el jovencito, la madurita y el motel

Javier era un jovencito de 19 años muy deseoso de tener experiencias sexuales nuevas y desenfrenadas. Medía 1.78, con una complexión atlética bien definida, pelo moreno y lacio, en general, bastante atractivo.

Había tenido hasta la fecha tres relaciones, de las cuales solo una había durado un tiempo considerable y había sido realmente seria, que encima, para colmo, finalizó muy mal. Aunque realmente amaba a la chica con la que había estado, esta no le satisfaccía completamente en la cama, y su cuerpo dejaba bastante que desear. Después de aquella violenta y lamentable ruptura, el joven se sintió bastante liberado dentro de lo que cabía, y su libido explotó un par de semanas después. Necesitaba sexo, pero no sexo por pura necesidad, tenía una fantasía, una fantasía enorme: quería follarse a una desconocida a la que no amara, una mujer mucho mayor que él, experta, a la que le pudiera petar el culo con ganas y que ella disfrutara, y lo más importante, una mujer con un par de tetas enormes, unas tetas jamonas con las que le pudiera hacer una buena cubana, unas tetorras a las que sobar, chupar, lamer y morder hasta la saciedad.

Evidentemente, el joven estaba muy al tanto de que solo podría satisfacer sus deseos acudiendo a un puticlub y contratando los servicios de una prostituta, y después de pensarlo un mes, hurdió un plan, comenzó a acumular dinero para "el gran día", y se mentalizó para ello a pesar de lo tímido que era.

Cuando ya estaba preparado, el plan comenzó. Él y sus padres se iban a una ciudad costera relativamente cercana para veranear, como todos los años. Como tenía 19 años y ya sabía conducir, un sábado, con el pretexto de "me voy de marcha", se patearía la ciudad y sus afueras en busca de un buen lugar donde mojar y saciar su lujuriosa fantasía.

De camino, hicieron un alto en una especie de mezcla entre motel de carretera de mala muerte donde la gente iba más a follar con la amante o alguna de las feas putas del aparcamiento que a dormir, y lo que parecía ser una pequeña tienda de ultramarinos. Un lugar verdaderamente pintoresco. El padre de Javier quería comprar algo con lo que refrescarse el gaznate y ni su mujer ni su hijo pusieron pegas. Es más, de hecho, Javier se excitó irremediablemente cuando observó a las cuatro mujeres que esperaban clientes en la entrada del motel, con esas faldas negras que les llegaban casi por la pubis y esos escotados tops. Incluso una de ellas no llevaba camiseta, si no lo que parecía ser un bikini semi-transparente que dejaba parcialmente a la vista sus amarronados pezones y aureola. Serían feas y extranjeras, pero el chico estaba de un caliente que se habría follado a la vez a dos de ellas en ese preciso momento de haber podido.

Entraron a la tienda, y la familia se separó, cada uno buscando algún snack que comprar para comer durante lo poco de viaje que les quedaba. A Javier le llamó la atención la cajera, una mujer que parecía tener entre los 30 o los 35 años, melena rubia (aparentemente natural) y rizada, bien maquillada, sonriente y atractiva, vestida con un destartalado uniforme compuesto por una falda larga negra y una camisa de botones amarilla, algo descolorida, con una chapa que decía: "Lidia". La mujer iba ligeramente escotada, y sus tetas, incluso por debajo de la camisa, parecían potentes y apetecibles. Un par de segundos de inevitable y deseosa mirada a ese escote fueron suficiente para ponérsela dura a Javier, siendo ligeramente visible un bulto en la bragueta de su pantalón vaquero. Afortunadamente, como solía ocurrir en esas embarazosas situaciones, nadie se dió cuenta.

Pero viendo una buena oportunidad para conseguir información, el joven tomó con rapidez un Kit-kat, lo más cerca que tenía, y fué a pagar mucho antes de que se decidieran sus padres. Tras el pago y recibir una radiante sonrisa de la cajera, Javier tomó aire y trató de hablar.

-P-perdone... ¿por casualidad no sabría dónde hay p... pu.. pu...?

