La ONG De Mamá (Final)

Toda la verdad sale a la luz. Por fin me llega el momento, el momento de aprovechar todo lo que he visto, lo que sé, y de aprovechar a mi madre.




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Tres días tardó Liz en empezar a pasar de mí. Nos acostamos un par de veces más, pero terminó por apartarme e ignorarme. Una semana necesitó mi madre para dejar de aparecer por la ONG. Volvió a su rutina de maruja de alta clase, pasando el día de compras y amigas. Fingía llevarlo bien, pero me di cuenta que estaba triste, como antes de liarse con el negro. Abduh en ese tiempo se tiró varias veces a mi hermana y mi madre. Liz me dejó ser testigo de alguno de estos encuentros. Pillé a mi madre en un rápido polvo con el negro en los vestuarios y fue la última vez que los vi juntos. Ellos se fueron distanciando y todo lo contrario pasó con mi hermana y el antiguo amante de mi madre.

Liz y Abduh empezaron a verse bastante, y como mi hermana no tenía que esconderlo pronto llegó a ser un rumor para todos. A mi padre no le hacía mucha gracia, incluso llegó a confesarme que si les veía juntos echaría al negro a la calle. Se me ocurrió mostrarle los videos y que me dijese que iba a hacer con eso. De nuevo sentía una fuerte rabia hacía el negro, más que nada por apartarme de mi hermana. Mi madre tampoco estaba contenta con la relación, saltaba a la mínima contra mi hermana, pero Liz tenía las de ganar en cualquier discusión, pues no hacía nada que nuestra madre no hubiese hecho con el negro.

Como he dicho ver tontear al negro y mi hermana, sin el mínimo pudor que mostraba cuando lo hacía con mi madre, me tenía enfermo. Del baño de la oficina habían hecho un improvisado picadero, por suerte yo era el único que sabía de esto. Mi hermana me mantenía al día de sus novedades con Abduh creyendo que así me apaciguaba. Pero se equivocaba y decidí hacer como mi madre y poner tierra de por medio. Habían pasado dos semanas desde lo de la piscina, la relación del negro con mi madre estaba rota, lo sabía por Liz, y la de esta con mi madre no estaba mejor. Me presenté en el despacho para romper otro puente afectivo y laboral. Era media tarde, el momento en que menos curro había. Liz estaba con la mirada un poco perdida cuando entré.

- ¿Qué pasa?- La voz la tembló un segundo mientras se erguía en la silla. Se movió hacia delante en el escritorio.

- Quería hablar.- Me senté enfrente.- Estado pensando, y empiezo a estar cansado de esto.- Mientras mi explicaba la cara de mi hermana dibujaba algunas muecas inoportunas.- Además como desde el principio no he pintado mucho.- Liz respiraba rápidamente.- He decidido dejarlo, sé que a papá no le hará gracia, pero ahora mismo no me importa. Con las cosas que han pasado...

- ¡Han pasado muchas cosas!- Levantó la voz en un gritito. Con la mano me hizo un gesto para que no siguiese hablando.- Hemos visto mucho, y hecho mucho.- Ahogó un gemido al final de la frase. Señaló hacía la mesa y lo entendí.- Pero tú ayuda siempre ha sido importante, hermanito.

- ¿De verdad?- Pregunté enfado. No me hacía gracia que tuviese al negro debajo del escritorio comiéndola el coño.- Nunca me he sentido valorado.

- No digas eso Carlosssssss...- Se reclinó en el asiento y se mordió el labio.- Has sido una parte muy importante de todo esto.- Soltó un "Ah" con la boca abierta y mirando al techo.- Muy importante.

- Ya pues ojala no lo hubiese sido.- Me levanté y vi la cabeza del negro asomar un poco, ella lo cubrió con sus manos. Pude ver que tampoco llevaba los pantalones subidos, y algo de sus piernas al aire, estaba más morena que hacía unas semanas.- Me da la impresión de que solo he sido el tonto que hacía acto de presencia.

- Fuiste más.- Volvió a meterse de cintura para abajo bajo la mesa.- Pero no te debería dar tantos aires. Dejas pasar muchas oportunidades, incluso diría que te falta iniciativa.- Me sonrió mala y lasciva.

- Eso a ti te sobra.- Me apoyé con fuerza en la mesa asegurándome de dar un golpe que retumbase en la madera.- ¿Si me bajo los pantalones será eso iniciativa?- Se lo susurré esperando que el otro no lo oyese. Aun no sabía mi participación en todo aquello, y era mejor que siguiese así.

- No.- Se echó de nuevo hacia atrás, esta vez no asomó la cabeza de Abduh, solo su coño, mojado.- Sería hacer el ridículo.

- Se acabó.- Sonreí con suficiencia.- Iros a la mierda.- Salí dando un portazo.

Por supuesto Liz no hizo ademán de detenerme. Los que seguían en la nave miraron extrañados, pero todos guardaron silencio y evitaron mis ojos. Saliendo pasé junto al coche que mi padre le había regalado a mi hermana, por su buen trabajo y dedicación, más adelante divisé la bici de Abduh atada a una farola. La di una patada en mi camino al final de la calle. El taxi tardó en llegar, le esperé en sentado en el bordillo. Cuando el conductor me preguntó "a dónde" le dije que condujera y ya le indicaría. No había comido y un rugido de mi estomago me hizo solicitar al hombre que parara. Fue en un gran centro comercial de periferia.

