El amiguito de su hijo

Luego de que su hijo Nahuel se fuera a la escuela, Mirna salió para su trabajo como todos los días.
36 años, viuda desde hacía 10, se había casado muy joven y enseguida había quedado embarazada. Nahuel, su único hijo, hoy de 16 años, se había criado prácticamente sin padre, y ella había tenido que hacerse cargo de la doble tarea de ser padre y madre. Si bien su esposo era de una familia acomodada y no tenía problemas de dinero, había elegido trabajar para no depender enteramente de sus suegros, y sobre todo no estar de balde en su casa, esperando únicamente que su hijo saliera o volviera. Comenzó a trabajar cuando Nahuel comenzó la secundaria y se sentía muy cómoda.
En su trabajo, tenía muy buenas compañeras que habían tratado de conseguirle una pareja, pero ella no tenía interés en darle un nuevo padre a su hijo. Además, no tenía demasiado tiempo para salidas y toda la histeria de un romance.
Se mantenía bien fisicamente, con unas cuantas visitas al gimnasio por semana y se sabía atractiva, porque tanto en el gimnasio como en el trabajo, los hombres no perdían oportunidad para acercarse a ella con las propuestas mas variadas. Desde salir a tomar un café, hasta ir a un motel, según la audacia de cada personaje. A todos les contestaba con una sonrisa, sin ofenderse ni enojarse, y esto hacía que los hombres la valoraran y apreciaran cada vez mas. Su esposo había sido su primer y único hombre, y sus relaciones habían sido normales, casi mecánicas. Tal vez por eso no extrañaba demasiado el sexo, ni lo buscaba.
Esa tarde, al volver del trabajo, encontró a su hijo con Mariano y Ariel , unos compañeros de teatro, que tenían algunos años más que su hijo. Mariano era alto, moreno, ya empezaba a mostrar el hombre que sería en unos años. Ariel, por otra parte, era el típico estudioso de lentes, tímido y retraído. Sus padres seguramente lo mandaban a teatro a ver si conseguían que se soltara un poco. Al entrar los saludó y se fue a la cocina a preparar algo para tomar.
Mariano la saludó y cuando ella se agachó hasta el sillón para darle un beso el pudo ver el valle entre sus tetas a través del escote. El panorama, como siempre, le excitó. En verdad, se había hecho amigo de Nahuel, luego de que en una representación del grupo, conoció a Mirna. Inmediatamente le gustó, y mas al saber que era viuda y vivía sola con su hijo. De inmediato comenzó a acercarse a Nahuel y ya era bastante habitual que estuviera en la casa de él. Mirna se había acostumbrado a verlo cuando volvían de teatro. Le parecía un joven divertido, simpático y hasta atractivo, siempre desde el punto de vista que puede tener una madre sobre los amigos de su hijo. Le parecía una relación positiva, pero jamás lo vio como una opción masculina.
Al rato les llevó algo para tomar y luego se fue a su estudio a revisar cosas del trabajo.
El estudio daba un pasillo que comunicaba con el salón donde estaban los jovenes. Con la puerta abierta escuchaban lo que conversaban y en un momento se les ocurrió jugar con la play , así que ella cerró la puerta para que los ruidos no la molestaran.
Pasó cerca de una hora, y Mirna necesitó ir al baño.Al salir al pasillo, escuchó voces que cuchicheaban y se detuvo curiosa.
- Ahora que Nahuel no está, tengo que confesarte algo Ariel
- Dime Mariano.
- Pues mira, me enloquece la mamita de Nahuel. Yo se que es mayor y todo lo demás, pero muero por tenerla con las patas abiertas y bien clavada contra el colchón.
- Shh, habla despacio. No seas estúpido. Jamás te dará esa posibilidad.
- Se que es difícil, pero es viuda. Hace rato que no siente una verga bien adentro, y si me ayudas, esta noche la voy a avanzar a ver que pasa.
- Estás loco
- Puede ser, lo que necesito es saber si me vas a ayudar o no pedazo de tarado.
- Está bien, dime que quieres que haga.
- Lo voy a sacar a Nahuel de la casa y necesito que tu vayas con él y me dejes solo con el bomboncito , y que me avises al móvil antes de volver.
- ¿ Y con que excusa?
- Pues irán a tu casa a buscar un juego nuevo para la play.
- Es que no tengo ningún juego nuevo.
