Siete por siete (21): El asunto de los platos




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Compendio I


Una de las cosas que más me gusta de Marisol es que sabe armar buenas conspiraciones.
Le molesta que le diga “Napoleón del crimen” (título que en más de una ocasión se me ocurrió poner para estas entregas, pero que ella me hizo desistir), porque si yo me veo como Holmes, ella se ve a sí misma erróneamente como Irene Adler, porque se ha guiado por las películas en lugar de las novelas y que nunca fue un interés amoroso del detective.
Pero de una manera similar al personaje con quien la asocio, Marisol sabe muchas más cosas de mi entorno que yo mismo ignoro y en más de una ocasión, me ha sorprendido con sus tretas.
Por eso pienso que Marisol es la mujer de mi vida. Tiene una cara hermosa, un cuerpo divino y es inesperadamente astuta e inteligente para su corta edad, aparte de una personalidad única.
Sin embargo, esta vez consiguió involucrarnos a todos para participar…
El miércoles fui a buscar a Diana al aeropuerto.
Para ella, fue una sorpresa agradable, ya que siempre toma un taxi que la lleve para mi casa. Pensó que podía ser otra razón, pero le expliqué que Marisol me lo había ordenado, ya que estábamos organizando una fiesta tardía de Halloween.
Fui muy convincente, ya que llevaba cajas con caramelos y decoraciones en la camioneta.
Preguntó por qué lo hacíamos ese miércoles, si Halloween había sido el fin de semana pasado, respondiéndole que ni ella ni yo teníamos libre para celebrarlo.
Con sus ojitos suplicantes, consultó si había un motivo adicional, a lo que tajantemente respondí que no.
Nuestras casas (la de Kevin y la mía) son las únicas en la cuadra, dado que estamos en la cima de una colina y en la vereda del frente existe una quebrada. Por esta razón, rara vez vemos gente transitar por la calle (exceptuando el periodo en que Fiona se encargaba de las colectas), por lo que podemos mantener algo de privacidad.
Por esa razón, pudimos mantener las decoraciones festivas sin llamar mucho la atención.
Marisol la recibió vestida en su antiguo uniforme de la escuela (aunque con una falda y camisa distinta, porque las originales las usamos en el dormitorio) y se alegró mucho que su amiga llegara.
Como he mencionado, la relación entre mi esposa y Diana es bien afectuosa, ya que Marisol la considera casi como una “hermana postiza”.
Aunque Diana deseaba ducharse y cambiarse de ropa para la fiesta, Marisol le permitió lo primero. Como sabía que no tenía disfraz, los invitados usarían sus “uniformes de trabajo o de escuela”.
Confundida y algo apenada, Diana aceptó las condiciones, mientras que yo fui a buscar al último invitado de la fiesta.
Puesto que el disfraz de Megan no era muy llamativo (vestía pantalones negros, una polera blanca y la chaqueta de la universidad), Marisol la maquilló usando crema facial, sombra, labial y otros utensilios para que pareciera un muerto viviente.
Kevin y Fiona nos dejaron boquiabiertos…
Kevin vestía su uniforme de futbol de escuela, con pantaloncillo blanco y camiseta térmica verde, con el número 11, que llamaba bastante la atención de mi tierno ruiseñor.
Aunque habían pasado los años, Kevin tenía musculatura en brazos y piernas muy llamativa, sin olvidar que la camiseta resaltaba sus amplios hombros y su pecho espartano… y bueno, se sentó unos segundos en el sillón, dado que la prenda le quedaba tan ajustada, que podía notarse con facilidad el largo bastón con el que atiende a su esposa por las noches, acción que le hizo avergonzarse.
Fiona, en cambio, vestía de porrista. Le avergonzaba, porque ahora le quedaba apretado y menudo.
En su tiempo, no debió ser la gran cosa: camiseta sin mangas ni cuello celeste con blanco, con una falda verde hasta un poco menos de las rodillas.
Pero se notaba que le quedaba tan apretado que no podía usar sujetador y esa cola, junto con su cola de caballo, hacían invitaciones que mi herramienta estaba muy tentada en aceptar.
Al parecer, la mascota de la escuela era un Dingo o un perro salvaje, por el diseño en la espalda de Kevin y en la asombrosa pechera de su esposa.
Ryan apareció con el uniforme de la tienda donde trabaja y apenas lo presenté como un amigo mío, Megan le abordó casi al instante para conversar.
Bastó un brevísimo vistazo a Fiona, que abrazaba por la espalda a su marido, para hacerle desistir de cualquier perverso pensamiento.