-¿Cómo? No le entiendo-le interrumpió ella, algo extrañada. Aunque Javier pudo detectar una ligera sonrisa cuando trató de pronunciar por tercera vez "puticlub", ya muy sonrojado. ¿Se habría dado cuenta Lidia de lo que buscaba?

Bajó la cabeza y salió a toda prisa de la tienda, reuniéndose en el coche más tarde con sus padres, y poniéndose más nervioso todavía por la visión de las putas, que hasta se le insinuaron cuando pasó a varios metros de ellas.

Pasó un día entero atento a sus asuntos, olvidándose parcialmente de las prostituas del motel, de la idea de ir a un puticlub y de la propia Lidia, aunque aún pensaba más de una vez en sus tetas. Entonces llegó el sábado por la noche, se armó de valor, avisó a sus padres y tomó el coche.

Se pasó casi una hora deambulando por la ciudad, sin éxito. No se atrevía a preguntarle a los transeuntes, y cada vez se desanimaba más. Tomó la salida de la ciudad, para mirar por las afueras, y sin darse cuenta, se encontró cerca del motel. Aminoró la velocidad y observó en profundidad a la cantidad de putas que estaban allí reunidas. Habían incluso más que esa vez por la mañana. Allí estaban otra vez esos culos y esas tetas medio descubiertas, una incluso le pareció atractiva, pero eran todas morochas y negras, y aunque no era racista, no le iban para nada ese tipo de mujeres, aunque a la hora de follar, un coño sea un coño, sin importar el color.

Pero era su mejor carta, no encontraba puticlubs, y necesitaba follarse a algo. Esas tipas cobrarían poco y eran justo lo que estaba buscando. Consternado, aparcó, tratando de evitar que ninguna se le insinuara porqué no habría respondido de sí mismo, y entró a la tienda, buscando algo que beber y un lugar donde pensar. Y allí estaba otra vez Lidia, que le sonrió pícaramente cuando le vió entrar y sus miradas se cruzaron.

El chico trató de ignorarlo, buscando con nerviosismo un Red Bull en la nevera del establecimiento y esperando que no hubiera ningún comentario picante por parte de la cajera. Sin embargo, cuando fué a pagar, sí que hubieron preguntas.

-¿Qué estabas buscando la primera vez que viniste? Al final no me lo dijiste, ¿tenía algo que ver que tus padres estuvieran delante, chaval?-preguntó descaradamente la mujer, sonriendo.

-N-nada... no es de su incumbencia... señorita...

Ella volvió a sonrier, como si hiciera caso omiso a las evasivas del joven.

-Bueno... no hace falta que te hagas el estrecho conmigo, cariño, no soy tonta. Llevo tantos años trabajando aquí que conozco a todas las putas que vienen a trabajar al motel, y hasta soy amiga de más de una... es muy normal que casi todos los clientes entren buscando lubricantes o condones aquí, o un par de cervezas para beber antes de tirárselas... podría contarte millones de cosas... y que preguntes por una palabra que empieza por pu- en un lugar así...

Él bajó todavía más la cabeza, pero ella no se amedrentó, sonrió todavía más y se tendió ligera y sugerentemente hacia él, mostrando un poco más el escote, hecho que le provocó a Javier una erección.

-Bueno... generalmente habría pasado del tema y te habría indicado el puticlub más cercano sin tapujos... como a casi todo tipo que pasa... pero no sé... me has sorprendido, y cariño, estás muy bueno, y tu actitud tímita de yogurín me ha puesto caliente... hace tiempo que no calbalgo sobre una polla...

El corazón de Javier quería salírsele del pecho. Si no hubieran estado solos en la tienda, se habría ido corriendo desde el primer momento, pero no era el caso, y al final, se dejó llevar.

-¿Y qué debo de asumir respecto a esto?-le preguntó a la cajera, mirándole por primera vez a la cara.