- Ya lo sé, y por eso no vas a encontrarlo y te vas a demorar buscando una horita, mas lo que tienes de viaje me dará tiempo de echarle los tejos a esta perra.
- Me parece que estás loco, pero eres mi amigo. Traeré una pomada para los cachetazos que vas a recibir, dijo riendo.
Nahuel volvió y todo siguió como si nada. Mirna volvió sin hacer ruidos a su estudio.
El descaro del jovencito la había enojado. ¿ Cómo podía pensar que ella se acostaría con él?. Ella era una mujer hecha y derecha, y el poco más que un niño. Iba a darle una lección que no olvidaría y le sacaría las ganas de propasarse con las mujeres.
Volvió a salir haciendo ruido para que los jóvenes la escucharan. Cuando llegó al salón estaban enfrascados en el video juego. Ella se dirigió al baño y sintió en su espalda la mirada de Mariano.
Luego de salir del baño fue a su dormitorio y se cambió, poniéndose un pantalón corto de gimnasia, sandalias y una remera escotada. Se peinó y arregló, y volvió a salir hacia el salón.
Cuando entró los 3 muchachos estaban entretenidos con el juego, pero de inmediato Mariano la vio y quedó paralizado. Esas piernas largas y torneadas, esa cintura, y sobre todo esas tetas turgentes lo distrajeron lo suficiente para que Nahuel lo derrotara.
- ¡ Te gané por fin!, gritó contento.
- Si, has tenido suerte, pero ya estoy aburrido de estos juegos, dijo mirando a Ariel con insistencia. Mirna que estaba al tanto del plano lo notó de inmediato.
- Yo tengo un juego nuevo muy bueno, pero está en mi casa, dijo con un hilo de voz
- Ve a buscarlo, dijo Nahuel
- No, no tengo ganas de ir
- Vamos Ariel que Nahuel te acompaña, dijo Mariano disimuladamente.
- Si, vamos que voy contigo, dijo Nahuel.
- Mamá, voy hasta la casa de Ariel, le dijo a Mirna que estaba apoyada en el marco de la puerta de la cocina disfrutando la escena.
- Esta bien, Fer, dijo y lentamente se fue a su estudio nuevamente, cruzando por detrás de los chicos.
Desde su estudio escuchó cerrar la puerta y como la casa quedó en silencio. Ahora era el turno de Mariano para hacer su jugada. Mirna se sentía muy segura y confiada. Con verdaderos hombres había lidiado sin problemas.
En un par de minutos golpearon la puerta del estudio.
Mirna se sentó frente a la pc.
- Quien es?, preguntó como si no supiera
- Yo, Mariano
- ¿ Qué necesitas?
-¿ Puedo pasar?
- Pasa, Marianito, dijo en diminutivo para ponerlo en su lugar.
Mariano entró. Se lo veía colorado y nervioso.
- Me quedé solo y me aburro. Pensé en venir a charlar un momento con Ud.
- Pues estoy ocupada, Marianito, pero quédate, no hay problemas.
- Me llamo Mariano, dijo el joven serio, no me gustan los diminutivos.
- Perdona, pero como todavía eres muy joven, me pareció cariñoso tratarte así, dijo Mirna sin sacar su vista de la pantalla.
- Ya no soy un niño, remarcó Mariano
Mirna lo miró de arriba a abajo.
- Pues para mí lo sigues siendo. Tienes mucho que aprender todavía, dijo despectivamente, volviendo a la pantalla.
- Por eso me gusta relacionarme con gente mayor que yo. Especialmente con mujeres, dijo el joven insinuante.
- El problema es que las mujeres mayores que tú, no siempre tienen interés en lidiar con niñatos, dijo Mirna, ofensiva.
Mariano se acercó al escritorio, dio la vuelta y quedó detrás de Mirna mirándola trabajar.
- Y hacen mal, porqué descubrirían que se están perdiendo algo, dijo el muchacho.
- Por lo menos tienes la estima muy alta, Marianito, dijo Mirna sin mirarlo. El joven se alejó del escritorio y salió del estudio. Mirna se sintió satisfecha. Este no volvería a hablar de ella con sus amigotes.
