Siete por siete (16): La instalación




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Compendio I


La noche siguiente tuvimos una leve discusión con Marisol. No entendía por qué tenía que contarle esas cosas a Megan, siendo que ella era mi esposa.
Se había dado cuenta, porque cuando regresé de la tienda, Megan me dio una sonrisa más amistosa de lo habitual.
Traté de explicarle que lo necesitaba. En el fondo, que necesitaba a alguien que pudiera ser racional, que me dijera que lo que hacía no estaba bien.
Que reforzara mi punto de vista original, como lo hacía su prima. Porque tengo miedo de perderme, que algún día olvide que soy de ella.
Marisol me dijo que no tenía que preocuparme. Que podía contarle todo. Le sonreí, pero le dije que ella simplemente no podía ayudarme.
Mi esposa no me juzga y de hecho, apoya mucho de estos amoríos. Pero sigo anhelando una relación normal, aunque temo haber pasado el punto sin retorno.
Lo único que le subió los ánimos fue saber que lo había hecho con Megan y que quería que le diera la demostración acostumbrada...
Sin embargo, otra cosa más ocurrió ese día que no quise contarle…
Como mencioné, había rescatado la memoria y la lleve a la tienda. Ryan, el tipo que me había atendido el día anterior, revisó la memoria y pude ver que la información estaba intacta. Revisó los requerimientos de mis programas y él me mostró los equipos que podían hacerlos correr.
Elegí el que me recomendó, no tanto por los precios, sino que por la velocidad del procesador. En efecto, los programas que tardaban unos 3 minutos en cargar, en este no demoraba más de 15 segundos en abrirlos.
Le di las gracias y llevé el portátil a la caja. Pero en el trayecto, otros aditamentos me llamaron la atención y decidí comprarlos, para cooperar con su comisión. Lo malo era que necesitaría ayuda para instalarlos.
La tienda, por fortuna, también presta asistencia técnica, por lo que pedí a Ryan que me ayudara. Avisó a su jefe y me acompañó.
Estudia en la misma universidad que mi ruiseñor, pero en el campus de ingeniería. Le conté que era ingeniero en minas, a lo que él respondió que iba en el tercer año de ingeniería en computación.
Ryan es gordito, barbón, pelirrojo y usa lentes. No me sorprendió cuando dijo que le llamaban “Peluche” (en inglés, “Teddy”), tanto en el trabajo como en la universidad, porque parece uno.
Luego de descargar las compras de la camioneta, Fiona bajó a recibirme. Vestía un pantaloncito blanco bien ajustado que resaltaba su cola, su infaltable colita de caballo y tuvo que abrocharse la camisa, porque estuvo amamantando y no esperaba que regresara acompañado.
“Peluche” quedó boquiabierto. Sonreí, porque mi vecina aún mantiene ese encanto de porrista y los presenté. Como esperaba, Ryan fue muy elocuente con las palabras…
Mientras instalábamos los routers, me dijo que tenía una esposa muy bonita. Le agradecí las felicitaciones, pero le aclaré que ella no era mi esposa. Sin embargo, le advertí que su marido podía molernos a golpes…
Durante el almuerzo, la trataba de mirar discretamente, pero ella no se daba cuenta, porque estaba más interesada en mi explicación. Quería reforzar la intensidad inalámbrica y además, mejorar la seguridad de la casa.
Dejé a “Peluche” instalando los otros equipos y ayudé a Fiona a lavar los platos. Le comenté que había impresionado bastante a nuestro amigo y le pregunté si se había dado cuenta.
Ella paró de secar la loza y me miró con nerviosismo. Noté que estaba excitada y pregunté que le pasaba.
“Bueno… no sé cómo decírtelo.” Dijo muy nerviosa. “¿Recuerdas la otra vez?... ¿Ese día que preparé el pavo… y apareció la pelirroja de tu amiga?”
Se notaba que aun guardaba rencor con Rachel, pero retornando al presente, prosiguió.
“Bueno… tú y Kevin me tomaron juntos…” se sonrojó de una manera sorprendente. “Lo disfrute bastante… no lo niego… porque fueron las personas que más quiero en la vida…”
Bajó la cara, para que no la viera.
