Una diosa. Capítulo 9

Una diosa. Capítulo 9

Esta es la historia de Gabriela, una diosa de 25 años que tiene muchas ganas de contarnos su vida repleta de hombres, amigos, engaños y muchas anécdotas sexuales. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…


Capítulo 9: Rugbiers
El 2010 llegó y Enero significaba vacaciones. Cintia, mi hermana, se iba de viaje con Emanuel el novio y Julián, mi hermano, decidió embarcarse en un viaje al norte con sus amigos. Por mi parte, me tomé nuevamente unas vacaciones con mis amigas de la secundaria. Ese año solo nos fuimos 4 de las 7 chicas del grupo, ya que Florencia, Flavia y Ailín se fueron cada una por su lado con sus novios. Así que Daiana, Andrea, Paola y yo terminamos en Villa Gesell el 2 de enero para pasar nuevamente un verano inolvidable.
En Rosario habían quedado muchas cosas, sobre todo Lautaro. Después de nuestra juntos (en especial con sus dedos) no volvimos a mandar ninguna indirecta al otro. Parecía que la cosa había quedado en la nada y en cierta forma me sentía agradecida. No es que la había pasado mal, de hecho había tenido un buen orgasmo, pero lo había hecho gracias a su mano, ya que su pija de tan solo 13 centímetros no me había llenado para nada. A pesar de eso, en la costa siempre se pueden encontrar muchas cosas.

Llegamos las 4 después de un viaje bastante largo y fuimos directo al alojamiento. Era un complejo de departamentos que tenía más de 10 habitaciones en sus 4 pisos y en la terraza un parrillero con un quincho espectacular que esa misma noche decidimos aprovechar. Terminamos comiendo solas a la luz de la luna, tomando algunos tragos y expectantes de la noche que se venía. La charla sexual no tardó en llegar cuando Andrea nos contó una charla que había tenido con Flavia.
- Fermín le pidió que entregara la cola y ella se la entregó.- Nos contó.- Aparentemente le dolió bastante, como que él viene bien cargado.
- ¡Qué asco!- Dijo Paola enseguida. Empezaba a soltarse, pero todavía no era lo puta que es hoy en día.
- ¿Chicas les puedo contar algo?- La interrumpió Daiana. Al ver que nosotras le dijimos que sí, siguió contando:- Gerardo, el chico de la facu con el que me estoy viendo, le encanta que le chupe el culo.- Todas la miramos sorprendida.- Después de haber estado unas veces él me preguntó que era lo que más me gustaba en el sexo y después yo le pregunté a él y me dijo que le gustaba mucho que le chuparan el culo. Me re sorprendió. Obviamente de entrada le dije que no, pero después de estar unas veces más me animé y lo hice. El loco se calentó tanto que me cogió una hora entera sin parar ni un segundo. No saben lo que acabé esa noche.
La charla se dio para mucho más y la bombardeamos a preguntas (algo estúpidas) que ella nos respondió y nos juró que no nos íbamos a arrepentir si lo hacíamos. A las 3 nos dio bastante asco el tema, pero en mi mente me quedó la idea flotando y tenía que probarlo alguna vez. Seguimos charlando y tomando un buen rato hasta que se hicieron las dos de la mañana y partimos para el boliche.

