El odio y perdón de un hijo

EL ODIO Y PERDÓN DE UN HIJO
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_ Hijo por favor ¡Déjame ayudarte!
_ No quiero que te me acerques. ¡Tú eres la culpable de todo esto que me pasó!
_ Javier por favor ¡¡PERDÓNAME!! Yo no quise hacerlo, pero yo estaba ebria y
_ No entiendes. ¡¡LÁRGATE!! TE ODIO con toda mi alma.
 
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Se preguntarán por qué comienzo este relato con estas líneas expresivas tan tristes y sobre todo donde se describe que la culpable de esta situación soy yo. Pues si es la verdad, la autora de esta desgracia que vivió mi hijo por casi un año de su existencia, fue por mi estupidez, por mi deseo de arrechura, por haber sido …
Me llamo Florencia y en la actualidad tengo 41 años y esto sucedió en el 2018, justo en la maldita fiesta de aniversario del colegio donde yo trabajaba como profesora de primaria. Pero antes de contarles los hechos que pasaron me permito narrarles quien soy: Bueno soy una mujer que desde el día que me embaracé, no volví a conocer otra pareja, tengo un hijo Javier (el otro protagonista de la historia) un chico de actualmente 24 años. Físicamente no soy una mujer ni tan alta, pero tampoco tan enana (1.63 el peso estándar de las mujeres de mi país, de tez trigueña clara, ojos marrones, cabello corto negro, una espalda perfecta, unos pechos muy notorios y, sobre todo, un cuerpo conservado debido a los ejercicios y alimentación que llevo en mi vida diaria.
Mi historia de madre comienza cuando tenía 18 años, por ese entonces era una chiquilla muy loca en mi forma de ser, esto resultado de que mi madre después de separarse de mi papá a los dos años volvió a comprometerse con otro hombre y ahora más se dedicaba a él que a mí y mi hermana menor (por suerte ella fue rescatada por mis abuelos paternos, pero yo me quedé con mi madre)
Como repito ahora ella más se preocupaba por su compromiso y a mí me descuidó, por ello siempre paraba todo el tiempo de lugar en lugar y también tener una vida sexual temprana y muy promiscua. Tenía un grupo de amigas: Mayra, Susana y Helen y las cuatro éramos las chongueras del barrio y la escuela, por ello nos pusieron de apodo “THE HAPPY GIRLS” Fue precisamente en una noche de pendejada, juerga que yo hice el amor con un chico desconocido y a la mañana siguiente, amanecí en un hotel sola.
Luego de algunas semanas de esa fiesta, noté que mi periodo no venía, pasaban los días y descubrí que estaba embarazada. Para mí esto fue un golpe muy duro y quise hablar con mis amigas para ver una solución. Me recomendaron con un médico que hacía abortos por lo bajo, pero no tenía dinero para pagarlo, pero fue en esas épocas, que una tía mía, (media hermana de mi padre) me encontró y le conté lo de mi casa, mi mamá, su pareja y por supuesto mi embarazo. Carla (que así se llamaba mi tía) decidió acogerme como hija suya ya que ella quedó viuda muy joven y no volvió a rehacer su vida y con ello no pudo tener hijos. Con su ayuda pude tener a mi bebé a quien puse el nombre de Javier (en honor al difunto esposo de mi tía Carla).
Cuando nació mi hijo, mi vida cambió completamente para mí. Al verlo su carita rosadita, tan tierna e inocente, sentí otra vez muchas ganas de vivir, a esto también que mi tía decidió ayudarme a tenerlo y a la vez su motivación para que sea una profesional. Por ello estudié la carrera de Pedagogía en primaria, y aunque no fue fácil, pero al final lo logré con su ayuda de ella y de mi hijito. Luego cuando me gradué dedique mi tesis a los dos, y pude conseguir trabajo en un colegio de niños de primaria. Luego de ocho años, tía Carla un día murió de un infarto y su partida para mí fue un golpe muy duro, pero en el fondo estaba alegre y agradecida por todo lo que me ayudó.  