Marisol me dio un gesto de aprobación al conocer finalmente a Ryan. Me pidió que revisara a Diana que se estaba tardando en la ducha.
Golpeé la puerta del baño y una nube de vapor salió a recibirme. La encontré a medio vestir, con la camisa puesta pero con la toalla envuelta como falda, mirándose al espejo.
Le pedí que se apurara, porque faltábamos nosotros solamente y con una carita bien triste, preguntó nuevamente si había algo más detrás de esa celebración.
Fingí no saber de qué me hablaba y dándome una sonrisa bien dolida, la dejé arreglándose.
El overol de la mina, casco, antiparras, guantes y botas de seguridad.
No me tomó más de 3 minutos en vestirme y esperé pacientemente a que Diana saliera del baño.
Parecía una princesa, agotada y deprimida, pero aun forzaba una sonrisa para agradarme. La tomé del brazo y bajamos por las escaleras.
Una vez abajo, se apagaron las luces…
Lo único visible fueron las flamas del pastel que traía Marisol.
Diana empezó a llorar cuando cantamos “cumpleaños feliz”. Realmente, supimos engañarla bien…
Sé que mi esposa extraña a su hermana verdadera y realmente, se deprimió esa semana de agosto donde no pudo hacerle compañía por segunda vez. Pero esta era la oportunidad de reivindicarse.
Diana no es muy apegada con su familia. Son gente de campo, algo huraña y la llaman con suerte una vez al mes. Pero mi esposa y yo la hemos acogido en la nuestra.
Tras los abrazos correspondientes, empezamos a entregarles los regalos.
Megan le dio un peluche; Marisol, un par de pantalones; Kevin y Fiona, un vestido; yo, un libro…
Nadie esperaba que Ryan trajera un regalo…
“Bueno…” dijo él, claramente nervioso y sin siquiera poder mirarla a los ojos. “No te conozco… pero creí que sería pésima educación aparecer en tu fiesta… y que no trajera un regalo… no es mucho… pero espero que te guste.”
Exceptuando a Marisol y a mí, todos quedaron anonadados con el gesto. Ella me sonrió, porque Ryan le recordaba bastante bien lo que yo hacía para el cumpleaños de su madre y de su hermana.
Era una cajita pequeñita y Diana estaba intrigada por el desconocido que se la había entregado. La abrió y era un reproductor de video y música portátil.
Sinceramente, pienso que fue mera casualidad. Invité a Ryan porque había muchas mujeres y porque quería que conociera a Megan.
Ni siquiera le sugerí que trajera un regalo y mucho menos sabía que era el regalo que Diana más esperaba recibir.
Diana estaba conmovida. Lo abrazó, entre lágrimas y le besó suavemente la mejilla.
Mientras dejaba que Ryan se volviera el centro de la fiesta, rodeado por solteras que deseaban conocerlo, Marisol procedió a cortar el pastel, mientras que Fiona aliñaba la carne para el asado y yo salí a acompañar a Kevin, que preparaba el fuego.
Nuevamente, le di una cerveza y le pregunté por las cosas en el trabajo.
Por su cara, supe que las cosas no iban nada bien. Me contó que su jefe había presentado inexplicablemente la renuncia a su cargo y que había fuertes rumores que la oficina de Sydney tomaría el proyecto.
Sentí lastima por él, ya que me sentía parcialmente culpable. Si lo hubiese sabido, habría hecho desistir a Sonia en la conferencia.
Traté de subirle los ánimos, diciéndole que tenía el amor de su esposa y que sería papá pronto.
Pero tenía dudas. Parecía lloverle sobre mojado, en especial, tras lo ocurrido con la momia…
Apareció el único rayo de luz en su vida, trayendo la bandeja con la carne.
“Kev, ¿Me puedes ayudar a traer los platos elegantes?” le dijo, tomando a su esposo por la cintura, luego de dejar la bandeja con la carne. “Marisol me convenció que era un día especial y quería usar la loza que usamos para nuestro matrimonio.”
“¡Claro, amor!” le respondió. “¡Marco, encárgate de la carne!”
“¡Mejor voy yo!” le sugerí, complicado. “No soy bueno asando carnes…”
Kevin me dio una mirada de sorpresa…
“¡Amigo, eres un tipo extraño!” respondió, tomando las tenazas. “Sabes cocinar, pero no asar carne…”
Fiona se rió y la seguí.
Mientras Marisol contemplaba a sus amigas conversar con el tímido muchacho pelirrojo, le susurré algo al oído.
Su respuesta me desanimó. Me ordenó que no tardase demasiado en traer los platos.