Estaba cabreado me senté en el primer restaurante que vi. Era de comida italiana. Me atendió un camarero alto, joven y algo torpe. En una de sus pasadas para atender a los escasos comensales me arrojó unos espaguetis carbonara encima, la nata manchó mi camisa azul. Disculpándose y frotándome con un trapo solo logró hacer la mancha más patente. Su jefe le hecho una buena bronca, también se ofreció a no cobrarme la comida, que por suerte ya había terminado. Ver el despliegue de gritos del hombre pequeño y gordinflón, al chaval me quitó las ganas de explotar que yo mismo tenía. Terminé pagando y yéndome, no iba a pagar los platos rotos por mi hermana un pobre chaval.

Por suerte, en mi camino hacia la puerta, apareció alguien que sí tenía algo de culpa en lo que me había pasado recientemente, más bien bastante. Las divisé mientras descendía por las escaleras mecánicas, Cándida y mi madre salían de una tienda. Fue la amiga la que me vio primero a mí. Me saludaron con un gesto de la mano y me acerqué a la pareja. Las dos iban monísimas, como hubiese dicho Cándi, con faldas por encima de la rodilla y blusa, variaban los colores y estilos pero las dos iban con la misma indumentaria. Las di un par de besos a las dos, la amiga no quitaba esa cara de bruja de cuento ni para eso.

- ¿Qué te ha pasado?- Me preguntó mi madre refiriéndose a la mancha en mi camisa. En mitad de la superficie lisa y azul había un buen circulo blanquecino.

- Nada, estaba comiendo y al camarero se le ha caído una cosa. No tiene importancia.- Mi tono monótono lo apuntaló mi alegato, estaba desganado hasta para hablar.

- No tendrías que estar en la ONG,- hizo una pausa demasiado larga- con tu hermana.- Yo sabía que los celos la devoraban incluso entonces.

- Lo he dejado, estaba cansado.- No podía entrar en detalle, aunque desde luego con la cotilla oficial allí no hubiese sido lo mejor.

- Ya era hora, todo el día con esa gente, mucho habéis aguantado.- Intervino Cándida.- Y tú no puedes ir así.- Señaló la mancha.- Ven con nosotras y te compras algo.

No me dio tiempo a encontrar ninguna escusa cuando ya tiraban de mi a la tienda más cercana. Había ropa de marcas rimbombantes tanto para hombre como para mujer. A mi madre el momento de tenerme allí la pareció perfecto para renovarme todo el vestuario. La dependienta terminó cargada de ropa y yo también, la chica amablemente me condujo hasta un probador. Pude convencer a las dos para que dejasen de elegir prendas para mí, al menos hasta que hubiese visto como me quedaban las ya elegidas. Mi madre y Cándida me exigían que tras cada cambio les mostrase el modelito. La dependienta iba y venía llevándose los descartados o trayendo otras tallas. Me sentí infantil y al mismo tiempo protagonista de una película americana, solo faltaba la canción cada vez que emergía del otro lado de la cortinilla.

No sé qué pasó fuera en un momento dado. Asomé la cabeza y solo encontré a Cándida. Tenía una sonrisa que no la había visto antes, estaba un par de pasos más cerca de lo que se había colocado antes junto a mi madre. Le devolví la sonrisa y la pregunté por mi madre. Había ido a mirar unos vestidos y zapatos para sí. Mi siguiente pregunta iba a ser por qué ella no la había acompañado, pero no me dio tiempo a hacerla. Terminó de cortar la distancia entre nosotros y se metió en el probador. Retrocedí hasta que mi espalda, desnuda, notó el frio espejo. Estaba perplejo, pero ella siguió llevando al iniciativa:

- Tenemos un rato.- Me acarició el pecho, parándose bajo mi ombligo.- Tu madre tardará y he dicho a esa niñata que no nos moleste.- No hacía falta ser muy listo para ver por dónde iba.

- Cándi, te estás equivocando.- La aparté cogiéndola por los codos. Era atractiva, pero nunca la había considerado para aquello, me parecía una amiga maruja de mi madre, sin más.

- Será verdad que eres gay.- Dijo recuperando su cara de bruja. No di importancia al comentario.- Me tendré que buscar un negro como Sofía.- Se encaminó hacia afuera.

- Te confundes con Estibaliz.- Su mirada me dejó claro que no era así.- ¿Qué sabes?- La agarré del brazo y la hice que me encarara de nuevo.

- Nada.- Negó con la cabeza, pero solo se estaba haciendo la interesante.- Bueno, tu madre me ha contado algunas cosas.- Me puse nervioso, qué podría saber ella.- Por lo visto ella y el negro estuvieron juntos antes de que se metiese por medio tu hermana.- Cotilleaba acercándose a mí, sus dos manos sobre mi pecho.

- ¿Ella te lo ha contado?- La pregunté nervioso, debía notar como mi corazón se aceleraba.

- Sí, claro.- Parecía darle una importancia nimia a todo aquello. Necesitaba saber como de extendido estaba el rumor.

- ¿Se lo has contado a alguien más?- La miré directamente a los ojos.