“Sé que les he causado problemas a ti y a tu esposa… pero he estado pensando… y me gustaría hacerlo de nuevo. No sé si Kevin lo quiera repetir… pero si tú lo decides, yo lo haré.” Dijo, mirándome otra vez y acariciando mi cara. “Sé que no quieres lastimarme y me gusta mucho eso. Si tú crees que ese chico es de confianza… pues lo haré.”
Su cara tomó un matiz exquisito, pero me colocaba en una disyuntiva tremenda.
Por esa razón no quise decírselo a Marisol y cobardemente esperé a estar en el turno para contarlo, porque reforzaba mi necesidad que alguien reprendiera mi moral.
Sé que el Marco de antes, el que era compañero de oficina de Sonia y solamente tenía el amor de Marisol no lo habría pensado 2 veces y le habría dicho que no.
Pero el Marco de ahora tenía sus dudas…
Fiona, como he mencionado, luce simplemente divina y las posibilidades que un tipo como yo o Ryan pudieran cogérsela son infinitesimales.
El problema es que no es mi mujer. Es decir, soy uno de sus amantes. Pero Fiona está casada con Kevin y él es un buen amigo, por lo que sería como ponerle cuernos a los cuernos que ya tenía y volverme su chulo y que ella fuera mi puta particular.
Le pedí que me dejara pensarlo un poco…
“Peluche”, por su parte, seguía ocupado instalando los dispositivos de seguridad. Le hice preguntas más personales: qué hacía en su tiempo libre, si tenía novia, qué tal le iban en los estudios, entre otro tipo de preguntas.
Sus respuestas me hicieron entender que una oportunidad como esa nunca se le presentaría, por lo que le dije que iría a buscar un refresco y si se le apetecía alguno.
En la cocina, Fiona esperaba impaciente mi respuesta y mi cara se lo dijo todo. Sirvió los vasos y marchó muy contenta a donde él estaba trabajando.
“Peluche” nos recibió muy contento, porque había terminado las instalaciones. Me mostró cómo los equipos funcionaban en el nuevo portátil y al verme satisfecho, me preguntó si podía llevarlo de regreso a la tienda.
De una manera hospitalaria, le pedí que se sirviera un refresco y que conversásemos, tras haber trabajado tanto.
Mientras bebíamos los refrescos, aproveche de contarle a Ryan que Fiona estaba embarazada, que llevaba un tiempo cuidando a mis hijas y que hacía poco tiempo que nos dimos cuenta que podía amamantar.
“Peluche” fue cortés y trató de disimular su interés en el prominente busto de mi vecina, pero una figura empezaba a formarse discretamente en su pantalón.
Entonces Fiona le preguntó si la encontraba gorda, retrocediendo unos pasos para modelar su figura. Muy nervioso, Ryan le dijo que no, que uno apenas podía darse cuenta que estaba embarazada.
Ella le sonrío, recalcando que mantenía su flexibilidad de porrista escolar, doblándose para tocar la punta de sus pies, presentándonos su celestial trasero. Incluso a mí me estaba calentando.
Nos dijo que si queríamos, podíamos palpar su cuerpo, para ver lo terso que estaba. Como “Peluche” dudaba de su buena suerte, fui yo el que dio el primer paso.
Acaricie sus nalgas, mientras que ella las tensaba. Yo estaba duro y Ryan estaba hipnotizado.
Fiona nos incitó más, que tocásemos sus caderas, buscando señales de grasa, obedeciendo al instante. Ella también suspiraba, en especial, cuando sentía que mi mano bajaba por la parte posterior de su pantalón y se metía debajo de su pequeñísima tanga.
“Peluche”, por su parte, aprovechaba de manosear descaradamente el contorno de sus pechos, que estaban paraditos y empujando por salir a la libertad. Liberé un par de botones y podíamos ver claramente su sostén.
Para esas alturas, Fiona estaba gozando como nunca: mis dedos, incrustándose en su culito, mientras que la mano de un gordito y pelirrojo desconocido se metía en su entrepierna, que debía estar inundada.
Cuando descubrimos sus pechos paraditos, los 2 atacamos simultáneamente sus pezones, bebiendo de su deliciosa leche, lo que la hacía estremecerse de placer y morderse los labios, para contener los gemidos.
Ella nos besaba a ambos, mientras nos coordinábamos para meter las manos en su rajita, que manaba cantidades considerables de jugos. Nuestros dedos peleaban por ingresar más adentro y ella lloraba de placer, siendo la gran ganadora con un tremendo orgasmo.