En cuanto a Javier que les puedo decir. Él es el gran amor de mi vida, lo quiero con toda el alma y mi ser de madre. Desde que nació marcó mi existir (pese a que quise abortarlo, pero ahora comprendo cuando mi difunta tía me pidió no hacerlo, ha sido el motor y motivo para mi existencia, pese a que nunca supe quién era su padre) Javier creció a mi lado como todo niño, juguetón, amoroso, cuando entró a la escuela fue muy aplicado, y sobre todo al verle crecer, de ser niño a adolescente, fue una etapa muy hermosa para mí. Pero sería cuando entrando en su pubertad que vi que mi pequeño se hacía hombre, primero en su físico, ya medía 1.71, tez clara, ojos azules, cabello lacio negro, y sobre todo mi hijo desde niño le encantó el fútbol, como el básquetbol y de vez en cuando la gimnasia, es decir era un amante de los deportes. Eso sí sin descuidar sus estudios, ya que él estudiaba en la misma escuela donde yo trabajaba y siempre mis colegas me daban buenos informes de su conducta y sus notas, la cual me llenaban de orgullo.
En cuanto a su forma de ser, observé que mi hijo de pronto comenzó con unos comportamientos morbosos hacia mí, de pronto él siempre quería que por cualquier cosa lo abrace, le dé un apapacho, o muchas veces me besaba como se dice, hasta por gusto. Conforme pasaba los años, su conducta seguía siendo muy morbosa para conmigo, hasta el punto que empezaba a caminar en paños menores (claro vivíamos los dos solos) y en tres ocasiones lo vi completamente desnudo, mostrándome sus bien desarrollados genitales.  A mí en lo personal esta situación me incomodaba, pero había momentos en que ya cuando cumplió los 18 años, que venía despacio a mi cuarto en las madrugadas y se echaba a mi lado. Al principio pensé que quería que lo cobije, pero luego ver que esto era todos los días y la forma en que me abrazaba y, sobre todo, restregaba su pene en mis nalgas, hicieron que tome una decisión drástica y le prohibiera ese tipo de conductas.
Pero a todo esto, lo que más me llamó la atención eran sus celos que él tenía por mí. Cuento una anécdota, en cierta ocasión, vinieron tres colegas de la escuela, para conversar sobre el proyecto comunal que debíamos trabajar para la escuela. En total éramos dos chicas y dos varones (por supuesto que ellos eran mayores que yo) y de pronto, Mario y Raúl, salieron a comprar tres cervezas y nos pusimos a brindar. Luego Edith, la otra profesora, preguntó si tenía parlante con bluetooh y pusimos música y nos pusimos a bailar. Sin embargo, a la media hora llegó mi hijo y al ver la zarabanda, se pasó muy molestó y ni siquiera saludó a mis colegas (pese que habían sido sus maestros de primaria y secundaria) A mí me avergonzó, pero seguimos bailando. Luego de 10 minutos, él bajo totalmente enojado y gritó.
_ ¡¡SE PUEDEN CALLAR!! ESTOY ESTUDIANDO Y SI QUIEREN BAILAR, VÁYANSE A OTRO SITIO.
Al ver ese comportamiento, mis colegas me quedaron mirando que yo me quedé con la cara roja de vergüenza. Pero comprendieron la situación y se retiraron. Momentos después subí a reclamarle con qué derecho, gritaba a mis invitados. La única respuesta que obtuve fue:
_ Bien quédate con tus amigos. ¡¡¡YO ME LARGO DE AQUÍ!!!
En verdad nunca había visto a mi hijo comportarse de esa manera, pero decidí tragarme el orgullo y pedirle que no se fuera. Desde ese día dije, nunca más nadie vendría a esta casa (bueno hasta esa noche maldita)
Cuando Javier cumplió los 19 años y yo al ver sus excelentes resultados en la universidad, decidí regalarle una motocicleta (ya que era el vehículo con que siempre soñaba) elegí el modelo de su gusto y se lo di como regalo de cumpleaños. Mi hijo lo recibió con mucha alegría y desde entonces lo usaba para ir a la universidad, salir a veces a algunos mandados y, sobre todo, fue muy cuidadoso con su obsequio. Pero para poder comprarlo, tuve que buscar un empleo aparte y para ello, conseguí trabajo como maestra de primaria en un colegio particular, cuyos ingresos me permitían cubrir el préstamo que hice para comprar la moto de mi hijo. Durante casi tres años, trabajé allí más sumado con mi sueldo del colegio estatal, me permitieron cancelar la deuda total del regalo.
Pero recuerdo que fue un jueves de octubre del 2018, cuando ocurrió aquel hecho que marcaría la existencia de mi hijo y de paso el mío. Por esa fecha y como yo ya llevaba trabajando tres años en ese colegio particular se celebraba la noche del día central de aniversario. En esa fiesta yo estaba reunida con una colega de nombre Rosa (el cual era de mi misma edad) y un profesor de secundaria, llamado Leonardo. Los tres estuvimos bailando, con el resto de profesores hasta que la dueña del colegio, dijo que la fiesta había terminado, pero nosotros al ver que aún era las 11.30 de la noche, los dos me animaron a visitar una discoteca. Yo en un principio no quería ir, pero ante la insistencia de ellos nos fuimos, entre mí me decía, llevó más de 20 años sin salir a una disco, que importa por una noche. Pero en el fondo del alma, pronto me lamentaría haber dicho esas palabras.