- No.- Me pareció que mentía.- Pero, creo que necesito algo que me haga callar.- Se acercó a mi boca, con los tacones casi llegaba.

- Quieres algo qué te haga callar.- La paré antes de que me besase. Asintió.

Coloqué mi mano sobre su cabeza, sobre su melena pelirroja recién sacada de la peluquería. Empujé hacia abajo y la leve resistencia que opuso desapareció al segundo. De rodillas Cándi no tardó en desabrocharme los pantalones, que aun llevaban la etiqueta. Sacó mi polla blanda de los calzoncillos, no pareció importarla. La agarró y se la llevó a la boca al momento. Chupó cada centímetro hasta que se me puso dura. Entonces tomé el control, me dediqué a follarla al boca. Cándi se atragantaba y tenía arcadas. Yo se lo hacía cada vez más fuerte, pensé que ahogarla con mi polla quizá sirviese para que lo del negro y mi madre no se supiese. La agarré de la nuca y me aseguré de que mis huevos tocaban su barbilla. La aguanté allí, hasta que noté sus golpes en mi cadera y los dientes sobre mi rabo. Tiré de su pelo hacía atrás y mi polla salió de su boca, recuperó el aire a bocanadas. Me miraba con su mal gesto, y sin embargo noté que estaba excitada, además aquella mala cara me puso cachondo.

- A tu madre le hacía falta un chico como tú, así se olvidaba del negro ese.- Se levantó y volvió buscar mi boca, pero yo no quería besar a la serpiente.

La coloqué mirando al espejó, llevé sus manos a este, ella solita paró su culo delante de mí. Me agaché y busqué sus bragas bajo la falda. Cuando las encontré tire hacia abajo, recorrí sus largas y torneadas piernas, tenía la piel bastante suave y bronceada. Mordí una de sus nalgas, como había hecho hace tanto el negro a mi madre. Su gesto de dolor en el espejo me encantó. Sin pensármelo un segundo se la clave, un ligero gemido escapó de su boca. Nos mirábamos a los ojos a través del espejo. No estaba tan húmeda como mi hermana, no era tan guapa, pero era lo que necesitaba.

Empecé a follármela como un animal, hacía yo más ruido que ella. Ni por un segundo alteraba el gesto y eso me animaba a darle más fuerte. La solté un azote con la falda ya levantada y gritó un poco. Pero luego fue mucho más, la torta había derribado toda su defensa y ahora gemía con gesto de placer. Me preocupé por el volumen que alcanzaba y terminé por coger un cinturón y colocárselo en la boca. Yo tiraba de los extremos mientras arremetía con mis caderas, parecía que la cabalgase y tirase de las riendas. Estábamos llegando al cenit del placer cuando la luz dentro del probador aumento.

En el espejó apareció reflejada otra cara, la de mi madre. Nos congelamos los tres. Mi madre reaccionó cerrando la cortina tras de sí, pero se quedó dentro con nosotros. Inmediatamente se dio la vuelta, ahora veía su cogote en el espejo. Cándida escupió el cinturón y se arregló como pudo intentando recuperar la compostura. Yo me había corrido en el mismo instante en que vi los ojos azules de mi madre devolverme la mirada en el espejo. Me subí los calzoncillos y los pantalones que no eran míos. Cada uno de los tres buscábamos un punto distinto al que mirar, si bien el probador era lo suficientemente grande para dos, de repente éramos multitud. Mi madre rompió el silencio:

- ¿Estáis visibles?- Preguntó aun sin volverse.

- Sí Sofía, ha sido un...- La amiga intentó buscar una escusa. Después de lo que llevaba a la espalda no entendía por qué la gente intentaba negar lo evidente.

- Déjalo.- La cortó disgustada.- Ahórratelo, está claro lo que era.- Se había vuelto pero evitaba mirarnos a la cara.- Vístete y vámonos.- me habló a mí.- Y tú vete ya, que no te quiero ni ver.- Señaló a Cándida.

- Tiene gracia que tu vayas de digna.- La contestó la otra levantando el mentón.

- Tanto como tú.- La reprendió mi madre.

La amiga salió primero, con un gesto aun más oscuro que de costumbre. Mi madre me lanzó una última mirada, severa al principio, pero que se diluyó en otra cosa. Después de haberla pillado varias veces las tornas se habían vuelto. Al menos ella podía haber sido una mirona silenciosa como yo, y no haber entrado como un elefante en una cacharrería. Hice como ella había dicho y me vestí. Terminé comprado una camisa nueva y los pantalones que llevaba durante el polvo, me sentía culpable porque algunas gotas de mi corrida los habían manchado. Al verlas la dependienta insistió en cambiarlo por otro, yo la llevé la contraria, mi madre miraba hacia otro lado. Caminé junto a mi madre hasta el coche, fue el paseo más tenso que jamás había dado con ella, puede que con nadie. Dentro del coche se dejó llevar:

- ¡Pero en qué estas pensando!- Me gritó en cuanto cerré la puerta.

- Fue ella, se me echó encima.- La contesté a la defensiva.

- Es que podría ser tu madre, es solo un par de años más joven que yo.- Me miraba con los ojos fuera de sus orbitas. Tenía la sensación de que llevaba un tiempo buscando a alguien a quien abroncar.

