Encuentro con María (día3)

María – Juan, harías el desayuno mientras me visto?

Yo – por supuesto, bebé

Puse la cafetera eléctrica, mientras preparaba unas tostadas, cuando estuvo listo, llamé a María. Salió de la habitación y si no hubiera estado sentado, me caía de culo al suelo; se había vestido con una camisita blanca apretada que resaltaba los pechos, se alcanzaba a ver el sutien color piel con encaje, una minifalda gris, a medio muslo, medias finas negras y zapatos negros con taco, en el brazo traía colgando un saco haciendo juego con la minifalda, coronaba todo unos lentes ovalados que la hacían aún más deseable.

María - ¿Qué pasa?, ¿acaso no querés tener una secretaria?

No me pude contener y fui a besarla, pero no me dejó porque se iba a correr el lápiz labial, desayunamos, no podía dejar de mirarla, estaba despampanante. Salimos rumbo a la bodega, ella se había metido totalmente en el personaje, llevaba una libreta de anotaciones.

Cuando llegamos me presenté al gerente, que se quedó babeando mirando a María, me llevó al centro de cómputos y nos dejó solos. En el camino desde la oficina hasta el centro de cómputos, tanto hombres como mujeres se dieron vuelta a mirar a ese minón que me acompañaba.

Sin demora me puse a trabajar, le dí una de las maquinas a María, para que no se aburriera, pero ella tenía otros planes, se sentó a mi lado y cada tanto, me besaba en el cuello, o me abrazaba desde atrás, realmente era un gusto trabajar así. Almorzamos en el comedor de la bodega, comen primero los operarios y después los administrativos, María no me dejó levantarme y ella me trajo una bandeja con el almuerzo. Comimos entre miradas y sonrisas; seguimos trabajando hasta que a las 18 horas se estaba retirando todo el mundo; la secretaria del gerente nos informó que ya se retiraba, que teníamos permiso de quedarnos, y que el personal de seguridad se daba una vuelta cada tanto.

La secretaria era una mujer de unos 28 o 29 años, morocha, alta; de esas mujeres que no pasan desapercibidas, miró a María con algo de envidia. Se fue y a los minutos María empezó a hacer de las suyas.

María – jefe, sabía Usted que estamos solos acá?

Yo – Si, por?

María – es que su secretaria esta muy cansadita, y necesita que Usted, le haga unos masajitos en los hombros – María entró en mi campo visual, en sutien; se había sacado la chaquetilla y la camisa, el frío del lugar había hecho que los pezones se le endurecieran.

Me hice para atrás en la silla, y ella se sentó de espalda en mis piernas, empecé a apretar suavemente, la espalda, desde la columna, subiendo hasta el cuello y de ahí hacia los costados, María suspiraba del gusto de los masajes; estuvimos un rato así, María bajaba la cabeza y me dejaba la nuca a mi disposición, yo aprovechaba a acariciarla e ir calentándola.

Se levantó de mis piernas y corriendo el teclado y las demás cosas que habían en el escritorio, se sentó, enfrente mío, con las piernas abiertas, debajo de las medias, se veía una tanguita transparente, se veían perfectamente los labios de la concha; sin esperar, me fui a besar toda la zona, a pesar de las medias y la tanga que me impedía hacerlo directamente sobre la piel.

María echaba la cabeza hacia atrás, mientras mordisqueaba los muslos; hasta que se levantó y se sacó las medias junto con el tanga, ambos estaban empapados. Con cara de picardía, me los metió en la boca, se agacho y me desprendió el pantalón, me los bajó hasta donde pudo, mi pija salió como resorte, se la metió en la boca, la ensalivó bien, y se sentó de frente a mi con las piernas abiertas, mi pija entró en la concha como cuchillo caliente en manteca.

Prácticamente fue ella la que me cogió a mí, movía la cadera como una batidora, con movimientos erráticos; me abrazó y pegó mi cabeza en el canal entre sus tetas, y mirando al techo, soltó un gemido largo y ahogado. Sentía como los jugos de María, iban bajando por mis bolas hasta que los sentí en el culo y mojaron la silla.