Lo cierto es que, por la falta de costumbre ya mencionada, se me subió rápidamente la bebida, haciendo que me comportase como si yo volviese a ser aquella adolescente, inexperta. Tanto  así que esa noche, Leonardo nos presentó a un amigo suyo que coincidió en la disco con nosotros conocí un poco más joven que yo, con el que desde un principio comencé a bailar, (lo que realmente no es nada malo, lo malo vendría después)  Rosa y Leonardo estaban bailando y aparte yo con Juan Manuel, (el amigo de Leo) a medida que los cuatro seguimos bailando y bebiendo, en mi caso Juan que era mi pareja, comenzó a manosear todo mi cuerpo, y a darme besos por todas partes, cosa que a mí me excitó mucho, ya que llevaba como dije muchos años, sin compañía masculina.
Nosotros estábamos en medio de la pista, mientras que Rosa y Leonardo se besaban de manera ardiente en nuestra mesa, Juan Manuel descaradamente introdujo su mano bajo mi falda, y sin vergüenza alguna comenzó a tocar mis muslos, hasta que su mano alcanzó mi vagina con sus dedos, y yo en lugar de detenerlo, lo dejé que continuase.
Ya sería como las 3.00 de la madrugada, cuando el mesero nos informó que la discoteca iba a cerrar. En ese instante nuestros acompañantes propusieron que los cuatro, nos fuéramos a un hotel, a pasar el resto de la noche, a lo que yo sin pensar en las consecuencias, no sé cómo se me ocurrió decirles, que, en lugar de irnos a un hotel, que mejor fuéramos a mi casa, que no había nadie, ya que supuestamente mi hijo esa noche se iba a quedar en casa de un amigo a realizar una tarea para la universidad. Además, al día siguiente teníamos día libre por parte del colegio.
Todos aceptaron de inmediato. Al llegar a mi casa, de inmediato seguimos bebiendo, besándonos, y acariciando en el medio de la sala. Era tanto mi deseo de acostarme con Juan Manuel, que me puse a bailar en el mismo medio de la sala, y a medida que lo estaba haciendo me fui quitando toda mi ropa, frente a todos ellos, hasta que me quedé completamente desnuda. Después me puse a gatear, hasta que llegué al sofá donde estaba él sentado, y con toda mi calma, le bajé el cierre de su pantalón y extraje su pene, y sin que me lo pidiera me dediqué a chupárselo.
Yo me encontraba como loca, ya que a medida que se lo mamaba, con mis propios dedos me los comencé a introducir dentro de mi vulva, una y otra vez, hasta que Juan Manuel sacando su pinga de mi boca, me tomó por el brazo e hizo que me recostase sobre el sofá, tras lo cual, separó mis piernas y cuando me vine a dar cuenta, ya me tenía bien penetrada en toda mi concha.
De momento me fijé en Rosa y Leonardo, y la pobre estaba tan borracha, que, se quedó dormida en el piso de la sala, y él en lugar de continuar con ella, Leonardo se dirigió hacia el sofá donde yo me encontraba cachando con Juan, y con su inmensa pinga sujetada con una de sus manos, paró frente a mí, y nada más bastó que me la pusiera frente a mi boca, para que yo como una loca me dedicase a mamársela, al mismo tiempo que mi pareja continuaba clavándome su verga muy dentro de mi vagina.
Durante el resto de la madrugada, yo dejé que esos dos hombres, hicieran conmigo lo que les dio gusto y gana, en cierto momento, sentí que ambos de pronto me empezaron a penetrarme doblemente, arrancándome grandes gemidos. Me sentía a morir, pero lo cierto es que me quedé dormida y cuando desperté, me dolía todo el culo y la concha, además apestaba a sudor, y tenía un sinfín de flujos de semen por todas partes, incluso hasta en mi cabello. Por lo que apenas comprobé que mi los dos se habían ido, vi que mi amiga continuaba tirada en el piso, semidesnuda. La desperté y le dije para ducharnos, luego de ello nos vestimos y ella me pidió que le acompañe a tomar un jugo para reponer fuerzas. Yo también lo necesitaba en ese momento, pensando en que nada iba a ocurrir.