- Cómo si eso importase.- La solté.

- ¿Y qué este casada? ¡Eso importa!- Me replicó, el parking estaba desierto y me daba la impresión de que los gritos se oían por fuera del coche.

- A mi me parece que importa muy poco.- Nunca he sabido parar de discutir.

- Eres como tu padre, y como...¡Todos sois iguales!- Parecía que fuese a llorar. Metió la llave en el contacto.

- No te equivoques, yo no soy ni como papá, ni como el negro.- Estaba a punto de arrancar pero mi arrebató la detuvo.

- Te lo ha contado ella.- Miraba al frente perdida, quizá con alguna lágrima en los ojos.- Solo pasó una vez, en un momento de debilidad.- Saber la verdad me dio ventaja.

- Una vez en el baño de la oficina.- Se giró estupefacta.- Otra vez en las literas, esa con amigos.- Yo enunciaba cerrando los dedos de la mano.- Otra más en un descampado.- No les había visto pero sabía que había pasado.- Otra en la pisciana. Otra en el cuarto de Estibaliz. Y otra en el vuestro con ella.- Cerré un séptimo dedo y recordé.- Y hace una semana en los vestuarios.- Mi madre no hablaba.- Lo he visto todo, hasta el último detalle, de ti de él, de Liz. Tiene narices que me eches esto en cara, yo me he callado, todo. Y ahora ella está con él y pasa de mí. Y tú estás enfadada porque ese negro ya no te hace caso, porque es como papá. Pero yo no soy como ellos, seré otra cosa, pero yo no dejo tiradas a las mujeres.- El alegato me dejó desahogado.- Además ha sido ella, que ha dicho que si no contaba lo tuyo.- Me quedé a gusto.

- Lo sabías todo. Has visto todo.- Hablaba más bien para sí.- ¿Tu hermana y tú?- De repente mi madre unió las piezas.- Ella también lo sabía. Vosotros.- Una mueca de desprecio asomó un segundo.- ¿Cuánto tiempo?- Volvía a estar severa.

- Un par de días. En cuanto se lo empezó a montar con el otro pasó de mí. Ella si se parece a papá, en todo.- Solté amargo.

- ¿No te habrás enamorado de tu propia hermana?- Preguntó sorprendida y enfada.

- No, pero es que me jode que pase de mí.- El rastro de tristeza en ella había desaparecido, ahora solo mostraba una comprensión rabiosa.

- De ,mí han pasado tu padre, Abduh y ella.- Se echó hacia atrás en el asiento.- Encima Estibaliz me chantajea con unos videos,- me miró de reojo- ¿no sabrás algo?- Asentí.

Busqué el móvil y la enseñé aquello que llevaba guardando un par de semanas. Me habían hecho compañía las primeras noches, después era un recordatorio de porque Liz me había mandado a la mierda. Pero ahora eran otra cosa, verlos con mi madre, la protagonista al lado me excitó.

- ¿Ella tiene copia?- Me preguntó, estaba más relajada.

- No, que va.- Contesté despreocupado. Miraba la pantalla donde mi hermana estaba compitiendo con mi madre por la polla del negro.

- Bórralos.- Lanzó su mano a mi teléfono, lo aparté antes de que lo tocase.- Por favor Carlos.- Entonces se me encendió una bombilla, como había dicho Liz me faltaba iniciativa, ahora me tocaba jugar a mí.

- No.- Me guardé el móvil en el pantalón.- Eso no va a ser tan fácil.- Me miró confundida un segundo.

- ¿Qué quieres?- Ella sabía lo que la iba a pedir, eso seguro.

- Ayudarte a olvidar a Abduh.- Mi madre era muy celosa, tenía que explotar eso, la mera extorsión tal vez no sirviese.

- Ya le he olvidado.- Encendió el motor. Hasta ella sabía negociar mejor que yo.

- Mejor para ti, porque hoy le estaba comiendo el coño a tu hija, debajo de la mesa.- No había metido la velocidad.- Parece que Liz sabe domarlo.- Apagó el coche.

- ¿Estás seguro de esto?- Lo había conseguido.- Luego iras corriendo a esa guarra de Cándi, o a tu hermana.- Que despechada era mi madre.

- No, eso no pasará.- Me había acercado a ella pasando por encima de la isleta de la palanca de cambios, esta se me clavaba en el muslo.

- Una más vieja, o más joven.- Seguía en sus trece. Volvía a mirar al frente.

- ¡Que no!- Me salió como un gruñido.

Agarré una de sus tetas a través de la blusa. Se giró y sus ojos se clavaron en los míos. Mi madre reaccionó al contacto recibiéndolo con gusto, sin duda desde hacía una semana no la tocaba un hombre. Mi otra mano empezó a desabrochar los botones de la blusa. Mi madre miraba por la luna, atenta para que no nos pillasen. Tenía el sujetado por fin a la vista, era negro de encaje. Entonces lancé mis manos a sus tetas semidesnudas, toqué tanta carne como pude, pero no la quité el sujetador. Me lancé a chupar la piel que sobresalía de la prenda. Mi madre no se quejaba, de hecho lo disfrutaba y llegó al punto en que ella misma apartó su sujetador para darme acceso a sus pezones. Allí estaba, en el parking de un centro comercial mamando de mi madre como hacía veintitantos años. Sus tetas eran mejores que las de Liz, naturales y más grandes, apenas habían caído un poco.

