Una diosa. Capítulo 12

Una diosa. Capítulo 12

Esta es la historia de Gabriela, una diosa de 25 años que tiene muchas ganas de contarnos su vida repleta de hombres, amigos, engaños y muchas anécdotas sexuales. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…


Capítulo 12: Celosa
Eloy, como era de esperar, se terminó convirtiendo en mucho más que un chico para sacarse las ganas, pasó a ser un amigo con derecho. Cuando alguno de los dos estaba caliente, nos mandábamos un mensaje y nos juntábamos para matarnos en la cama. El chico más bien calladito y estándar que me había hecho la cola por primera vez desapareció y se terminó convirtiendo en alguien mucho más violento, que me hablaba y me cogía bien fuerte cada vez que lo hacía. Dejándome llevar por la situación, yo me convertía en su putita cada vez que nos veíamos y dejaba que me hiciera lo que él quería, que me acabara donde más le gustaba y que me lo hiciera de la forma que deseaba.
Lautaro, que cada vez se alejaba más y más del grupo, se terminó resignando a que ahora Eloy era mi amante favorito y a pesar de que iba a extrañar sus dedos, el placer que me daba mi nuevo amante, era mucho más grande que el que había sentido esa noche de Diciembre con él. Guillermina estaba totalmente de acuerdo con que no le diera más bola a Lauti pero yo, que todavía era algo insulsa en esa época, le seguía hablando y tratándolo bien. Ramiro y Germán, que consideraban a Lautaro un agrandado, comenzaban a no aguantárselo.

Con las chicas de la secundaria nos veíamos más seguido de lo común, casi todos los fines de semana organizábamos algo con las que estuvieran libres. A mediados de Junio nos juntamos en la casa de Ailín para pasarnos todos los chimentos. Yo empecé contándoles de mi nuevo amante, pero Flavia me interrumpió para contarnos que había cortado con Fermín y se largó a llorar en un llanto que solo paró después de sacarse toda la bronca de adentro. Florencia, por su parte seguía con Guillermo y estaban probando cosas nuevas en el sexo y su fantasía más cercana era un trío, esta vez con dos hombres. Andrea seguía viéndose con Juan Carlos y a pesar de que no había ningún título, estaban más que bien el uno con el otro. Daiana y Gerardo se veían casi todos los días y ella nos contó que estaba esperando con ansias la pregunta. Paola por su parte, seguía sola, pero cada vez más suelta y nos confesó que se estaba viendo con dos chicos a la vez.
En Julio arrancamos con los exámenes y las tardes de estudio. Con Eloy nos veíamos más seguido de lo normal y de a poco me iba gustando cada vez más lo que veía. Era muy simpático, gracioso, pero sobre todo aplicado y responsable. Físicamente pasó de ser un “ni fu ni fa” a un pibe hermoso. Alto, flaco, de pelo marrón cortito, ojos verde oscuro y sonrisa divina. Era obvio que me estaba enganchando. Pero antes de eso hay una historia que les quiero contar, la historia de cómo casi todo se arruina por culpa de mi calentura.

