Siete por siete (40): Los movimientos de baile




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Compendio I


Recuerdo que quedé con la boca abierta cuando la esperé frente al estacionamiento del edificio. Ella sonreía, con la satisfacción de verme sorprendido.
“Y bien… ¿Nos vamos?” preguntó, luego de entrar en la camioneta, siempre sonriendo por mi cara de sorpresa.
Comprendí por qué Marisol había insistido tanto. Probablemente, se había arreglado de esa manera para la ceremonia de rol de honor…
Un par de horas antes, mientras cenábamos, Amelia le preguntó a mi esposa.
“¿Y por qué no vas tú también?”
“Amelia, sabes bien que no sé bailar…” respondió mi ruiseñor. “Además, prefiero quedarme con las pequeñas…”
“Pero… ¿Por qué tiene que ir Marco?” señaló su hermana. “Él tampoco sabe bailar… muy bien, que digamos…”
Ninguna desconoce por qué me ofrezco a lavar la loza siempre. Pongo la radio, el celular o algo con música y bailo. Obviamente, con la coordinación y destreza de un ingeniero, pero me divierte y los trastos quedan limpios, así que me dejan hacerlo… o bien, me ayudan y bailan conmigo.
“¡Te conté que ella rompió con su novio y quiere sacarle celos!” respondió Marisol.
“¡Si, eso lo sé!” Replicó Amelia, claramente complicada. “Pero también te conozco, Marisol… y a veces te pasas de generosa…”
Su hermana le sonrió.
“Bueno, Amelia. ¿Qué puedo decirte? Me siento en deuda con ella, por haberse tomado las molestias de orientarme en la universidad… y es mi única compañera de estudios. ¿Cómo no voy a ayudarle?”
Amelia suspiró…
“¡Ten por seguro que no pasaré la noche afuera!” le explique en un tono tranquilizador. “Regresare, a más tardar, a las 3…”
“¿Tan tarde?” protestó mi cuñada.
Sonreí.
“¡Amelia, es una fiesta de la facultad!… y ella baila, pero no tiene pareja. Tampoco me gusta desvelarme y no es que me vaya a perder un fin de semana entero por salir a bailar…”
Se rió ante mi comentario y no puso más problemas.
No obstante, yo compartía sus preocupaciones…
“¿Y por qué me llamaste a mí?” le pregunté, mirando de reojo a Megan, mientras manejaba. “¿Por qué no llamaste a Ryan?”
Ella sonrió.
“¿Crees que Ryan sepa bailar?”
“Pues… yo no soy bueno bailando…”le advertí.
“Si…” exclamó ella, con desgano. “También te he visto cuando lavas la loza… pero al menos, eres más guapo.”
“Pero… ¿Por qué quieres que vaya?”
“Bueno… porque he escuchado… que mi antiguo novio encontró a otra chica…”
“¿Y eso qué? Habrás roto con él hace un par de meses…”
“¡Pero los sentimientos no se van de un día para otro!” me respondió enojada.
Pensé que no sería una buena idea, porque no me creía la persona más apropiada para acompañarla.
Vestía una falda blanca veraniega, ligera hasta las rodillas, con unas calzas negras hasta las rodillas y una chaqueta de mezclilla. Iba bastante perfumada, pero no podía parar de mirarla a la cara y ella se daba cuenta, sonriendo satisfecha.
Llegamos a la fiesta alrededor de las 9, cerca de la plaza donde hacen representaciones teatrales. Me sorprendió la cantidad de parejas bailando. Eran alrededor de unas 500 personas, pero los celestes ojos de Megan estaban determinados a encontrar a su antiguo novio.
Mientras ella lo buscaba, fui a la barra y pedí un trago para ella y un jugo para mí. Al poco rato, regresó a mi lado.
“¡Ahí está! ¡Lo acabo de ver!” informó, furibunda. “Y es cierto. Estaba con otra chica…”
“¿Y qué piensas hacer?”
“¡No lo sé!” respondió. “¡Estoy tan furiosa!”