A tienta busqué la palanca para echar el asiento hacia atrás. Cuando la agarré, estaba ya tan echado sobre mi madre que bastó nuestro peso para que se moviese al límite. Aproveché el espació que quedó entre los pedales y el asiento para colocarme de rodillas. Estaba algo apretado pero no me importaba lo más mínimo. Seguía comiéndola las tetas como un cordero lechal, mi madre gemía y su respiración se volvía cada vez más profunda. Notaba el volante en mi espalda. Bajé más, abriéndola la blusa por completo, relamiendo cada trozó de su piel. Llegué a la falda y como pudimos nos deshicimos de ese ultimo obstáculo.

Tenía delante de mí la bragas de mi madre, iban a juego con su sujetador. Las hice a un lado, y contemplé, en primer plano, el lugar por el que llegué a este mundo. Un último escalofrió de nerviosismo me recorrió la columna antes de lanzarme sobre su coño. Mi lengua lo saboreó, se abrió paso entre sus labios, buscando. Encontró un gemido de placer, luego otro y seguí. El calor dentro del coche aumentaba. Mis dedos entraban en la abertura de mi madre. Sus manos se hundían en mi pelo, tiraban de él. Su voz suplicaba que no me detuviese. Un sostenido suspiro dio paso a un grito y este a uno de sus orgasmos de fuegos artificiales. Sentí la creciente humedad, sus piernas temblaron y su respiración se desbocó. Miré hacia arriba con la cara hundida en entre sus piernas, la miré como ella miraba a sus amantes.

Una luz iluminó su rostro, justo cuando yo iba a ascender a besarlo. El flashazo paso un segundo y desapareció. Finalmente me puse a su altura, sobre su cuerpo semidesnudo y la besé en la boca. Volví a mi asiento y me bajé los pantalones, la situación había hecho que volviese a tener una erección que apuntaba al techo del coche. Mi madre dudó un solo segundo y después me agarró la polla. Con una última mirada al rededor, comprobó que la zona seguía desierta, se agachó. Giró su cuerpo manteniendo el culo en su asiento. Se recogió la melena rubia, y me lanzó su mirada animal. Sentí sus labios estrechándose al rededor de mi dura polla. Su lengua acarició mi glande con unos movimientos circulares increíbles. Las habilidades de mi madre eran infinitamente mejores que las de mi hermana, sin problemas había logrado alojar toda mi polla en su garganta. La sujeté la cabeza en esa posición y me corrí en su boca. Ella se libró de mi sujeción y su boca, con la lengua blanca de mi corrida emergió.

- Trágatelo.- La dije mirándola fijamente, mi cara debía ser una mezcla de locura por el placer y ansiedad.- Trágatelo como hacías con lo del negro.- Cerró la boca y cuando volvió a abrirla no quedaba nada en su boca.

- Así.- Me enseñó la lengua limpia.- ¿Y ahora qué?- Me preguntó mientras volvía a abotonar su blusa.

- ¿Ahora?- Dudé.- Quiero que seas mi puta, como lo fuiste para el negro.- Volvió a encender el coche.

- ¿Eso es lo que quieres?- Habíamos empezado a movernos, hacia la salida.- Pero no terminará hasta que yo diga.- Sonó severa, con un tono que no la conocía.

- Y nada de volver con el negro.- Puntualicé.- Y que le den a papá.- Concluí, quería a mi madre solo para mí.

- De esos puedes estar seguro.- Habíamos salido y conducíamos de camino a casa.

Llevábamos un rato en silencio, yo fantaseaba con todo lo que pensaba hacer con mi madre. Cientos de ideas se me pasaban por la cabeza, de repente una duda existencial asomó a mis labios:

- ¿La tengo más grande que papá?- La pregunté. Sabía que no superaba al negro, pero necesitaba saber si era mejor que mi padre.

- Sí, bastante más.- Me sonreí.- Pero no es la más grande que he tenido, como ya sabes.- Ella sonrió al ver cómo me cambiaba el gesto.- No te preocupes por eso, lo que quiero no es una polla enorme, quiero una para mí sola.

- Eso ya lo he pillado, pero me voy esforzar por follarte a base de bien.- Tenía cara de salido.- Te voy a dar lo que te mereces mamá.

Su boca adquirió un gesto lascivo, y colocó su mano sobre mi rodilla. Seguimos camino, y por fin llegamos a casa. Entré detrás de ella, agarrándola el culo, mi madre me apartó las manos al llegar a la cocina. Imelda estaba allí, limpiaba la ventana que daba a la piscina. Actuamos con normalidad, pero yo quería saltar sobre mi madre inmediatamente. Cuando se dirigió al piso de arriba volví a pegarme a su espalada. Entré tras ella en la habitación de mis padres.

- Contrólate un poco.- Me dijo apartándome con su mano en mi pecho.

- Te he visto perder el control muchas veces mamá, no eres quien para pedir eso.- La agarré por la cintura y la acerqué a mí.

- Quieres follarme, ¿verdad?- Asentí. Sus manos frotaban mi paquete.- A estas alturas no me importa hacerlo con mi hijo, pero recuerda no vale echarse atrás.- Buscó dentro de mi pantalón mi polla tiesa.- Dime que te pongo más que tu hermana.