Pero ¡Que equivocada estuve! Porque al llegar a mi casa, cerca del mediodía y quería acostarme a dormir (ya que en el otro colegio también era mi día libre) cuando ingresé vi a Javier totalmente bañado en llanto. Yo me acerqué a preguntarle qué había sucedido, pero él de pronto se paró y me empujo con tanta brusquedad, que, si no me detenía de una de las sillas, me caía al suelo:
_ ¿Qué te pasa, ¿qué tienes?
_ ¡NO TE ATREVAS A VOLVER A DIRIGIRME LA PALABRA, SO ZORRA ASQUEROSA!
_ ¿Qué estás diciendo Javier? Respétame soy tu madre.
_ NO TÚ NO ERES MI MADRE, ERES SOLO UNA PUTA QUE TRAE A DOS HOMBRES Y SU AMIGA, PARA QUE CON ELLA HAGAN LO QUE QUIERAN.
Cuando escuché estas palabras, mi cuerpo sintió un terror extremo. ¿Acaso lo había visto todo? Imposible, él estaba en casa de su amigo haciendo tareas, salvo que …
_ De dónde sacas eso. TE VOLVISTE LOCO.
Fue entonces cuando él sacó su celular y me mostró un video de 8 minutos, en donde me vi siendo penetrada doblemente por ellos dos. Me quedé muda, exhorta, quería que la tierra me tragase en ese momento. Yo solo volteé a ver a mi hijo y suplicarle piedad, lo único que obtuve de él fue una mentada de madre.
_ ¡¡HIJITO POR FAVOR PERDÓNAME!
_ VETE A LA CONCHADETUMADRE
Y diciendo esas palabras, me empujó al suelo, y salió de la casa. Luego vi cuando encendió su moto y se marchó de la casa rápidamente.
Yo estaba en el suelo, muerta en vida, con las lágrimas que no cabían en mis ojos
_ ¡Maldita la hora en que se me ocurrió ir a esa discoteca!
_ ¡Malditos sean esos hijos de puta de Rosa y Leonardo, que me convencieron!
Pero a quien quiero mentir.
_ ¡La culpa es tuya cojuda, huevonaza!, que después que disfrutaste dos pingas en tu concha y culo y ahora quieres culpar a otros de tu arrechura.
Los minutos pasaban y trataba de hablar con mi hijo, pero no tenía respuesta. Cerca de dos horas que se fue, vi una llamada de un número desconocido y al responder dije:
_ Alo
_ Hola Florencia. Soy yo Juan Manuel, estamos aquí con Rosa y Leo, te invitamos a almorzar …
No le deje terminar, cuando la furia volvió a mí y le dije:
_ ¡VETE A LA MISMA MIERDA, CONCHADETUMADRE! No vuelvas a buscarme, ni tú, ni tus amigos.
Durante todo el día estaba preocupada, llorando, viendo si mi hijo tal vez regresaría, pero las horas pasaron, llegó la noche, cuando a eso de las 11, alguien tocó el timbre de la casa. Eran dos policías:
_ ¿Aquí vive Javier Castillo?
_ Si es mi hijo. ¿Le pasó algo?
_ Encontramos una moto estrellada en una pared, un poco cercana a estos lugares. El herido llevaba estos documentos.
Cuando escuché eso, el mundo se me vino encima. En mis gritos de madre, pregunté dónde estaba, si había muerto, si estaba herido, si …
_ Fue llevado al hospital. Me dijeron los guardias.
Fui al nosocomio, a ver que como estaba. Me comentaron que entro a Traumatología, debido a los fuertes golpes que recibió, pero estaba aun inconsciente. Yo estaba muy dolida y me culpaba a mí misma de toda esta desgracia. (Y pensar que anoche estaba feliz con dos machos y ahora estoy en las puertas de un hospital con mi hijo accidentado) era lo que podía decir.
Las horas pasaron y mi hijo había recobrado el conocimiento, pero tenía varias costillas rotas, los dos brazos enyesados y varios hematomas en todo el cuerpo. Por suerte el accidente no involucró órganos vitales, pero, aun así, mi hijo había quedado con la pierna izquierda totalmente enyesada. En pocas palabras estaba inutilizado por un tiempo.
