Mientras dormias

Una hermana relata como se excitó tanto viendo a su hermano dormir a un lado de ella que terminó... Version para imprimirEnviar este relato a un amigo/a

Mientras dormías.


Aquella noche mi hermano dormía tumbado a mí lado en la cama. Su cuarto se encontraba en remodelación y por lo mismo, mis padres, le habían dicho que durmiera por algunos días en mi habitación.

Estoy segura de que con ello no dijeron: "duerme en la cama de tu hermana" pues mi padre incluso le había comprado un catre a mi hermano para que durmiera pero a éste no le había gustado nada la comodidad del catre y, tras varios lloriqueos, terminó por convencerme para que lo dejara dormir conmigo en la cama matrimonial que tengo.

Mi hermano estaba estirado boca arriba con las piernas abiertas y su cabeza apoyada sobre mi brazo. Estaba vestido únicamente con una camiseta de su equipo favorito que se le había subido hasta el ombligo y dejaba ver perfectamente unos calzoncillos bastante ajustados que denotaban perfectamente la figura de su, al parecer, grueso miembro y enormes testículos.

No se porqué había tenido el atrevimiento de dormir en esas condiciones junto a su hermana pero la verdad es que nunca me atreví a decirle que no lo hiciera, tal vez por pudor o tal vez incluso por curiosidad pues, aunque ya tenía 18 años, nunca antes había visto a un hombre en calzoncillo, mucho menos desnudo.

Sus piernas eran fuertes y robustas dejando en claro que le gustaba mucho la práctica del fútbol, su deporte favorito. Su estómago, algo tostado por el sol del verano, se movía arriba y abajo tranquilamente al ritmo de su respiración dejando ver unas abdominales perfectamente marcadas.


Mientras le miraba, no podía dejar de pensar en cuantas muchachas no habrían tenido el gusto de tener aquél pene dentro de ellas. Y es que mi hermano tenía la fama de mujeriego desde hacía ya un tiempo.


Sergio, mi hermano, en un momento dado de la noche, cambió de posición. Se colocó de lado, con las piernas ligeramente flexionadas y con una sobre la otra. Uno de sus brazos había quedado aprisionado por su cuerpo y el otro quedó colgando sobre su pecho. En ese momento retiré el mío de debajo de su cabeza porque empezaba a quedárseme dormido y me dediqué a contemplar su cara. Tenía la frente ancha y cubierta por un flequillo de pelo castaño. Su boca era ancha y tenía unos labios carnosos que seguro provocaban deseos muy lujuriosos en las mentes de las chicas.


Por primera vez me estaba fijando en él como el hombre que era y no como mi hermano. ¡Era tan guapo! No sabía que me pasaba pero no podía dejar de mirarle. Sus labios eran lo que más llamaba mi atención.


Sin pensar en lo que hacía, sin tener en cuenta quién era, estiré un dedo para tocar sus labios. El contacto fue electrizante. Pude sentir cosquillas en todo mi cuerpo. ¡Eran tan suaves! No pude evitar acariciárselos.

Sergio continuaba dormido y yo seguía sin apartar los ojos de su boca.

¿Qué pasaría si le besaba?

¿Se daría cuenta?

Estaba jugando a un juego muy peligroso pero ya era incapaz de detenerme. Levanté mi cabeza de la almohada y lentamente, muy lentamente, me acerqué a su cara. La separación se hacía cada vez menor, su respiración se notaba más fuerte en mi piel, mi corazón latía más deprisa y, finalmente...

¡Que rico! – pensé cuando posé mis labios sobre los suyos.

Dejé que la puntita de mi lengua se abriese paso entre mis dientes y que participase de aquel contacto. Acaricié toda su boca con ella, desde una comisura hasta la otra antes de retornar mi cabeza al lugar de donde no debía haberse movido.


Pero mi temeridad no acabó ahí. Envalentonada por el éxito de lo que había hecho y sin ningún atisbo de sentido común, la mano que antes había abusado de la boca de mi hermano dormido se dispuso a profanar el resto de su cuerpo. Con mucho cuidado, para evitar alguna brusquedad que lo pudiese despertar, cogí el borde de su camiseta y se la levanté todo lo que pude. Dejé al aire libre todo su abdomen y comencé a deslizar la yema de mis dedos por encima de su abdomen y fui subiendo en dirección hacia su tetilla derecha.