Después de que nos enteramos que Flavia y Fermín no estaban más juntos, él empezó a hablarme por Facebook y a mandarme mensajitos por celular. Al principio eran inocentes, onda “Hola Gabi, cómo estás?” o “Todo bien Gabi?” y a pesar de que yo no tenía que hablarle por lo que le había hecho a mi amiga, me sentía culpable no contestándole y le respondía lo más cortante posible. Pensé que su intención era preguntarme como estaba ella, pero me equivocaba. Después de contestarle un simple “Bien” o “Tranquila” él me seguía preguntando sobre mi y mi vida, haciendo de cuenta que su relación con una de mis mejores amigas no había existido.
De a poco me fui soltando y en cuestión de días charlábamos como si fuésemos buenos amigos (o algo más). Él insistía en que yo tenía que dejar de estudiar tanto y salir un poco más y divertirme, por lo que cuando terminamos de rendir le conté que esa noche salía de joda con los de la facultad. “A dónde vas?” me preguntó. Yo le conté cual era el plan que teníamos con Guille y Manuela, otra chica de la facultad con la que empezábamos a hablarnos. “Te parece que nos veamos?” me preguntó. Yo me hice la tonta y le dije que seguro iba a estar con las chicas, pero que de última lo buscaba para saludarlo.
El problema fue que apenas me vio esa noche en el boliche, no me lo pude sacar de encima. Si vamos a contar la historia de verdad, yo tampoco hice mucho para que él se fuera, pero obviamente obvié esa parte cuando tuve que contarles mi versión a las chicas. Fermín me invitó un trago y dejé a las chicas para ir a la barra con él. Ahí fue cuando volvió a acercarse a mi, tal como lo había hecho en el cumpleaños de Flor. Esta vez, no opuse resistencia y cuando su mano llegó a milímetros de mi cola, me acerqué a él para comerle la boca.
La cosa se fue poniendo más caliente cuando nos fuimos a unos sillones que estaban en una esquina oscura del lugar y yo me senté sobre él con una pierna a cada lado y Fermín apoyó sus manos sobre mi culo con ganas. Mientras le comía la boca bajaba y subía la cintura haciendo como si me lo estuviera cogiendo con ropa. No sabía porque, pero estaba totalmente caliente, excitada. Una necesidad inmensa de que me cogieran me invadió de repente y cuando le dije que vayamos a un telo, él se paró enseguida. Terminé de tomar el trago de un sorbo, salimos del lugar, nos subimos a su auto y nos pusimos en marcha.
Pero yo no podía esperar, no aguantaba, estaba totalmente caliente. Cuando paramos en un semáforo, volví a comerle la boca y de a poco fui bajando hasta quedar con la cabeza sobre sus piernas. Le bajé el cierre ante su sobresalto de sorpresa y escarbé entre la ropa hasta sacarle la pija que ya estaba bien dura. ¿Se acuerdan que a Flavia le había dolido cuando Fermín le hizo la cola? Bueno fue porque tiene 19 centímetros de pija y es bien cabezona. Con ganas comencé a chupársela como loca.
“Uhh mi amor” dijo él al comenzar a sentir placer. Cuando el semáforo se puso en verde arrancó, sin embargo yo no me moví de mi lugar y seguí mamándosela como loca. Él iba despacio, disfrutando del pete que le estaba haciendo, pero eso no había calmado mis deseos de que me cogieran ya. Necesitaba sentir su pija en mi cuerpo cuanto antes.
- Frená ya.- Le dije levantándome.- Ahí que hay poca luz.
Él paró el auto en la entrada de un garaje de una casa que estaba bastante oscura y enseguida me tiré encima suyo. Fermín fue bajando el asiento hasta quedar casi en posición vertical mientras yo lo comí a besos. Con violencia le abrí la camisa y bajé mi boca hasta su pecho. Le fui besando todos los músculos, las abdominales perfectamente marcadas y cuando llegué a su cintura seguí lamiendo su pija con ansias. Mientras lo hacía, me desabroché el jean y me lo bajé junto con la tanguita, hasta sacármelo.
- Besame la cola.- Me dijo él casi como ordenándomelo.
Se me vino a la imagen Lucas, el rugbier con el que había estado en el verano. Siguiendo con mi locura bajé mi boca hasta sus huevos y él levantó su pierna para que pudiera chuparle el culito. Mi lengua estaba fuera de si, como loca, totalmente desaforada le fui lamiendo ese culito peludo mientras que con una mano le hacia una paja u con la otra me tocaba el clítoris. Estaba como loca, no podía más.
Le dije que se pasara al asiento de atrás y cuando lo hiso de sacó el pantalón provocando que se le callera todo lo que tenía en los bolsillos. No me importó, lo empujé contra el respaldar y me senté encima de él como lo había hecho en el boliche haciendo que su pija entrara en mi cuerpo bien hasta el fondo. Algo de la calentura se calmó en mi, pero todavía quería más, quería acabar y quería hacerlo ya.
Empecé a mover mi cintura hacia arriba y hacia abajo mientras le comía la boca. Él tenía apoyadas sus manos sobre mi culo y lo cacheteaba, lo abría y lo apretaba todo el tiempo. Me encantaba sentir como su pija entraba y salía de mi, su cabeza bien grande me llenaba de placer. Mis tetas chocaban contra su pera y su pecho. Mis manos, apoyadas sobre sus bíceps musculosos lo apretaban bien fuerte. Sus manos sobre mi cola me volvían loca.
El orgasmo llegó casi al instante y un grito de satisfacción salió de mi boca. Haber acabado de esa forma fue casi un alivio, pero todavía estaba muy caliente, todavía tenía energías. Lo seguí montando un rato más hasta que mi cuerpo se relajó después de ese increíble orgasmo, a pesar de eso Fermín tenía toda su energía. Me puso en cuatro sobre el asiento y acomodándose atrás mío (algo inclinado para no chocarse con el techo) empezó a cogerme bien fuerte. Mi cara estaba a pocos centímetros del vidrio y podía ver como un grupo de chicas pasaba por la vereda de en frente. Su pija volvía a entrar y salir bien fuerte de mi cuerpo, provocándome un placer inmenso, una sensación divina. Un nuevo orgasmo estaba en camino.
- ¡Ay Fermín sí! ¡Cogeme dale!- Le grité mientras acababa por segunda vez.
- Cuando esté por acabar, te das vuelta así te tragas toda la lechita. ¿Dale?- Me dijo él.
- ¡Sí dale! La quiero toda.- Le respondí yo entre gemidos.
Él continuó cogiéndome bien fuerte, bien duro, haciéndome sentir cada vez más y más placer. Mi respiración había empañado el vidrio que tenía adelante. Mis manos apretaban bien fuerte el asiento y la suya se apoyaba sobre el techo para no golpearse. La calentura en mi se había calmado, pero seguía muy excitada y no sabía como calmarme.
- Ahí viene.- Me dijo él entre jadeos.
Yo me di vuelta y me agaché entre los asientos justo a tiempo para recibir un chorro de semen sobre mi remera. El resto fue a parar a mi boca, que bien abierta le dio la bienvenida a cada gota de leche que salió de la pija de Fermín. Una vez que me tragué todo, nos vestimos, nos acomodamos y limpiándonos un poco nos pusimos en marcha.
- Te alcanzo las cosas.- Le dije y me di media vuelta para levantar todo lo que se le había caído del bolsillo cuando le saqué el pantalón.
- No hace falta. Después lo agarro.- Me dijo él.
Pero ya era tarde. Yo había levantado, su celular, su billetera y unas pastillas que cuando le pregunté que eran, me terminó confesando que me había puesto una en el trago para excitarme. Enojada y molesta, lo obligué a que me llevara a mi casa. Me sentía usada. El problema era que él le iba a terminar confesando a Flavia lo que habíamos hecho y eso iba a desencadenar unos celos en ella que casi provocan que nos pelemos de por vida.

ANTERIOR

SIGUIENTE

1 comentario - Una diosa. Capítulo 12