Un ganador. Capítulo 31

Un ganador. Capítulo 31

Esta es la historia de Emanuel, un ganador de 24 años que tiene anécdotas muy interesantes para contar, llenas de chicas y amigas y por supuesto con muchas historias sexuales. Esta historia es ficción, sin embargo eso no quiere decir que no se basa en algunos hechos reales…

Capítulo 31: Mi cumpleaños 22 (El regalo)
   Necesitaba plantearme un poco las cosas. Así que el domingo me quedé todo el día en mi casa pensando. Luz obviamente me amaba, pero no iba a ser fácil que me perdone por como la había tratado ese último tiempo. Y Cintia solo quería coger conmigo, pero yo empezaba a engancharme de ella. Era un triángulo muy complicado en el que me estaba metiendo y las cosas no tenían pinta de que iban a salir bien. Por lo que intenté alejarme de Cintia. Obviamente era imposible. Trabajaba con ella, estaba 4 horas al día con ella y ella no sabía que yo la había visto con ese otro loco, por lo que no podía decirle nada. Y tampoco quería, no tenía ganas de demostrarle que me había puesto celoso por ella.
   Para colmo al miércoles de esa semana me enteré que Natalia, mi ex, se había puesto de novia con Franco, uno de los pibes del grupo del club. Hacía mucho que no tenía contacto con ellos y en especial con él, y mucho menos con Nati, sin embargo me dio un no sé que verla que arrancaba una nueva relación y que yo seguía ahí estancado. Lo cual me puso a replantear las cosas. ¿Quería algo serio?

   Las mañanas de estudio previo a los finales con Esteban, Diego y Bruno se hicieron rutina y de vez en cuando se sumaban Carla y Paola, lo cual generaba bastante tensión. Luz definitivamente decidió abandonar la carrera, cosa que me puso muy triste e incómodo y a pesar de que intenté hablar con ella no hubo caso. Seguía enojada conmigo, pero se dignó a comentarme que era más bien una cuestión de que no le gustaba lo que estaba haciendo y cuando le pregunté que iba a estudiar me contestó que se iba a estudiar fotografía, algo que todos sabíamos que le apasionaba. Cuando me estaba yendo me dijo que me perdonaba por todo y me agradeció por haberla ayudado a darse cuenta de muchas cosas.
   Cintia vivía buscándome y Georgina estaba fascinada con la historia que se daba en la oficina a pesar de que ella solo conocía vagos detalles. Roberto parecía darse cuenta de que algo pasaba por lo que solía quedarse mucho más tiempo en la oficina y empezó a abarcar todas mis horas de trabajo. Cerraba la oficina junto con nosotros y como “se iba para el mismo lado” me acompañaba hasta la parada de colectivo. A pesar de eso, su hija seguía como si nada, vistiéndose muy sexy, mostrándome su escote cada dos por tres y tocándome de manera sensual cada vez que podía. Me costaba resistirme.

   Logré pasar 3 semanas sin que nada pasara. A la cuarta semana ya se venía palpitando mi cumpleaños por lo que Cintia no paraba de hablarme de “un lindo regalo” que me iba a dar. La clave justa me la dio el jueves anterior a ese 29 de noviembre cerca de las 7. Georgina seguía en su escritorio, pero apenas se levantó para ir al baño Cintia entró en la oficina y se acercó a mi escritorio, apoyó sus dos manos sobre el mismo dejando al descubierto un lindo escote y me tiró un frasquito encima. Lo agarré y vi que era lubricante. La miré atónito.
   - Mañana, después de festejar te venís a casa.- Me dijo con voz sensual.- Quiero que me hagas la colita.
   Mi cabeza explotó y me quedé paralizado hasta que Georgina volvió a la habitación. Esa noche me fui a casa y obviamente pensando mucho. Había resistido 4 semanas sin hacerlo con ella, pero no podía rechazar esa oferta. A las 12 empezaron a llegar los mensajes de “Feliz cumpleaños” y el que más esperaba era el de Luz. Sin embargo no llegó hasta el día siguiente a las 9 de la mañana. “Feliz cumple Ema. Espero que la pases muy bien. Te mando un beso. Te quiero” decía. Le respondí agradeciéndole e invitándola al bar a dónde íbamos a ir a tomar algo esa noche. “Gracias, pero me vuelvo al pueblo hasta Marzo que arranco el curso de fotografía. Que la pasen lindo” me respondió. Ese mensaje me mató. Luz se iba, era definitivo. Se volvía a su pueblo y al año siguiente iba a volver pero no para estar en nuestro entorno. La había perdido…