Tal como había subido, descendí de nuevo hasta su abdomen. Allí, con la palma abierta, se lo acaricié todo hasta que mis dedos rozaron el borde de sus calzoncillos. El contacto con la tela me hizo retirar la mano.

¿Debía seguir?

Aquello podía convertirse en un desastre. Volví a mirar su cara y volví a ver que dormía. Como una insensata muy temeraria, decidí proseguir con aquello. Devolví mi mano al lugar del que la había quitado y, con mucho cuidado, hurgué por allí dentro del calzón de mi hermano hasta que di con su pene que estaba colocado hacía un lado y completamente flácido.

Estiré el brazo un poco y conseguí cogérselo con la mano.

-Hmm…- no pude evitar dejar escapar un gemido de excitación.

En ese estado no era muy grande pero yo estaba segura de que podía crecer mucho más. Además, estaba muy grueso.

Coloqué mis dedos en su prepucio y lo retraje para dejar al aire su glande. Pasé los dedos por él, posándolos en la punta, deslizándolos por sus paredes y metiéndolos en el espacio donde se une con el tronco del pene. Aquello era genial.


Volví a cubrirlo con el pellejo y alargue un poco más la mano para dejar atrás su pene. Toqué con mis dedos la suave bolsa que protegía sus testículos. Sus piernas cerradas me impedían agarrarlos por lo que, con muchísimo cuidado, empujé la pierna que me impedía llevar a cabo mi propósito hasta obligarla a retroceder un paso. Sus testículos se amoldaban a la perfección al hueco de mi mano cerrada sobre ellos. Mientras los acariciaba, mi muñeca y mi antebrazo tocaban su pene, friccionándolo y aprisionándolo contra su pubis. Pude notar como, poco a poco, se iba poniendo tieso e iba cambiando de dirección hasta apuntar directamente a la cabecera de la cama. Casi sin respirar, a punto de sufrir una taquicardia, fui levantando mi mirada. Un sudor frío recorría mi espalda mientras miraba su pecho, su cuello y, finalmente su cara. La sangré se me heló y me preparé para lo peor. Mi hermano, al que tanto quería, se había despertado!


Sergio me estaba mirando y, para mi desconcierto, me sonreía. No dijo nada pero la mano que descansaba libre sobre el colchón se movió hasta mí y tocó uno de mis pechos. Me quedé estupefacta. ¡Mi hermana me estaba tocando una teta!

Cuando fui capaz de darme cuenta de lo que verdaderamente estaba ocurriendo ahí, pasé del terror más absoluto a borrar de mi mente cualquier tipo de preocupación. Me separé de mi hermano y me senté sobre la cama para quitarme el camisón y el sujetador que llevaba puesto. Sergio no apartó su vista de mí en ningún momento. Dejé que me contemplara unos segundos, que se deleitara conmigo, y pasé a la acción tumbándole boca arriba. El se dejó hacer y yo me senté a horcajadas sobre sus piernas. Agarré sus muñecas y se las coloqué encima de la cabeza. Él, mientras yo manipulaba su posición, aprovechó que mi gesto me obligó a agacharme sobre él para levantar la cabeza y besarme un seno. Aquello me hizo muy feliz y no pude evitar gemir.

-Hmmmm…

-Ssshhh despertarás a mis papás…- me dijo llevándose un dedo a la boca en señal de silencio.


Cuando estuvo colocado en la posición que yo deseaba, le levanté la camiseta todo lo que pude. Luego chupé sus dos tetillas, lamí su esternón e introduje mi lengua dentro de su ombligo. Esto último, hizo que su barriga se contrajese y que se escuchase un enorme gemido de su parte.

-Aaahhhhh…

Ahora fui yo quien le pidió que guardara silencio.

Pasé mi lengua por la hilera de pelos que parecían marcarme el camino a seguir para llegar al pene de mi hermano. Esta vez, mi lengua se encontró con la punta de su pene. Menudo gemido se le escapó, menos mal que no mis papás tienen el sueño pesado y su habitación esta algo separada de la mía.

Lamí todo su pene. ¡Qué sabor!

Me dispuse a quitarle el calzón y en cuestión de segundos su pene quedó libre.


