Conociendo un poco más a mi compañera de la facu - Parte 2

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Salieron apurados del boliche. Julieta casi que arrastraba a Pablo, que constantemente la abrazaba y la traía contra sí para meterle mano y besarla. Sin embargo ella buscaba desesperadamente un taxi. Quería ir cuanto antes a su casa y seguir con los mimos. Caminaron unas dos cuadras y pasó uno. Lo paró y le dijo a Pablo que subiera él primero. Él se acomodó casi en el medio pero Julieta lo empujó insistentemente contra la puerta, casi violentamente. No entendía por qué tanta desesperación. Le dio la dirección al taxista y arrancaron. Inmediatamente Pablo entendió todo. Julieta comenzó primero a desabrocharle el cinturón disimuladamente, mirando para otro lado. Estaba tirada sobre él, abrazándolo, pero a la vista del taxista no hacía nada que no pudiera hacer una novia. Luego le metió la mano dentro del pantalón y comenzó a masturbarlo lentamente. Jugaba con la cabeza y lo pajeaba suave de nuevo. El taxista sacó conversación y ella respondió como si nada. Pablo sentía ahora la exposición que le había hecho sentir a Julieta un rato antes.
Llegaron y él bajó tapándose como pudo y rápido. Subieron al ascensor y Julieta marcó el séptimo piso. En el viaje le comió la boca desaforadamente y le sacó la verga y lo masturbó bien fuerte. Al llegar bajó la cabeza y le dio un besito en la punta. Luego se incorporó, lo miró con una cara de trola impresionante y abrió la puerta. Se llevó un dedo a la boca para decirle que hiciera silencio. Pablo no entendía muy bien qué quería hacer la mina. Hasta donde él sabía ella era de la ciudad, por lo que suponía que viviría con los viejos.
Sin embargo ella no planeaba entrar al depto. Salieron del ascensor y ella encaró para el piso de arriba por la escalera. Él la siguió, sosteniéndose el jean con las manos. Julieta empezó a subir la escalera haciéndose la gata, moviendo mucho el culo y levantándose la remera para que se viera bien su culo cubierto por la calza. Cuando estaba llegando a la mitad del piso se arrodilló y subió 3 escalones más gateando, sacando más la cola para afuera. Pablo no podía creer lo hermoso que era ese culo, y que la mina se lo estuviese mostrando así. Ella se sentó donde doblaba la escalera y los escalones se ensanchaban, lo miró de costado y lo invitó a subir con su dedo y mojándose los labios con la lengua. Pablo subió y se paró dos escalones más abajo, frente a ella. Julieta le retiró las manos para que cayeran, le empezó a acariciar el bulto con la mano izquierda mientras con la derecha le apretaba el culo y subía por su torso, arañándolo, apretando donde se podía. Luego con las dos manos le bajó el bóxer, quedando la pija durísima de Pablo al aire. Ella la miró y se le transformó la cara. Se abalanzó sobre ella y se tragó todo lo que pudo sin ayuda de las manos. Se la dejó adentro de la boca un rato, pasándole la lengua por donde podía, aferrada a los muslos de Pablo. Empezó a mover su cabeza, recorriendo las piernas tensas de él con sus dos manos y su cola. Cuando se le salió la pija de la boca se empezó a ayudar con una mano, en tanto que con la otra recorría todo el cuerpo.
Se la chupaba con movimientos largos y rápidos, frenándose un poco en los extremos: al fondo para tratar de ver cuánto se podía tragar de los 17 cm de pija que se comía; adelante para lamer la cabeza. Siempre acompañaba todos los movimientos con la mano. El tamaño le encantaba, no tanto por el largo, que no era fenomenal, sino porque era bien ancha y le hacía abrir bien la boca.
Después de un rato se la sacó de la boca para chuparle los huevos y luego lamerle toda la pija, mirando para arriba. A Pablo le calentaba mucho que hicieran eso y empezó a acariciarle la cabeza y a marcarle el ritmo con las dos manos hundidas en su pelo.
Repentinamente se apagó la luz del palier. No se veía nada. Julieta seguía con su genial mamada. A falta de luz comenzó a hacer algunos ruiditos para que su amante sintiera su presencia, como si hiciera falta. Los dos estaban terriblemente calientes por la situación. Julieta tuvo que comenzar a masturbarse. Se metió una mano en su calza y comenzó a acariciarse muy suavemente. Estaba absolutamente empapada y fascinada chupando esa pija gorda en la oscuridad. Pablo seguía acariciándole la cabeza, dándole a entender que la estaba pasando muy bien.
A los 10 minutos de chupar, Julieta comenzó a cansarse. Empezó a lamérsela mientras lo masturbaba. Ella seguía masturbándose también. Pablo se inclinó hasta el oído de ella y aprovechó para volver a tocarle el culo, algo que ella facilitó inclinándose para un costado, dejando su cachete izquierdo bastante accesible:
- Es una de las mejores mamadas que me hicieron guacha.
- Es una de las que más disfruté hacer – respondió ella. Y agregó: la paja que me hiciste en el boliche fue la mejor de mi vida, así que espero que al final esta sea tu mejor mamada también.
- Eso depende de vos. ¿te vas a tomar la lechita?
- No sé, puede ser.