-Ya verás, guapo...-le respondió de una manera muy sensual, mientras retiraba ligeramente hacia el lado el escote de su camisa, lo suficiente como para que Javier viera el enorme sujetador color rojo fuego que había debajo. Cada vez, el pene del joven crecía más, llegando a dolerle de lo aplastado que lo tenía contra el pantalón-¿Quieres que subamos a una habitación? Mi jefe está de fiesta, y no se dará cuenta de que he cerrado la tienda un par de horas antes... ¿qué me dices?

Juzgando sus gestos, su sujetador parcialmente mostrado y su sensual tono, aquella mujer sabía perfectamente como hacer babear a un hombre. Javier no conocía del todo sus intenciones, pero no pudo hacer otra cosa que asentir tímidamente. La cajera le volvió a sonreir, se ajustó la camisa para no enseñar más de la cuenta, al menos por el momentó, tomó un par de llaves de debajo del mostrador, y salió del local tomando del brazo al nervioso joven. Bajó la persiana, puso el candado, y subieron al bloque de habitaciones, que era un edificio aparte del "minimercado".

La mujer abrió la primera puerta del segundo piso, la 26, y ambos entraron. Toda la habitación se notaba que estaba hecha para que una pareja pudiera tener un buen polvo sin ser molestados: un único ventanal que daba a la entrada del motel, bien tapado con unas amplias cortinas, una enorme cama con sábanas de lo que parecía ser seda de color rojo, y una televisión de tamaño medio frente a la cama, pegada al a pared, que posiblemente tenía conexión directa con un canal pornográfico 24 horas. A continuación, un pequeño cuarto de baño con una bañera más amplia de lo que parecía, poco más. Todo se encontraba en buen estado, aunque ligeramente sucio.

Una verdadera habitación de motel de carretera, donde la gente iba para follar, no para dormir. En cierto modo, Javier era joven y estaba sorprendido por el panorama, a pesar de haberlo visto millones de veces en las películas. Pero Lidia no estaba para tonterías, y el espectáculo comenzó.

De un suave empujón, lo lanzó sobre la cama, y comenzó a bailar para él. Se fué desnuando de manera gradual y sensual, y cuando sus enormes tetas, ligeramente bronceadas, de pezones rosados, quedaron al descubierto, al joven le dió un vuelco al corazón. Lidia continuó bailando, hasta que solo le quedó por ropa un tanga, también rojo, extremadamente ajustado, y se tendió en la cama con el joven. Al principio, Javier no conseguía hacer nada. Lidia le manoseaba con avidez y le iba desnuando poco a poco, pero él no reaccionaba. Sin embargo, la madura parecía mostrarse contenta con ese dócil comportamiento, al menos por el momento. Retiró los calzones del joven, mostrando una polla no exagerada pero sí apetecible que estaba deseando ser saciada, hinchada y palpitante. Sin pensárselo dos veces, Lidia comenzó a chupar y masturbar, ayudándose de tanto en tanto de sus pechos, dándole a Javier una mamada que no le habían dado en su vida.

El joven, desconocedor del terrible placer que podia dar una chupada bien hecha, se corrió en poco más de diez minutos, obligando a la mujer a retener el pene en su boca y tragarse hasta la última gota, cosa que no le importo, más bien hizo con placer. Y llegados a ese punto, Javier reaccionó.

Tomó a Lidia y la tumbó en la cama, sobó todas las partes de su cuerpo con avidez, y retiró aquel provocativo tanga, dejando a la vista una bonita concha rosada y rasurada, chorreante. El joven lamió y comió con avidez los genitales de su amante, otorgándole un placer considerable, hasta que la mujer no resistió más y obligó a Javier a tumbarse igual que él había hecho con ella momentos antes. Se colocó encima de él, y con maestría, comenzó a cabalgar su polla, que se había vuelto a erguir de nuevo en poco tiempo.

Ambos gemían como posesos, deseosos de más y más. La polla de Javier se introducía hasta el último centímetro en la vagina de Lidia, con rapidez y precisión, realizando ruidos obscenos. Varios minutos después, la madura se separó del joven, y se colocó a cuatro patas, levantando el culo y meneándolo, provocando al joven con sus dos agujeros.

