Seis por ocho (82): Novios de parche




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Compendio I


Nunca he visto a Sonia como una novia. Realmente, la amo, pero en el fondo, la veo como una amiga. Creo que somos “amigos con beneficios”, aunque tras esos días de sexo desenfrenado con la familia de Marisol, hacia que ir a visitarla fuera cada vez más grato.
Ella me trataba de una manera especial (lo sé, todas ellas me trataban de una manera especial, pero ella se ajustaba más al ideal que buscaba): se vestía bonita para mí, veíamos televisión, cenábamos, conversábamos y hacíamos el amor.
Sé muy bien que en la última entrega, eso parece un problema, pero con Sonia, es distinto. Para ella, yo puedo decir que no y si yo deseo pasar la tarde entera besándola y acariciándola, aunque ella esté muy deseosa de pasar a otra forma de entregar nuestro cariño, ella me entiende y me deja hacer.
De cualquier manera, no soy tan egoísta y como han podido leer, sé improvisar bastante bien.
Era como si fuera la novia que buscaba y para mí, los días que compartimos juntos parecieron verdaderas vacaciones.
Pero nunca nos habíamos dicho, abiertamente, que nos amábamos. Es decir, igual recuerdo la vez que tuvo su crisis de pánico, la vez que encontramos a la señal “Amelia” o la vez que lo hicimos en la tienda de artículos sexuales, pero el hecho está en que, aunque éramos amigos y teníamos sexo, no había necesidad de decirlo. Al menos, ese era mi caso…
En varias oportunidades, le había dicho que la amaba, pero ella tenía sus dudas. No necesitaba que me lo dijera, pero para ella era importante expresarlo.
Hubo veces en que lo había intentado, pero los nervios y la tensión que le causaba mi compromiso con Marisol, la disuadieron.
Fue una noche de sábado, creo que el siguiente a la semana de la reunión, en que ella se decidió. Empezamos como todas esas noches, haciendo el amor.
Afortunadamente, ha dejado de lado sus juguetes sexuales un poco. Le he dicho que me da pena, porque ellos no la aman como una persona normal. Ella me sonríe y me besa, pero hay cosas que le gustan y que afortunadamente, disfrutamos juntos.
Ella tiene una gran variedad de disfraces eróticos. Aparte del de escolar, tiene los clásicos de enfermera, policía y mucama, pero tiene otros más elaborados, como de princesa, súper mujer, monja e incluso, uno de chica anime.
“¡Marco!” me decía riéndose, mientras acariciaba su trasero. “Sabes que sigo siendo yo, ¿Cierto?”
“¡Si, eso lo sé!” le respondía, besándola. “Pero te ves muy bonita…”
Ella suspiraba, mientras lamía su cuello, acariciaba sus pechos y descubría su rajita.
“Yo…lo compré… porque lo encontré… muy bonito… y me gusto mucho… ¡Ay!... el diseño.” Me decía ella, mientras se lo enterraba.
“¡Marisol tiene uno bien parecido!” dije, imprudentemente.
“¡Ah!... ¡Ya veo!...” dijo ella, con algo de tristeza.
“Pero claro… nunca lo ha podido usar, viéndose tan bien como te queda a ti.” Le expliqué.
“¿De verdad?” decía ella, besándome y moviendo sus caderas, muchísimo más alegre.
“¡Sí!” le confesé, algo deprimido. “Siempre fue una fantasía frustrada hacerlo así. Cuando joven, veía unos dibujos… con chicas que se vestían así… y nunca pensé que podría cogérmelas.”
El vestido en cuestión era el típico disfraz de escolar japonesa, estilo marinerita. Muchas noches, “Descargué mis agradecimientos”, en honor de esas 5 heroínas, que luchaban contra las fuerzas del mal “en el nombre de la luna” y que cada vez que se transformaban, mostraban el contorno de sus inocentes cuerpos de adolescentes anime.
La cara de Sonia era la mar de contenta y se sacudía ferozmente, mientras me montaba y yo acariciaba sus pechos.
