Relato Futanari II

Visita al médico


Para comprender este relato, es absolutamente necesario leer la Introducción.



Para comprender este relato, es absolutamente necesario leer la Introducción previamente publicada

Me desperté en la mañana como cualquier día normal. Continué mi rutina diaria, fui al baño a asearme y a orinar, para luego extraerme la ristra de bolas anales (similares a las bolas de billar) con la que acostumbro dormir. Al extraer la última de las cinco, sentí un extraño picor en el recto, que tenía ya un par de días sintiendo pero al que no había hecho mucho caso. Me metí un dedo para rascarme por dentro, y al sentir un ligero alivio decidí ir más allá, introduciendo otro dedo, y luego dos más, hasta tener la mano entera dentro de mi ano. El placer que me producía rascarme era indescriptible, similar al de una buena cogida por el culo, y llegué a mi primer orgasmo matutino. Una vez calmada, introduje a mi inseparable plug anal, Tito, y me dispuse a ir a desayunar.

Hoy me provocaba tomarme el desayuno directamente de la "fuente", por lo que me dirigí a la habitación de mamá para darle una buena mamada a su verga y luego un par de vasos de leche de sus tetas recién ordeñadas. Cual sería mi decepción al descubrir que mi hermana había tomado la delantera: Francesca se encontraba ensartada por el culo con la verga de mi madre. Le daba la espalda a ésta, lo que le permitía disfrutar de la programación matinal presentada en la televisión de plasma de 50 pulgadas de la habitación de mi madre. Su culo estaba completamente relleno por los 35 cm. de verga de mi madre.

- ¡Ooohh!, ¡Ooohh!, ¡Ooohh!, ¡Ooohh! – repetía Francesca cada vez que se dejaba caer sobre la verga de mamá.

Con una de sus manos sostenía un gran consolador insertado en su vagina, que entraba y salía a un ritmo contrario al de la verga en el culo. Con la mano libre, se estaba pajeando su clítoris de 12 cm.

– ¡Hola Francesca! – Saludé con fingido entusiasmo.
– ¡Hooo...!, ¡Hooo...!, ¡Hooo...!, ¡Hooola Isabella! – me devolvió el saludo mi hermana, sin dejar de botar sobre la verga de mamá.

Mamá permanecía aún dormida, por lo que los consoladores que permanentemente están insertados en su culo y coño estaban aún en reposo. La erección de su gran verga se debía única y exclusivamente a las embestidas que le estaba propinando mi hermana. No pude evitar sentir un poquito de envidia.

Estando mi madre ocupada, no me quedaba más remedio que beber la leche almacenada en botellas en nuestro refrigerador. Claro que también podía preguntarle a mi hermana mayor, Annalisa, si podía mamársela un poco, a cambio de que ella me diera un rato por el culo. El problema es que la relación entre nosotras últimamente no es la mejor. Deseché finalmente esa idea y me serví un buen vaso de leche extraída de la verga de mi madre, y me recosté a ver televisión en la sala de la casa.

Mientras me tomaba la leche empecé a sentir de nuevo el extraño picor. Extrajé a Tito de mi culo y por segunda vez, introduje todos mis dedos en mi ano para poder rascarme a placer, al mismo tiempo que degustaba el nutritivo semen materno. Estaba ensimismada en esto cuando apareció mi hermana Annalisa, lista para salir.

– Tengo varias cosas que hacer hoy, Isa, así que no voy a poder traerle de comer a mamá. Te encargo de eso hoy.
– Está bien, Anna – dije sin extraer la mano de mi culo – Sabes que yo siempre disfruto conseguirle la comida a mami.
– Recuerda que eres "Futa", no "Puta" – dijo mi hermana con sarcasmo – así que deja de estar siempre pensando en cómo tener el culo relleno de carne.
– Deja la envidia, lo que pasa es que a ti ya se te pasó la edad y ya nadie quiere encularte.

Anna hizo una mueca de desprecio y salió por la puerta de la calle. En el fondo, lo que le había dicho era verdad. Anna tenía ya 30 años, edad en la que una futanari que aspira convertirse en Ama de casa comienza a hacer todos los preparativos para la ocasión. Por otro lado, su clítoris/verga de casi 30 cm. no era precisamente atractivo para la gran mayoría de los hombres, así que Anna tenía que recurrir a otras futanari o a consoladores para darse placer. Esto no parecía importarle mucho, ya que su pensamiento se encontraba enfocado en que se acercaba el día de quedar encinta, y aún no se había decidido entre autofecundarse o ser preñada por otra futanari.

Seguí rascando mi recto un poco más y apuré lo que me quedaba de leche en el vaso al tiempo que alcanzaba mi segundo orgasmo del día.

¿Qué me estará sucediendo? – pensé.

De mis pensamientos me despertó el profundo gemido de mi hermana Francis.