   Esa noche Cristian y Clara me pasaron a buscar en su auto (para que yo pudiera tomar) y fuimos al bar. Había algunos que ya me estaban esperando con cerveza y tragos, el resto fue llegando con el tiempo. Ella llegó recién a la 1 de la mañana, se hizo desear bastante, pero se llevó todas las miradas. Cintia tenía puestos unos zapatos que la hacían bien alta, una pollera negra bien cortita y apretada que le marcaba todo el culo y una repera apretadita cortita de varios colores que se le levantaba un poquito y le revelaba algo la pancita y le marcaba bien las gomas. Me la quedé mirando como un idiota hasta que se acercó a mi y me saludó con un abrazo.
   Llegó con Georgina y las dos se sentaron al lado mío y empezaron a tomar, no podía dejar de mirarla. Facundo no le sacaba los ojos del escote y Esteban, Bruno y Diego se reían al ver mi cara de baboso cada vez que me hablaba. Camila, Celeste y Flavia cuchicheaban entre ellas mirándola de reojo y Giselle cagó a pedos a Juan Pablo cuando lo agarró mirándole las gomas.
   Seguimos tomando y cuando corrieron algunas de las mesas empezó el baile. Al principio me quedé sentado charlando con los chicos de la secundaria, viendo como las chicas movían el cuerpo a unos metros de donde estábamos nosotros. Todos recalcaron lo buena que estaba Cintia y yo no le sacaba los ojos ce encima, viendo como meneaba cuerpo a cuerpo con Georgina. Leandro estaba igual que yo hasta que llegó Victoria y se lo llevó del cuello de la chomba. A medida que los tragos pasaban me fui soltando y cuando me di cuenta estaba en la pista entre mis dos compañeras de trabajo. En frente de todos empezamos a tranzar con Cintia y varios quedaron sorprendidos, era la primera vez que demostrábamos algo frente a alguien. Georgina reía al lado nuestro, los chicos gritaban emocionados.
   - Vamos.- Me dijo ella cuando le empecé a meter la mano por debajo de la pollera.
Salimos y fuimos hasta el auto de ella. No quería esperar, quería cogerme ahí mismo pero estaba estacionado sobre una avenida, por lo que me controlé y esperé que llegáramos hasta su casa. Cuando lo hicimos fuimos directo a la pieza y sin rodeos nos tiramos sobre la cama y nos empezamos a sacar la ropa hasta quedar casi desnudos.
   - Que putita que te vestiste.- Le digo pasándole la mano por la cintura.
   - ¿Viste papi? Quería que tus amigos vieran lo bien que comés.- Me dijo apretándome la cola.
   El alcohol nos descontrolaba y desinhibía. Cintia me mordió el labio y yo le tiraba el pelo hacia atrás para besarle el cuello. El manoseo era bien intento, estábamos los dos al palo. Me empujó hacia atrás y me arrodillé sobre el borde de la cama. Ella se colocó en cuatro en frente mío y me bajó un poco el bóxer dejando al descubierto mi pija que estaba completamente dura. Empezó a chupármela bien desaforada. Me pajeaba, me mamaba, me lamía, me besaba, todo como una loca. Se notaba lo mucho que le gustaba la pija. Le pasaba la lengua hacia arriba y hacia abajo por todo el tronco y relamía la cabeza disfrutando de cada centímetro de verga. Era un pete excelente.
   Acto seguido le hice que se diera vuelta y sin rodeos le metí la verga en el culo. La tomé por la cintura mientras me la fui cogiendo bien duro. Ella comenzó con sus gemidos y grititos habituales de placer que en ese momento me volvían más loco que nunca. Le pegaba chirlos en la cola y ella gritaba “¡Ay!” cada vez que lo hacía. Me decía que sí, que le encantaba, que le diera más fuerte. Estaba como loca.