“Entonces… ¿No lo haces… pensando en Marisol?... ¡Ah!...” gemía ella y suspiraba, en medio de un fuerte orgasmo que apretaba deliciosamente mi pene. “ O sea… ¿Lo estás haciendo… conmigo?...”
“¡Así es!” le respondía, en un esfuerzo terrible por no correrme en su interior al instante y ella me besaba y gemía. “¡Es una fantasía… que tengo desde hace años!”
“¡Y la estás… cumpliendo conmigo!” me decía ella, corriéndose y moviéndose frenéticamente, gimiendo de una manera demasiado sensual. “¡Marco… tómame y sé feliz!… ¡Haz lo que quieras!... ¡Cumple lo que desees… conmigo!”
Me hizo correrme y rellené el condón. Ella estaba agotada, pero le faltaba un poco más para el orgasmo, así que le metí un dedo en el culo y seguí meneándome, diciéndole que no gimiera tanto, para que los demás no la escucharan, ya que sé que eso la excita.
Sin embargo, estaba tan contenta conmigo que me respondió.
“¡Marco!... ¡No me importa… que los demás… piensen que soy… una puta!... ¡Ay!... ¡Lo reconozco!...” dijo, finalmente. “¡Marco… soy una puta… pero soy una puta… por ti!”
Finalmente, se corrió y me besó de una manera efusiva. Estaba contento (aparte del sexo), porque para alguien tan sería y profesional en el trabajo como ella, reconocer eso debió ser difícil.
Pero no era mi intención probar la veracidad de sus palabras… la verdad, es que estaba deseoso de probar ese trasero nipón, recordando a esas chicas que luciendo tan sensuales, vivieran quejándose capitulo tras capitulo que no tenia novio… y bueno, como Sonia es una puta… no tuvo objeciones.
Igual pienso que me propasé un poco. Me corrí unas 4 veces y terminé manchando con semen la camisa y la falda, pero en vastas y olorosas cantidades.
Le pedí disculpas, porque le había manchado uno de sus trajes favoritos, pero ella me dijo que no me preocupara. Podía lavarlo y por la semana, tendría algo que olía a mí.
Me sorprendí. No creí que me extrañara tanto. Nos acurrucamos de cucharita y nos pusimos a conversar, mientras mis manos se aferraban a su vientre, para poder sentir su calor.
“¿Marco?” preguntó ella.
“¡Dime!”
“¿Tú… te sientes…. cómodo conmigo?”
“¡Sí!” respondí. “¡Es rico sentir tu cuerpo así!”
“¡No, tonto!” me reprendió ella, riéndose. “Te estoy preguntando otra cosa…” aclaró, de una forma más enigmática que reveladora.
“¿A qué te refieres, entonces?” pregunté, sintiendo el aroma de sus cabellos. Estaban algo sudados, pero igual se sentía el perfume del shampoo.
“Pues… en esto… en tener que venir a verme… y dejar a Marisol… por algunos días.” Me explicó, como si tuviera dudas.
“¡Claro!” le dije yo, girándola y mirándola a los ojos. “Siento que son vacaciones…”
Su mirada se marchitó levemente.
“¡Ya veo!” dijo ella, algo desanimada. “Lo ves como un descanso…”
“¡Sí!” le confesé. “Es agradable poder hacer esto y pretender que tengo una novia normal…”
“¿Novia… normal?” preguntó, sorprendida.
“¡Claro!” le expliqué. “No eres Marisol, pero me alegra hacer esto contigo…”
“¿Por qué?” preguntó ella, algo confundida y un poco avergonzada… y una pizca de ilusión en sus ojos.
“Porque eres mi mejor amiga y te conozco bastante bien. Sé de tus gustos, de tus secretos y lo que es mejor, tú sabes también todos los míos.” Le expliqué. “Si no fuera novio de Marisol, probablemente seriamos novios.”
“¿Solo… tú y yo?” dijo ella, roja como un tomate. “Es decir… ¿Sin las otras?”
“¡Sonia, no bromees!” le dije yo, riéndome. “Sabes bien que soy un tipo que prefiere tener una sola mujer…”
“Si, lo sé… pero… Marco… hay algo… que no te he dicho nunca.”
