Iniciándose Travesti

Así empezó todo
Fue a mis dieciséis que empecé a jugar así. Lo hacía cuando veía a mis amigos animarse porque una chica aparecía semidesnuda en la tv. Entonces empezaba a pasearme por delante, moviendo la cintura, inclinándome para que mis nalgas resaltaran, ofreciéndolas. Algunos me decían cosas atrevidas como “qué culito más rico”, “nena, préstame tus nalgas”. Entonces los acusaba de gay por desearme tan fácilmente y el juego terminaba.
En el fondo me gustaba sentir sus miradas ardientes, llenas de deseo por mis nalgas aunque entre ellos trataban de ocultarlo. Aquella situación me fue gustando, de modo que un año después me atrevía a pasearme por las noches en algunas calles concurridas de la ciudad, contoneando mi trasero con gracia de hembra en celo. Me fascinaba oír a los conductores gritarme: “mamita, que rica estás”, “déjame chupar ese traserito”. Y no podía evitar imaginar a un macho de esos pegado a mi trasero.
Pese a todo eso, pasé virgen hasta hace un mes. Podría decir que hasta mis diecinueve no probé ni hembra… ni hombre.
Y mi primera vez fue durante un curso de esos internacionales realizado en Costa Rica organizado por la Universidad donde estudio. Nos informaron que nos asignarían a dos en cada habitación del hotel donde nos hospedaríamos. Mi primer día estuve solo, el estudiante de Honduras no llegó sino hasta la tarde del día siguiente. Se llamaba Ray y era de mi estatura, solo que con unas libras más de peso que le sentaban bien. Cuando regresé del curso él ya estaba en la habitación, en camiseta y short recostado sobre la cama que ocupe la noche anterior, viendo el canal de chicas en la tv.
Nos saludamos sin mucha importancia, con un “hola, bienvenido, mucho gusto, encantado”. El siguió prendido a la tv y a mi se me ocurrió jugarle el juego aquel para tantearlo. De modo que me fui desvistiendo hasta quedarme en tanga y me puse de pie observando de reojo su reacción. Entonces sentí como recorrió mi espalda de arriba abajo. “Con que están muy bien las chicas, eh!” Exclamé mientras me contorneaba caminando en la habitación. Giré la cabeza y lo vi observándome muy atento. “Vaya”, dijo, “qué rico la meneas”. Yo solté una risotada y entré a bañarme. Diez minutos después salí con la toalla amarrada a la cintura, y el entró a ducharse.
Así, con la toalla tapando mi trasero lo esperé. La verdad es que el chico me había agradado y me puso ansioso. Al salir del baño lo sentí acercarse, se dirigió a mí con un “y entonces, cómo te llamas” mientras colocaba su mano sobre mi hombro. Se lo dije, al tiempo que giré para verlo, no imaginé que lo tuviera muy junto a mí, “yo me llamo Ray”. Mientras su mirada descendía sobre mi pecho y su palma izquierda iniciaba a masajear mi hombro derecho. “Qué bien luces”, dijo. “Tú no estás nada mal”, dije, “mira nada más que brazos”. Entonces levanté las manos para tocar sus bíceps que lucían estupendos, presionándolos con suavidad con las yemas de mis dedos. “Tienes unos dedos deliciosos”, dijo, “sabes tocar muy bien”. El momento fue especial, me gustó mucho el juego de colores de nuestra piel: él moreno, yo más blanco, aunque juntos no llegamos a chocolate con leche.