– ¡Aaaaaaahhhhhhh!
– ¡Buenos días, Francis! – exclamó mi madre que al parecer ya se había despertado.
– Bueeehhh... Bueeenos días, mamá – exclamó Francis, fatigada tras el ejercio matinal.

Las familias normales hacen aerobics antes del desayuno. Nosotras, cogemos por el culo. ¡Que no se diga que somos una familia típica!
Habiendo finalizado mi desayuno, volví a la habitación de mamá. Sus vibradores ya estaban encendidos, entrando y saliendo de su coño y culo, y las bombas de sus pechos ya estaban extrayendo leche. Francis estaba en cuclillas en el piso de la habitación, con un plato sopero directamente debajo de su culo, de donde estaba expulsando el semen materno que iba a ser su desayuno.

– Buenos días, mami – la saludé con un beso la mejilla.
– Buenos días, mi chiquitica – me saludo mi madre, devolviéndome el beso esta vez en la boca.

Francesca había terminado de expulsar la leche que tenía en el culo, y se dirigía a la mesa de comedor a desayunar.

– Mami, quiero hablar contigo de algo que me preocupa.
– ¿Que será, mi bebita querida?

Ya que Francis se había marchado, tome el asiento que se encuentra entre las piernas abiertas de mamá y me senté entre ellas.

– Es con respecto a mi ano...
– Dime corazón, ¿qué le pasa a lo más rosadito de la casa?

Inconscientemente, tome entre mis manos la verga flácida de mamá, a la que todavía no había colocado la máquina de bombeo, y comencé a pasarla por mis labios.

– Mmmmph, es que últimamente me pica mucho – dije, y engullí el glande.
–¿Te pica? A que te refieres, ¿por dentro?- preguntó mamá.
– Slurp! – se escuchó cuando saqué la verga de mi boquita – Así es, por dentro. Y solamente encuentro alivio cuando me lo rasco - Y volví a introducir la verga en mi boca, la cual poco a poco iba recuperando su gran tamaño.
– A ver hija mía, déjame revisarte.

Sin sacar la verga de mi boca, me coloqué encima de mamá, en posición de 69. Ella, con toda la delicadeza de una madre, abrió mis dos nalgas y procedió a inspeccionar mi ano.

– Se ve un poco más rojo de lo normal, a decir verdad.
– Uuuhuumm – atiné a responder.
– Déjame ver cómo se siente por dentro.

Con cuidado, fue introduciendo los dedos de su mano dentro de mi recto, y con sus uñas manicuradas, comenzó a rascar con delicadeza las paredes de mi ano.

–¿Sientes alivio? – me interrogó.
–¡Ooooooohhhhh! – fue toda mi respuesta, y engullí un poco más de la verga.

Mientras que con una mano mantenía abiertas mis nalgas, comenzó a meter y sacar la otra de mi ano, con los dedos en posición de rascarme.

– Hhhmmm... Se siente un poco más áspero de lo normal – exclamó sin dejar de sacar y meter la mano.
–¡Oooooooooohhhhhhhh! ¡Mmmmmppphhhh! – repetía yo sin cesar con la verga en mi boca.

Así estuvimos un rato hasta que alcancé mi tercer orgasmo del día, que se tradujo en una cantidad ingente de flujo vaginal que fue degustado con placer por mi madre. El flujo no tiene ningún valor nutricional para las futanari, simplemente es como una golosina. Al poco rato, mi madre acabó en mi boquita, yendo el primer chorro directamente a la garganta y llenándome de semen las mejillas por dentro. A pesar de que mi cara y boca son pequeñas, en mi familia hemos desarrollado una técnica casi perfecta para tragar semen sin desperdiciar una gota, así sea la cantidad que sea.

Una vez que terminada la faena, conversé con más calma con mi madre, aunque siempre jugueteando con su verga entre mis manos y boca.

– No estoy segura de que pueda ser eso, Isa. Nunca había sabido de algo parecido. Tal vez deberías consultar a una especialista.
– Mmmpf, tienes razón mami – dije al darle un besito en la punta de la polla.
– Déjame pedirte una cita con la doctora Paloma, ella es especialista en anos futanari. Ella fue la única que pudo ayudarme aquella vez que tuve un percance con la perilla de la puerta – dijo mi madre, con una sonrisa pícara.
– Slurp! Jajaja! Que cosas tienes, mami – exclamé riendo de buena gana.
– Quiero que esta tarde te veas con ella.
– ¿Pero y cómo hacemos con la comida de hoy?
– Tranquila que tu hermana Francis se encarga. Creo que tiene el día libre en la Universidad hoy.
– ¡Gracias mami! – Y en agradecimiento, extraje el consolador de su vagina y le dí una buena comida de coño.