En esos momentos, me odie a mí mismo…
“¡Ven, bailemos!” la invité, ofreciéndole mi mano.
“¡Pero tú no sabes bailar!” dijo, sin rodeos.
“No, pero tú si…” le expliqué.
Y claro, salimos a la pista de baile y yo me moví con espasmos, como siempre, mientras que ella daba sus pasos convencionales.
No fue como en las películas, que uno queda en el centro de la pista y todos te miran alrededor. Pero estaba haciendo el ridículo y los chicos se reían de mí.
Ella sentía vergüenza por los 2, pero yo tenía confianza en mi plan…
Finalmente, apareció un tipo gordo, metalero, de unos 25 años, con comienzos de calvicie, con una barba y unos piercings…
“¿Y este quién es? ¿Otro de los cerebritos?” le preguntó a Megan.
Ella no se atrevía responderle…
“¿Este es tu antiguo novio?” le pregunté, con incredulidad.
El tipo hinchó su pecho…
“¡Así es! Soy el gran Jim…”
“Si, si, si…” le interrumpí, antes que empezara su verborrea, lo que le hizo enojar. “¿Y este tipo era tu novio?”
Él se río, sin que ella se atreviera a contestar.
“Es que con un tieso como tú, obviamente que me extraña…”
Megan estaba roja de vergüenza…
“¿Y no has pensado por qué ella prefirió un tipo como yo?” pregunté.
“Probablemente, se conformó con lo primero que encontró…”
“¡Pero mírame!…” le dije, mostrando mi cuerpo. “Soy flaquito, no tengo fuerza y ya ves que para bailar no sirvo… en cambio ella es una diosa: mueve la cintura de una manera espectacular. Ojitos celestes, piel blanquita, cabello claro, su buena cola y sus pechos son deliciosos. ¿Tiene sentido que esté conmigo? ¡No lo tiene! Y sin embargo, aquí estamos juntos… mientras tú te preguntas por qué está conmigo…”
Jim estaba confundido, al igual que Megan, mientras que el resto seguía el inusual espectáculo muerto de la risa.
“¡Mírate! ¡Tremendos brazos y un piercing! ¡No hay dudas que eres un tipo duro! Y yo, flaco, tieso y bailando con una reina… ¡No podemos ser más distintos! ¿Qué piensas tú que le hizo decidirse por mí, compañero?... físicamente, luces mejor que yo… ¿Tiene eso sentido? ¡Por supuesto que no, compañero!”
Esgrimía la “defensa chewbacca” con maestría…
Megan no sabía qué pensar…
“La única justificación lógica, camarada, que se me ocurre pensar es que seamos distintos en la cama…” le dije, bien sereno. “Porque claro, ella baila con un tipo tieso como yo y todo, pero en la cama, la debo destrozar… tal vez, por eso te dejó.”
Sé que no fue así. Jim dejó a Megan, pero sé manejar la opinión de la multitud en situaciones como esa (una de las razones por las que he peleado solamente 2 veces. En las otras, siempre saltaban a defenderme), que se volvió a mi favor, con un intenso “¡uhhh!”
“Puedo partirte la cara…” me advirtió.
“¡Dale!” le desafié. “Pero así y todo… seguiré siendo mejor que tú en la cama… y ellos lo sabrán.”
Los ojos de Megan brillaban, mientras que el gran Jim se dejaba impresionar por lo que la gente podía decir de él.
Como no podía hacerme nada, me dejó solo y nos pusimos a bailar con Megan…
“¡Eres increíble!” dijo, besándome apasionadamente.
“Si… tengo mis momentos…”
Y la siguiente media hora fue genial, porque ella bailo apegada a mí, incitándome con su cola y con su flexibilidad…
Y digo media hora, porque me la tuve que llevar al estacionamiento, para cogerla…
“¡Estás… deliciosa!” le dije, mientras la enterraba sentada en el asiento trasero de la camioneta.
“¡Lo… sé!... ¡Ahhh!...” decía ella, aferrándose a mis hombros. “Pensé… que te gustaría… ¡Ahh!”
