Siete por siete (180): Géminis (XIV)




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Compendio I


Por alguna razón, me sentí como un soldado imperial, llevando a las prisioneras al calabozo. Pienso que la actitud de Susana influyó bastante en eso.
“¡Marco, vos sabés que esto está mal! ¡Vos amás a Mari! ¿Por qué le hacés esto?” exclamaba muy preocupada, mirándome a los ojos, como si tratara de hacerme entrar en razón.
Curiosamente, bastaba con que ella se detuviera , algo que nunca hizo…
“¡Marco, ella es re linda, vos sos papá y tenés buen corazón! ¿Por qué le hacés esto?” preguntó desconsolada, cuando llegamos a la cima de las escaleras.
“¡Susana, créeme que pienso lo mismo!” respondí con un tono cargado de cansancio y resignación. “Para mí, Marisol es única y estoy perdidamente enamorado de ella… pero por alguna razón, esto le gusta…”
Nery contemplaba nuestro desgano en silencio. Susana podía ver que le era sincero, pero al igual que a mí, le faltaba procesar la lógica del placer de mi mujer…
“Pero… vos sabés… es tu dormitorio…” insistió ella, casi tan atada de manos como yo.
“En realidad, es un dormitorio como cualquiera.” Señalé, con mayor frialdad. “Ya te dije que la casa no es mía y me la prestó la compañía.”
En ese aspecto, pienso que Susana fue una buena amiga…
“Pero Marco… las nenas… tú y Mari…” volvió a insistir, pero también se resignó.
“Es solo una noche…” respondí, tratando de sonreír.
Y por supuesto, una vez que ingresamos a la alcoba, la tensión nos intimidó a los tres.
“¡No, esto está mal!” prosiguió Susana, caminando de un lado para otro, mientras que Nery y yo nos sentábamos en la cama. “¡Tenés que hablar con ella!”
“¡Susi, calláte!” exclamó finalmente su hermana.
“¿Qué decís?”
“¡Pará de actuar como una nena, boluda!” respondió, mirándola con seriedad. “¿Vos creés que a Mari le molesta todo lo que hemos hecho?”
Los 2 contemplamos a Nery perplejos, porque para ella parecía hacerle lógica lo que nos estaba ocurriendo y como era de esperarse, le hizo avergonzar.
“¡Mirá, bonita!... cuando vos dijiste que te habría gustado verme con Marco… no sé… me pusiste re caliente… porque las cosas que contaste vos… de cómo cogían en la playa y en el mar… me las podía imaginar, porque sos igual a mí… y cuando me dijiste que querías volver a verlo…”
“¡Calláte, Nery! ¡Te lo suplico!” interrumpió Susana, bastante tensa y descontrolada, sin parar de mirarme a mí ni a su hermana.
Nery le sonrió alegremente.
“¡Es que yo tampoco he podido de parar de pensar en él!” sonrió y me miró, tomando mi mano. “¡Marco, sos re lindo y me gustás un montón!... y no sé… si mi hermana es un poco parecida a mí… entonces…”
No era necesario que continuara, porque era clara la respuesta que Susana me daba con su mirada.
“Como les dije, las 2 me gustan.” Respondí halagado y tratando de mirarlas a ambas a los ojos, por lo que tenía que torcer la cabeza constantemente. “Y Susana, estoy muy enamorado de mi mujer y no la voy a dejar… pero entiende que a ella le agrada todo esto y yo, solamente dejo que me preste. Intenté conversarlo antes, pero no hubo caso y aquí estoy, para lo que ustedes quieran…”
Ellas se miraron, confundidas y riéndose…
“¿Qué decís?” preguntó Nery, con una sonrisa muy coqueta y llena de intriga.
“Que estoy aquí para ustedes. Por lo general, me gusta hacer el amor con una mujer… pero Marisol misma dijo que una oportunidad como esta no se me volvería a dar en lo pronto y no sé qué es lo que tienen en mente.”
Ellas se miraron con cierta complicidad, mas Susana aun ponía resistencia…
“¡Besáme!” dijo Nery, a pesar que se abalanzó sobre mí y me comió los labios, sin parar de sonreír.
“¡Nery!” exclamó Susana, en un tono entremezclado con envidia y sorpresa.