Separé sus piernas lo suficiente como para que mi antebrazo se posase en el hueco dejado por ellas y mi mano alcanzase sin problemas sus testículos. Se los acaricié con ternura de nuevo, rozándolos con mis dedos. Acerqué mi boca a la base de su pene y, con la puntita de mi lengua, lo lamí muy despacio hasta llegar a su otro extremo. ¡Qué delicia!

Nunca antes había tenido entre mis labios un miembro de hombre que supiese tan bien. No puedo decir a que sabía, simplemente era indescriptible. Encantada por lo que estaba probando y decidida a dar un mayor placer a mi hermano, agarré su pene con la mano que me quedaba libre y cubrí su glande con mis labios, envolviéndolo suavemente con ellos.

Sergio suspiró y yo, sin sacármelo, posé mi lengua sobre él. Se lo lamí de arriba abajo, de un lado al otro y de todas las maneras que se me ocurrieron. Noté como mi hermano inhalaba un poco más de aire de lo normal y yo lo aproveché para dejar que entrase en mi boca algo más de él.


Poco a poco, mis labios fueron bajando por su pene hasta que conseguí que mi nariz se posase sobre su ingle. Me costó un poco lograr que entrase tanto pero, con un poco de autocontrol, lo conseguí.

Cuando acostumbré a tener el pene de mi hermano en la garganta, me lo saqué de la misma manera que me lo había metido, lentamente y dejando que mis labios se deslizasen sobre él hasta tocar con ellos el meato urinario. Otra vez, igual de despacio, volví a abrir la boca y a dejar que entrase en ella hasta que mi nariz volvió a posarse sobre su ingle. Olí la entrepierna de mi hermano y me embriagué con su olor antes de levantar de nuevo la cabeza.


Repetí aquello muchas veces, cada vez más rápido. Mi hermano suspiraba y se tapaba la boca para ahogarse a sí mismo los tremendos gemidos que daba de placer.

Estaba dispuesta a seguir con aquello hasta que él se corriera pero, cuando mi hermano comenzó a dar gemidos incontrolables, se incorporó con toda la delicadeza del mundo y me impidió continuar. Me levanté para mirarle sin saber por qué había hecho eso y lo que me dijo me llenó de sorpresa.

-Es suficiente por el momento. Ahora te toca a ti, túmbate.


Si todo hubiese terminado en aquel momento, sin necesidad de que ocurriese nada más, yo habría quedado totalmente satisfecha y feliz para el resto de mi vida. Sin embargo, aquel día descubrí que todavía podía estarlo más. "Preguntándome" qué era lo que iba a pasar, le hice caso y me tumbé. Me quitó las bragas y se colocó entre mis piernas.

Luego, tras cerrar los ojos, noté como apoyaba sus manos en mis muslos y me separaba un poco las piernas. Imaginé que iba a penetrarme pero me llevé una sorpresa. En lugar de sentir su miembro abriéndose paso por mi vagina, sentí el tacto de sus dedos en los labios de mi vulva. Sentí que lentamente los separaba y sentí la humedad de una lengua que se metía allí dentro.

-Hmmmmmm que rico Sergio…- no pude evitar gemir y decirle en voz alta o baja ya ni lo recuerdo.

Muy despacito me lamió la vagina. Parecía ser todo un experto. Su lengua iba de un lado para otro, lamiendo todos los pliegues y rincones que aparecían a su paso. Cuando hubo terminado de explorar todo el territorio, se centró en lamer mi clítoris.

-Hmmmmm Métemela Sergio....- Le pedí, mejor dicho, le supliqué.

La idea pareció gustarle porque se dibujo una nueva sonrisa en sus labios. Le dio una última lamida a mi entrepierna y se preparó para hacerme caso. Con sus piernas estiradas, se recostó sobre mi pecho. Su cara estaba a la altura de la mía y sus antebrazos, sobre los que se apoyaba para no aplastarme, los había puesto en el hueco dejado por los míos. Mientras se colocaba, su pene, completamente tieso, se frotó con mi pubis y mi vulva aumentando mi deseo por tenerle dentro. Cuando se hubo colocado, agarró su pene y lo apuntó a mi agujero vaginal. El contacto fue electrizante. Poco a poco, fue metiéndomelo hasta que nuestros cuerpos quedaron completamente unidos.