Pasaron 10 minutos. Mirna, conseguido su objetivo, salió del estudio y se dirigió a la cocina. Al pasar por el salón, vio que Mariano no estaba. Fue a la cocina, y quedó intrigada. Seguramente había ido al baño. Se imagino al muchacho masturbándose por la calentura contenida, y no pudo menos que sonreir. Tomó un vaso de agua y se fue a su dormitorio. Encendió la luz y entró y cuando apenas había entrado la luz se apagó y la puerta se cerró con llave. Mirna se asustó.
- ¿ Quién está allí? Preguntó en la oscuridad.
- Tranquilizate, soy yo, dijo la voz de Mariano.
- me asustaste. Por favor enciende la luz y abre la puerta.
- Antes tenemos que hablar
- Podemos hablar en el salón.
- No, no podemos, dijo el joven.
Mirna se dirigió hacia la luz pero unos brazos fuertes la tomaron y la arrojaron sobre la cama. Quedó allí sorprendida por el trato.
- ¿ Qué haces? ¿ Estás loco? Esto ya no es un juego.
- Dije que vamos a hablar, y nunca fue un juego Mirna. Nunca lo fue dijo Mariano con una rara expresión de seguridad.
- Bien, dijo Mirna sentándose en la cama. Te escucho.
- Me tienes totalmente loco, Mirna. Sabes, me hice amigo de tu hijo para poder estar cerca tuyo. Necesito hacerte el amor, y no veo cual es el problema, ya que eres libre. Y para colmo insistes en considerarme un niño. Te aseguro que ya no lo soy, dijo con firmeza.
- Perdona si te he ofendido, dijo Mirna comenzando a dudar, pero escuché sin querer el plan que ideaste para quedarte solo conmigo.
- Ahh, era eso. Entiendo. No debí comentar en voz alta lo que sentía, pero entiéndeme. Estoy desesperado. Necesito tenerte, y se que lo disfrutarás. Hace mucho que no estás con un hombre, y menos con uno joven y con toda la energía como para satisfacerte toda la noche, dijo el muchacho.
- Sigues con la estima alta. Primero no sabes cuando hace que no estoy con un hombre, y segundo, no creo que puedas satisfacerme, niño, dijo poniendo las cosas en su lugar y retomando la iniciativa.
Ruidos apagados en la alfombra, señalaban que alguien se acercaba. De pronto una mano tomó la suya y la obligó a dirigirse hacia adelante. Con sorpresa se encontró sosteniendo una verga descomunal, dura, húmeda, gruesa y larga, muy larga, su mano no encontraba ni el cuerpo del joven ni la cabeza. Trató de retirar la mano, pero el joven no la dejó.
- ¿ te parece que no puedo satisfacerte?, dijo orgulloso de lo que ella estaba tocando.
Mirna no supo que decir. Dejó de tratar inutilmente de retirar su mano, mientras pensaba que respuesta dar. La otra mano del joven se adueño de su otra mano, y la llevó mas abajo, a sopesar dos pelotas grandes y duras. Era el aparato genital mas grande que había tocado en su vida. Realmente Mariano ya no era un niño.
Mirna pensaba velozmente. Tenía que salir de esta situación, pero cada segundo le costaba mas. Realmente hacía mucho que no le hacían el amor, y nunca, nunca, con un aparato como ese.
- Esta bien, Mariano, discúlpame, no eres un niño fisicamente, pero podrías ser mi hijo, y seguramente hay jovencitas de tu edad que morirían por estar contigo.
- Hay muchas Mirna, pero quiero probar a una mujer de verdad. Quiero ver como se comporta una verdadera hembra con lo que tienes en la mano. Y creo que los dos podemos disfrutarlo, dijo soltando sus manos y acariciando tiernamente sus cabellos.
Mirna estaba tan sorprendida que no notó que ya no la obligaban a tocar la herramienta del macho, y se quedó allí acariciando su verga y sus pelotas, suavemente, con leves movimientos.
Las caricias de Mariano en su cabello y su cara, le hicieron cerrar los ojos. Se sentían bien. No tenían la urgencia que alguna otra vez, sus salidas habituales, habían tenido para con ella. El joven estaba totalmente entregado, la respetaba y quería que ella le enseñara como tratar a una mujer. La mano que sostenía la lanza, la dejó y subió por su cuerpo. Con sorpresa vio que estaba totalmente desnudo. Acarició su cuerpo, subió por su pecho lampiño, acarició sus pezones y se retiró.
- Es imposible Mariano, mi hijo va a enterarse. No puedo tirarme a sus amigos, dijo casi con dolor.