- Claro que lo haces, eres más guapa y tienes mejores tetas.- Manoseaba su culo con mis manos bajo su falda.

- ¿Eso es todo?- Me quedé sin saber que decir.

- No.- La levanté y la arrogué sobre la cama de matrimonio.- Además tu eres más puta, y encima mi madre.

Los dos nos desnudamos, yo de pie y ella tumbada. Mi madre me pidió que cerrara la puerta con pestillo, así lo hice. No ibamos a dejar que nadie nos molestase. Me coloqué de rodillas sobre la cama y atraje a mi madre hasta mí. Restregué mi polla por la entrada de su coño, estaba mucho más mojada que su amiga Cándida, supuse que en parte era por la excitación y en parte porque mi madre tenía una vida sexual considerablemente más activa que esa bruja. Cuando la metí se deslizó dentro sin problemas y sentí uno de esos espasmos en la columna que me decían que estaba haciendo algo muy malo, pero que se sentía muy bien. Mi madre no estalló al momento en gemidos de placer como con el negro, pero su turbación la hacía respirar rápida y a la vez profundamente. Cerró sus piernas entorno a mi espalda, no la había visto hacer eso con el otro y me gusto, de alguna forma me ataba a ella. Empecé a mover mi cadera despacio, no quería precipitarme y correrme demasiado pronto. El cuerpo de mi madre se movía al ritmo que yo le imponía, adelante y atrás. Me pidió, con una voz rogante, que fuese más rápido. Así lo hice, y sus tetas empezaron a bambolear con fuerza. Las agarré sin poder contenerme más, las estrujé, las apreté hasta que se enrojecieron un tanto. Aun más rápido, no tuvo que decirme nada, ahora sí gemía con ganas. "Mi niño", "Hijo" gritaba acompañando cada título con un lascivo mensaje, conseguía calentarme más y yo arremetía con todas mis ganas. Cuando estaba a punto de correrme se lo dije, esperando que desatara sus piernas y me dejara escapar. No lo hizo, apretó el lazo y me animó a que siguiese, ella estaba cerca. Me corrí primero, pero apenas unos segundos después, y con mi polla aun dentro lo hizo mi madre. Mientras me vaciaba en ella, mi madre gemía como cuando el negro la llevaba al límite, pero esta vez era por mí.

Sin aire me dejé caer a su lado. Mi polla blanda estaba cubierta de la mezcla perfecta de nuestros fluidos. La besé en la boca de la forma más lasciva que pude. Estuvimos dando nos el lote unos minutos, no paramos hasta que nuestras lenguas se quedaron sin ideas. Estábamos tan resentidos con el resto de nuestros respectivos amantes que no sentimos el más mínimo remordimiento por lo que habíamos hecho. Por desgracia se nos había echado el tiempo encima y la hora de la cena llegaba. En la ducha volvimos a tontear, pero mi madre me contuvo, y ella misma tuvo que contenerse.

Mi padre llegó más tarde de lo que acostumbraba. Mi hermana estaba mosqueada porque, de forma un tanto infantil, mi madre y yo la habíamos ignorado desde que llegó. Si bien a los dos nos sobraban los motivos. Cuando mi padre se sentó a la mesa lo hizo de forma extremadamente rígido, serio a más no poder. Su mirada parecía perdida y al mismo tiempo con un deje de cólera. Liz rompió el silencio que parecía tenebroso hablando de la ONG. Mi padre casi se atraganta y tosiendo explotó:

- ¡Mañana mismo cierro esa, gilipollez!- Dio un trago de agua y dejó el vaso en la mesa dando un golpe.

- ¿Por qué?- Mi hermana preguntó confusa, esa era la sensación reinante a la mesa.

- ¡Porque no pienso gastar dinero para que tu madre sea una puta!- Lo sabía, ahora sí había cólera pura en sus ojos. Mi madre fue a decir algo.- No habrás la boca, no te atrevas a decir nada, sé lo del puto negro.

- ¿Quién te ha dicho semejante estupidez?- Mi madre mostró indignación como forma de defensa, poco solida.

- Esa amiga tuya, y no me lo ha dicho ella. Has sido tú.- Nos quedamos a cuadros sin entender nada.

Manipuló su teléfono y lo arrojó sobre la mesa. Se escuchó a mi madre contar lo del negro, se oyó también a Cándida. Nunca imaginé que la cotilla esa pudiera llegar al punto de grabar una confidencia. Mi madre tampoco, se quedó pálida. Mi padre bramaba una sarta de insultos, mi madre se levantó llorando y fue al piso de arriba.

- ¡Vete de mi casa ahora mismo!- La gritó mi padre haciendo ademán de seguirla, yo me interpuse en su camino, de hecho le empujé.

Fui tras mi madre oyendo a mi padre vociferar. La alcancé antes de que cerrara la puerta de la habitación. La consolé con una abrazó, fuera aun gritaba mi padre, ahora a mi hermana. Busqué una maleta de viaje y empecé a meter ropa de mi madre dentro, ella sollozaba sentada en la cama. Cuando hube cogido bastantes cosas, la agarré de la mano y salimos del cuarto. Nos cruzamos a mi padre en el salón, no le escuché e hice que mi madre se adelantara. Medio a la carrera con él detrás nos subimos al coche. Mi padre no dejaba de proferir amenazas e insultos ahora a ambos. Mi hermana estaba totalmente fuera de juego, pero me pareció que hacia el final elegía bando, a favor de mi padre.

