Siete por siete (98): Un pequeño aperitivo




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Compendio I


Ruego mis disculpas por tomarme un descanso. La semana con las pequeñas fue agotadora en muchos niveles y volver a faena y exigirme al instante también resultó difícil.
Ya no me molesta que tome mi cuenta y escriba. Incluso, me he acostumbrado a sus emoticones e imagino que de la misma manera que la puedo sentir cerca con sus relatos, ella también me debe sentir a mí.
Nunca imaginé que esto se daría. Los que han seguido esta historia desde sus orígenes, se han dado cuenta que yo no lo buscaba y que muchas veces, creí que no lo merecía.
Lo que pasaba entre Pamela y yo muchas veces lo intentamos suprimir, porque los 2 queremos mucho a Marisol y nuestros propios sentimientos pasaban a segundo plano, en comparación con el amor que tenemos por ella.
Y admito que lo que ocurrió entre mi suegra y yo fue mayormente lujuria y morbo (Que posteriormente, evolucionó en amor verdadero), al ver que estaba en un matrimonio insípido y aburrido y ella es una mujer hermosa, valiente y muy fuerte, del mismo temple que es mi ruiseñor, que no era apreciada por la pobre excusa de esposo que tenía.
Me fue inesperado la disposición de mi esposa a compartirme y a pesar que le he ofrecido las mismas oportunidades (porque sigo creyendo que es injusto que yo las tenga y ella no), ella se ha rehusado, porque sabe que me dolería el corazón.
Pero me impresiona la dinámica y compleja personalidad de mi mujer al interactuar con otra.
Simplemente, debo decir que es estupenda, porque es muy generosa y le encanta disfrutar de estos romances.
He tratado de ser lo más sincero con ella y me sorprende que teniendo todo el derecho para alterarse y pedirme el divorcio, lo tome de una manera tan pacífica y que incluso, me ayude a organizar mis emociones.
Ella sabe que quiero a la mayoría (porque casos como los de la vecina son de pura calentura y nada más) y algunas también las amo, pero que a pesar de todo, mi esposa sigue teniendo una distinción especial.
Y es que no puedo imaginar mi vida de casado con alguien distinto a ella.
Si ella me lo pidiera, yo dejaría a todas (me costaría, pero por ella, lo intentaría) y sería el esposo amoroso y padre consentidor que ella se merece como pareja.
Sin embargo, a ella le acomoda más mi condición actual, donde mi amor por ella ha cambiado muy poco y puede “competir” con las otras por mi cariño, que ya lo tiene completamente.
Chicas como Hannah, Susana y Lizzie son las que más le simpatizan a mi ruiseñor, dado que me llaman la atención su dedicación por lo que hacen.
Y es que para mí, las cosas que desconozco o me son difíciles de entender, despiertan mi curiosidad.
Hasta antes de conocer a Lizzie (corto de Elizabeth), el arte no tenía mucha significancia para mí. Me aburría de ver cuadros en museos, porque nunca comprendí los diferentes tipos de pinceladas ni podía diferenciar estilos artísticos.
Pero desde que llegó ella, le he tomado mayor atención. Y es que me impresiona la paciencia que tiene para los detalles.
Marisol también me ha acompañado mientras Lizzie traza bocetos en un lienzo y los 2 hemos sentido ese ambiente mágico que se genera, dado que no basta con una simple pincelada para hacer una línea, sino que necesita 5 y de una manera muy delicada y especial, que requiere de mucha dedicación.
Curiosamente, ella nos admira, pensando que nuestros estudios son más difíciles, pero no considera que para poder dibujar con el nivel de detalle que ella lo hace, necesito de un software y medidas para dar forma a la figura y Marisol no puede trazar dibujos de esa manera.
Pero también el aspecto sexual ha mejorado más todavía desde que ella vive con nosotros.
Como ella se dio cuenta que Marisol me atiende por las mañanas, antes de marcharse a la universidad, ella también comenzó a imitarla y como consecuencia, hacemos maravillosos 69, para luego hacer el amor en la cama y finalmente, darle por detrás, nos bañamos y cuidamos a las pequeñas.
Y por la noche, me toca repetir la misma experiencia, pero con mi esposa y con Lizzie espiándonos desde la puerta.
Como Lizzie estudia por las tardes, Marisol y yo “la esperamos” hasta que vuelva.
Nos sentamos en el sofá para ver alguna película (las noches que Marisol no tiene que estudiar), envueltos en una frazada y con chocolate caliente a la mano.
“¡Ven, Liz! ¡Estamos viendo una película muy bonita!” le dijo la primera noche mi ruiseñor.
Estábamos abrazados y Marisol se apoyaba en mi vientre, mientras le hacía cariños en la espalda.
Lizzie se sentó en el otro extremo del sofá.
“¡No, Liz! ¡Cúbrete con la frazada, para que no te pases de frio!” le sugirió Marisol.
Con nerviosismo y tratando de no mirarme, se sentó muy tensa bajo el borde de la frazada.
“¡Liz, deja que te abrace!” ordenó mi ruiseñor. “¡Estas películas románticas se ven mejor cuando alguien te abraza! “
Y con mucha timidez, se acomodó bajo el brazo, mientras que yo me sentía como rey.
Aprovechando que abrazaba a Lizzie por encima del hombro, agarraba su pecho disimuladamente. A su vez, ella deslizaba suavemente su mano sobre mi muslo.