Se salió de arriba mío, y mi pija estaba todavía a full, brillante, ella no dudo en empezar a chupármela, en cada bajada de su cabeza, se la metía mas adentro, hasta que sentí como su nariz tocaba mi abdomen, la dejaba unos segundos en la garganta y la sacaba, tomando bocanadas de aire. En una de las veces, soltó una cantidad de saliva tremenda, la juntaba con las manos, para no ensuciarme la ropa; hasta que no pude más y ella sin duda sintió como la pija se me hinchaba, se la volvió a mandar al fondo y ahí acabé.

Me tiritaba todo el cuerpo, estiré las piernas, arquee la espalda, fue una acabada como pocas veces he tenido, María no dejó de chupármela hasta que empezó a deshincharse en su boca. Se limpió con un pañuelo de papel y me miró con una carita que no me voy a olvidar más.

Nos arreglamos la ropa como pudimos y nos fuimos a la cabaña; llegamos y María se fue a dar una ducha. Mientras lo hacía, fui hasta la cabaña del encargado y le pregunté por una camilla de masajes, fuimos hasta el deposito y me dio una plegable. La armé en la habitación, apague las luces y prendí varias velas aromáticas, cuando María salió del baño con la bata, vio todo lo que había preparado, sin decir nada, se sacó la bata y se recostó en la camilla.

Me puse aceite para masajes en las manos y empecé por su cuello, hombros, me entretuve bastante en los brazos, en los costados del torso, cerca de las tetas, que subían y bajaban por la respiración. Cuando María estaba relajada, me puse mas aceite y me dedique a sus pechos, los dos a la vez, los agarraba de la base, los apretaba muy suave, terminando en un leve pellizco en los pezones.

Seguí por su abdomen, haciéndola desear, me fui a sus pies, las plantas de los pies son infinitamente sensibles, con los pulgares las fui masajeando, subí por los tobillos, las pantorrillas, seguí subiendo con las dos manos en el mismo muslo, llegue hasta casi la conchita, que se la veía brillante, María hacía un gran esfuerzo por no moverse, antes de dedicarme a la conchita, la hice darse vuelta.

Boca abajo María era un gran deleite para los ojos, nuevamente dejé lo mejor para el final, nuca, cuello hombros, espalda, piernas, María estaba con una calentura que ya no veía; era precisamente lo que quería; llegué a su concha, y metí los dedos, se me mojaron más de lo que ya los tenía, largos gemidos salieron de la garganta de María. Con el frasco de aceite eche un chorro en los glúteos, despacio fui deslizando los dedos por el medio de las nalgas, llegando por primera vez a agujerito tan deseado, le pase los dedos en círculos.

Puse la bata muy doblada debajo de su pelvis, para que el culito quedara expuesto, puse más aceite, y haciendo presión fui metiendo una de las falanges, María se quejaba, lo saque, puse mas aceite y volví a intentar, esta vez María no se quejó y mi dedo estaba hasta la mitad, antes de seguir, con la otra mano, le froté el clítoris, María ya no se contenía, gemía como loca; mientras estaba distraída con lo que le hacía en la concha, el culito ya se había comido todo mi dedo.

María – ahhhhh, no doy maaaaaassssss

Yo – te gusta lo que te hago?

María – me encanta, pero se a donde va esto, vos querés metérmela en el culo.

Yo – Si, pero si querés, me vas a tener que pedir que te haga la colita.

María – mmmmmm, a ver, mové un poquito el dedo.

Lentamente lo fui sacando y volviendo a meter, María estaba muy relajada por los masajes, sin decirle nada, uní otro dedo y los fui metiendo juntos.

María – no seas tramposo, eso no es un solo dedo, pero seguí despacio ¿si?

Yo estaba absorto en ese orto (jejejejejeje), puse un poco más de aceite, y los dedos se fueron al fondo.

María – ahhhhhhhhhh, mmmmmmmmmmmm , si vas a ser muy suave, proba con la pija, pero muy suave.

Yo – me estas pidiendo que te la meta por el culito bebé?

María – si metémela toda, no aguanto más, quiero tener tu pija por donde sea, dale, me tenés recaliente.

Le baje las piernas de la camilla, y se las dejé colgando, le separé las nalgas y ahí me estaba esperando el culito, ya preparado para que lo invadieran por primera vez. Puse la punta de la pija contra el anillo, e hice un poco de presión, el culito de María se comió la cabeza de mi verga, María gimió.