Nos fuimos a un hotel. Mi madre se había calmado durante el viaje, llegó a decirme que diera la vuelta para soltarle algunas cosas a su marido, él no era ningún santo tampoco. Me costó convencerla de lo contrario, pero convino conmigo en que lo mejor era poner tierra de por medio. Solo quedaba una salida, la dije, el divorcio. Se rió con una carcajada impropia de ella, luego me miró y asintió apretando los labios. Antes de entrar en el hotel habló con mi abuelo, su padre. Mi abuelo se iba a ocupar de buscar un abogado, no le importaba lo que dijera mi padre, su hija era lo primero. Con el apoyo económico de mi abuelo el mercenario legal iba a ser de lo mejor. Me lo pasó cuando subíamos en el ascensor, a la habitación. Mi abuelo me preguntó si estaba al corriente de los escarceos de mi padre, le conté que él mismo me había confirmado todo. Satisfecho me dijo si me importaba mentir en caso de ser necesario, le dije que no. Mi abuelo era un estratega, y para cuando dejé la maleta sobre la cama del hotel ya aseguró que iba a dejar a mi padre sin nada, o al menos sin la mitad de cuanto tenía. Pasé las buenas noticias a mi madre, que se alegró mucho.

- A todo cerdo le llega su San Martín.- Había pasado de las lágrimas y el miedo a un control total y un espíritu de venganza que más le habría valido a mi padre vivir como un cornudo feliz.- Quieres champagne. Quiero brindar con algo.- Me pareció broma y me reí. Su mirada me dejó claro que hablaba enserio.

- Si que le odiabas.- La dije con tono de broma. Yo estaba en el lado de mi madre, desde que en el parking la había comido el coño. Y desde luego la poca lástima que pudo despertar mi padre antes había desaparecido cuando supe que se tiraba a la secretaria.

- Asco más que odio, nunca debí casarme con él. Lo único buen o que me ha dado habéis,- se detuvo un segundo- has sido tú. Estibaliz ha caído en desgracia para mi.- Se acercó al la neverita que había en una esquina, la abrió y miró lo que había dentro con atención.

Así había muerto el matrimonio de mis padres, gracias a la cotilla de Cándida y al cabrón de Abduh. Mi madre sacó una botellita con de alguna bebida alcohólica y unos vasos, realmente quería brindar. Vació la botella y buscó otra que sirvió en los vasos. Mi móvil no paraba e víbrame en el bolsillo, mi hermana llamaba. La colgué sin contestar, como había dicho mi madre, Liz estaba en desgracia. Recordé en ese momento los videos, mi madre se acercaba con un vaso en cada mano.

- Será mejor que borre esto.- La enseñé la pantalla tras coger una de las bebidas.

- Sí, sería lo mejor.- Chochó su vaso contra el mío y bebió.- Además, es hora de que grabemos otros nuevos.- Se sentó en la cama y cruzó las piernas.

Tras follar y ducharnos juntos se había cambiado de ropa, llevaba ahora un vestido ligero y escotado, sin sujetador, un tanga rosa y unos tacones. No era la mejor indumentaria para la huida que habíamos realizado, pero era perfecto para la proposición que me estaba haciendo. Separó las piernas con lo que pude ver claramente el tanga rosa. Me terminé la bebida de un trago, dejé el vaso donde pude. Ella dio un último trago y abandonó el vaso sobre una de las mesillas.

- Lo de coger una habitación con una sola cama ha sido un descuido, ¿verdad?- Se dejó caer los tirantes del vestido.

- Sí, un descuido.- Era cierto que no me había dado cuenta.- Pero ya que estamos aquí.- Me acerqué.

- Quiero que me folles, pero vamos a hacer algo especial.- Colocó sus manos sobre mis caderas.- Ya que parece que voy a tener que empezar de nuevo, vamos a estrenar una cosita.- El vestido empezaba a caer y sus tetas quedaron al aire. Me pareció que el alcohol la hacía efecto rápidamente.

- ¿El qué?- La acaricié las tetas desde arriba.

- Mi culito.- Me levantó la cabeza y me besó bajo el ombligo.

No dijimos nada más, me desabrochó el pantalón y me lo bajó. Comenzó masturbándome lentamente. En cuanto mi polla empezó a ponerse bien dura mi madre se la metió en su boca. Se aseguró de salivármela bien, no fue una mamada larga como otras que la había visto hacer.