-Seguro que nunca se la has metido por el culo a una de tus novias, yogurín.

-Y no sabes las ganas que tengo.

Sin pensárselo dos veces, como bien había sugerido Lidia, Javier se colocó detrás de ella e introdujo su pene en su ano. La polla entró con una sorprendente facilidad, auspiciada por los enormes gemidos de la madura. Sin darle demasiado tiempo, deseoso, Javier le dió por culo con potencia, sin importarle un ápice el poder rompérselo. Ese era el tipo de relación que había estado buscando, dura, desenfrenada y sin sentimientos.

Un culo era diferente, su polla tenía que abrirse paso y todo le apretaba, pero le gustaba. Tenía que metérsela con dureza y fuerza, y eso le ponía. A Lidia también parecía gustarle un rato. La penetración continuó hasta que Lidia tuvo un potente orgasmo, como bien demostraron sus gemidos, casi gritos. Y la enorme fuerza con la que cerró el ano al correrse por pura inconsciencia provocaron también un potente orgasmo en Javier, que ya no le quedaba mucho, descargando una buena ración de leche calentita en el culo de la cajera.

Ambos quedaron exhaustos y saciados. Se ducharon juntos y Javier volvió a casa. Lidia le explicó que ella había estado trabajando como prostituta por necesidad durante muchos años, por eso se mantenía tan provocativa y follaba tan bien. Con el tiempo había encontrado un trabajo mejor, pero todavía seguía follando esporádicamente con algún cliente cuando le apetecía, y le confesó su debilidad: los yogurines como él. Le dijo que le ponían tan perra que no podía aguantarse.

Desde entonces, cada verano, Javier pasa todos los fines de semana por aquél motel, para tener un buen polvo, desenfrenado e indiferente, con Lidia.

Nota del autor: Este es mi primer relato erótico, espero que os haya brindado una buena paja o un buen dedo (a mí desde luego sí, aunque lo haya escrito yo). La fantasía sexual en cuestión es real, y desgraciadamente, en la vida real por ahora no he podido cumplirla, el tiempo dirá. Este relato está basado en un sueño húmedo que tuve hace poco, aunque está bastante adaptado, evidentemente.

A ciertas personas podrá no gustarle por ser muy largo y tener poco sexo, pero quería un relato así, realista, con detalles, buenas descripciones para hacerse una idea de los personajes y los entornos, muchos detalles picantes y un buen polvazo al final.

A la gente que le guste este tipo de relatos imagino que quedará muy satisfecha porqué el morbo está presente en todos los puntos de la historia, y a mí, al menos, es lo que me hace quedarme realmente a gusto cuando cuando termino de masturbarme, tengo el orgasmo, y entonces viene ese gustillo que realmente te deja satisfech@ por todo el morbo que tienes en la cabeza. En fin, ojalá os haya gustado, el próxima que haga posiblemente sea más directo al grano y con orgía 😛 Un saludo 😀

7 comentarios - el jovencito, la madurita y el motel

Mujercita_89
A ciertas personas podrá no gustarle por ser muy largo y tener poco sexo, pero quería un relato así, realista, con detalles, buenas descripciones para hacerse una idea de los personajes y los entornos, muchos detalles picantes y un buen polvazo al final.



Me gustan mucho este tipo de relatos; denota además mucho trabajo de tu parte.
Exceletne trabajo...

Saludos!
elwachinjoni
che man EXELENTE!!!!! un maestro me encanto el relato.

Segui q estan buenisimos saludos joni! 🆒
maxi24182
y despues se desperto y era todo un sueño , esa hubiera estado mortal , risas a mas no dar no crees? 🙂 🙂 🙂
markuza18
yo estube kon mi profee mayor en 13 años
cosito32
Espectacular relato, sobrio, pero caliente a la vez y lo bueno que pudistes satisfaserte, ya que las mujeres maduras son especiales. A mi por suerte me toco a los 16 años debutar con una mujer espectacular de 32 años en ese momento, año 1977.-