La siguiente semana llegó y el lunes casi por las 10 de la mañana, me presenté en el colegio y le entregué a la dueña, mi carta de renuncia (la verdad no tenía ánimos de ver a esos dos después de lo que paso en mi casa) La directora no quiso aceptarla porque me decía porque abandonaba la escuela faltando dos meses para acabar el año escolar, pero le comenté que mis motivos eran muy fuertes. Finalmente lo aceptó, pero al salir era la hora de recreo. Leonardo se acercó a mí a preguntarme que había pasado junto a Rosa, pero no quise hablarles, hasta que él siguió insistiendo, entonces volteé lleno de ira y le metí un puñete en toda la nariz, diciéndole:
_ VAYANSE A LA MIERDA LOS DOS, MALDITOS IMBÉCILES
Todos los chicos del colegio vieron la escena y no dijeron nada. Salí de allí y fui al hospital a sacar a mi hijo y llevarlo a la casa, aunque él no quería venir conmigo, pero sabía que no tenía otro lugar donde ir.
El retorno a casa fue algo muy atroz. Mi hijo se fue directo a su cuarto apoyado en sus muletas, pero no podía subir, quise ayudarle, pero me rechazó en medio de insultos. En realidad, no sé si verme la cara, después de lo que pasó en la sala, le dolía más que el dolor físico que sentía en ese instante, pero aun así intenté, subirlo, pero fue cuando me dio otro aventón, en donde no pude más y quise aclarar todo, teniendo como resultado que no me escuchase.
_ Hijo por favor ¡Déjame ayudarte!
_ No quiero que te me acerques. ¡Tú eres la culpable de todo esto que me pasó!
_ Javier por favor ¡¡PERDÓNAME!! Yo no quise hacerlo, pero yo estaba ebria y
_ No entiendes. ¡¡LÁRGATE!! TE ODIO con toda mi alma.
Escuchar esas palabras hirientes, desgarraron mi corazón por completo. Lo dejé en su cuarto y luego me fui a encerrar a mi recámara, llorando amargamente por lo sucedido. En el colegio del estado, llame pidiendo una licencia de tres días, argumentando el accidente de mi hijo y debía apoyarlo un tiempo. Los siguientes días fueron un tormento. Javier no quería recibir nada de mí, ni siquiera un vaso de agua. El tiempo de la licencia terminaron y tuve que volver al trabajo, no sin antes buscar a una enfermera particular, para que atienda a mi hijo en las tardes, mientras yo estaba en la escuela.
Pasaron las semanas y el odio de Javier crecía más, a tal punto que me veía como la peor basura del mundo. Fue en una de esas ocasiones, que cuando estaba en el baño orinando, entré a su cuarto y encontré su celular, lo tomé y pude acceder a la memoria interna y vi no solo el video, también varias fotos de esa noche fatal. No resistí más y terminé destruyendo el video y las imágenes, mi hijo se dio cuenta y tras una lluvia de insultos, le entregué su móvil y me salí a mi cuarto (no me importó que la enfermera viera ese show de odio de un hijo a una madre)
4 meses transcurrieron y mi hijo poco a poco se fue recuperando, le retiraron los yesos de la mano y del brazo y poco a poco fue recuperando el movimiento, pero la pierna aún no podía hacerlo. Esto lo deprimió más ya que mi hijo estaba acostumbrado en vacaciones de verano, ir a la playa, piscina con sus amigos y lo peor, tuvo que dejar su universidad, mientras duraba su recuperación. Ahora estaba encerrado en su cuarto, sin ventilador, con un calor extremo y le peor se abrigaba como si fuese invierno. Y que les puedo decir de mí, me descuidé en todos los aspectos, a tal punto que la depresión estaba consumiéndome, pese a que fui a tomar terapia psicológica, no podía ser feliz. Muchas veces pensaba en irme de la casa, dejarlo solo, desaparecer de este mundo, recriminándome a mí misma la culpa de esta tragedia. Pero si hacía eso, sería un acto de cobardía.
Ya eran 8 meses del accidente y mi hijo ya estaba un poco recuperado, excepto de su pierna, nuestras vidas eran de lo más normal, la enfermera cada vez haciendo su trabajo y yo en mi trabajo. Yo ya estaba acostumbrada a su desprecio, pero un día, me sentí tan deprimida y cabizbaja que el director del colegio, decidió darme la mitad del turno libre. Yo quería oponerme, pero al final él es el jefe y debía obedecer.
Pero no sería cuando llegue a mi casa a eso de las 4.30 cuando al ingresar no vi a la enfermera (a propósito, ella era joven de unos 24 años) Al no verla me acerqué despacio, cuando de pronto empiezo a escuchar un cierto gemido, entonces me acercó y se oía con más fuerza, hasta que cuando entré a la habitación de Javier, me quedé helada. Vi a la enfermera haciéndole un oral a mi hijo y él en la cama dejándose hacer eso. Quería salir corriendo, pero mis pies parecían estar imantados al piso. Mientras los veía les escuché decir:
_ ¡AH SI NENA, CHUPAMELA, SI NO DEJES NADA EN TU BOCA!