Se levantó para dejar caer todo el vestido a sus pies, se quitó el tanga, y cuando fue a desprenderse de los tacones la pedí que no lo hiciera. Se colocó a cuatro patas sobre la cama. Me acerqué por detrás y separé los cachetes de su culo, no estaban tan duros como los de mi hermana. Tuve una perfecta visión de todos sus agujeros. El ano estaba cerradito, el coño bien mojadito. Era la primera vez que me veía en una de esas, actué por instinto y por oídas. Escupí sobre el agujero, le di a mi madre mi dedo corazón para que lo chupara, con cuidado me abrí camino con el mismo. La espalda de mi madre se tensó un segundo, después miró hacia atrás. Me abría paso dilatando ese virginal hoyo, que mi madre me ofrecía. Cuando creí que era suficiente lo retiré. El corazón, junto con el índice regresaron a la boca de mi madre y de vuelta al culo. Me fijé en que apretaba los dientes y me detuve, asintió para que continuara. Los dos dedos desaparecían lentamente dentro de ella, haciéndola gemir, más que nada para aliviar la tensión. Dudé de si sería suficiente, el agujero estaba dilatado, pero lejos del perímetro de mi polla. Fui con el anular a la boca de mi madre. Tres encararon la plasticidad de su ano. Respiró rápido y por la boca mientras yo hacía de su culo un lugar apropiado para mi polla. Saqué los dedos y el agujero adquirió algo más de tamaño, no podía aguantarme más. Quería desvirgarla, sentir su estrechez en mi polla.

Se la acerqué a la boca para que me diese otra ronda de saliva, mi madre escupió y extendió tanta como pudo. Regresé a su culo. Coloqué el glande sobre aquel agujero que se cerraba por segundos. Empujé, con tanta suavidad que no se puede decir que empujase. Volvió a dilatarse recibiendo la cabeza de mi polla. Estaba apretada, escupí para lubricar. Entró. Mi madre parecía aguantar la respiración, estaba rígida mirando al cabecero. Seguí avanzando, poco a poco. Ella gimió. Mi polla entró por completo. Volvió a soltar todo el aire por la boca, como si soplase unas velas de cumpleaños. Yo estaba encantado, la acababa de desvirgar, estaba apretadísima.

- Ahora, un poco más rápido.- La dije, ella no habló.

Se volvió a mirarme con ojos un poco lastimeros, pero no me importó. Empecé el bombeo, adelante y atrás. Al principio el dolor superaba al placer, se la notaba en la cara. Por suerte mi madre era una fiera sexualmente hablando, y no tardó en acostumbrase. El ritmo ya casi alcanzaba al de una follada por el coño cuando empezó a gemir de placer. En cuestión de minutos mi polla se movía casi sin fricción. Fui aun más rápido y volvió a soltar un gritito de dolor. Pronto desaparecieron dejando paso a una serie de gemidos que me animaban a seguir follándomela de forma más brutal. La di una azote que hizo temblar su nalga y la dije:

- ¿Te gusta cómo te rompe el culo tu hijo?- Otro azote exigió respuesta.

- Sí, joder... Me encanta.- Volvió la cara para mirarme.

La agarré el pelo y se lo recogí en mi mano. Tirando de su melena rubia aumenté el ritmo hasta que fue demencial. Sus gemidos se cortaron unos segundos pero regresaron cuando se hubo acostumbrado. Yo no iba a aguantar mucho más, quería llenarla el culo de leche. Me sorprendió que mi madre llegase antes, y que tuviese un orgasmo practicando sexo anal. Pero al mismo tiempo me pareció el más salvaje que la había visto. Yo terminé vaciándome en su culo haciendo ruidos propios de un animal. Mi madre se dejó caer boca abajo en la cama, yo aun enganchado descansé sobre su espalda. Pasamos así un par de minutos y por fin rodamos cada uno a un lado. Mirábamos al techo.

- Muy bien mi niño.- Recuperábamos el aliento.- Ahora vamos a hacer esto todas las noches, ¿vale?- Giró la cabeza hacia mí.

- Perfecto. Todas las noches.- Empecé a masturbarme para recuperar la dureza.

Esa noche lo hicimos cuatro veces más. No ha sido la noche que más veces lo hemos hecho, pero ha sido seguramente la mejor. Con la mañana tocó reunión con los abogados, tres había contratado mi abuelo. Un par de meses más tarde mi padre perdió la casa, la mitad de la empresa y bastante pelo. Yo pasé a ser socio de mi padre, mi madre me designó su representante en la empresa. Su exmarido me consideraba un traidor y apenas me dirigía la palabra. Mi hermana se quedó sin novio negro, no tardó en encontrar a un pringado que suplió a Abduh, al menos en parte. Siguió siendo la reina de las nieves, pero mi madre la largo de casa, se buscó un piso en el centro terminó la carrera la primera de la clase, yo estuve entre los diez siguientes, se colocó bien y ahora pone los cuernos a su novio. Uno de los mejor parados fue Abduh, mi madre le avisó de que mi padre sabía lo suyo, se escabulló de su ira, se metió a la universidad y ahora trabaja en la embajada o consulado de su país, sigo sin saber de dónde venía. Mi madre cambió de teléfono, tras la primeras veinte llamadas y otros tantos mensajes en los que la invitaba a pasar un buen rato. Yo fui el mejor parado, un buen puesto, desahogo económico, eso sí mis amigos me preguntan por qué sigo viviendo con mi madre, les digo que por hacerla compañía, todos se ofrecerían a ocupar mi lugar de saber cuánto valora ella mi compañía. Pero al final del día soy yo el que se encuentra a su madre esperándole para arrancarnos la ropa.

FIN

1 comentario - La ONG De Mamá (Final)

JoyceQ
Puff termino el post! pero que bueno