Fue en este punto donde Marisol empezó a vernos. Me contó que tras “el ataque” que le di en la cocina, recordó que su portátil y su Tablet habían quedado en nuestro dormitorio y fue así cómo, muy desesperada, tomó el portátil que uso en faena, abrió el programa y enfocó la cámara de nuestro dormitorio.
Honestamente, no me da la vanidad para hacer videos de nuestros encuentros amatorios. Pero la cámara en el dormitorio la ubiqué ahí, con el solo objeto de vigilar la casa desde forma remota.
En total, tenemos 4, que cubren el interior de la casa: una, que protege la entrada y el living; otra, que vigila el pasillo del segundo piso; la tercera, que cubre el dormitorio de las pequeñas y la que les menciono, que cuida el dormitorio principal.
La frecuencia está cifrada (por lo que los vecinos no nos deberían espiar) y el DVR almacena hasta 10 días, en formatos MPEG de 12 horas aunque sin sonido, los cuales son borrados automáticamente, a menos que se rescaten (algo que mi esposa aprendió a las primeras semanas…).
Y según recontaba mi esposa, se puso a vernos cuando Nery estaba sobre mí.
Recuerdo que su boca era muy jugosa y jugueteaba conmigo, entremetiendo su lengua en mi boca y deteniéndose para mirarme unos segundos, suspirar y volver a besarme, mientras que empezábamos a desnudarnos y desabrocharnos mutuamente.
Lo que más me marcó de esa situación fue escuchar la protesta grave de Susana…
“¡No, No! ¡Esto no está bien!” repetía de manera ocasional, con los ojos húmedos y un tono bastante decaído.
“¡Dejáme sacar esa pija hermosa, bebe!” exclamó repentinamente Nery, desabrochando mi pantalón y bajando para mirarlo.
En efecto, estaba alzado casi al máximo y al ver mi cabeza hinchada, me miró con mayor lascivia.
“Fuera Mari, te la chupo cada día…” dijo, antes de darle un cálido y tierno beso, envolviéndola en sus carnosos y húmedos labios e inspirando, para darme una mamada avasalladora…
Y aunque lo que sentía en mi falo era muy agradable, la mayor tensión la tenía al ver a Susana.
Esta se seguía quejando, cada vez más bajo, pero a su vez, se empezaba a acariciar su cuello con su derecha y su izquierda rozaba más y más despacio el contorno de su vientre, contemplando con bastante atención la manera en que la cabeza de su hermana subía y bajaba, lamiendo mi falo.
Empezó a caminar hacia atrás, hacia el sofá que tenemos en el dormitorio y me pareció que la terminó sorprendiendo más a ella su buen tino, de caer sentada en un lugar blando.
Más que nada, recuerdo sus ojos dilatados en extremo; sus labios parecían palpitar de hinchazón y que a ratos se mordían, como si estuviesen sedientos o hambrientos y de a poco, fue reclinándose, como si buscara un apoyo para su cabeza, cuando las caricias que daba a su cuerpo abandonaban la teoría para atender plenamente a la práctica.
Con la derecha, acariciaba su pecho, meneándolo de manera circular y aparentemente, apretándolos muy despacio. Con su izquierda, se levantaba la falda y tragué saliva al ver que llevaba un hilo dental, a través del cual, deslizó lentamente sus dedos, con la intención de tocarse y por la manera que cerró los ojos y miró al cielo, podía darme cuenta que estaba muy excitada.
Según Marisol, en cambio, me tenía a mí en la vista de la cama con Nery y que Susana fue desapareciendo de a poco de la pantalla. Me contó que Nery se encargaba de mi falo y de mis testículos, pero que yo apenas le prestaba atención, por lo que terminó cerrando los ojos y a lamerla con devoción.
Admitió que Nery era bastante buena masturbando, porque daba ráfagas de fuertes sacudidas con su mano, que si bien, no liberaban todo mi prepucio, parecía hinchar más y más mi cabeza.
Y entonces, cuando mi esposa parecía percibir las secreciones preseminales que a pesar de la calidad de la cámara, aun podía apreciarse su reflejo, que Nery me dio una sonrisa y la empezó a mamar con mayor dedicación.