- Nadie va a enterarse, dijo Mariano bajando sus manos hasta el cuello de Mirna.
- Le vas a contar a Ariel, porque el sabe a que te quedaste. Lo siento pero todos se enterarán y no estoy preparada para que me señalen como una corruptora de jovenes, dijo sin dejar de acariciarlo.
- A Ariel le diré que nada a pasado, no te preocupes, y siendo amigo de tu hijo tengo la excusa perfecta para venir a visitarte sin que nadie sospeche. Y no tendrás ningún compromiso, le dijo mientras sus manos acariciaban sus tetas por encima de la remera.
- Ay, Mariano, eres muy dulce, pero no puedo caer en esto. No puedo y rápidamente se levantó de la cama, abrió la puerta y antes que Mariano reaccionara salió de la habitación.
Se refugió en la cocina,tratando de recuperar la tranquilidad. Por un minuto estuvo a punto de dejarse llevar por este muchacho. Estaba sorprendida de sus reacciones. Claramente necesitaba un macho mas de lo que ella quería reconocer. Tomó un vaso de agua y se quedó allí frente a la canilla de la mesada. Estaba ensimismada en sus sensaciones y no notó cuando Mariano, llegó desde atrás y colocando su verga entre sus piernas comenzó a besarla en el cuello. Corrió una corriente eléctrica por su columna, desde el cuello hasta sus piernas. Respiró profundo y cada uno de sus poros sintió esos labios y esa lengua que paseaban por su cuello.
- No, Mariano, por favor, suplicó, sabiendo que lo que ocurriera ya no dependía de ella. Esa verga entre sus piernas la quemaba, a pesar de la tela que los separaba.
- Déjate llevar, por favor, déjate llevar. Me gustas mucho. Mirna, mucho. Mirá como me tienes, dijo Mariano, avanzando con sus manos hacia los pechos de la hembra.
Mirna dejó el vaso y apoyó sus manos en la mesada. Se sentía desprotegida y totalmente entregada. Nunca se había sentido tan débil frente a un hombre. ¿ Hombre? Si era un muchacho un poco más grande que su hijo. Pero eso ya no tenía importancia. Era un hombre. Lo que ella necesitaba. Lo que deseaba.
Las manos de Mariano se ganaron bajo su remera y la levantaron sacandola por su cabeza, cosa que ella avaló levantando los brazos. Su corpiño fue desabrochado desde atrás y ya suelto cayó hacia adelante, quedando Mirna desnuda de la cintura para arriba. En ese momento Mariano retrocede y la hace girar, para luego comenzar a besarla en la cara, en la boca, en el cuello y llegando por fin a sus pezones que succiona con desesperación. Mirna lo toma de la cabeza y lo deja hacer. Con los ojos cerrados, sentía golpes de electricidad que nacían en cada roce de la lengua de Mariano en los botones de sus tetas. Sentía como se mojaba. No quería que se detuviera. Ya no. Quería ir hasta el final. Bajó su mano y tomó la verga rampante que tenía delante. Lentamente comenzó a masturbarla. Su mano se mojó con los líquidos preseminales que brotaban de esa vara.
- Basta, Mariano, dijo para cumplir, pero sus acciones decían claramente otra cosa. Mariano ni se molestó en contestar. Bajando sus manos por el cuerpo de Mirna bajó sus pantaloncitos y su bombacha hasta media pierna. Se agachó y terminó de bajar las prendas, de las cuales Mirna salió hábilmente levantando sus piernas. En ese momento Mariano sostuvo una de sus piernas levantadas y allí agachado metió su cara entre las piernas de la hembra. Su lengua jugueteó con sus labios vaginales totalmente mojados y penetró mas allá, hasta que la punta jugueteó con su clítoris. Mirna con los ojos cerrados, sintió que una gran cantidad de líquido bajaba a su sexo. Nunca se había sentido así. El morbo del lugar, de quien era su compañero, el tiempo que llevaba sin tener sexo, todo conspiraba para que ella no pudiera controlar la situación como había hecho innumerables veces.
La lengua de Mariano la estaba dando placer. Mucho placer. La brusquedad de los movimientos demostraban que el joven no tenía demasiada experiencia en el sexo oral, pero reemplazaba la maestría con las ganas que le ponía. Ya se convertiría en un experto. Mirna nunca había recibido ese tratamiento así que para ella era toda una novedad.