   Me bajé de la cama y abriéndole los cachetes de la cola le metí mi lengua. Rápido, sacado le fui chupando el culito y la concha mientras ella se revolvía de placer. “¡Mmm que rico!” me decía cada vez que le pasaba la lengua hacia arriba o hacia abajo. Le chupaba el agujerito de la cola como loco, la lengua se me movía para todos lados y Cintia disfrutaba cada lamida. Empecé con un dedito, apretando despacito en la cola y entró enseguida. Después le sumé otro en la conchita y al cabo de unos segundos tenía dos en cada agujero. “¡Ay sí papi!” me decía ella cada vez que mis dedos entraban y salían de su cola y su concha. Estaba totalmente abierta.
   Me levanté y me paré atrás de ella que se acomodó bien contra el borde y le metí nuevamente la pija en la concha. “Ufff no paro de acabar” me confesó de la nada. Eso me volvió loco y tomándola de la cintura me la cogí bien fuerte, lo más rápido y violento que pude, ella no logró contener sus gritos de placer. Pero yo quería su cola. Así que la saqué de la conchita y la apoyé sobre su culito y fui empujando hasta que entró enseguida. Cintia estaba muy abierta.
   Sin compasión le entré a romper la colita bien fuerte y rápido, ella gemía y gritaba como loca. Mi verga entraba y salía de su culito a toda velocidad, partiéndoselo al medio. “¡Sí papi! ¡Sì!” me decía apretando fuerte con las manos las sábanas. ¡Qué placer que me provocaba cogerme ese culito! Cintia agachó su cabeza hasta apoyarla sobre el colchón, pero yo tenía otros planes. La agarré del pelo y se lo empecé a tirar bien fuerte hacia atrás. Enseguida ella tiró su cabeza hacia atrás y mientras me la cogía con la otra mano en la cintura, le tiraba su pelo marrón hacia mi cuerpo. Sus gritos, una convicción de placer y dolor inundaron la habitación enseguida. Sin embargo ella no hacía nada, se dedicaba a gozar mi verga sobre su cola que no podía más.
   - A ver putita vení arriba mío.- Le digo soltándole el pelo y sacándosela de atrás.
   Me acosté sobre la cama boca arriba y ella enseguida se montó sobre mis muslos. Levantó su colita para que mi verga entrara una vez más y comenzó a moverse como loca. Apoyó sus manos sobre mis tobillos y yo veía como entraba y salía mi pija de su culo. “¡Ay Ema, como me gusta!” me dijo levantando y bajando la cintura como loca. Se movía en círculos, hacia adelante y hacia atrás, hacia arriba y hacia abajo, en todas direcciones. Esa colita hermosa hacía bailar a mi verga y me mataba del placer. Le pegué un nuevo chirlo en la cola y ella emitió un “¡Ay!” de satisfacción. Disfrutaba cada movimiento que ella daba, me hacía gozar como loco.
   - Viene la lechita.- Le dije sintiendo que no daba más.
   Ella se levantó y se acostó boca abajo al lado mío, yo me senté sobre sus muslos y rápido me fui pajeando hasta acabar. Saltó una gran cantidad de semen que fue a parar a su cola y a su espalda. Como si fuera un pincel, usé mi pija para desparramárselo por todos lados y cuando estuve listo me acosté al lado de ella. Cintia se acercó a mi y me dio unos besos y volvió a desearme feliz cumpleaños.
   - Me voy a pegare una duchita.- Me dijo levantándose.- ¿Querés venir? Capaz que todavía te queda algo de lechita para mi.
   La miré y le sonreí. Después me levanté y la seguí hasta el baño.


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