Dijo que se sentía muy agradecida y que era su turno para darnos las gracias. Cuando bajó la cremallera del pantalón de Ryan, su amplia barriga y su pecho velludo salieron a relucir.
Pero Fiona apenas les prestó atención, lanzándose como una loca sobre el insípido calzoncillo de “Peluche”, liberando una bestia sorpresivamente de un buen tamaño.
Él trataba de cubrirse, pidiéndole que no lo hiciera, pero ella lamía la punta como si fuera un Candy, mirándolo a los ojos, aunque su otra mano no se olvidaba de mí y me daba una buena paja.
Luego fue mi turno para recibir la mamada, mientras que “Peluche” se quejaba de placer, al recibir la manuela.
Repentinamente, no aguantó más y se corrió sobre Fiona, que instantáneamente se olvidó de mí para limpiar la verga del gordito.
La verga nueva le gustaba y la seguía chupando, para el martirio del pelirrojo. Fiona empezó a parar su cola, por lo que supe lo que ya quería.
Le desabroché el pantalón y le bajé sus mojadas bragas, metiéndola con gran facilidad. “Peluche” se quejaba, apoyado en la pared, mientras que mi vecina ávidamente se encargaba de su erección, masajeando sus testículos y la base de la verga, mientras su cabeza subía y bajaba sin descansar.
Empezaba a bombearla, mientras que Ryan le manoseaba los pechos, disfrutando la sensación que Fiona le daba en su glande.
“Peluche” no podía creerlo y yo tampoco. El cuerpo sensual de Fiona meneándose, con su trasero tan sensual, mientras lamía con completa dedicación el pene de un desconocido.
Ryan se corrió por segunda vez, pero Fiona no dejaba de chupársela ni que bajara. Me corrí en su interior y le pedí que me atendiera un rato a mí.
Se limpió la pegajosa boca, con una mirada muy sensual y me dio un apretado abrazo, enterrando sus apetitosos senos en mi pecho.
Le dijo a Ryan que lo metiera en la cola, pero le dio vergüenza decirnos que era virgen…
Me detuve y le pregunté a Fiona si quería enseñarle. Estaba bastante lujuriosa, sin lugar a dudas, pero todavía se apreciaba parte de su ternura e inocencia natural.
Lo pensó un poco y me preguntó si me enfadaría. Respondí que no, porque ella es muy bonita y solamente había tomado la virginidad de su esposo, unos 6 años atrás, cuando ella también perdía la suya.
Ahora, ella tenía más experiencia y le dije que Ryan solamente podía imaginar perder la virginidad con una mujer tan atractiva como ella, lo que le hizo avergonzar y a “Peluche” asentir con la cabeza, como bobo.
Por último, le recalqué lo tierno que debía ser enseñar a alguien a cómo amar bien a otra persona, lo que la hizo aceptar.
Lo tomó de la mano, bastante avergonzada y lo llevó a un dormitorio. Yo, en cambio, aproveché de revisar a las pequeñas, orinar un poco y llevar al dormitorio la ropa, para darles algo de privacidad. Quedaban cerca de 2 horas para que volviera mi ruiseñor.
Cuando los vi, Fiona estaba acostada sobre él. Le aconsejaba que la mirara a los ojos, que una mujer se siente más protegida si el hombre la mira a los ojos.
Sin embargo, Ryan no podía quitar los ojos de esos lindos pechos, por lo que Fiona le obligaba a mirarlo por el mentón.
“Yo sé que son bonitos… y me alegra que te gusten, pero una mujer tiene más cosas aparte de los pechos.” Le dijo ella, mirándolo a los ojos.
Luego le enseñó los besos. Le pedía que la besara, porque según ella, son los besos lo que más animan a una chica.
“Peluche” carecía de experiencia y ella lo reprendía, diciendo que usara más lengua, que no le diera vergüenza. Ella también aprovechaba de besarlo y por sus sonidos, podía verse que “Peluche” si sabía darle placer.
Cuando empezó a agarrar el ritmo, dio permiso al “Peluche” que explorase su cuerpo con sus manos, porque…
“Lo quiero… lo necesito…” le decía, gimiendo como si tuviera un orgasmo.
