Nuestras fantasías I

Fantasías con mi esposa I

Hola poringueros y poringueras. Hoy daré comienzo a una saga a la cual no supe como llamar, que relatará fantasías que sucedieron, suceden y sucederán (o no... quién sabe). Para que nos conozcan mi nombre es Fabián, tengo 40 años, mido 1,86 mts, algo excedido de peso, y en mis ratos libres hago estos relatos que, para mi felicidad y orgullo, recolectaron muchos elogios. Mi esposa es Roxana, también de 40 pirulines, mide 1,56 y físicamente lo mejor de ella es su hermosa cola, algo que el tiempo no pudo vencer. Somos un matrimonio normal, nada del otro mundo. Antes de dormir nos fumamos unos churros y, entre risotadas, hablamos de nuestras relaciones buscando como ponerle más gusto al tema.
En una de esas charlas me comentó que le gustaría experimentar la sensación de tener sexo en un lugar público, algo que en mi alocada cabecita me sonó permanentemente. Me la imaginaba en distintos lugares, en la cancha de River (o la de Boca, porque ella es bostera), en alguna estación del subte, en la terminal de ómnibus de Retiro.
De no creer, de noche soñaba y hasta le he dedicado algunas pajas a esa fantasía. Tan encendido quedé con esa historia que quise indagar un poco en el interior de mi esposa. Ella es muy reacia a contar sus experiencias pasadas, pero tanto insistí en el origen de su fantasía que me contó algo con un noviecito de la adolescencia.
Se imaginarán que de pibe mucha guita para un telo no había y lo intentaron en una esquina oscura, con tanta mala suerte que el hermano mayor de mi esposa (o sea mi cuñado) pasó con la misma finalidad con la que hoy es su esposa. Se imaginan como pudo terminar...
Una noche fuimos invitados a una fiesta de casamientos en una quinta en Escobar, un sábado caluroso en enero.
Me vestí con un buen traje y un buen perfume, ella se calzó un vestido corto ajustado a su bello cuerpo, resaltando ese hermoso culo. Unos zapatos negros con tacos altos le daban un marco elegante y sexy.
La fiesta fue a todo trapo, buena comida, tragos, música... Con mi mujer nos lucimos con la cumbia y la salsa, reímos y bailamos alocados, nos besábamos enamorados y embriagados por tanta alegría (en el caso de mi mujer con algo más que alegría...). La gente, de pronto, empezó a murmurar y reírse en forma burlona. Resultó ser que el ajustado vestido de mi esposa se subió ante tanto movimiento dejando su bella cola entangada al descubierto ante el horror de una pacata mujer y el deleite de unos pendejos que no paraban de verla. Aquello me excitó aun más.
Al volver no podía más de la calentura y ella lo notó. Íbamos en mi auto, un Chevrolet 400 restaurado casi todo original que usamos en ocasiones especiales, y mi mujer estaba que volaba de la calentura. Mientras iba manejando, mi mujer me bajó el cierre del pantalón, sacó mi pene que estaba firme y bien erecto, y lo empezó a mamar con desesperación. Con su lengua estimulaba el glande como una profesional, haciendo valer su sapiencia en el tema. Todo esto hacía que me costara manejar producto de la excitación. Cuando ingresamos a la Panamericana ella se quitó su ajustado vestido quedando cubierta únicamente con una muy diminuta tanga negra, se pasó al asiento trasero del Chevrolet, se abrió de piernas y se empezó a masturbar; para delirio mío y la curiosidad de los pocos conductores que circulaban a esa hora. A duras penas aguanté hasta la bajada de Del Viso, me bajé del auto y, semidesnudo, la bajé del auto a mi mujer ya desnuda; la empujé apoyando sus pechos sobre el baúl del auto y empecé a acariciar su vagina empapada metiendo mis largos dedos en ella. Los autos que pasaban nos hacían señas con sus luces altas, sin embargo mi mujer gozaba como le estaba manoseando estando ella desnuda y en público. Poco después la empujé con fuerza hacia el auto, introduje mi pene en su estimulada vagina y empecé a sacudirla violentamente. Sus pechos, pequeños pero bellos, se movían en forma pendular acompañando mi frenético ritmo. Roxana emitía sonidos guturales, estaba poseída, casi sin voluntad, entregada ante tamaña lujuria. Al cabo de unos minutos inundé la capacidad de su vagina con espeso semen que al poco tiempo caía con lentitud por las piernas de ella. Nos vestimos de nuevo y continuamos nuestra noche en un hotel hasta avanzada la mañana.

4 comentarios - Nuestras fantasías I

leonidas1284 +1
muy buen relato!
dejo puntos y los sigo!
gracias por compartir
saludos!
RCfantasias
@leonidas1284, te invito a leer la segunda parte. Gracias por los puntos y el comentario.
pirilampo674 +1
Muy bueno!!!! Nosotros tambien tenemos muchas fantasias, aunque lo mio te lo ire contando en privado...abrazo y me hiciste poner al palo.