Una diosa. Capítulo 19

Una diosa. Capítulo 19

Esta es la historia de Gabriela, una diosa de 25 años que tiene muchas ganas de contarnos su vida repleta de hombres, amigos, engaños y muchas anécdotas sexuales. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…


Capítulo 19: Sexy
Una vez que Eloy volvió del pueblo tuvimos nuestra debida pelea. Yo estaba muy enojada porque se había ido al cumpleaños de Tamara su ex, sin avisarme y me había dejado todo el fin de semana sola, cuando habíamos acordado que nos íbamos a juntar a estudiar. Por suerte él se dio cuenta que estuvo en falta y me pidió perdón, pero el enojo no se me pasó hasta terminada la época de exámenes sobre todo hasta que me regaló un hermoso collar en Navidad.
Pero lo más importante para contar de esa época es la vuelta a nuestro viejo barrio. Cuando era chiquita, con mi familia vivíamos bastante cerca de la zona centro de Rosario, en un barrio lindo, con edificios modernos y a pocas cuadras del río. En el 2001 por culpa de la crisis, mis viejos tuvieron algunos problemas financieros y tuvimos que alquilar el departamento y mudarnos a una casa más chica bastante alejada del centro. Desde ese entonces estuvieron trabajando muy duro para poder volver a la situación de siempre y lo consiguieron en Enero del 2012. La noticia en la cena de fin de año fue que volvíamos a la casa nueva y en cierta parte se debía al ascenso de mi viejo y a que Cintia, mi hermana, se mudaba con Emanuel, su novio. Patricia, la administradora nos dio una gran mano para agilizar todos los papeles y así fue que en Enero volvimos al departamento de siempre. Volvimos a casa.

El primer día después de instalados como siempre, salí al palier para tomarme el ascensor y me crucé con nuestro vecino. Un chico alto, morocho de piel tostada, ojos grises y cuerpo formado me saludó con un “Hola” siempre y una sonrisa.
- Hola.- Lo saludé yo contenta.- Soy Gabriela, tu nueva vecina
- Sí lo sé.- Me respondió él con una sonrisa.- Yo soy Nicolás. ¿Te acordás de mi?
Obviamente que me acordaba de él. Había sido nuestro vecino durante 10 años. El problema es que cuando nosotros nos mudamos él tenía 14 años y ahora era un chico de 25, mucho más grande, maduro, con un cuerpo musculoso y una carita hermosa.
- ¡No lo puedo creer!- Le dije sorprendida y dándole un abrazo.- Estás muy cambiado. ¡Re grande! ¿Y tu hermano cuántos años tiene ya?
- ¿Gian Luca? 16 tiene ya el pendejo.- Me contestó abriendo la puerta del ascensor.
- ¡No! Y pensar que era un nene re chiquito cuando lo conocí.- Le dije y nos fuimos poniendo al día hasta que llegamos a la planta baja y nos separamos.
Lo primero que hice apenas me encontré con las chicas fue contarles lo bueno que se había puesto mi vecino. No podía creer que el pendejo ese de 15 años que odiaba cuando era chiquita ahora tenía 25 y estaba hermoso, con una sonrisa perfecta y la piel bien tostada. Obviamente todas se me cagaron de la risa y empezaron a molestarme con la fantasía del vecino y a pesar de que yo les decía que no, que nada qué ver, esa noche me fui a dormir fantaseando con lo que podía llegar a pasar si me agarraba a mi vecino. Ya iba a haber tiempo para eso.

Pero el año siguió avanzando y cuando llegó Marzo, llegó el cumpleaños de mi novio y tenía que darle un buen regalo. La pelea por su viaje había quedado en el pasado y durante esos meses nuestra relación siguió hacia adelante y prosperó mucho, más que nada teniendo en cuenta que ahora era muy feliz porque había vuelto a mi viejo departamento. Guillermina que era la que mejor lo conocía y estaba al tanto de nuestras historias me sugirió que probara un nuevo traje. “¿Algo de colegiala?” me recomendó una tarde de estudio mientras nos tomábamos un break. Pero ya habíamos hecho todo. Capaz que era momento de repetir, capaz que no.
Para sacarme la duda de si verdaderamente habíamos probado todo, fui hasta el centro un sábado a la mañana y empecé a revisar algunas tiendas de lencería y otros sex-shops. Definitivamente habíamos probado mucho, y estaba a punto de resignarme cuando pasé por un lugar y vi algo que me llamó la atención. No era nada del otro mundo, nada muy zarpado o desaforado, pero era bien sexy y me pareció ideal para su cumpleaños.