Ryan se enfocó en sus pechos y ella le pidió que apretara suavemente los pezones, que no los pellizcara, comando que “Peluche” acató al pie de la letra.
Luego le pidió que acariciara su cola y que la sujetara, porque quería sentirlo más adentro. Sus pechos se sacudían como gelatina y “Peluche” le anunciaba que se iba a correr.
Fiona le pidió que se aguantara, que lo hicieran juntos, porque a ella le faltaba poco, para que los 2 se sintieran bien.
“Peluche” cerraba los ojos, acariciando el vientre de Fiona, mientras que ella gemía, gemía y se erguía en su orgasmo, con sus pechos bamboleando salvajemente.
Cuando ella alcanzó la nota más alta, “Peluche” soltó su carga, haciendo que ella lo abrazara y le besara, mientras jadeaban de placer.
Ryan le dio las gracias y le pidió disculpas por su barriga tan lanuda. Ella le sonrío y le dio un tierno besito en los labios, diciéndole que no lo había hecho nada mal.
Le pregunté si lo había disfrutado y ella respondió que sí, que “Peluche” era un chico muy tierno. Pregunté si se la podía meter yo, a lo que estuvo muy de acuerdo.
Pero si bien “Peluche” la tiene casi tan grande como la mía, la tiene igual de gorda, por lo que estaban pegados.
Ryan se puso nervioso y le pidió disculpas, pero ella lo acalló con un beso.
Nos explicó que no había sensación más rica que un hombre quedara pegado en una mujer…
Pero yo estaba caliente y al parecer, ella también. Razón por la que preguntó al peludo y gordito ingeniero si se atrevía a otra ronda más.
Puesto que dudaba, le recordé que una oportunidad como esa no se volvería a dar.
Se la empecé a meter por el trasero lentamente. “Peluche”, con algo más de experiencia, aprovechaba de besar a Fiona para mitigar su dolor.
Y ahí empezábamos el segundo trio de la vecina. Le susurraba que su cuerpo estaba muy caliente y ella era muy sensual. Ryan, por su parte, le complementaba lo lindo que eran sus pechos.
A ratos, sentía las manos rollizas de Ryan agarrando las nalgas de Fiona y el muy afortunado aprovechaba la suerte de tomar los pezones de la vecina, que le quedaban justo al alcance de la boca, para chupetearlos y masticarlos suavemente, concediéndole a ella un grupo de orgasmos adicionales.
Eventualmente, nuestras manos se cruzaban para todo, dándole un tremendo placer a Fiona, que casi babeaba de placer porque nos peleábamos por agarrar su cuerpo.
Nos terminamos corriendo los 3 juntos y ella colapsó un par de minutos, agotada por el polvo que le habíamos dado.
Aprovechando que Fiona dormía apoyado del “Peluche” y nosotros estábamos “atrapados”, le pregunté si lo había disfrutado y aproveché de consultarle si había probado bien las instalaciones. Me dijo que estaba todo en línea y que si lo deseaba, podía probarlo con el nuevo portátil.
Le sonreí, diciéndole que pasara algo así no se lo esperaba y confesándole que yo tampoco.
Cuando nos despegamos, Fiona no soltó nuestras vergas y muy hipnotizada, limpió ruidosamente la del gordito, bebiendo cada resto que quedaba y luego se volvió a la mía, lamiéndola con igual placer y dedicación.
Le sugerí que se bañara, porque mi ruiseñor regresaría pronto, mientras que yo aprovecharía de ir a dejar a “Peluche” a su trabajo.
Al escuchar eso, le dijo a “Peluche” que había sido un placer conocerlo y que esperaba volver a verlo otra vez, despidiéndose con un ardiente beso.
Mientras nos vestíamos, le pregunté a Ryan si tenía una tarjeta de contacto, porque tenía otra amiga que estaba bastante interesada en instalar una red inalámbrica en su casa.
Él me entregó una, bien contento y esperanzado, puesto que le prometí que le llamaría en unas 2 semanas, ya que mi amiga no se encontraba en esos momentos en Adelaide, porque viajaba constantemente al trabajar de azafata y que curiosamente, también era pelirroja como él.
Y bueno, dejé al “Peluche” en su trabajo, recordando las líneas del clásico Bogart…
“Este es el principio de una bonita amistad.”


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