Bajamos al departamento a cambiarnos y cuando salimos los vimos a ellos, 8 chicos que salían de la puerta que estaba en frente de nuestro apartamento. Enseguida nos miraron con ganas, después de todo nosotras estábamos bien producidas y con ropa bastante provocativa. Ellos, uno más galán que el otro. Tenían todos un cuerpo bien trabajado, grandes de espalda, altos de pelo corto, con músculos bien ubicados y vestidos de jean y camisa la gran mayoría. “Rugbiers” pensé enseguida y mis ojos se pusieron en blanco. Hacía unos años estuve saliendo con uno y fue el chico más agrandado que conocí en mi vida y eso me había dejado con una mala sensación de ellos en general.
- ¡Hola chicas!
- ¿A dónde salen hoy?
Empezaron a hacernos preguntas. Paola, que cada vez que veía a un rugbier se le hacía agua la boca, empezó a hablarles y Andrea se sumó enseguida. Empezamos a caminar por la calle y ellos nos siguieron intentando acorralarnos, después de todo había dos para cada una. Cuando llegamos a la parada de colectivo para ir al boliche se me acercó uno que dentro de todo era lindo. Bien alto, no tan armado, más bien flaco (después me explicó que él juega de los que tienen que correr mucho y por eso no es tan musculoso), de pelo rubio, ojos celestes y sonrisita perfecta. Se me vino a la mente Ricky Ricón.
- ¿Vos como te llamás, linda?- Me preguntó y enseguida me di cuenta que era un chamuyero bárbaro.- Yo soy Lucas.
- Gabriela.- Le respondí mirando la calle a ver si venía el colectivo.
- ¿Y de dónde sos Gabi?- Me preguntó parándose en frente de mi para que lo mire a él.- Yo soy de Buenos Aires.
“No te pregunté” pensé enseguida. Pero al ver que las otras chicas les hablaban lo más bien y que se reían con ellos, me dije que no podía ser tan mala y empecé a hablarle. A pesar de todo Lucas era bastante agradable, obviamente hablaba más él que yo y me contó muchas cosas de su vida que ni me interesaron, pero cuando llegamos al boliche se calmó un poco.
- ¿Qué querés tomar Gabi?- Me preguntó acercándose a mi que estaba en la barra.- Yo te invitó.
- Algo con vodka.- Le dije sonriendo. Iba a aprovecharme de su generosidad.
Lucas me siguió toda la noche. Me sacaba a bailar todas las canciones, me invitó varios tragos y me acompañó hasta la puerta del baño. Era obvio que no iba a frenar hasta estar conmigo. Y siguiendo los pasos de Paola que ya estaba a los besos con uno de los chicos, me lo terminé comiendo a unos metros de la ronda que habían armado. El resto se dio solo. Beso va, beso viene, nos separamos del grupo y nos quedamos apretando en una parte del patio del boliche. Cuando nos dimos cuenta eran las 6 de la mañana y dado que hacía unas dos horas que veníamos meta trago y beso, la calentura se había apoderado de nosotros. Él me propuso de irnos a dormir juntos y yo acepté.
El problema fue que no teníamos donde hacerlo. El departamento que teníamos nosotras tenía dos habitaciones y cuando volvimos las chicas ya estaban durmiendo. En el suyo pasaba algo parecido, había 3 habitaciones y todos estaban ocupadas. Lucas intentó despertar a uno de los chicos para que nos dejara una pieza libre, pero nada. De repente algo se iluminó sobre mi cabeza, lo agarré de la mano y le dije “Vení”. Subí apresurada por las escaleras y llegamos al quincho, que como era de esperar, estaba vacío.
Enseguida nos sentamos sobre un sillón que había y volvimos a los besos, esta vez mucho más caliente que antes. Yo estaba totalmente zarpada, pasada de tragos y me acomodé encima de él, con una pierna a cada lado, lo tomé de la cara y le di un beso bien caliente. Lucas no se quedó atrás y bajó sus manos por mi espalda hasta mi culo y lo apretó bien fuerte. La ropa fue volando por los aires. Mi remera salió primero seguida de la suya, después el corpiño y los zapatos, por último me levanté para sacarme el shorcito cuando…
- ¿Sos zarpada en el sexo?- Me preguntó.
- Soy muy zarpada.- Le respondí mientras me bajaba el short para quedarme con mi tanguita celeste.- Menos la cola te entrego lo que quiera.- Le aclaré con voz sensual pero firme.
- ¿Y haces cualquier cosa?- Me siguió preguntando.
- Cualquier cosa.- Le confirmé yo arrodillándome frente a él y bajándole el cierre del jean.
Parecía que eso era lo que quería, así que se lo terminé de bajar y después el bóxer y descubrí una pija bien gorda de unos 15 centímetros totalmente al palo. La tomé con la mano y me la metí directo en la boca para empezar a disfrutarla. Se la fui chupando como loca, me la metía y me la sacaba de la boca totalmente excitada y acelerada. La cabecita la tenía bien roja y parecía que estaba a punto de estallar. Lucas fue subiendo despacito las piernas hasta apoyarlas en el borde del sillón y mientras yo se la seguía chupando, el las levantó hasta dejarlas en el aire.
- Chupame el culo.- Me dijo entre gemidos de placer.
Me quedé totalmente sorprendida. Nunca me habían pedido eso y me había agarrado de sorpresa, mucho más después de que horas antes habíamos hablado de ese tema con las chicas. Me dio algo de cosa, pero fui bajando mi boca hasta llegar ahí. Pasé de su cabeza hasta los huevos, lamiendo todo el tronco y después seguí bajando hasta la cola. Por suerte para mi era bien lampiño por lo que no tenía un solo pelito y no me fue tan desagradable. Pero al empezar a chupárselo y meterle lengua, me di cuenta de que lo disfrutaba como loco y eso me excitó mucho más a mi. Tener el control me gustaba. Lucas largaba suspiros de placer mientras se pajeaba bien rápido con la mano y yo le lamía el culito como loca. Subía hasta los huevos y volvía a bajar y sus gemidos acompañaban mis movimientos.
El resto es la misma historia de siempre. Después de chupársela fuimos a los bifes. Me saqué la tanguita algo apurada mientras él se ponía un forro y después me senté nuevamente sobre su cuerpo, esta vez con la pija adentro. Lo cabalgué como loca, él con sus manos sobre mi culo y su cara sobre mis tetas. Después pe pidió que me acostara yo y se arrodilló de frente para cogerme con el bien conocido “patitas al hombro”, pose que siempre me encantó ya que se puede sentir la pija bien adentro. Por último me hizo poner en cuatro sobre el suelo y me cogió la concha desde atrás, con sus manos sobre mi cintura, dándome bien duro hasta acabar con un golpe fuerte sobre mi cola.
Nos vestimos, nos quedamos unos segundos viendo como el sol ya brillaba sobre la playa y después bajamos cada uno a dormir. El verano siguió y Lucas me buscó todas las noches y yo aproveché. Exceptuando una noche que nos encontramos con la puerta cerrada y tuvimos que ir a su pieza, todos los días hacíamos del quincho de la terraza nuestro nido de placer y todas las noches me pedía lo mismo:
- Chupame el culo.

ANTERIOR

SIGUIENTE

1 comentario - Una diosa. Capítulo 9

suaveplatense +1
Vamos q se va soatando la nena
HistoriasDe
Gracias! Hoy a la noche otro capítulo, seguro te va a gustar!