Ryan, por otra parte, se reía de lo lindo con Megan y la cumpleañera.
Si Marisol hubiese dicho sí, tal vez me habría portado mejor…
Recuerdo que Fiona me hablaba mientras caminábamos, pero yo seguía contemplando esa cola de caballo y ese vestido tan llamativo…
Olvidé todo sentimiento de lastima por Kevin cuando entré a su casa…
“¡Marco, no! ¡Vamos a llegar tarde a la fiesta!” me reprendió, mientras me apegaba a sus caderas.
“Es que nunca lo he hecho con una porrista…”
Ella se rió de mi disparate.
“¿Qué dices?... lo hemos hecho muchas veces… ¡Ya, déjame!... que nos están esperando…” me ordenó.
La tenía aferrada de la cintura y se había dado cuenta de lo caliente que me había puesto. Guardaban los platos en el mueble de debajo de la cocina y cuando se dobló, mostrándome la cola, reconozco que le salté por instinto.
Tiene algo de barriga de embarazo, pero no tanto para matar las pasiones. Además, su piel es suavecita y resplandeciente y lo que la hace simplemente divina es que se resiste con palabras, pero es solicita a recibir los movimientos y caricias que le doy.
Estuve un par de minutos, empujándola con mi latente miembro para convencerla, masajeando con mis dedos por debajo de sus calzones y masajeando sus turgentes y prisioneros pechos, para calentar la situación, pero no pude...
Al menos, no completamente.
Sin embargo, ante una oportunidad como esa, decidí usar una técnica que aprendí con la prima de Marisol...
“Fiona, ¿Has pensado en el futuro?” pregunté, cuando nos “reponíamos” un poco de la calentura, para hacer lo que nos correspondía.
“¿Qué futuro?” preguntó ella, con una sonrisa seductora y con un suspiro breve, para enfriar el ambiente. “¿El tuyo y el mío?”
“Pues… sí.”
“No. No lo he pensado mucho…” respondió, mirándome a los ojos como si la estuviera tratando de engañar. “¿Tú sí?”
“¡Por supuesto!” le dije, recibiendo el primer trio de platos.
Ella se detuvo, mirándome a los ojos.
“y… ¿Qué has pensado?” preguntó, con una mirada sugerente, mientras tomaba el segundo.
“Pues… que una vez que tengas a tu bebe, ya no podremos hacer esto más.” Le respondí, con algo de desgano.
“¿Qué?” exclamó sorprendida. “¿Por qué?”
“¿No lo recuerdas? Tú misma dijiste que querías hacerlo para tener un bebe…”
“Bueno…si… pero yo…”
“Además, tú amas a Kevin…” señalé, sin darle tiempo para replicar. “Y no creo que te vuelvas una esposa que engañe a su marido.”
Ella se sonrojó…
“¡Por supuesto que no!” respondió enérgicamente.
Di un suspiro, para reforzar mi “sentimiento de resignación”…
“Incluso, si lo volviéramos a hacer, tendría que usar preservativo o hacerlo por detrás… porque ahora que estás embarazada, me puedo correr dentro las veces que quiera…”
Y hasta ahí duro su postura firme e inexpugnable…
En realidad, no me caben dudas que ama a su marido y de ser por ella, no le sería infiel.
Pero eso no le quita que adore la verga del vecino. Y cuando digo “adora”, es porque le gusta: le hace mamadas, tenemos relaciones y le hago la cola y yo siempre, durito, palpitante y relleno de juguito.
Le sorprende en particular que inunde sus mejillas cuando me da mamadas y aunque no es tan larga como la de su marido, sabe bien que la mía tiene más aguante…
Así que ahí me miraba con esos ojitos brillantes, complicada hasta el cuello de las ganas, porque sabía que nos esperaban todos y que si hacíamos algo, nos íbamos a tardar…
“Entonces… deberíamos aprovechar.” Sugirió ella, en voz baja.
“Pero tienes razón.” Respondí. “De cualquier manera, no habría aguantado mucho, contigo vistiendo así. Lo mejor que podemos hacer es volver…”
Me besó de repente y casi boto los platos.
“Bueno… yo nunca lo he hecho con un minero…” dijo ella, sentándose en el mueble, abriendo las piernas e incluso despejando el calzón para que se la ensartara.
Yo babeaba…
“¿Te das cuenta que nos vamos a atrasar?”
Ella me sonrió y me agarró para que se la metiera de una vez.
Aunque me preocupaba haber usado un overol sucio, a ella parecía encantarle el olor de mi transpiración.
“¡Se siente tan masculino!” dijo ella, sin parar de besarme.