María – despacio amor, no me hagas daño.

Yo – mmmmmm Bebé, me quedo quieto hasta que tu culito se acostumbre a tenerme adentro.

María, fue la que dio el próximo paso, poco a poco empezó a mover la cadera, metiendo y sacando unos centímetros mi pija, yo me quedé completamente quieto, era ella la que se iba incrustando mi pija en la cola.

María – ahhhhhhh, que grande la siento, falta mucho para que entre toda?

Yo – no Bebé, ya casi esta, falta muy poco, la querés toda?

María – me esta matando, pero metela toda, dale antes de que me arrepienta.

Los dos al unísono, nos movimos en direcciones opuestas, mi huevos se estrellaron contra sus nalgas.

María – ahhhhhhhhhhhhh, quedate quieto un rato, te siento muy adentro.

Yo – te molesta?, si querés la saco Bebé

María – no, no dejame que me acostumbre.

Bajé mi mano hasta la conchita, y mojé los dedos con los jugos que de ahí salían, me puse a frotarle el clítoris, y María se termino de relajar, y se empezó a mover debajo mío, sacándose y metiéndose la pija ella sola, hasta que no aguante más y empecé un bombeo frenético, la sacaba casi toda para volver a clavársela entera. María gemía de placer, mis dedos acariciándole la concha la estaban llevando a un camino sin retorno al orgasmo; que no tardó en llegar, María gritó y se desparramó sobre la camilla, si no hubiera estado, caíamos al suelo, las piernas le flaquearon. Dí unas bombeadas más y me quedé con la pija bien clavada, descargando chorro tras chorro de leche en el culito.

María cuando sintió ese líquido caliente invadir sus entrañas, se tensó y tuvo otro orgasmo, no tan fuerte como el anterior. Me quedé sobre su espalda quieto, respirando agitado, hasta que mi pija se salió sola del culo, María no se podía ni levantar, la ayudé y nos fuimos al jacuzzi, lo llené y nos metimos. En todo el trayecto al baño, goterones de leche caían del culito de mi amante; una ves en el jacuzzi, me tomé mi tiempo para bañarla, con mucho cariño, me había hecho un gran regalo, la virginidad de su culo, así que quería recompensarla.

Fui dedicándome a todo su cuerpo, cuando llegue al culito, fui muy delicado, maría me miro a los ojos.

María – ni se te ocurra meterme nada, me lo destrozaste.

Yo – te duele?

María – es mas un ardor que dolor, pero ahora dejémoslo descansar, que para ser la primera vez, te dejé hacer lo que quisieras.

Yo – pero con todos los masajes que te hice, no me lo gané?

María – mmmmm, si, pero me vas a volver a hacer esos masajitos ¿si?

Yo – si querés terminar de nuevo con la cola rota? Jajajajajajaja

María – malo, masajes y veo como te los pago.


Nos besamos y nos fuimos a dormir, al día siguiente en la bodega, llega la secretaria, recién ahí me enteré que se llamaba Silvana, me dijo al oído:


Silvana – señor Juan, sabía usted que en este cuarto hay cámaras de seguridad, mire – dijo señalándola.

Yo – no, no sabía, ¿por?

Silvana – agradezcan que llego antes que todos, y borre todo lo que grabaron ayer a la tarde.

Me puse rojo como un tomate, en eso llegaba María con dos cafés.

María – que quería “esa”, que te pusiste colorado.

Yo – nunca nos percatamos que acá hay cámaras de seguridad, mira – dije señalándola con un lápiz.

María – y eso es lo que te dijo la secretaria esa.

Yo – si, que se encargó de borrar las grabaciones.

Esa tarde, teníamos que sacar unas fotos de los viñedos contra la montaña, con la puesta de sol, así que le dije al gerente y la secretaria muy solicita, se ofreció a llevarnos en una de las camionetas de la empresa. El recorrido fue largo, llegamos a un lugar increíble, sacamos las fotos y antes de regresar:

Silvana – vos no sos secretaria ni asistente ni nada, ¿o me equivoco? – le dijo a María a quemarropa.

María – y a vos que te importa.

Silvana – en la grabación se veía perfectamente que estaban teniendo relaciones, bah, estaban cogiendo.