El fue más atrevido, levantó ambos manos y los puso sobre mis senos, masajeándolos. Yo sentí escalofríos exquisitos que me dejaban sin habla. Entrecerré los ojos. ¿Te gusta? Me preguntó. Lo estaba disfrutando tanto que solo respondí con un “mmmm…”. Quitó la toalla que me cubría y con sus manos me hizo girar de modo que quedé de espaldas a él que ahora masajeaba mis pechos con toda la palma de sus manos. Sentí su lengua recorrer mi nuca, el lóbulo de mi oreja, musitando quedamente, “tienes un trasero muy bonito”. Me atrajo de la cintura y me sentó sobre sus piernas en la cama, beso mi rostro y busco mi boca, nuestras lenguas se exploraron, jugueteamos con ellas largo rato. Mientras nos entreteníamos así, tomo mi mano para quitarse la toalla, luego la llevó hasta ponerla sobre sus bragas. Sentí aquella braza caliente y enorme atrapada en la tela. “huy, qué es esto?” me retiré un poco para verlo. Estaba descomunal. Me vio a los ojos y me dijo: “no vas a destapar tu premio?”. Entonces nos pusimos de pie, yo me incliné para quitarle la tanga. El se movió hacia mí pegando su enorme verga a mi cuello. Su penetrante olor de macho en celo llegó a mi olfato. Me arrodillé ante aquel moreno divino. El se enderezó y su enorme trozo quedó apuntándome a la cara. Abrí la boca para satisfacer mis ganas de tragármelo. Mientras me derramaba escuchando sus gemidos complacidos, hacía que entrara completo en mi boca, apretándolo con mi lengua, sintiendo sus viscosas gotas atravesar mi garganta. Qué verga tan jugosa! Me pareció entonces porque no había probado otra. Entonces fueron creciendo mis ganas por tener esa verga en mi otra boca: en mi culo. Como si adivinara mi intención, Ray me dijo suavemente “quiero tus nalgas”. Me levanté animado, y me tendí de espaldas y entero sobre la cama. “cógeme rico”, le pedí. Ray tomo dos almohadas que colocó bajo mi cintura de modo que mi trasero quedara levantado y ofreciéndosele. Casi de inmediato sentí sus manos rompiéndome la tanga, y colocarse de rodillas frente a mi trasero. Me seguí derramando de imaginar su enorme verga apuntando hacia mi culo. Lo sentí abrir sus piernas de modo que mi trasero quedó encerrado en ellas. Un segundo después sentí su humedecido glande frotarse contra la línea de mis nalgas. Qué sensación más placentera! Una, dos, tres y más veces aquel trozo se deslizó completo por toda mi línea. Lo sentí deslizarse más fácil cuán más humedecido se ponía. Pero aún faltaba lo mejor. Ray se colocó en posición de disparo. Con sus manos abrió mis nalgas descubriendo el ojo de mi culo. Y me hizo sentir su primera estocada. Me estremecí, en mi mente solo estaba la imagen del momento en que aquella verga se hundiera en mi culo. No esperé mucho. La segunda estocada lubricó por completo mi orificio, y ya no recuerdo si fue en la tercera o en la cuarta que lo sentí entrar, lenta y decididamente. Lo sentí detenerse, tomar un respiro, tensarse, mientras más gotas de leche caliente humedecían el interior de mi recto. Aquella estaca siguió hundiéndose en mí trasero hasta topar. Entonces volvió a la puerta solo para agarrar aviada y volver a penetrar esta vez de golpe.
Imaginen que sensación y que placer! Tenía el culo completamente mojado de semen y lleno de una verga fabulosa. Los ritmos de Ray se hicieron acompasados, precisos y constantes. Me estaba cogiendo de lo lindo. Puedo decir que lleve la cuenta de sus primeros veinte movimientos pero no más. Los escalofríos de placer que me recorrían y llenaban mi cabeza me lo impidieron. Cinco minutos después sentí los espasmos de Ray, la máxima tensión que alcanzaba su verga, sus gemidos se hicieron irrefrenables y chorros de semen entraron por mi culo y me bañaron las nalgas. Ray se había venido todito. Se recostó completo sobre mí, su cuerpo se fue relajando y suavemente abandono mi trasero. “Eres toda una delicia” me dijo, mientras quedaba tendido sobre la cama.
Así fue que me descubrí como soy, como deseo, ser la perra de cualquier macho que guste de alguien como yo.

2 comentarios - Iniciándose Travesti

caleb66
Super relato exelente 😊