_ SÍ PERO TU MADRE DEBERÁ PAGARME EXTRA POR ESTE TRABAJO.
_ NO MENCIONES A ESA ZORRA. TÚ SOLO HAS TU TRABAJO
Escuchar esas palabras fueron tan despreciables para mí, pero aun así seguía mirando. De pronto mi hijo le decía algo a ella.
VAMOS PERRITA, PONTE ENCIMA MÍO Y RELÁJATE.
Y ella se puso a espaldas de mi hijo, quitándose toda la ropa de enfermera, y vi cómo se sentaba en el pene de mi hijo, arrancándole gemidos por doquier. El sólo la sostenía las caderas, mientras ella cabalgaba.
ASÍ, CARIÑO, MUÉVETE ASÍ…, SIGUE ASÍ.
Sus movimientos eran rápidos, vi como mi hijo le acariciaba la cabeza de ella, mientras notaba sus pechos, su vientre rebotar, sus muslos desnudos contra su pierna derecha de él, su cuerpo en excitación, su respiración jadeante. Empecé a moverse y luego a besarla sin cesar, la mejilla, bajando poco a poco a su cuello. De su cuello pasé otra vez a su mejilla, muy cerca, cada vez más cerca de su boca. No paraba de darle picos, pequeños besos en sus carnosos labios, hasta que se los absorbía como si fuera un manjar prohibido. Sus lenguas llegaron a juntarse. Mis calzones ya no podían de tanto flujo retenido. Después escuché decirles:
_ ¡¡AHHH ME CORRO – AHHH ME CORRO!
_ ¡¡ VAMOS PAPITO, PREÑAME, LLENAME DE SEMEN, COMO LO HICIERON A LA PERRA DE TU MADRE!!
Esta vez si no soporté estos insultos, que me acerqué, la agarré de los cabellos a esa zorra y la saqué a empujones de su cuarto. Ella no podía defenderse y mi hijo por más insultos que me daba, no le hice caso. Al final la muy idiota salió de la casa y no volvió a aparecer.
Una vez cara a cara, mi hijo me reclamó con qué derecho me metía en su vida, luego le increpé si toda la vida le iba a contar a propios y extraños lo que pasó esa noche y mi hijo se enfureció más, pero aún estaba desnudo, (pues solo no podía cerrarse bien los pantalones) Entonces comprendí que, si había una manera de perdonarme, era ahora o nunca.
Entonces me acerqué a él, le agarré con mi mano derecha su pinga y comencé a masajearla. Él se quedó helado y me decía:
_ ¿QUÉ ESTAS HACIENDO?
Entonces le respondí
SI LE HE DADO MI CONCHA Y MI CULO A DOS EXTRAÑOS, ENTONCES PORQUE NO DARSELOS A MI HIJO.
Yo fui acariciando con mi mano su pinga y con la otra su aun cuerpo desnudo (no se había puesto el polo) mientras me acercaba a él. Entonces los insultos cesaron y nos dejamos amar por el momento.
Me sentía sucia, pero también había humedad entre mis piernas, por la anterior sesión que había visto. Ahora mi hijo cerraba sus ojos y acariciaba mis pechos, para ayudarle me saque la blusa y el brasier que llevaba mostrándole mis pechos, con mis pezones ya algo duros.
Pase mis manos por los lados de su vientre y baje por su pinga aun erectado, él me miro y vi su cara de vergüenza, por estar tan duro y quería separarme, entonces me puse fuerte y le dije:
_ ¡SIEMPRE SUPE QUE TENÍAS GANAS DE CACHARME! AHORA ES TU MOMENTO.
_ ¡NO SOY PLATO DE SEGUNDA MESA!
_ ENTONCES SINO QUIERES, IRÉ A BUSCARLOS DE NUEVO A ESOS TIPOS Y YA NO ME VERÁS MÁS.
_ NO MAMÁ ¡¡ QUÉDATE POR FAVOR!!
Mi hijo se puso rojo y su cara reflejaba vergüenza (mis palabras le habían dolido) y que en poco rompería en llanto, pero tomándole de la barbilla, le di un beso muy intenso.
