Poco ortodoxa

Cuando las cosas se dan de maneras extrañas, a veces es preferible soltarse y no preguntar demasiado.

En la fábrica, había una enfermería. Eso lo sabíamos todos. Algunos osaban a a decir que N, la doctora encargada de atenderla era una diosa de piel aceitunada. Más de uno, contaba con amargura que sus intentos por acercarse a ella habían sido repelidos con alevosa indignación.

Por mi parte, a mis jóvenes 19, no sólo estaba envuelto en una relación que concebía como única y definitiva, sino que además definía con altivez estúpida a la doctora N. como una petisita del montón.
Esa tarde el calor en la fábrica era insoportable. En enero cubríamos pocos el turno en las máquinas de impresión. El trabajo era tranquilo, pero constante. Todavía recuerdo mi rabia por el profundo corte en la mano. Una larga línea rojiza que me cortaba la palma de punta a punta. Recuerdo que intenté seguir trabajando, porque se corría el rumor de que descontaban los días por enfermedad. Mi jefe me vio pálido y me envió a la enfermería sin alternativa.
El consultorio de la enfermería era apenas una pequeña oficina con dos ventanas que daban al pasillo de salida. Recuerdo que al llegar me senté en una silla plástica y sentí un profundo mareo. A pesar de lo poco agradable del lugar, lo inundaba un perfume que nada tenía que ver con los olores de la fábrica. Reconfortaba a quien entrase allí automáticamente. Cuando el mareo se apoderaba de mí apareció ella. Me acercó un caramelo a la boca, para la presión, según dijo. Cuando sus dedos rozaron levemente mis labios, sentí un shock eléctrico.Recuperé al instante mi presión sanguínea. Me revisaba la mano con un tacto tan sutil que no pude evitar una ridícula e inoportuna erección. Me sentó en la camilla, evitando con elegancia mirar o hace una tácita alusión a la carpa que se erguía en mi entrepierna.
N. era una diosa. Su cuerpo corto y firme parecía contraerse a cada paso, dándole una felina sutileza a sus movimientos. Sus senos se insinuaban enormes debajo de la chaqueta celeste del ambo. Me miraba a los ojos con una intensidad tan seria que sentía culpa de mi calentura. Las pestañas, carentes de tinte artificial alguno, brillaban cada vez que sus párpados escondían sus ojos verdes. Ella limpiaba con sutileza la herida en mi mano.Yo pensaba el modo más oportuno de intentar hacerle saber mis ganas de salir con ella, ganar su corazón y morder cada centímetro de su cuerpo. Obviamente, quedaba preso de un estúpido tartamudeo que se limitaba a responder sus preguntas de rutina. El tiempo parecía deslizarse en una lentitud absoluta y perpetua. Ella curo la herida en pocos largos minutos y la cubrió con una delicada y perfecta venda. Cuando se dio vuelta a buscar su recetario, noté como alimento para el fuego que me invadía, el orillo de una mínima bombachita, negro, delicado, de un encaje explosivo. Temía el momento en que me diera la receta pues al bajar de la camilla, sería imposible disimular la rígida hinchazón de mi pija que lejos de medrar, se había tornado exagerada y potente.
Ella dudo un momento y dejó el recetario en el mismo lugar. Con un movimiento decidido, cerró las dos persianas americanas que daban al pasillo. El lugar quedó en penumbras. Mis manos temblaban. Con sutileza le echó llave a la única puerta del consultorio. Me quedé paralizado totalmente, mientras ella se quitaba el ambo dejando ser la bellísima compresión de sus pechos en el corpiño negro y brillante. Con un sutil movimiento se acercó a mí y me besó, desabrochándome la camisa con amable determinación. Un momento después sentí como me rozaban sus pezones libres y durísimos. Tuve miedo de irme allí, en seco, mientras ella me mordía las orejas y me acariciaba la verga al borde del colapso. Lo único que me dijo fue "Calladito, calladito, dejame a mí".
Sin la mínima cavilación, se agachó y en un sólo movimiento me bajó los pantalones y empezó un jugueteo con su lengua sobre mi pija que me llevó a un blanco mental increíble. Durante dos o tres minutos, me la chupó angelicalmente, al tiempo que su mano derecha trabajaba abnegada y discreta dentro del pantalón de su ambo. Dejaba salir unas cortas y felinas exhalaciones de placer al tiempo que me tapaba la boca para que mantuviera el silencio. En seco, sentí como alejaba el paraíso de su boca de mí y me jalaba de la cintura para que bajara de la camilla, apenas me puse en pié, ella se bajó el pantalón y la bombachita mojados y se recostó boca abajo en la camilla.
Cuando entré en ella, llegué al cielo. Un oasis húmedo y caluroso se combinaba con el roce de los pelos de su conchita que me acariciaba el pubis, instando a que la bombeará con mayor fuerza y velocidad a cada segundo. Envuelto en el frenesí, la tomé de la cintura y al tiempo que la impactaba con todo mi ser, la tomé de sus enormes pechos. No recuerdo momento más hermoso en mi vida sexual. Ella contenía sus gemidos, a la vez que sus manos se clavaban a los lados de mi cintura. De pronto sentí, incontenible, la corriente dentro mío. Era incontenible, una presión imparable y bellísima. Sentí como ella se mojaba hasta humedecer por completo mis muslos y me dejé ir dentro de ella. Ambos sudados y exhaustos, caímos un momento en la misma posición sobre la camilla.
El bellísimo momento se prolongó un instante eterno y ella lo cortó con frialdad. Se bajó de la camilla y se vistió con rapidez. Con un gesto, me hizo entender que me vistiese yo también y un instante después me extendió con frialdad un certificado de licencia y una muestra de antibióticos para la herida.
Antes de salir intenté decirle algo, intenté pedirle que se repitiese. Ella contestó con elegancia, que eso era todo y que me tomara los antibióticos. Cerró la puerta en mi cara y mientras me alejaba vi como abría nuevamente las persianas y se sentaba, como si nada en su escritorio.

Ninguno de mis posteriores intentos (pequeños falsos accidentes) me llevó nuevamente a las mieles de su sexo y al poco tiempo me trasladaron. Mi único consuelo es pensar que ella aún recuerda esa media hora en el cielo.

3 comentarios - Poco ortodoxa

KaluraCD
Poco ortodoxa


Buena historia, soñar no cuesta nada !!

Gracias por compartir 👍
Yo comenté tu post, la mejor manera de agradecer es comentando alguno de los míos...
emacho19
Muy bueno felicitaciones!
enteraparavos +1
Buen relato, me gustaría ser N.
Besitos.