Por fin, Mariano se levantó y la besó con su boca embadurnada con sus propios líquidos y eso la calentó aún mas. Hábilmente el muchacho la levantó de la cintura y la sentó sobre la mesada de la cocina, quedando al medio de sus piernas abiertas. Abrió los ojos y mirando hacia abajo se encontró con una verga poderosa que apuntaba a su vagina. Estaba allí a centímetros de ella. El macho solo tenía que avanzar un poco. Y fue lo que hizo. Se adelantó unos centímetros y la cabeza de su lanza separó los pliegues de sus labios vaginales. Se miraron. El Joven con una mano abrió la entrada de su vagina y con la otra dirigió su herramienta, hasta conseguir que la cabeza entrara. Las sensaciones se amontonaban en la mente de Mirna. Su cuerpo temblaba sin control.
Y en ese momento comenzó a sonar el móvil de Mariano.
- No puede ser dijo, no ahora, y rápidamente salió de dentro de ella y corrió al salón a atender. Mirna quedó allí, rogando que volviera rápido y que terminara lo que había empezado. Se sentía excitada como nunca lo había estado.
- Ya vuelve tu hijo. Vístete. Lo lamento no sabes cuanto, dijo el joven asomándose a la puerta de la cocina y luego yendo al dormitorio a vestirse.
Mirna bajó de la mesada y se vistió de prisa. Se quedó allí tratando de recuperar la cordura. Esto no podía volver a pasarle. No podía ser que un muchacho la manejara de esta manera.
5 minutos después, su hijo entró por la puerta.
- No vas a creer Mariano que este nabo no pudo encontrar el juego, dijo enojado.
- Eres increíble Ariel, no me extraña dijo Mariano sin dejar de mirar televisión. Se lo veía casi normal. Nadie hubiera imaginado lo que había pasado.
-Voy al baño, dijo Nahuel
Apenas quedaron solos, Ariel se acercó a Mariano. Mirna desde el otro lado de la puerta de la cocina escuchaba el diálogo.
- ¿ y?, preguntó Ariel
- Y qué? Respondió Mariano.
- Vamos cuéntame como te fue
- No tengo nada para contar, no ha pasado nada. Le hice algunas insinuaciones pero rápidamente me puso en mi lugar. No hay caso. Es muy seria para mí.
-Te lo dije, idiota. Ahora espero que no se ofenda y no podamos volver a esta casa.
- No te preocupes que fui muy cuidadoso. Lo tomó como un cumplido pero me marcó los límites de inmediato.
Mirna se tranquilizó. Mariano había cumplido y casi sintió remordimientos de no haber actuado como Mariano había inventado. Pero todavía estaba a tiempo. Nada se había consumado. Claro que ahora sería mucho más dificil, viendo el punto donde habían llegado las cosas, y máxime porque no estaba tan segura de querer evitarlo.
De la cocina pasó a su estudio sin decir palabra, y decidió quedarse allí hasta que los jovenes se fueran para evitar todo contacto. Al rato sintió la puerta que se cerraba y su hijo ingresó al lugar.
- Mamá, Ariel ya se fue, pero lo invité a Mariano a quedarse a dormir. Mirna sintió que el suelo se abría a sus pies. Toda la noche con un adolescente caliente a su alrededor era muy peligroso, especialmente por como ella se sentía.
- Está bien Nahuel, lo único compra algo para comer, le dijo simulando falta de interés.
Los muchachos pidieron un pizza por teléfono y cuando llegó fueron a la cocina a comer. Ella se preparó una ensalada y un yoghurt y comió en el estudio, alegando que no quería molestarlos. De allí, ya tarde pasó por el salón saludó a los muchachos y se fue a su dormitorio.
Ya por acostarse, notó que todo su cuerpo olía a hombre y fue a darse una ducha que además le ayudara a bajar la temperatura de su cuerpo.
Una vez en la cama, no pudo conciliar el sueño. Dio vueltas a un lado y otro. Recordaba el encuentro de esa tarde y se mojaba de solo pensar en ello. Por fin los jovenes fueron a acostarse, y ella se levantó y poniéndose un salto de cama sobre su camisón corto, se fue al salón a mirar televisión hasta que pudiera conciliar el sueño.