_ “Quiero que me perdones lo de esa noche, es solo que desde que naciste y estuve con un hombre, ya han pasado más de 17 años y por esa misma causa yo he estado en abstinencia, así que no resistí más y esa noche mi libido más mi borrachera, me vencieron. Lo siento de verdad, tú has sido tan bueno, que no te merecías esto”
En ese instante, Javier me pidió que me calle y me ordenó que me siente atrás de él, y comenzó a hablarme mientras ponía sus manos en mis cinturas.
_ “Mamá, de verdad que yo te entiendo, el cuerpo es el cuerpo, y a veces nos pide cosas y su voluntad es más grande que nuestra razón. Pero también quiero que sepas que (mientras su pene jugaba a la entrada de mi húmeda vagina) desde siempre, tú me gustas mucho y aquella noche yo ….
¡¡SÓLO CALLATE Y HAZME TUYA POR FAVOR!!
Mi hijo en ese instante comenzó a jugar con mis pezones que no tardaron en endurecerse, y su otra mano, fue en busca de mi conchita, hasta encontrarla, haciendo a un lado mi braga y sus dedos recorrieron mi rajita con toda calma, y para ello le abrí muy ligeramente las piernas. Mis actos correspondían a lo que él me pedía, casi suplicaba.
Empecé a sentir ya que mi vagina se pasaba de húmeda, así que sin pensarlo me fue colocando dos dedos a la entrada de ella, pese a que el estar sentados, nos equilibraba el tamaño. Mi hijo no dejaba de morderme la espalda, hasta sacarme gemidos extremos.
_ ¡¡AYYYYY!!
_ ¿TE GUSTA MAMÁ?
_ ¡¡ CÁLLATE Y SIGUE EN LO TUYO!!
Acto seguido me volteé cara a cara y mis piernas las abrí, subiendo mis pies, sobre la cama, pero antes me había quitado toda la ropa, incluyendo las bragas y la tanga colales que llevaba puesta, mostrándome tal como vine al mundo ante mi retoño. se sorprendió gratamente ver como levantaba la pelvis encima de su cintura, para facilitarle la entrada de su pene, pero me pidió que me siente en una silla y al hacerlo, acercó su cara a la entrada de mi vulva y comenzó con su banquete.
Comenzó a lamer mi coño de una manera por demás desesperada, yo sólo cerraba los ojos y arqueaba mi cuerpo hacia atrás, con la vista al cielo y apretándome los labios.
Mi hijo, seguía comiéndome la conchita, provocándome que me salgan gemidos de mi boca.
Su lengua me penetraba como si fuese su propio pene, y sus dientes mordían mi clítoris, lo que provocó que comenzará a hacer movimientos de mi cadera, señal de placer, restregaba su cara en mi sexo la cual ya era un huayco de jugos, mientras con sus manos apretaban mis senos y los estrujaba desesperadamente, mi expresión era de auténtico placer.
Dicho esto, me puse de pie, y terminé quitándole el pantalón, y dejando liberada su pinga erecta ante mí. Me la ofreció directamente, hasta que de nuevo la lujuria parecía apoderarse de mí, solo basto que ligeramente la acercara a mí con una de sus manos en mi nuca, para que de nuevo cayera como una posesa, a engullir su pene totalmente al palo.
A pesar que no dominaba el sexo oral, lo hacía con muchas ganas. Podía sentir el sabor salado, como de macho limpio, pese a que minutos antes, otra concha ya había pasado por allí. Mi hijo arrancaba gemidos, como si le hicieran algo. La seguía comiendo completa, luego la sacaba y solo la lamia, después empezaba a masturbarlo con ambas manos, para terminar con una rica chupada a su cabeza sexual y posteriormente repetía el procedimiento.
_ “Ohh madre, que rico me la chupas, sigue así, me voy, me voooy” decía mi hijo con tono bien morboso,
Cuando me cuenta que estaba a punto de correrse, saqué su pene de mi boca e hice que su semen cayera directo a mis pechos.
Él estaba totalmente satisfecho, pues la dosis de placer y excitación era totalmente superior a la que tuvo con esa enfermera, pero sabía que esto no iba a acabar así, sabía que tenía que hacerme su mujer, pues mi voluntad ya estaba rota, y no quería correr el riesgo de que él no me perdonase lo de esa noche.
Así que me puse en pie y de nuevo junto a él le volví a acariciar el pene, hasta que recupero su erección, mientras le entregaba mi boca a su completa voluntad. sus dedos recorrían de nuevo mi rajita y mi conchita, mientras ese palo moreno de nuevo se volvía como roca
Estuve masturbándolo unos minutos, mientras mis gemidos regresaban, ya no se ocultaba nada, y basto con llevarme los dedos a mi boca, para que me callará, luego me indicó que me sentará frente a frente, me dio una sonora nalgada, y así frente a su boca, acomodó su pinga en mi conchita ya húmeda.