Volvió a incorporarse y a acariciarle la cabeza, indicándole que quería que se la volviera a chupar. Julieta volvió a chupársela. En eso, sintieron las llaves en la entrada del edificio. Pablo se alteró un poco, sin saber qué hacer, pero Julieta seguía como nada, sin siquiera mirarlo. Parecía muy concentrada en la pija que se estaba comiendo. Se activó el ascensor, bajó, entró alguien y volvió a subir. Entonces Julieta se detuvo y miró a Pablo, mientras le daba lengüetadas largas a la pija. Tenía una sonrisa en su cara. La situación no solo la calentaba sino que le parecía divertida. El ascensor pasó su piso y llegó hasta el 10 o el 11.
Con la luz pudo ver que Julieta se estaba masturbando, algo que no había notado hasta ahora. La imagen de ella mirándolo mientras le lamía la pija como si fuera un caramelo y se metía la mano en su calza fueron demasiado para él. Hasta ahora había acumulado mucha calentura y decidió que era hora de descargarla. Empezó a moverse él dentro de la boca de Julieta. Ella al principio acompañaba los movimientos pero después decidió recostarse sobre la escalera, apoyándose sobre un brazo y abriéndose más de piernas para facilitar el trabajo de la otra mano. Pablo se sacó el pantalón y el bóxer y se tiró sobre ella. Con una pierna se arrodilló y con la otra se paró como pudo. Con los brazos se apoyó unos escalones más arriba y comenzó a cogérsela por la boca. Julieta acompañaba las embestidas cambiando la presión que hacía con los labios y lamiéndole la cabeza y el tronco.
En menos de 2 minutos con la nueva posición Pablo estaba listo para correrse. Le avisó a Julieta, por si quería sacársela de la boca, pero ella siguió como si nada. Tenía los ojos cerrados y estaba esperando la leche con ansiedad. Normalmente no le gustaba que le acabaran en la boca, salvo cuando estaba muy caliente. Y esta era una de esas ocasiones. Pablo retuvo la eyaculación lo máximo que pudo para que saliera con más fuerza. El primer chorro fue muy abundante y fuerte. Julieta lo sintió golpear contra el fondo de su garganta y fue como que se relajó. Con cada chorro que llegaba a su boca se metía dos dedos hasta el fondo en su concha, como si fuese la pija de Pablo acabando dentro de su concha.
Pablo acabó mucho y Julieta empezó a dejar escapar un poco de leche por sus comisuras, chorreando sobre su mentón y el cuello. Se sentía la más puta y lo disfrutaba mucho. Estaba muy relajada pero extasiada al mismo tiempo. Pablo se seguía moviendo casi por reflejo dentro de la boca de ella, en un mar de saliva y semen. Estuvieron así casi un minuto, tras lo cual él salió y bajó un par de escalones para apoyarse contra la pared. Estaba exhausto, con las piernas cansadas de tanto estar parado sin moverse. Julieta se quedó echada sobre los escalones, masturbándose y con bastante semen en la boca. Se lo mostró a Pablo como orgullosa. Él se mordió los labios y movió la cabeza en signo de aprobación. Entonces se agachó como para chuparle la concha, en retribución pero también porque se moría de ganas de hacerlo. Ella se tragó parte de la leche y dejó chorrear otro poco más sobre su pera y cuello. Se sentó y le frenó la cabeza con la mano.
- Eso lo vas a hacer la próxima. Ahora mírame así después te pajeás pensando en mi.
Pablo bajó unos escalones y se sentó a lo largo. Ella volvió a echarse para atrás y se corrió un poco para que se concha quedara apuntando hacia él. Retomó sus autocaricias. La imagen era de los más caliente que había visto Pablo en su vida: una morocha hermosísima, abierta de piernas, con su concha alargada, finita y rosada mirándolo, y toda su boca recubierta con su semen. Julieta se lamía los labios y hasta donde llegaba su lengua para tomar más leche.
Con una mano se metía dos dedos y con la otra se tocaba el clítoris. Estuvo unos minutos así. Pablo se tocaba la pija casi por reflejo, porque aún no se le había vuelto a parar. Eventualmente se apagó la luz y Pablo la volvió a encender. Semejante espectáculo no se podía perder. Cuando se volvió a sentar le pidió que se diera vuelta. Julieta accedió y se puso en 4. Ahora la imagen era aún mejor. Él estiró una mano para apretarle la cola y ella se dejó. Se chupó un dedo y empezó a acariciarle el ano, mientras ella se seguía dando con las dos manos, apoyada la cara y el pecho sobre la escalera.
Estuvo así unos 4 minutos y sintió que se estaba por venir, entonces retomó su posición original para mirarlo fijamente. Él ya estaba duro de nuevo y se tocaba despacio, pero con la pija dura. Esto la calentó más aún a Julieta que se corrió sin hacer ruido pero temblando y saboreando los últimos restos de leche que le habían quedado en su cara y se había llevado a la boca con un dedo.
Se quedaron mirándose un rato sin hablar, satisfechos y sonrientes. Pablo le acariciaba una pierna y Julieta acompañaba su mano con la de ella. Finalmente Julieta se paró y le alcanzó el pantalón. Él se cambió, fueron al ascensor, bajaron y esperaron que pasara un taxi. Cuando llegó, se besaron, sintiendo él aún algunos restos de semen en los labios de Julieta, pero no le importaba nada. Había hecho menos de 10 cuadras y le llegó un mensaje. Era de Julieta. Decía “Qué hacés mañana a la tarde?”

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