Una vieja película ya vista varias veces, le sirvió de compañía, con la luz apagada para no llamar la atención de su hijo. Despacio se fue durmiendo. Sus ojos se cerraban intermitentemente.
Una mano acarició su cabello y bajó por su cuello, para terminar magreando sus tetas. No era un sueño. Se fue despertando despacio y vio que Mariano, evidentemente detrás del respaldo del sillón la estaba acariciando.
- Por favor, Mariano, ahora no que está mi hijo, dijo con miedo.
- Shh, calla que está totalmente dormido, déjame al menos acariciarte, dijo el joven en voz baja.
Mirna decidió callar para no arriesgar a que Nahuel la encontrara en esta posición equívoca.
Las manos de Mariano se hacían cada vez más posesivas y a ella le gustaba. Por fin la dejó y dando la vuelta se sentó a su lado. Sin mirarla bajó su slip y dejó a la vista su verga mas dura, si es posible que esa tarde, y tomándola del cuello la obligó a acercarse a ella. Cuando su cara llegó hasta la vara de Mariano, el olor almizcleño del sexo le perforó las fosas nasales y se le hizo agua la boca. Mariano siguió presionando hasta que por fin, separando sus labios comenzó a tragársela. Una vez alojada una parte en su boca comenzó a succionar y frotar con su lengua. El sexo oral nunca había sido su fuerte, pero hoy tenía necesidad de satisfacer a ese muchacho mas que nada en el mundo .
En el silencio lo único que se escuchaba era el ruido de succión. Ambos hacían silencio para evitar que Nahuel escuchara.
Luego de un rato, Mariano hizo que se irguiera y volvió a besarla con ganas. Mirna perdió el poco control que tenía. El macho la fue acostando hasta terminar encima de ella mientras la besaba. Mirna sentía latir la verga de Mariano entre sus piernas, las que inconscientemente se levantaron a cada lado del cuerpo del joven. Solo la fina tela de su tanga los separaba, y era muy poca barrera para la excitación de ambos.
Una mano de Mariano corrió su tanga mientras la otra dirigía su verga a la entrada de su sexo.
Por fin, la cabeza de su herramienta se instaló firmemente entre sus labios vaginales, y con un pequeño empujón cruzó la barrera y se clavó como el anzuelo de un arpón dentro de su cuerpo. La fuga era impensable. Ya no tenía retorno.
Mariano empezó a respirar profundo y despacio iba entrando en ella. Centímetro a centímetro. Ella lo recibía mientras acariciaba sus cabellos. Hacía mucho que no sentía de esta manera. En un momento dado se preguntó si alguna vez se había sentido de esta manera. No lo recordaba. Por fin la conjunción de sus cuerpos fue total y en ella se quedaron quietos disfrutando ese momento. Mariano buscó sus labios y volvió a besarla. Ella le comió la boca .
Nahuel se despertó sobresaltado. Le pareció escuchar un ruido afuera, pero el silencio era total. Se quedó un rato despierto y luego giró hacia la cama de Mariano. En la semiobscuridad de la pieza no distinguió el cuerpo de su amigo. Cuando sus ojos se acostumbraron, notó que el no estaba acostado. Pensó que había ido al baño y ese ruido era el que lo había despertado. Luego de unos minutos, al ver que no volvía, su curiosidad pudo mas. Se levantó calladamente y sin hacer ruido, abrió la puerta del dormitorio. Enfrente, estaba la puerta del baño, abierta y con la luz apagada. Nadie estaba allí. Pensó que tal vez había ido a tomar algo, y salió al pasillo rumbo a la cocina. Al llegar al ingreso al salón, se paralizo. Algo pasaba.
Un ruido sordo, indescifrable, como de roce, llegaba hasta sus oídos. El televisor prendido daba una luz mortecina a toda la habitación. Se quedó en la oscuridad del pasillo hasta determinar de donde venía el ruido. Luego de unos segundos notó con exactitud que el origen era el sofá de respaldo elevado que estaba a unos 3 metros de la entrada.