“¿Qué cosa? ¿Qué me amas?”
Su rojo era intenso.
“¿Lo sabías?” preguntó, sorprendida.
“¡Por supuesto!” le respondí.
“P-p-pero yo… ¡Nunca te lo he dicho!” decía ella, con la mirada perdida en el espacio.
“Con palabras, no, pero con gestos, si.” Le aclaré.
“¡Y-yo he tratado de ser bien discreta… con lo que siento!” trató de justificarse, algo enojada.
“¡Tal vez!... pero has hecho un pésimo trabajo…”
Parecía que se iba a poner a llorar y no tenía claro por qué.
“¿Cómo me dices eso?”
Tuve que acariciar su mejilla y verla a los ojos. Era raro para mí verla casi llorando como si fuera Amelia…
“Pues… porque te conozco.” Le dije. “Sonia, somos amigos por más de 3 años. Me has visto soltero y yo te he visto soltera, me has visto enamorado y yo te he visto enamorada y para mí es claro ver que estás enamorada.”
Me hacía pensar en un cristal, a punto de quebrarse en lágrimas...
“¿Pero… cómo? Yo solo te he dicho comentarios bonitos… cuando tenemos sexo…” me decía ella, como si no tuviera alma.
Me sentía como si me hubiera caído un avión en la cabeza…
“¿Nunca has hecho el amor conmigo?” le pregunté, deprimido.
“¡Claro que no!” me respondió, aunque al verme triste, añadió. “¡Nunca creí que quisieras hacerme el amor!… y bueno… tú me gustas mucho.”
Le dio un arrebato de furia y empezó a gruñir. Me asustó un poco.
Finalmente, suspiró y me volvió a mirar.
“¡Escucha! Yo te preguntaba si te gustaba compartir el tiempo conmigo… porque…”
Un largo e incomodo silencio…
“¿Si?” pregunté, algo impaciente...
“Yo… te amo… y me encanta que estés conmigo.” Dijo, finalmente.
“¡Eso ya lo sé!” le respondí.
Pero fue un alivio. Si tenía sexo conmigo, pero me amaba, significaba que me hacía el amor también. Sé que no es gran diferencia, pero para mí, aparte de la conexión que estableces con otra persona, el sexo es algo que tienes de forma casual… que te da la calentura y ya y hacer el amor, pues, significa que con la persona que lo haces tiene un valor especial. Yo prefiero lo segundo y aunque he tenido sexo (Sonando un poco como ese cantante famoso…), prefiero hacer el amor.
“Y no solamente es el sexo, porque eres un semental… lo digo porque me siento cómoda contigo… no tengo que pretender que estoy en el trabajo… sino que me puedo mostrar como soy… y amo que me mires así… como si fueras mi novio y me quisieras igual, aunque nos hemos visto la cara por más de 3 años… y por eso quería preguntarte, para saber si te pasa lo mismo.”
Parecía un globo desinflándose…
“Bueno, siéndote completamente franco… siempre te he visto como mi mejor amiga… y ha sido ahora que puedo verte como una novia.” Le expliqué.
Otro silencio incomodo…
“¡Eso es lo que me pasa!” dijo ella, finalmente. “Contigo, no pienso en buscar novios y sé que te gusta Marisol y a mí también me simpatiza… pero me sorprendiste cuando dijiste que podríamos ser novios, si ella no estuviera.”
“Bueno…” reflexionaba yo. “De no ser por ella… tú no te habrías fijado en mí.”
“¡Claro que sí!” me respondió, como si la hubiera ofendido. “¡Eres un tipo guapo, gentil, valiente…!”
“Si, pero estas olvidando, Sonia… que tú descubriste eso de mí después que empezamos a ir de viaje.”
“¡Estás equivocado!” me dijo ella, roja de vergüenza. “Yo te amaba de antes…”
“Sonia, lo primero que dijiste en nuestro primer vuelo fue que tú no conocías mi lado gentil…” le recordé.
Su respiración empezaba a agitarse...
“¡Pero eso!... ¡Pero eso!...” trataba de justificarse. “Lo dije… de broma.”