Como el 15 de marzo ese día caía jueves, decidí que lo mejor era festejarlo el miércoles a la noche, en vísperas de sus 23 años. Le propuse de salir a comer y después tenía un regalito para él. Cuando llegamos a su casa después de una rica cena, le pedí que me esperara en la pieza y yo fui al baño a cambiarme. Me puse mi traje y salí casi a horario para cantarle el feliz cumpleaños.
- ¡Mi amor!- Me dijo él sorprendido al verme.- Que linda que estás.
Me había puesto unas votas de cuero negras que me llegaban hasta las rodillas, un vestido también de cuero que empezaba a la altura de la cola y terminaba en el cuello con una especie de collar. Por la parte de en frente tenía 3 cierres, dos por encima de los muslos para dar un poco más de movilidad y uno que iba a lo largo por todo el esternón hasta llegar al estómago. El pelo, lo tenía atado con una colita también negra y en la mano tenía una fusta (la varilla que se usa para golpear a los caballos) y dos esposas. A eso hay que sumarle la pintura negra sobre los ojos y los labios y unas muñequeras también de cuero para dar el toque final.
- ¡Que sexy que estás!- Me dijo él babeándose y abriendo los brazos para que se los atara a la cama.
- Me alegro que te guste tu regalo.- Le dije pasándome la punta de la fusta por las piernas ycaminando despacio hacia él.
Lo esposé primero de un lado y después del otro, pero antes de bajarle el bóxer y comenzar con el juego decidí darle otro regalo. Fui hasta el equipo de música y puse un CD que había grabado en el que había dos temas fuertes y después otros instrumentales con música de ambiente. La primera canción en sonar fue una de AC/DC que Flor nos había recomendado como ideal para strip-tease. Era más bien lenta por lo que mis movimientos eran suaves y sensuales. Caminaba de un lado al otro de la cama y jugaba mucho con la fusta tanto sobre mi cuerpo como con el suyo. De vez en cuando pasaba mis manos por sus piernas o sus brazos, siempre de manera muy sensual y al ritmo de la música. Cuando comenzó la segunda canción, que era mucho más rápida me descontrolé un poco y me dejé llevar. Mis movimientos era más zarpados, agachándome hasta mis piernas y levantándome de golpe pasando mis manos por todo mi cuerpo y moviendo mucho las piernas y la cintura. Eloy me miraba boquiabierto. Casi al final de la canción me apoyé sobre el mueble que está en frente a la cama, me levanté los dos cierres sobre los muslos y comencé a tocarme con ganas. Era más acting que otra cosa, pero le puse un final muy caliente con una mano sobre mi clítoris y la otra sobre mi cuello mientras mis gemidos tapaban la canción. Cuando arrancaron los temas lentos lo miré fijo y él supo que había que pasar a otra cosa.
Me subí a la cama y en cuatro patas me arrastre hasta su cintura. De un solo saque le bajé el bóxer y lo revoleé por el aire hasta que llegó al piso. Tenía la pija completamente dura, el baile sensual había funcionado y era momento de darle un poquito de placer. Pasé mis manos bien fuertes sobre sus piernas hasta su cintura y se la tomé con ambas para empezar a pajearlo bien suave. Lo hacía al ritmo de la nueva música, que era más bien lento pero sexy, y mis ojos se clavaban en su expresión de placer que me indicaba que lo estaba haciendo bien. Pasados unos minutos no me pude resistir más y me la metí de lleno en la boca. Me encantaba cuando lo ataba y se la chupaba, porque el control era 100% mío. Podía ver su cara y su cuerpo, sobre todo como intentaba librarse las manos para tocarme y apoyarlas sobre mi nuca. Pero las tenía atrapadas y yo era la que dominaba.
Después de unos cuantos minutos de lamerle su hermosa pija y los huevos quería montarlo. Me fui levantando despacito por todo su cuerpo haciendo que el cuero rozara su piel hasta llegar hacia donde él estaba. Le di un beso bien apasionado y le canté de manera bien sexy el feliz cumpleaños al oído (gracias Marilyn por la idea) para después sentarme sobre su verga y empezar a cabalgar.
- ¡Uh Gabi!- Me dijo él en señal de placer.
Como la música en ese momento era más bien lenta, comencé moviéndome suavemente. Pasé mis manos por su cuerpo un par de veces y después por el mío. Llegué hasta el tercer cierre, el que no había tocado y lo fui abriendo bien despacito, dándole libertad a mis tetas y una buena vista a mi novio agachándome un poco para que las tuviera bien cerca. Pero la música cambió casi de repente y ahora era más bien rápida y me motivó a moverme con más ganas. Lo hacía hacia adelante y hacia atrás y podía sentir toda su pija entrando bien a fondo de mi cuerpo para brindarme una satisfacción enorme. Él no paraba de suspirar y sus expresiones de placer me volvían loca.
Tomé la fusta que había dejado al lado de su cuerpo y se la pasé por los brazos de manera muy sexy y después por el cuello y el pecho. Al mismo tiempo que la música hacia un cambio de lo un pequeño golpe sobre uno de sus pectorales y él emitió un “¡Ay!” de dolor combinado con placer que me encantó. Me miró con cara de sorpresa y yo le dediqué una sonrisa diabólica mientras me seguía moviendo sobre su pelvis. Él me devolvió la sonrisa y cerró los ojos nuevamente para disfrutar al máximo.
Al cabo de unos minutos decidí darme vuelta. Me levanté y me paré sobre la cama y me senté sobre su pija dándole la espalda a él. Me encantaba esa pose más si él tenía sus manos atadas, ya que yo lo tentaba con mi culo y sin embargo el no podía hacer más nada que mirarlo. Comencé a moverme nuevamente al ritmo de la canción, esta vez en forma de círculos. Me había dejado llevar completamente por el placer y sentir su pija dentro de mi cuerpo me volvía loca. La velocidad iba cada vez más en aumento y la música ya era simplemente un sonido de fondo. Apoyé mis manos sobre sus muslos y apreté bien fuerte la fusta para dejar llegar un orgasmo divino.
Enseguida me paré y me coloqué como al principio, a la altura de su cintura, entre sus piernas y con mis manos y mi boca lista para atacar. Comencé a pajearlo bien rápido, con ambas manos y el no tardó en acabar. Un chorro de semen salió disparado y cayó sobre su pancita, el resto fue saliendo como lava desde un volcán y terminó en mis manos.
Lo miré sonriendo y su expresión lo decía todo. “El mejor regalo de cumpleaños de mi vida” me dijo entre jadeos y suspiros. Mientras me paraba me limpiaba. Le desabroché las esposas y lo primero que hizo fue arrodillarse sobre la cama y darme un beso bien apasionado.
- Te amo.- Me dijo mirándome fijo a los ojos.- Te amo como a nadie en el mundo.

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