De pronto, la parte superior del cuerpo de su amigo apareció detrás del respaldo. Solo veía sus hombros y su cabeza. El movimiento y la expresión eran mas que extraños. Nahuel concluyó que se estaba masturbando y le causó gracia. El lugar y la hora no eran justamente los más aptos para esa práctica. Se quedo risueño mirando los movimientos de su amigo. De pronto,las manos de Mariano aparecieron levantando dos piernas de mujer. No, no se estaba masturbando. Estaba tirando con una hembra, en el sofá de su casa. No entendió nada. ¿ Cómo podía ser eso? ¿Cómo se animó a dejar entrar una mujer a su casa, estando su madre allí ? Este muchacho era un descarado. Pensó en hablarlo con él a la mañana siguiente. Mientras tanto debía asegurarse de que la puerta del dormitorio de su mamá estuviera cerrado y no escuchara nada. Volvió sobre sus pasos y al llegar al dormitorio de su madre comprobó que efectivamente estaba cerrado. Oyó a través de la puerta y no es escuchaba nada. Afortunadamente estaba totalmente dormida. Tranquilo, volvió al dormitorio, y se acostó. Pensando en lo que estaba pasando en el salón, comenzó a masturbarse lentamente.

Mariano con las piernas de Mirna en alto, profundizaba sus penetraciones llenándola por completo con su verga. La hembra se limitaba a sentir sin proferir ni un quejido. No quería que nadie escuchara.
- Ahora te vas a dar vuelta, perrita, dijo Mariano en voz baja, desmontando. Mirna giró y arrodillándose, apoyó su cabeza en el posabrazos del sofá. En un solo envíon, Mariano la penetró hasta el fondo y tomando posesión de sus pechos comenzó a bombearla a buen ritmo. Mirna se limitaba a sentir y dejar hacer al muchacho. Hubiera gritado de gusto, pero el hecho de no poder hacerlo le daba aún más morbo a la situación. Cuando sintió crecer el clímax, trató de frenarlo, pero ese esfuerzo lo único que hizo fue acelerarlo, y sin decir palabra, vibró, tembló y sus musculos se contrajeron apretando como un guante la verga que la invadía. Mariano con su poca experiencia, igual se dio cuenta que Mirna había acabado, y esto le gustó mucho.
- Acabaste, perrita. Dime ¿ Sigo siendo Marianito? ¿ Sigo siendo un niño? ¿ O ahora soy el dueño de la verga que puede acabarte?, preguntó mientras continuaba arremetiendo contra ella.
Mirna no contestó, porque ni lo escuchó. . No podía dejar de sentir las oleadas de placer que sentía. Hacía mucho que no alcanzaba un orgasmo tan perfecto.
- Por favor, no me acabes adentro, que no me cuido, suplicó Mirna cuando se recuperó de su orgasmo.
- No me vengas con eso que no traje condones, dijo el joven sin dejar de bombear.
- Por eso mismo. Sácala antes de vaciarte, le ordenó mas que le suplicó.
El joven entendió la orden y reconoció la necesidad de obedecer. Mientras tanto y hasta que llegara ese momento seguiría en su tarea.
- ¿ Que me darás a cambio por no regarte? Le dijo.
- ¿ Qué quieres? Preguntó ella.
- Pues otro lugar donde me hagas sentir que has disfrutado, dijo Mariano teniendo claro sus deseos.
- Está bien. Si la sacas a tiempo te daré mi boquita, le dijo en un susurro. Mariano sintió como su verga se estiraba de placer, Siguió un rato mas tirando, pero la imagen de Mirna con la boca abierta recibiendo su semen era muy poderosa . No iba a aguantar mucho tiempo.

Nahuel aceleraba su masturbación. Había descubierto su miembro y abierto su pijama. Seguía machacándosela , imaginando lo que Mariano hacía con su amiguita, y a la vez pensado en cual de ellas sería. Por fin, sintió que una corriente recorría desde su columna hasta sus huevos y tensándose despidió el primer chorro de semen que llegó casi hasta su cara. A este le siguieron varios mas, hasta que su cuerpo se aflojó.
Tomó un pañuelo de la mesita de luz, y limpió la acabada que tenía en el cuerpo, y dándose vuelta trató de recuperar el sueño.