-Aaahhhhh

-Hmmmmm

Gemimos los dos.

Me sentí colmada como nunca antes lo había hecho y no pude reprimir la tentación de darle un beso en los labios. Un beso que él me correspondió metiéndome la lengua casi hasta la campanilla. Nunca antes me habían besado con tanta pasión.


Luego comenzó el bombeo. Poco a poco, la sacaba y la volvía a meter. Cuando entraba del todo, Sergio empujaba un poco más comprimiendo nuestros cuerpos y haciéndome gemir de gusto. Ya no me importaban mis padres, tan solo me importaba el placer que podía llegar a sentir de la mano de mi hermano.

Seguimos besándonos mientras él llevaba el ritmo de la penetración. Mientras me la metía y me la sacaba, mis manos no se quedaron quietas. Las coloqué sobre los hombros de mi hermano y, poco a poco, fui acariciando toda su espalda hasta que llegué a sus nalgas.

Movida por la lujuria y por el deseo de más, aproveché la posición de mis manos para aumentar el ritmo. Cuando iba a empalarme con su verga, empujé con todas mis fuerzas sobre sus glúteos.

-Aaahhh Sergio… Hmmm

Con el impulso adicional, había llegado más adentro y a los dos se nos escapó un grito de gusto. Aquello me gustó tanto que tomé por norma hacerlo cada vez que me penetraba.


En pocos minutos, el placer se volvió continúo. Podía sentir como su pene salía rozándome entera y podía sentir como entraba con fuerza de nuevo. Seguía deseando que aquello durase para siempre pero sabía que se acercaba el final. Oleadas de placer me anunciaban que no podría retrasar mucho más la llegada del clímax. Sergio adoptó un ritmo frenético. La metía y la sacaba, la volvía a meter y la volvía a sacar a una velocidad inimaginable. Sin previo aviso, mi hermano me besó y clavó su pene con más fuerza de la habitual. Las oleadas se convirtieron en una ola perpetua e intensísima que poseía una fuerza devastadora. Sacudidas de placer contraían mi cuerpo. Mis músculos se agarrotaron y mi boca quedó completamente abierta. ¡Menudo orgasmo estaba teniendo!

-AAAAHHHHHH- Gemí con toda mi fuerza.

Mi mente quedó completamente en blanco. Había sido el mejor orgasmo de toda mi vida.

Estuve así hasta que, en una arremetida me la metió y no la volvió a sacar. Empujó tanto como pudo, dobló su cuello hacía atrás y pude notar como llenaba mis entrañas con su semen. Era muy agradable sentir algo tan calentito ahí dentro y sentir como se deslizaba por mi interior.


Cuando el orgasmo pasó para él también, quedó tumbado sobre mí recuperando el aliento. Teniéndole sobre mí, pude apreciar la magnitud de lo que había pasado y, al poco rato, escuchamos la puerta de la habitación de mis padres abrirse.

Sergio inmediatamente se abalanzó en busca de su camisa y una vez encontrada tomó una cobija y se subió a su catre que estaba al otro lado de la habitación. Yo por mi parte tomé mis prendas y tan solo me tapé con la cobija haciéndome la dormida.

A los pocos segundos escuchamos como se abría la puerta de mi habitación. Sentía una mirada inspeccionando el cuarto seguramente. No sabía si era mamá y papá pero al poco rato cerraron la puerta y abrí los ojos para ver que no había ya nadie en la habitación más que nosotros dos. Di un ligero suspiro de alivio. Que hubiera pasado si a mamá o a papá se le hubiera ocurrido descobijarnos? Seguramente se hubieran topa con nuestros cuerpos desnudos y rápidamente hubieran adivinado lo ocurrido segundos atrás.

Sergio se levantó del catre y se volvió a meter en mí cama… la diversión acababa de comenzar para los 2.

10 comentarios - Mientras dormias

musmi
alto incesto jaja
eishy
ESO ME TRAE RECUERDOS JEJEJE
leokm7
mmm me paso con mi primita
elpela25
pasame el numero tuyo y lo repetimos daleeeeeeeeeeee
mattyy
onda que el usuario es hombre 😐
arnold_stall
y claro si dice que es hombre en el perfil
antorcharoja
Escribir un comentario...tetas

😃 lopilato