostada sobre la mesa en un estado de reposo físico, dejando los músculos en completo abandono y la mente, aparentemente, libre de toda preocupación. Al cabo de unos minutos se incorporó, bajó al piso, recogió su bombacha y amagó volverse a su casa. Se lo impedí rodeándola, desde atrás, con mis brazos y atrayéndola hasta pegar su cuerpo al mío.
- ¿Que pensabas que no te iba a dejar ir? - le dices al oído mientras le acaricio una teta con una mano y la ingle con la otra.
- Tengo que irme, Esto no debería haber sucedido. – murmuró sin forcejear para liberarse.
- Pero sucedió …. lo difrutamos … siento gusto a poco … vos también …-
Le fui levantando el vestidito hasta sacárselo por la cabeza, ella largó la bombacha que fue a parar otra vez al piso, le quité en corpiño, me saqué la remera y la llevé al baño. Para sosegarnos y mitigar el calor, nos dimos una ducha. Demás está decir cuales, partes de nuestros cuerpos, resultaron las más refregadas con jabón y enjuagadas. Como era de suponer, la excitación no demoró en reavivarse y en derrotar el cansancio. Esta vez fuimos a mi cama y nos devoramos con más ganas que en la mesa del comedor.
Los dos polvos fueron demasiado buenos como para no reincidir. Reincidimos una vez más ese mes de noviembre y, durante casi de un año, lo hicimos en su casa, en la del hermano y en hoteles, la mayor parte de las veces.
Con ella debuté en el sexo anal. Tenía soberbio culo, lo mezquinó pero al fin lo entregó.
Comencé a trabajar y continué con los estudios. Para ganar el tiempo de los viajes, me mudé en las cercanías de la facultad. Al no tener el contacto frecuente de la vecindad, los encuentros se fueron raleando y se terminaron definitivamente cuando Lucía encontró un nuevo amor y se separó del marido para formar una nueva pareja.

5 comentarios - Entró por pinchazo y salió pinchada.

MariaYute
La pasaste bomba, mejor dicho de primera, "bombeando" a la hermana de tu anfitrión.
Por curiosidad: ¿Aprobaste los exámenes?
mdqpablo
muy buen relato , exelente pluma , van pts y reco , feliz año