Marisol me contó que a Nery también le encantaba todo, no solamente el glande y que lamía tanto el tronco como los testículos…
A esas alturas, mi esposa maldecía su suerte, por no haber preparado las cosas desde antes, ya que también había olvidado su consolador y que el huevo vaginal y sus propios dedos, a esas alturas, eran más molestias que una ayuda y necesitaba un pene con desesperación.
Pensó en bajar a la cocina y pescar una zanahoria, un pepino o incluso, uno de los biberones de nuestras pequeñas, con tal de poder rascarse a placer, pero la sola idea de perderse un solo segundo de lo que ocurría un par de habitaciones al lado le pareció una idea aberrante.
Posteriormente (y según ella, con bastante desesperación), consideró tomar el control remoto del televisor, un teléfono celular o cualquier otro aparato, con tal de poder rascarse, sin mucho éxito, porque “no eran tan grandes como lo que ella buscaba…”
Finalmente, y como “una verdadera desequilibrada” (Fueron sus propias palabras), hurgueteó en el equipaje de nuestras visitas, buscando algún tipo de consolador o dildo, que obviamente, no encontró, pero que esto hizo iluminar su memoria y recordar que en el dormitorio del lado (El de Lizzie), debía estar el consolador que ella usa y rápidamente, marchó a buscarlo.
En realidad, (Me contaría mi esposa tras la experiencia) no encontró el negro de baterías que ella anhelaba, pero sí encontró otro de los antiguos, de silicona y semi transparente, que daba sorpresivamente con mi tamaño y tras agarrarlo sin siquiera lavarlo, volvió corriendo al dormitorio y se sacó la mojada ropa interior.
A los 2 nos tomó por sorpresa ver a Nery alzarse, soltarse la falda y mostrar un calzoncito negro de encaje, que apenas bajaba de sus rodillas, con sus pechos hinchados e imponentes, para luego abrirse de piernas y ubicarse sobre mi masculinidad.
“¡No sabés, bebe, lo mucho que quiero probar esta pija!” exclamó Nery, con una mirada incandescente, entrecerrando los ojos a medida que me deslizaba entre sus labios vaginales, de una manera agradada, semejante a cuando se meten en una bañera tibia.
Y se fue deslizando, lentamente, sobre mi templada herramienta, mostrándose muy plena y excesivamente seductora.
Desde mi punto de vista, apreciaba sus pechos erguidos en excitación, mientras depositaba más y más de mi hombría en su interior, producto de la gravedad, cerrando los ojos placenteramente. Pero esto, para mí, era complementado por el hecho que acariciaba sus lisos cabellos, tratando de estirarlos y ubicarlos en torno a sus deliciosos senos, como si se tratase de una cascada oscura y resplandeciente.
Desde la perspectiva de Marisol, apreciaba solamente el acompasado movimiento de la respingada colita de Nery, cuyas caderas parecían mecerse de derecha a izquierda, para complementar la penetración y era un hecho para mi esposa que nuestra invitada se mecía con violencia y bastante ritmo en el asunto.
No hablamos en esos momentos, dado que Nery había cerrado los ojos y por la manera que se mecía de un lado para otro, buscaba su placer, mientras yo me tomaba solamente de su cintura.
Pero dentro de ese relativo silencio, empezó a surgir otro más líquido y rítmico, que no pude deducir su procedencia de esos momentos. Lo único que sabía era que era foráneo a los sonidos que habitualmente hace mi dormitorio.
“¡Miráme, Susi! ¡Miráme!” exclamó Nery, con una expresión de satisfacción angelical, a medida que sus embestidas se volvían más y más fuertes. “¿Entró toda?”
Tardó un poco en responder y de hecho, lanzó un breve gemido antes de hacerlo.
“¡No!... ¡Todavía… falta… un poco!” respondió Susana, de una manera casi ahogada…
La expresión de satisfacción de Nery era pacifica, por lo que le pregunté:
“¿Quieres que la meta entera?”
Su rostro pareció llenarse de espanto y sin darle tiempo para replicas, forcé su cintura con violencia y la ubiqué en la cama…
“¡No… esperá, bebe!... ¡Así, no!... ¡Así, noooo!” replicó ella, antes de afirmarse más fuerte.
Tal vez, sea machista de mi parte, pero en la cama, prefiero ir arriba. No niego que una mujer se contempla hermosa desde abajo, pero si quiero penetrarla a mi gusto, es casi una necesidad empírica para mí.