A las dos de la tarde en punto, me encontraba en el consultorio de la Dra. Paloma Méndez, ginecóloga y proctóloga. Me había vestido con una falda de cuadros escoceses muy cortita, con una camisa blanca y una corbatita a juego con la falda, a semejanza de la escuela donde hasta hace un par de años había estudiado. No llevaba bragas, pero lo que si no podía faltar, por supuesto, era mi fiel Tito, mi plug anal, insertado en mi agradecido ano. Dos coletas en mi largo pelo castaño y unos mocasines con medias blancas completaban mi atuendo.

Tal vez por estar sentada mucho tiempo en la sala de espera, la picazón anal comenzó de nuevo. Al no poder rascarme, tuve que simplemente empezar a moverme hacia adelante y atrás en mi asiento. Con disimulo, levante la parte trasera de mi falda, para que mis nalgas quedaran en perfecto contacto con el asiento de plástico. Una de las características de mi querido Tito, es que su parte posterior es una ventosa, la cual con el adecuado movimiento puede quedar adherida a una superficie, para mantenerse fijo. Levanté un poco el culo y con un movimiento de presión empujé a Tito contra el asiento, para fijarlo y poder masturbarme por el culo libre pero disimuladamente.

En la sala se encontraban varias mujeres más, de diferentes aspectos y edades, cada una ocupada en lo suyo. Una leía una revista, la otra conversaba por el teléfono móvil y otra dormitaba. Afortunadamente, ninguna se había dado cuenta de mi pequeño trabajito anal. Pasó aproximadamente media hora, durante la que estuve dale que te dale a Tito, hasta que la recepcionista me llamó por mi nombre y me hizo pasar. Disimuladamente, introduje un dedo entre Tito y el asiento, para poder despegarlo suavemente. Tal vez no lo hice correctamente, o tal vez estaba más adherido al asiento de lo que debería, el caso es que no pude evitar que se escuchara un "¡Plop!" cuando me levanté del asiento. Las mujeres asistentes voltearon a verme intrigadas, pero yo, haciendo caso omiso entré a la sala de consulta de la doctora.

– Buenos días, doctora – la saludé
– Hola Isa, ¿cómo has estado?. ¿Cómo está tu madre? – me saludó afectuosamente.
– Todo bien, doctora, produciendo más que nunca y con la verga cada vez más grande – le dije al tiempo que le guiñaba un ojo.

La doctora estaba acompañada de dos hermosas enfermeras, enfundadas en unos pequeños vestidos blancos abotonados por el frente, con medias panties del mismo color. Me indicó que me quitara la ropa, acción en la que las amables enfermeras me ayudaron tocandome más de lo debido, y que me acostara en la camilla ginecológica. Me acosté boca arriba, con las piernas flexionadas y los pies sujetos en los soportes destinados para tal fin. De esta manera, mi coño y mi culo quedaban expuestos completamente para permitir el exhaustivo análisis de la doctora.

– Veo que no viniste sola – exclamó mientras retiraba delicadamente el plug anal.
– Nunca salgo sin él, doctora.

Introdujo un instrumento similar a la boca de un pato en mi ano, y estiro sus paredes al máximo permitido para estudiarme el recto. Esto provocó un poco de incomodidad en mí, cosa que no pasó desapercibida para la doctora.

– Elisa, ayuda un poco a la paciente para que se tranquilice.

Obedeciendo inmediatamente, una de las enfermeras se acercó hasta mi cara y se levantó un poco la falda por delante. Con un ágil movimiento extrajo su gigantesca polla y la apoyo en mis labios.

– Chupa un poco querida, esto te distraerá.

Ni corta ni perezosa comencé a mamarle la verga a la enfermera, lo que hizo que me olvidara un poco del examen rectal. Sentía como la doctora introducía sus dedos y diversos instrumentos allí, y de no haber sido por la polla que rellenaba mi boca, me habría sentido un poco incómoda.

Al cabo de 10 minutos aproximadamente, la doctora se levantó de su taburete.

– Creo que ya tengo una idea de lo que tienes, Isa, pero necesito hacer un examen un poco más "invasivo", si no hay problema por ti,
– Para nada, doctora, lo que sea con tal de que me alivie la picazón del culo.
Dicho y hecho, la doctora se bajó los pantalones y las bragas, dejando libre su hermosa verga.

– Te la voy a meter poco a poco, Isa, y quiero que me digas lo que sientes.
– Mmmpff, no hay problema doctora – le dije con la polla de la enfermera aún en la boca.

Poco a poco, la doctora fue penetrándome. Primero la cabeza y luego el tronco completo. A medida que iba entrando me preguntaba si la picazón se aliviaba, a lo que yo respondía afirmativamente. Así estuvo durante un rato, el cual disfruté al máximo. Mientras la doctora me penetraba, la otra enfermera se había abocado a la tarea de chuparle el coño a la doctora, para que su herramienta no perdiera rigidez y pudiese realizar el examen eficazmente. Pronto, la doctora empezó a arreciar sus embestidas.