Mientras que con la otra mano, auxiliado por la oscuridad metía los dedos dentro del pantalón de mi ruiseñor, insertándolo en su trasero, mientras que ella se apoyaba en mi vientre y me percataba que sus labios salivaban al ver cómo mi figura se proyectaba discretamente por debajo de la frazada y que era un tesoro que ambas querían probar.
Y me sorprende el cambio en nuestra relación familiar. Como saben, me gusta bailar cuando estoy en la cocina y a las pequeñas también les simpatiza.
Entre los 3, hemos organizado coreografías muy divertidas y es una de las cosas más hermosas ver a mis pequeñas y a ellas, sonriendo.
“¡Aprovecha de besarla!” me susurra Marisol, mientras recogemos la mesa y ella se va a la cocina, para dejarnos a solas.
La beso de sorpresa. Luego entro a la cocina y beso a mi ruiseñor.
Las 2 terminan sonriendo por igual.
No es que Lizzie pase a reemplazar a Megan. La sigo queriendo y también la extraño, pero Marisol y Lizzie se llevan mejor y eso es lo que más me importa.
Incluso las miradas que me da Lizzie son parecidas a las de Marisol cuando toma a las pequeñas y se nota que también las quiere de verdad y que es reciproco.
Las pequeñas saben que Lizzie no es mami, pero también le tienen confianza y ella sabe que es solamente un trabajo y que lo que nosotros tenemos por el lado no tiene nada que ver.
Pero el día de cumpleaños, estaba más que caliente.
No entiendo lo que me pasa, pero con solo ver a Marisol en días como ese, siento una corriente que nace desde mi espalda y lo único que pienso es en metérsela.
“¡No! ¡No! ” Me dice ella, sonriendo picaronamente, cuando la punteo en la cocina y la tomo de la cintura, deseando imperiosamente hacerla mía.
Me abraza y me besa, mirándome con sus tiernos ojos verdes.
“¡Tienes que aguantarte! ¡Tendremos visitas!”
“Pero Marisol…” le suplico.
Y ella se ríe que la desee tanto.
“¡Juega con Lizzie un rato!”
La llamó para avisarle.
“¡Lizzie, mi marido tiene que ir a hacer unas compras! ¡Pensé que podría llevarte al instituto!”
“¡No te preocupes, Marisol! ¡No es necesario! ¡Puedo tomar el tren!” le responde muy nerviosa.
Si bien le gustaba meterse con hombres casados, tras conocer a mi esposa y a las pequeñas, le resulta incómodo que “Marisol le tenga tanta confianza”.
“¡Vamos, no es una molestia! Además, sé que a mi marido no le incomodará…” dijo, dándome una sonrisa de aprobación.
Y la llevé al estacionamiento de la estación de metro, nos aparcamos en un lugar retirado y nos empezamos a besar.
“¡No debo hacer esto!... ¡Esto ya está mal!...” me decía, mientras acariciaba mi cara, sin tratar de resistirse y sin intenciones de parar.
“¡Lo sé, pero no puedo evitarlo!... ¡Estoy muy caliente!”
Ella lo palpa, sin creerme y se da cuenta que no le miento.
“¿Cómo es posible?... ¡Estabas con tu esposa!” me pregunta, para besarme de una manera más intensa.
“¡Se lo pedí, pero me dijo que tendríamos visitas!”
Me miraba complicada. Quería sentirla también...
Pero no habría escrito esta entrada, si ella hubiese dicho que no.
Nos bajamos y nos acomodamos en el asiento trasero.
“¡Solamente, una vez!” me dice, levantando su falda de mezclilla y mostrando sus pantaletas. “Para no llegar tarde…”
La desnudo y curiosamente, recuerdo las veces que lo hacía con mi ruiseñor, antes de entrar a clases.
Desabrocho su camisa y descubro sus deliciosos y pujantes pechos, cuyos excitados pezones me llaman para que los pruebe.
“¡Cielos!... ¡Eres mejor que Fred!” me dice, al sentir mis manos acariciar su cuerpo y presentir lo que venía.
Estaba empapada y suspiraba, cerrando los ojos, a medida que me deslizaba dentro de ella.
“¡Mi primera vez en un auto!” dejó llevar uno de esos pensamientos locos.
Aunque mi camioneta es excelente, siempre ha sido un dolor de cabeza al momento de tener relaciones dentro de ella.
Los asientos son cómodos y la amortiguación es buena, pero el problema es la movilidad.
La cabina trasera es demasiado estrecha. La única manera de hacerlo es que vaya yo arriba, pero sus piernas quedan en una posición muy tensa, que les termina cansando.
Sus gemidos son intensos y le agarro sus deliciosos pechos, llenándola en un mar de éxtasis y como en esa película del barco, la atmosfera se empieza a poner húmeda y pesada.
Es estrecha y deliciosa y sus besos no son nada malos. Sus pechos son suaves y sensuales y su mirada coqueta, junto con sus pecas, da un toque entre malicioso y travieso.
“¡Ahí viene!... ¡Ahí viene!...” le aviso, mientras ella espera mi descarga ansiosa.
Y me corro un montón. Es un verdadero alivio y me siento mucho más tranquilo.
Ella me mira sonriente.
“¡Tendré que lavarme después!”
Le ayudé a arreglarse. Quedó un ligero aroma a sexo en su ropa, pero es la primera vez que la veo tan sonriente al irse a clases.
“¿No se dará cuenta?” me pregunta, antes de marcharse, al ver que persiste el olor dentro de la camioneta.
“¡No lo creo!” le sonrió. “¡Tengo experiencia en este tipo de situaciones!”
Me mira sorprendida, pero luego sonríe, comprendiendo.
A pesar de todo, no soy tan malo y sigo siendo un padre responsable, que cumple sus labores con su esposa.
Me da otro beso y se marcha a sus clases.
Yo hago las compras que Marisol me pidió.
“¡Te demoraste un poco!” me dice, cuando me abre la puerta. “¡Nuestros invitados ya llegaron!”
Me da un beso en la mejilla y me sonríe.
Con solo verlos, sé que la tarde todavía no ha terminado.


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