Tampoco se trató que me volviera demasiado brusco. Es cierto, incrementé la fuerza de la penetración, pero no lo suficiente para lastimarla o forzarla, sino que para irla disipando conforme mi avance expandía nuevos terrenos.
“¡No, bebe!... ¡No, bebe!... ¡Me vas a partir, mi nene!... ¡Me vas a partir!... ¡Qué gorda la tenés!”
Me pareció gracioso que la tenía abierta de piernas y levantándolas en un ángulo de unos 30 grados, posando mis brazos bajo sus rodillas, mientras me meneaba enérgicamente. Sus pies se mecían como péndulos y sus pechos se sacudían como verdaderos flanes, mientras que el sudor comenzaba a aparecer copiosamente en su frente y su vientre.
Para un momento, las palabras se fundieron en monosílabos gruñidos e inteligibles escapes de aire, mientras que su interior se iba extendiendo más y más e inevitablemente, un poco antes que mis testículos empezaran a rozar su cuerpo, encontré un “tope” en mis movimientos…
“¡Pará, Bebe!... ¡Pará!... ¡Me vas a matar!” suspiraba ella, clavándome las uñas desesperada por la espalda.
Proseguí embistiendo su útero, obstinado en meterla completamente y a pesar que sus protestas comenzaron molestas, se volvían más y más melosas…
“¡Qué pija, bebé!... ¡Qué pija!... ¡La de Toño ni te iguala!” señaló, lo que me llenó de cierto orgullo y por lo que mis embestidas se volvieron mucho más fluidas.
Marisol recuerda que a pesar de la falta de sonido, aun podía escuchar los quejidos de Nery desde el dormitorio donde ella se encontraba y a pesar que se estaba masturbando frenéticamente con el consolador que nuestra niñera empleaba, le preocupaba que nuestras hijas despertaran con el ruido, a pesar que muchas de nuestras “invitadas” han sido tan o más bulliciosas que ellas y las pequeñas han dormido plácidamente.
Eventualmente, la pude deslizar hasta el fondo y Nery parecía estar en un carnaval: podía sentir parte de sus convulsiones, mientras nuestros cuerpos colisionaban, mis testículos deformaban parte de ese trasero perfecto y me endurecía más pensar lo mucho que lo ella quería por detrás.
“¡Nery, ya no aguanto más!” le mencioné, durante una de mis estocadas, mientras que ella me apretaba firmemente a su rostro.
“¡Acabá, querido, acabá y llenáme de lechita!” suplicó, en un tono que me desbordaba de calentura.
Y el orgasmo que alcancé fue uno de los más profundos, porque sentí cómo literalmente me vaciaba en el interior de Nery, con la respiración agotada. No me cupo duda que ella sintió también un orgasmo tremendo, al percibir parte de la presión ocasionada por mis cálidos fluidos envolvía también mi dilatada herramienta y se entremezclaban con sus jugos.
Su actitud, casi desvanecida y agotada, era maravillosa y con un último gran esfuerzo, logré girarla para que su cuerpo reposara sobre el mío.
“¡Qué pija tenés, bebe! ¡Cuánta lechita!” me prodigaba con una voz mimosa y besos tímidos en la mejilla.
Para Marisol, en cambio, fue más espectacular: las piernas de Nery, que mientras antes colgaban con mayor energía, ahora reposaban lacias. Pero lo que más le gustaba de todo era reconocer que el trasero que bombeaba del otro lado de la pantalla era el mío y de las muchas veces que lo ha apretado y mordido.
Debieron pasar unos 10 o 15 minutos, cuando pudimos despegarnos. Todavía me sentía cansado y quería tomarme unos minutos, cuando Nery se retira y detrás de ella, aprecio a Susana, de piernas abiertas y tanga abajo.
A mi esposa llegó incluso a asustarle, dado que se había perdido de la cámara y también se sorprendió cuando se abalanzó sobre mí.
Sus besos fueron apasionados con desesperación y conscientemente, rozaba su cuevita sobre mi herramienta.
“¡Andá, querido! ¡Metémela también!” suplicó ella, tomando mis manos para que le agarrara de sus nalgas.
Nery, en cambio, solo se reía…
“¿Ves, bonita, que también te gusta su polla?”
Se miraron y se sonrieron y la misma expresión con la que empezó a bajar Nery, se plantó en la cara de Susana.