La estaba follando con mayor intensidad que la acostumbrada, porque aparte de su vestimenta, se había arreglado el cabello, dejándose 2 trenzas a los lados, en un estilo parecido la de la porrista rubia del videojuego y que desde el momento que subió a la camioneta, me puso a mil…
Más encima, debajo de la chaqueta de mezclilla usaba una camisa delgada, que exponía su ombligo y su sensual cintura y tras desvestirla y sacarle el sostén, le comía los pechos, de una manera deliciosa.
“¡Ay, si!... ¡Ay, si!... ¡Sigue!... ¡Sigue!...” exclamaba ella, mientras la penetraba con mayor fuerza.
Yo me aferraba a su trasero, porque quería estrenarlo esa misma noche.
“¡Si!... ¡Cogeme!... ¡Cogeme!... ¡Así!... ¡Así! ¡Así!... ¡Ahhhh!” exclamó, cuando rellené el condón.
Manejé complicado, porque Megan se fue mamándola todo el camino hasta su departamento. Sus trenzas fueron tan excitantes como las colas de caballo y tras darle su ración de jugo después de estacionar, volamos hasta su departamento.
“¿Marisol… te dio… permiso?” preguntó, mientras me cabalgaba.
“Hasta las 3…” respondí.
Ella sonrió. Apenas eran las 11:20…
“¡Marco, una vez sin preservativo!... ¡Por favor!...” me pidió. “He estado tomando pastillas…”
Estilo perrito…
“¡Ufff!... ¡Ufff!... ¡Marco… tienes razón!... ¡Ahhh!... ¡Bailas… horrible… pero coges… genial!...” me decía ella, mientras le arremetía, apoyada en su cama.
“Y tú… con ese peinado… y bailando así de apegada…” le respondí, mientras la ensartaba casi entera en ella.
Nunca pensé que me daría una erección por bailar tan apegado. Tal vez, Marisol y yo deberíamos salir a bailar…
Me encantaba su cintura. Blanquita, con algunos lunares, pero con una cola modesta, aunque se notaba bien apretada.
La follaba con más fuerza, pensando que sería el primero en romperla. No sé si siente algo por Ryan. Tal vez, sean deseos de jugar con él, pero yo quería probarla primero…
A diferencia de las otras veces, que usaba el índice y el anular, esta vez, metí el pulgar para ver su culito…
“¡No…así no!” se quejaba, aunque le gustaba.
“¿Me vas… a dejar probarlo?” pregunté.
Ella sonrió.
“Es que… después me darás… siempre por la cola…” se quejó, con algunas risas.
“Pero… podré correrme… siempre…” le respondí.
Ahí los movimientos se desequilibraron por ambas partes. Los 2 queríamos acabar luego…
Le preocupaba. Marisol le dijo que las primeras veces fueron un poquito dolorosas, porque se ponía nerviosa, por lo que trataba de apaciguar mi bestia lamiéndola.
Pero tiene mentalidad propia y cuando se le mete una idea en la cabeza, no descansa hasta que la cumple…
“¡Está bien!... pero sé cuidadoso, por favor.” Me pidió, al ver que no bajaba.
Esa presión, cuando te comprimen el glande, no tiene precio. Ella me sentía como la ensanchaba de a poco y aunque le dolía, se lo aguantaba.
“¡Más despacio!... ¡Más despacio, por favor!...” me pedía y trataba de obedecerle.
Pero era tan estrecho, que sentía como mi glande iba deformando su cavidad, parecido a un rompeolas o un barco, dejando un surco en el mar.
Cuando encontré que era suficiente, le pregunté si podía bombearla.
“Si… pero ve despacio…” me pidió.
Retrocedí lentamente y avancé de nuevo. Ella se quejaba despacio, pero lo aguantaba.
Retrocedí y avance. Retrocedí y avance, constantemente preguntándole si le dolía.
Sus gemidos empezaron a cambiar…
“¡Sigue!... ¡Sigue!... ¡Ahhh!... ¡Se está empezando… a sentir bien!”
Fue un alivio, porque me estaba costando contenerme.