Yo – y que es lo que querés?

Silvana – quiero verlos coger, me calentaron mucho cuando vi la grabación y quiero verlos en vivo, a cambio de mi silencio.

María – démosle un lindo espectáculo ¿querés?, total, ya nos vio en la oficina.

Silvana sacó unas mantas de una bolsa en la caja de la camioneta, y las extendió, nos subimos y con María empezamos a besarnos, no hacia mucha falta calentarnos, porque la mirada lasciva de Silvana ya nos calentaba, metí una de mis manos debajo de la falda de María, tenía la tanga toda mojada, ella me empezó a bajar los pantalones sin dejar de besarnos; debajo de los boxers se notaba mi pija a full.

María se agacho metiéndose mi pija en la boca, mientras miraba a Silvana, que se había sacado los pantalones y con las piernas abiertas se masturbaba furiosamente, a María esto la debe haber excitado mucho, porque poniendo las manos detrás de mis piernas, me impulsaba para metérsela en la boca hasta el fondo.

Silvana empezó a gemir y se retorció en un gran orgasmo, se arrodilló al lado de María y solamente con la mirada, le pidió mi pija para chuparla, estuvieron un rato chupándola entre las dos, sino fuera por la gran actividad sexual de la semana, había largado la poca leche apenas empezaron a chupar a dúo.

Cuando no pude más, puse a María de espaldas y le levanté las piernas y sin pausa se la metí toda hasta que nuestras pelvis se juntaron; Silvana nuevamente estaba pajeándose, con una mano se frotaba el clítoris y con la otra se metía dos dedos en la concha.

Yo estaba enfrascado en un mete y saca frenético, me cansaba mucho mantener esa velocidad, pero la sensación que me transmitía la conchita apretada de María lo valía, a ella también se ve que le estaba gustando, se pellizcaba los pezones sobre la ropa hasta que se tensó y tuvo un orgasmo, Silvana me empujó para sacarme de adentro de María y como queriendo competir con María se la metía también al fondo, pero a ella le daban arcadas, estuvo así hasta que no pude más, le agarré la cabeza y empecé a bombearle, hasta que acabé con la pija metida bien en la garganta; toda la leche que tenía fue directamente al estómago de Silvana.

Silvana – ufffff, que bueno, como me gustó verlos, tuve unos orgasmos buenísimos.

María – me alegro que te haya gustado, para nosotros fue muy placentero-

Yo – Si, me dejaron destruido.

Mientras nos acomodábamos la ropa, Silvana abrazó a María y le dio un beso con lengua, María se sorprendió al principio, pero no hizo nada por separarse.

Silvana – sexualmente prefiero a las mujeres, pero a veces también me saco las ganas con algún hombre, y vos me gustas – le dijo a María.

María – gracias por el piropo, pero a mi me gustan los hombres.

Yo – bueno que tal si volvemos ¿les parece?

Silvana acomodó todo en la caja de la camioneta y regresamos a la bodega, el personal ya se había ido, Silvana se quedó con nosotros hasta que nos fuimos.

Llegamos a la cabaña y saque de la heladera un champán, llené el jacuzzi y nos metimos, le dí unos suaves masajes a María, que con lo cansada que estaba, más el champusito que tomamos; apenas salimos, ella se fue a descansar, iba media mareadita.

La dejé un rato largo para que se durmiera profundamente, con mucho cuidado, le puse un pañuelo de seda tapándole los ojos, y con los cinturones de toalla de las batas, la até a los esquineros de la cama; apagué la luz y me quedé frente al fuego, pensando en lo loca que era esta aventura.

Al rato, cuando María se quiso mover y no pudo, se alarmó.

María – juaaaaann, ¿que pasa?

Yo – la nena se ha portado mal así que esta castigada.

María – mmmm, y como me vas a castiga?

Yo – con placer, mucho placer bebé.

María – estas seguro que va a ser un castigo eso?

Sin contestarle, le pasé muy suave la punta de mi dedo por el cuello, bajando apenas, dibujando la redondez de los senos, María tiraba de las ataduras, pero no se iban a soltar. Me acomodé encima de ella, y con la pija bien dura, se la pasaba por toda la hendidura, sin metérsela; María subía la cadera para que se la metiera, pero no estaba en mis planes, por lo menos por la próxima hora.