Lentamente se fui sentando, con una de sus manos toqué su duro miembro y me lo puse en la entrada de mi vagina para irlo introduciendo al tiempo que terminaba de sentarme sobre mi hijo, luego me tomó de las caderas para ayudarme en el movimiento, cuando ya estuve bien adentro de su pene, comenzó a hacer mover mis caderas de un lado para el otro y de arriba para abajo, regalándonos un placer tan sublime, que no puedo describir. En un momento le tome el rostro y se lo gire hacia mí, comencé a besarlo apasionadamente, unos instantes. Con ese beso, comprendí que mi hijo me había perdonado del todo.
Nuestras lenguas eran una sola, nuestras salivas se unían, mientras mi vagina explotaba de tanto placer y movimientos. Mi hijo empezó a mover como un poseído, y a todo esto, mis tetas brincaban de sobremanera, así que soltó, una mano mi cadera y con la otra, las tomó y empezó a estrujármelas, lo que no tardó en provocarme mi tercer orgasmo de la noche, mojando nuestras piernas.
En ese instante, Javier quería intentar algo, intentó ponerse de pie, para luego recostarme en el filo de la cama, con mi culo y una pierna sobre la cama, y apoyando su pie aun enyesado a un lado, y el resto de su cuerpo en mi espalda, y sus manos en mis hombros.
Comprendí que intentaba penetrarme el culo, a la cual no puse resistencia. Mi hijo comenzó a colocarme la punta de su pene en mi esfínter y gracias a mis jugos y salivas (que actuaron como un aceite) pudo ingresar y me empezó a embestir con mucha furia.
La cama comenzó a vibrar por las embestidas, se escuchaban el sonido de sus testículos chocando contra mis nalgas, y mis tetas rebotaban, esta vez fue yo la que los estrujo. Con todo lo mencionado yo ya no gemía, sino que gritaba como loca, como una autentica puta. (lo de esa noche no fue nada, con lo que ahora estaba viviendo)
_ “OHHH SI, COMO ME HACÍAS FALTA HIJO, COMO ME HACÍAS FALTA, NO PUEDO MÁS”,
Y diciendo esto Javier complementó
¿TE GUSTA? ¿TE GUSTA CÓMO TE FOLLO?
Yo contesté en medio de jadeos,
_ “SIIII, SIIIII, HAZME TUYA HIJO, PERO NO ME DEJES NUNCA”.
Javier ahora me daba con más fuerza, el último empuje, hasta que le escuché decir
“AHHHHH, MAMÁ, QUE RICO”.
Y sentí como descargaba todo su semen dentro de mí.
Me dejó su pinga un rato más dentro de mí ano, hasta que sentí como caía su cuerpo en mi espalda para acariciarla y besarla. Mientras nuestras respiraciones se regularizaban.
Se puso en pie una vez que su verga se había salido sola de mi ano, y me senté sobre la cama y él a un costado.
Ahora estaba frente a mí, recostado boca arriba, con las piernas colgando totalmente desnudo y en primer plano mi vagina aún inundada. Al instante al ponerme de pie, sentí que su semen caía por mis muslos. En eso Javier me tomó de la mano y me dijo.
_ ¡NO TE VAYAS MAMÁ, POR FAVOR!
Fue allí cuando conversamos sobre nuestra situación de vida, lo que había pasado esa noche y sus celos hacia mí. Fue cuando me confesó que siempre estuvo enamorado de mí, solo que nunca se atrevió a confesarlo. Yo también le pedí perdón, por mi postura de esa noche con esos dos hombres y mi amiga, y que conllevó a su accidente, pero en eso, me dijo que olvidáramos todo y comenzáramos de nuevo. Ahora con lo que habíamos hecho el amor, ya no le quedaba más celos en su corazón y yo le perdoné todos los insultos y faltas que me había hecho.
Después de esa tarde y noche, nuestras vidas cambiaron por completo. Fue un poco complicado volver a recuperarnos la confianza, pero poco a poco lo conseguimos. Después de un año de esa noche loca, mi hijo se recuperó, retomo su vida como siempre y esta vez, le regalé otra moto, para que no sintiera la perdida de la anterior. Y es que solo puedo decir que mi hijo no solo era el amor de mi vida, también se convirtió en mi amante que mucho tiempo me había sido esquivo.

1 comentario - El odio y perdón de un hijo