La bombeé con más fuerza, siempre consultando. Por fortuna, le empezaba a gustar.
“¡Si!... ¡Si!... ¡Dale más!... ¡Por favor!... ¡Se siente… muy bien!” exclamaba ella.
Fue música para mis oídos. Le empecé a dar con todo.
“¡Ay!... ¡Ay!... ¡Ay!... ¡Siento que me quemas… bien rico!”
Me aferraba a su cintura, bombeando con gusto. A ella le encantaba y con una mano, acariciaba su pepita.
“¡Si!... ¡Si!... ¡Sigue así!...” pedía ella, transpirando copiosamente.
Yo también sentía calor, pero no podía detenerme. Se sentía bastante bien.
Finalmente, me corrí en ella, que lanzo una bocanada de aire y sonrió, al sentir mis jugos en sus intestinos.
“¡Marisol… tenía razón!” decía ella, volteándose para besarme. “¡Se siente bastante bien!”
“¿Y qué tal sientes tu cola? ¿Está muy resentida?”
“No… no tanto…” respondió. “Me arde un poco… pero la siento medio dormida.”
“Entonces… ¿No te molestaría que lo hiciéramos de nuevo?” pregunté.
“¿Qué? ¿Quieres hacerlo de nuevo?” preguntó, con una gran sonrisa.
“Es que… cuando te apegabas… te veías tan sensual…” confesé avergonzado. “Además, es un tesoro que el gran Jim nunca probó…”
“Querrás decir, un tesoro que nunca le dejé probar…” me aclaró.
Yo la miré sorprendido.
“Antes, me gustaban los chicos como Jim: masculinos, fuertes y posesivos…” acarició mi muslo suavemente. “Pero siempre me dio algo de miedo darle la cola… debes imaginártelo… era muy brusco y le gustaba hacerlo en lugares nada románticos…”
Dio un fuerte suspiro…
“Sin embargo, la suerte me sonrió y conocí al esposo de mi mejor amiga… un bailarín terrible, pero todo un caballero.” Me dio una bonita sonrisa. “Me aseguró que se iba a preocupar, que no me iba a doler y que lo iba a disfrutar… y aquí estamos, acostados en mi cama, yo peinada como una porrista cazadora de muertos vivientes y el marido de mi amiga, pidiendo una segunda oportunidad… a quien nunca podría decir que no…”
Y empezamos a hacerlo una vez más. Fue tan delicioso como la primera vez… y quedó igual de agradada.
“¿Y cuáles son tus planes?” le pregunté, mientras se recostaba en mi brazo.
“¡No lo sé!” respondió. “Quisiera ir a visitar a mis padres…”
“¿En el pueblo lleno de vacas? ¿Por cuánto tiempo?”
Ella sonrió.
“¿Por qué lo preguntas? Pensé que estarías contento con tu suegra y tu cuñada y si mal no recuerdo, el próximo mes llega la prima de tu esposa…” preguntó, con una mirada coqueta.
“Pues… pienso que te he tratado mal. No te he atendido tanto como quieres…”
Nos reímos…
“Pero me gustaría conocerte más y reivindicarme.” Proseguí, con algo de vergüenza.
Es difícil confesar algo así a alguien que sabe qué tan promiscuo eres.
“Pues… yo pienso que me quedaré hasta marzo.” Respondió, con una sonrisa que parecía decidida a desanimarme. “¡Tú sabes! Las mamas siempre dicen que te extrañan… pero no sé… el próximo semestre creo tener tiempo para una relación… más carnal…”
Lo último, lo dijo dándome un beso.
Luego de hacer el amor con preservativo una vez más y ver que el reloj marcaba las 3:15 am, me empecé a vestir.
“Puede que la cola te quede resentida un par de días…” le expliqué, mientras me vestía.
“¿Marisol no se enojara porque te devuelva más tarde?” preguntó.
“Ella no creo.” Respondí. “Otra cosa es mi cuñada…”
Puso unos tremendos ojos. La besé una vez más y me marché.
Puede que en la pista, mis movimientos de baile sean malísimos. Pero en la cama, son otra cosa…


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