Sin embargo, no puedo evitar hacer comparaciones: mientras que con Nery, la penetración era más rápida y efectiva, Susana estaba mucho más apretada, a pesar que la noche anterior ya habíamos practicado juntos.
Por otra parte, encontraba más suave la piel interior de Susana, pero la que más se mojaba era Nery y si comparo la calidad del acto sexual, es un empate.
Mientras que Nery es más coqueta y seductora, había momentos como ese, que la abstinencia de Susana parecía tornarla en una verdadera puta, haciendo que el sexo fuera más brusco.
Para ella, por ejemplo, no le bastaba con su peso para que la fuese deformando, sino que además, meneaba con mayor fuerza las caderas, casi forzándose a sí misma la penetración, algo que por poco me termina sacando el aire.
Por otra parte, salvo su tanga que aún permanecía enredada en su pierna izquierda, seguía vestida con falda y su blusa blanca, que nuevamente, me motivaba a desnudar.
Y sin importar que sus pechos no eran tan grandes como los de Nery, seguían viéndose apetitosos y sensuales, ante el maravilloso contraste de su piel bronceada con el tono blanquecino natural.
Marisol, en cambio, disfrutaba con las fuertes embestidas que Susana me propinaba y que realmente le parecían una vaquera dominando un caballo…
Para cuando entró toda en el cuerpo de Susana, ni siquiera pude notarlo: todo era un mundo de sacudidas, de besos y de guiar mis manos a acariciar las cuidadas redondeces de esa maravillosa compañera.
“¡Susi, sos tan violenta!” escuchaba lejana la queja de Nery, que mientras nos contemplaba, aprovechaba de tocarse.
“¡Metéla más, papito! ¡Metéla más! ¡Más duro! ¡Más duro!” replicaba Susana, con bastante insistencia.
Me fue incitando e incitando, hasta que tomándola de un fiero beso, la ubiqué al lado de su hermana, acción que reveló la misma expresión pavorosa que su hermana minutos antes manifestó…
“¡Se la vas a clavar!” exclamó Nery, impresionada.
Y los gemidos que siguieron mi esposa también los escuchó…
Las gemelas estaban estáticas, lado a lado, rozándose brazo con brazo…
“¡Nery, me está partiendo! ¡Mirá cómo me parte!”
“¡Lo sé, nena, lo sé!” respondía su gemela, apretujándose los pechos.
Y ver a ambas, me sumergía en una calentura bestial: tomé las piernas de Susana, pero en lugar de dejarlas estirar, las flexioné, casi armando un ángulo de unos 60 grados con su tronco.
Según mi esposa (que nos veía de espalda), parecía una especie de águila, alargándome y encogiéndome con cada movimiento y afirmándome como si mi vida dependiera de ello de su cautivador trasero.
Por supuesto, tras la corrida anterior y en general, por la actividad de los últimos días, el segundo orgasmo tardó más en llegar y la acabada que me dio, tras el constante ajetreo, hacia latir la cabeza de mi glande e incluso, me hizo sentir levemente mareado.
Por su parte, las gemelas se veían… pues… idénticas: despeinadas, sudorosas y con unos ojos luminiscentes de lascivia.
Inclusive, a pesar que había penetrado ahora a Susana, Nery se veía tan o más cansada que ella, con sus manos empapadas de sus propios jugos vaginales y tanto sabanas como frazadas eran un verdadero desastre, con un estridente olor a cuerpo, sexo y transpiración en general.
“¡Qué cogida, bebe! ¡Sos una bestia! ¿Cómo podés garchar tanto?” preguntaba Nery, mesmerizada por el hecho que todavía me mantenía soldado a su hermana.
Susana, en cambio, se veía más relajada y sin siquiera dudarlo, me atrajo a sus labios…
“¡Te quiero, cariño! ¡Te quiero!” fue lo único que me dijo, mientras me dejaba recuperar el aliento…


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1 comentario - Siete por siete (180): Géminis (XIV)

Linacho2012
simplemente sin palabras...exitado y pajeadame sin parar...muy buen relato. van 100 puntines!!!
metalchono +1
¡Muchas gracias! Espero que hayas "acabado" muy satisfecho.
Linacho2012
@metalchono quiero ver mas..hay plasticola para rato