- Ahh, no aguanto mas, dijo Mariano sacando su verga del cuerpo y quedándose arrodillado apretándola con las dos manos. Mirna lentamente giró y arrodillándose frente a el, se agachó y se tragó la punta de la verga, mientras retiró las manos de Mariano y empezó a masturbarlo a buen ritmo. Mariano cerró los ojos y la dejó hacer. De a poco su tensión sexual creció, hasta límites increíbles. Nunca se había sentido tan caliente. Sintió que sus huevos se endurecían y de pronto, un chorro abundante, caliente y que salió como un geyser se estrelló contra el fondo de la garganta de Mirna. La violencia la sorprendió y se detuvo, pero los que siguieron la obligaron a empezar a tragar rápido, con el riesgo de que el semen se escapara y manchara todo el sillón. 6 chorros a cada cual más violento, caliente y abundante, llenaron su boca y su garganta fue abriéndose para darles paso. Nunca lo había hecho, pero no le desagradó. El sabor y el olor era puro sexo. Mientras tragaba otro orgasmo la barrió y apretando fuerte la verga se aseguró de vaciarla por completo.
La tuvo un rato más en la boca. Sintió que algo se ablandaba pero no tanto, y por fin la dejó morcillona y se pasó el reverso de la mano por los labios como asegurándose que ni una gota de ese elixir varonil se le había escapado.
- Basta por hoy le dijo a Mariano y besándolo rápidamente en los labios se escabulló para su dormitorio juntando sus prendas de pasada.
Mariano quedó allí de rodillas. Se sentó en el sillón, y luego de un rato apagó el televisor y se fue al dormitorio.
Nahuel dormía. Se acostó y pensando en lo que había pasado, tuvo un sueño húmedo fabuloso.
A la mañana siguiente, Mariano se despertó y Nahuel ya no estaba. Fue al baño, se lavó, se vistió y caminó hacia la cocina.
Nahuel estaba allí desayunando. Mirna no estaba.
- Buen día, dijo Nahuel sonriente.
- Buen día.
- Noche movidita, no? Preguntó Nahuel
- Mas o menos. ¿ Y tu mamá?
- Se fue a hacer compras así que puedes hablar con confianza.
- ¿ De que? Preguntó Mariano poniéndose a la defensiva.
- De lo de anoche, dijo Nahuel misterioso.
Mariano sintió que el piso se abría a sus pies.
- Te ví, Mariano. Me levanté fui hasta el salón y te ví, le dijo tomando un sorbo de café
Mariano se puso pálido. No sabía como explicar lo que había pasado.
- Mira, no es lo que crees..... empezó tímidamente.
- No hay problemas, pero si vas a traer una hembra a mi casa, avísame por lo menos, así puedo asegurarme de que mi madre no escuche nada. Tuviste suerte que no se despertara, le dijo fanfarroneando.
Mariano se quedó mudo. Este idiota no sabía nada. Creía saber, pero no.
- ¿ Y que viste? Preguntó
- Te vi tirar con una chica. A ella no pude verla, pero la tenías bien empalada, hijo de puta. No sabes como me calentó. Me hice una terrible paja en honor de ustedes, dijo riendo.
- Si, bueno. Me llamó al móvil y me dijo que necesitaba verme. No me pude negar.
- No hay problema pero la próxima vez avisa. Y cuenta, cuenta, ¿ valió la pena?
- Ni te imaginas, dijo Mariano sin mentir.
- ¿ La conozco?
- No creo, la verdad, dijo
Bueno, desayuna que nos vamos en un rato, dijo Nahuel yendo a su habitación a preparar sus cosas.
Mariano tomó su café, buscó un lápiz y un papel, escribió un mensaje, y lo dejó en la mesita de luz de Mirna, cuando Nahuel fue al baño. Luego de un rato salieron los dos de la casa.
A la hora Mirna volvió. Los muchachos ya no estaban. Respiró aliviada. No sabía con que cara hubiera mirado a Mariano y a su hijo. Se había convencido de que ahora que Mariano se había sacado la calentura con ella, la dejaría tranquila. Dejó las compras y fue a cambiarse. Ya en el dormitorio mientras se desvestía, vio el papel sobre la mesita. Se acercó lo tomó y lo leyó, para luego romperlo en mil pedazos y tirarlo en el cesto. Volvió a vestirse, tomó la cartera y salió nuevamente.
Tenía mas compras que hacer.
Mientras caminaba por la calle, pensó que el concejo de Mariano no era malo. Cerca había una farmacia donde podría conseguir píldoras anticonceptivas y preservativos.

6 comentarios - El amiguito de su hijo

ren6o
Muy bueno!!
El amiguito de su hijo
kramalo
muy caliente...!!! habrá mas...? van puntos.
sanluchi
cuando la 2 parte? esta muy bueno