“Sonia, te conozco bien y lo dijiste muy seria esa vez.” Le repliqué.
“¡No, Marco!... ¡No me conoces!” suspiró. “Si me conocieras… habrías sabido… que quería salir contigo… incluso antes que te fueras al norte.”
Eso si era nuevo para mí…
“De hecho… empecé a andar con Fernando… porque tú andabas con Marisol… y no quería que una mocosa como ella… me quitara tu atención.” Me dijo, con algo de frustración.
Mi mente estaba hecha un 8…
“¡No pienses que la odio!” me dijo ella, tratando de calmarme, como si me hubiera alterado. “Es una chica dulce, muy amable, simpática y gentil y me agrada mucho, junto con el resto de su familia… pero cuando entraste a trabajar, me prestabas tanta atención y eras tan educado… que no quería que otra te viera… y aunque te daba facilidades y facilidades para que hicieras algo… pues, no reaccionabas… y de un viernes a un lunes, me dijiste que te habías besado con Marisol y que estabas enamorado… por un beso sabor a limón… ¿Te das cuenta lo que le puede hacer eso a una mujer?”
Su mirada era la mezcla perfecta entre la confusión y la molestia. Se veía bonita, pero no me lo esperaba de ella…
Cuando escuché eso, pensé que mi mamá tenía razón y que en realidad, debí haber ido al psicólogo, para que alguien me enseñara a interpretar las señales de las mujeres…
Incluso ahora, me lamento…
Porque claro, Marisol fue la más valiente y me besó. Pero a Amelia y a su mamá también les gustaba; Pamela también me confesó que le gusté porque simplemente la ignoré y ahora Sonia, que ha sido mi amiga por más de 3 años, me dice que le gustaba y se sentía celosa de Marisol.
Es decir… todo esto podría haber empezado entre 2 y 3 años antes. ¡Con razón era tan difícil que terminara ahora!
“¿No estás enojado… cierto?” preguntó ella, al verme tan silencioso.
“No, pero… ¿Por qué no me lo dijiste?”
“¡Porque tenías 28 años… y pensé que eras un chico normal!”Me dijo ella, casi gritándome. “¡Marco… yo quería ser tu novia, porque los jefes me estaban mirando raro… y pensaba que tú podrías protegerme! ¿Por qué crees que fui tan abierta sobre mis gustos?”
Eso me confundió más. Cuando me contó sobre sus obsesiones con fetiches y juguetes, ella ya estaba con Fernando. Muchas veces, me pregunté por qué me lo decía a mí y no a la persona que más amaba… pero parecía que se lo dijo todo el tiempo… y el muy zonzo nunca supo escuchar.
“Pero Sonia…” le respondí, completamente desequilibrado. “¡La otra vez me dijiste que me contaste esas cosas porque yo no las miraba con morbo!”
“¿Y no te llamó la atención que te mostrara cosas morbosas?” preguntó, bien enojada. “¡Cielos, Marco!... Me sorprendes que hayas acabado con una chica como Marisol.”
Al menos, Marisol es más dulce. Me dice que soy “denso”…
Ella se rió.
“¡Bueno!” me dijo. “Como sea, ahora eres como mi “novio de parche”. ¡Hasta puedo discutir contigo!... pero también tienes razón, Marco, y debí decirte que te amaba, hace mucho tiempo atrás… Marisol… supo entenderte y ahora, no la miro con rencor…”
Se volvió a reír…
“Incluso, le simpatizo tanto que aun se preocupa por lo que yo quiero y te comparte conmigo, pero aclaraste mis dudas. Pensé que quería que fueras mi novio… mío, solamente… pero eres demasiado especial… y francamente, no sé cuantas novias necesitaras para que te hagamos entrar en razón… aunque no hay dudas de que eres un chico especial.” Me dijo, abrazándome y apoyando su cara sobre mi pecho.
Esa noche fue bien bonita, porque la pude ver efectivamente como una “novia de parche”, pero su comentario me dio para pensar.
¿Ella también creía que necesitaba incluso más novias, todavía?…


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