Y empecé a machacarla, apoyada en el mueble…
A ratos, pasaba a llevar la cuchillera y otros objetos. Pero estábamos en celo y queríamos coger a lo loco…
“¡Hay que hacerlo rapidito!” me decía, aunque ni ella ni yo teníamos intención de acabar pronto.
También me ha pasado con Marisol. Cuando lo hacíamos en la universidad y estaba a punto de entrar atrasado a clases, hacerle el amor a mi ruiseñor se ponía fácilmente 5 veces mejor…
Sus gemidos eran gloriosos y rebotaban por las paredes de su casa. A ratos me daban remordimientos, porque el vecino cornudo estaba preparando la carne, pero la carne de su esposa era deliciosa.
“Lo que más voy a extrañar son estos pechos…” le dije, descubriendo sus enormes pechos.
“¡No!... ¡No los muerdas!...” me decía, moviendo más y más su cintura, mientras yo mordía y succionaba su leche.
El casco se me había caído y sus jugos goteaban por el mueble, mientras que los platos vibraban discretamente cuando la bombeaba más adentro.
“Y pensar que unos meses atrás, era la devota y puritana esposa del vecino…” reflexionaba, mientras se sacudía a lo loco.
Jadeaba intensamente. A veces, cuando está súper caliente, lame el lóbulo de una de mis orejas. No que me cause efecto adicional alguno, pero sirve para avisar cuando dejar la carga y esa vez, empezó a hacerlo.
Empieza a gemir, de a poquito más fuerte. Un besote con la succión suficiente para arrancarte el alma, la lengua, la saliva y los labios y el majestuoso orgasmo.
Si antes se ve bonita, verla así, después de correrme, pues se ve fenomenal.
La miro a los ojos y todavía está de ganas. Claro, porque la he malcriado… y quiere cola.
Pero miro el reloj y nuestro “rapidito” ha tardado 20 minutos para buscar 7 platos…
Tengo que “desenfundar la espada” a la fuerza. No muchas veces lo he hecho, pero ella la mira con ojos brillantes y deseosos.
Le da suaves besitos, limpiando la mezcolanza de nuestros jugos. No sé si se acordara que su esposo la espera en mi casa…
Me la deja limpia.
Mientras nos vestimos y arreglamos el desorden, le bajan los remordimientos.
“Marco… tú crees que puedo ser una buena esposa… ¿Verdad?”
A ella le preocupaba sinceramente, pero yo estaba en la misma situación. ¿Qué moral tengo para decirle que tenía mis dudas?
“No lo sé.” Respondí. “Mientras quieras a tu marido y cuides a tus hijos…”
“¡Oh, Kev!” exclamó ella, colocándose su maravillosa camiseta. “¿No crees que se haya dado cuenta?”
“Bueno… siempre hay una opción para hacerle olvidar el atraso.” Le respondí, luego de contemplarlo en el patio, aun en la parrilla.
Volví cargando los platos.
Marisol, como era de esperarse, lo sabía todo…
“Tuve que usar nuestros platos…” me dijo, con su voz traviesa.
“No importa.” Le respondí. “Podemos usarlo para la carne…”
“Se tardaron mucho. ¿No se dará cuenta?”
La besé. Ella misma me pone en esas situaciones y luego no mide las consecuencias…
Lleve los platos a la cocina y di una mirada al patio.
Como esperaba, Kevin estaba muy apegado a la reja de madera, suspirando y con la mirada perdida en el cielo…
Del otro lado de la reja, su viciosa esposa estaba atendiéndolo, probablemente con la misma dedicación con la que me atendió a mí.
Saqué mi plato de pastel del refrigerador y dejé el de Fiona con una cuchara…
Cuando volviera, probablemente se antojaría a comer algo dulce y solido.
Siempre y cuando estuviera apetente… tras tragar tantas cosas saladas.


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2 comentarios - Siete por siete (21): El asunto de los platos

nico161272
Cuando sale el sgte, me los lei todos en 2 dias, desde el 6x8 1 hasta este. Excelente historia.
metalchono
wow. Debes tener mucho tiempo libre también, porque ya voy bordeando casi las 950 paginas del word. Bueno, salió un capitulo hace 2 días (la XXII, que por alguna razón, como que no quedó archivada en mi historial de posts, pero si aparece en la búsqueda de posts actuales) y aprovechando mi tiempo libre (Y probablemente, para alegrarte lo que queda de fin de semana), subiré otra entrega en un par de horas. Gracias por leer y comentar.
nico161272
jajaja, me quede hasta las 4 de la mañana leyendo el jueves y el resto lo lei ayer.