Sin tener contacto físico, le rocé los labios, ella buscó el beso y no llegó, le besé el abdomen, bajando hasta casi el monte de Venus y me separé, me fui a sus pies; María realmente tiene unos pies muy bonitos, pese a que no tengo el fetiche de los pies, son muy delicados, da gusto jugar con sus deditos; pasé la lengua por la planta y ella se retorció, repetí la operación con el otro con el mismo resultado. Subí por sus piernas, alternando la derecha y la izquierda, no llegue hasta el preciado centro, sino que me detuve y me separé, esperando alguna reacción.

María – mmmmmmm, como me estas haciendo sufrir, seguí torturándome AMOR por favor.

Yo – puedo seguir por horas, y me vas a pedir que te vuelva a hacer la cola bebé.

María – por como estoy, me podes hacer lo que quieras que no te voy a poner “peros”.

Yo – entonces, te voy a amordazar, quiero escuchar solamente tus gemidos.

Le tapé la boca con otro pañuelo y ahora si me dedique a hacerla sufrir en grande, nuevamente sin otro contacto que mi lengua en su concha, la moví de arriba abajo, y a los costados, dando vueltas por alrededor del clítoris. María trataba de gritar, pero la mordaza se lo impedía. Cuando se retorcía por la cercanía del orgasmo, paraba y le soplaba, para cortárselo, lo repetí varias veces, hasta que tenía el clítoris tan sensible que hasta con un soplido la iba a hacer acabar.

Fui a la heladera y traje dos hielos, tomé uno y le dibuje el contorno de pezón de cara teta, María gemía como si estuviera llorando; tracé una línea desde el centro de su pecho hasta la conchita, dejando un rastro de agua, le puse el hielo en el clítoris, ella se revolvió en la cama, balbuceaba algo que no entendí, pero seguí jugando, María seguía gimiendo bajito.

Cuando el hielo estaba chiquito, se lo mentí en la conchita, María volvió a gemir fuerte; balbuceaba nuevamente, le saque la mordaza.

María – ahhhhhhh, mmmmmmm, haceme acabar, por favor, no doy mas.

Yo – te doy un orgasmo, pero ¿a cambio de que?

María – de lo que quieras, ¿querés metérmela por atrás de nuevo?, me duele, pero te dejo, con tal de que me hagas acabar.

Yo – mmmmm, no se, tenía ganas de hacerte sufrir un rato más, pero no se.

Puse mi pija cerca de su cara y ella acomodó la cabeza para que entrara en su boca, moví mi cadera, metiendo y sacando la pija de la boca, puse mucha saliva en mis dedos y mojé la conchita de María; muy despacio se los empecé a meter y sacar, cuando empezó a gemir nuevamente, me levanté de la cama, puse mis piernas debajo de las suyas y mi pija quedó a centímetros de la concha; agarrándola de la base, se la pasé de arriba abajo, cuando quedó enfilada a la entrada con un movimiento de cadera se la metí entera, como a ella le gusta.

María tuvo un gran orgasmo apenas la sintió dentro de su cuerpo, antes que terminara de acabar, se la dejé adentro y con el pulgar la acaricié el botoncito de placer, María se movía como poseída sobre la cama, me dejé de juegos, y empecé el vaivén no muy rápido, pero muy profundo, hasta que no pude más, saque la pija de la templada conchita, me pajee y moviéndome, le solté toda la leche en las tetas, tratando de que las dos quedaran regadas con mi semen.

Le solté las ataduras y le saque el pañuelo de los ojos; María se pasó las manos, esparciendo la leche como si fuera crema, nos besamos, se dio una ducha rápida para sacarse el pegote y nos dormimos abrazados.

3 comentarios - Encuentro con María (día3)

Tiroloco63 +1
Espectacular los tres relato volveré con puntos...
fatsy936 +1
MUY BUENO LOS TRES CAPÍTULOS. GRACIAS POR HABERME DEJADO EN CONDICIONES DE HABERME PODIDO ECHAR 3 POLVOS CON MI MUJER + PUNTOS
lenguafacil +1
la verdad que ya te lei alguna vez... no se por que resubiste tus relatos, pero estaria bueno que sigas escribiendo