– ¡Voy a acabarte adentro, Isa, necesito que me digas si sientes más alivio! – me dijo con la respiración entrecortada.
– ¡Dele, doctora, dele duro! – la aupé.

De verdad, una vez que sentí mi recto lleno de semen, la picazón disminuyó un poco, pero no llegó a desaparecer completamente. Al retirar la doctora su verga de mi culo, una de las enfermeras corrió presta a lamer todo el semen que se escurría de mi ano.

– Bien Isa, ya se lo que tienes – exclamó limpiándose el sudor de la cara y subiéndose los pantalones.
– ¿Qué es, doctora?
– Al parecer, además de la condición médica del futanarismo, tu cuerpo también está experimentando un nuevo cambio. Por lo que he escuchado de otros colegas, así como directamente de miembros de la familia, esta nueva "condición" está afectando a varios miembros de tu generación futanari, y al parecer no es más que el producto evolutivo del uso perpetuo e indiscriminado del ano y el recto.
– ¿Y eso cómo se soluciona?
– Hasta donde sabemos, sólo puedo ayudarte a aliviarte temporalmente. Varias mujeres han experimentado ya estos síntomas, por lo que estamos intentando conseguir una cura definitiva. Hay una posibilidad muy remota, pero es algo muy complicado y no quiero darte falsas esperanzas. De momento, lo único que puedo hacer es recetarte un medicamento. Son unos supositorios conformados por semen de futanari concentrado al máximo. Tienes que colocarte uno en culo todos los días, preferiblemente por la mañana, para que así no sientas picazón durante el resto del día.
– ¿Hay alguna indicación especial de cómo colocármelos, doctora? – inquirí.
– Sí. Tienes que metértelos bien hasta el fondo, por lo que la mejor opción es que te consigas una buena verga que te penetre bien profundamente. Luego, mediante el roce de esa verga en las paredes de tu recto producto de la follada, el supositorio va a comenzar a derretirse. Por último, te tienen que acabar bien adentro, ya que la medicina sólo reacciona al contacto del semen fresco y caliente. No importa si es una verga de hombre o de futanari. Por último, mientras más tiempo esté el semen dentro de tu recto, mejor. Más alivio sentirás.
– Captado, doctora, no se preocupe por eso.
– El primero te lo vamos a colocar ahora, los demás corren por tu cuenta. Si un día no consigues una verga dispuesta a penetrarte, no dudes en pasar por aquí que con gusto te atenderemos.
– ¡Muchas gracias, doctora!
– Bien, ahora las chicas se ocuparan de ti – dijo refiriéndose a sus enfermeras – ya que yo tengo que pasar otra consulta en la sala de al lado. Espero que estés bien y cualquier problema me avisas.

Diciendo esto salió de la sala de consulta. Sus enfermeras ayudantes me indicaron que me bajara de la camilla. Acto seguido, una de ellas se acostó en la camilla y me indicó que me colocara en cuatro patas encima de ella. Apenas lo hice, la otra enfermera tomó la verga de su compañera y comenzó a introducirla en mi ano, no sin antes previamente insertarme el supositorio. La enfermera que estaba debajo de mí comenzó a bombearme el ano, con un poco de dolor al principio, que solamente pude atenuar cuando me dediqué a lamerle las tetas y morderle los pezones.

Cuando ya la follada había adquirido un buen ritmo, la otra enfermera se unió a nosotras y comenzó a introducir su verga en mi ya ocupado ano.

Mientras más roce y más profundamente llegue el supositorio mejor. Y así también puedes tener el doble de leche en tu recto – dijo la segunda enfermera muy profesionalmente.

A estas alturas, el dolor dio paso al placer, y si hubiera sido por mí, me hubiera metido dos pollas más. Acabaron casi al mismo tiempo, inundando mi recto de leche caliente y mi cerebro de placer infinito. Cuando retiraron sus vergas de mi culo me indicaron que no me moviera, para poder introducirme de nuevo el plug anal sin derramar nada de leche.

Les di las gracias y me vestí, prometiéndoles que vendría pronto a colocarme otro supositorio. No sé si me hicieron caso, ya que estaban abocadas a la tarea de lamerse mutuamente las vergas para eliminar cualquier rastro de semen de sus preciados instrumentos quirúrgicos.
Salí de la consulta rumbo al Metro para regresar a mi casa, feliz, bien follada y con el culo rebosante de semen. No podía esperar para contarle todo a mamá, y que además ella probara un poco de la rica leche de las enfermeras depositada en mi culito.



Continuara...

2 comentarios - Relato Futanari II

schaw
Te sigo y van puntos! Excelente relato!