Celebrando el parto.

Yaritza se incorporó al trabajo alpoco tiempo de su parto; vino con la piel de un color pálido sensual, loslabios rosas y sus senos maternos llenaban su uniforme laboral. Durante elreceso, conversando, vi que sus pezones sobresalían exageradamente de su blusay poco a poco humedecían su contorno. Miraba fascinado sus tetas redondas, suspezones y la mancha de leche que humedecía su blusa; ella lo notó, un bellorubor sonrojó su carita pálida y corrió al baño.


El finde semana con pretexto de ver al neonato, la visité. Yaritza, contadora, es deesas mujeres modernas que estrena la maternidad en soltería, celebramos esosdos eventos afortunados con botella de vino que llevé. Viéndole animada por lascopas, le pregunté en broma “¿Y todo ese bebé salió de ahí?” mientras apuntabacon el índice en dirección de su concha. Yaritza se paró, acercó su coñitohasta la punta de mi dedo y respondió “Sí, salió de aquí y le entra también muchomás”; ese fue el pistoletazo para iniciar el fuego.



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Yaritza levantó los brazos, lequité apurado el top, sus tetas se liberaron brincando. Aureolas granulosas, chocolates,rodeaban sus pezones perfectamente erectos; fascinado apreté sus tetas, suspezones respondieron inyectándome un chorro de leche que mojó mi pecho. Unasgotitas de blanca leche colgaban de sus pezones, me apuré en mamarlas, apretabasus tetas y la descarga de leche llegaba con fuerza hasta mi paladar. Ordeñabasus tetas con desesperación y se las mamaba con más ahínco aún, poco a pocounas venitas rojas y verdes empezaron a emerger alrededor de sus tetas.



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Yaritzaparada frente a mí, le bajé la pijama, no llevaba calzón la bandida; saltó a mivista una pelambre espesa y desordenada que cubría su pubis hasta el ano, porsu vulva hinchada sobresalían largamente sus labios vaginales, negros losbordes y rojos, muy rojos cerca de la vagina. Separando sus muslos, introdujeen su vagina uno, dos, tres dedos; tenía la vagina dilatada, producto del partoreciente. Adentro unos fluidos melosos mojaban profusamente a mis dedos; jugabaa abrir y cerrar mis dedos dentro de su vagina, su concha empezó a vomitar un líquidoblanco, incoloro y con tintes rojos que bajaron por mis dedos, por mi palma,por la muñeca de mi mano.

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Le ordené a Yaritza, ponte asícomo alumbraste. Se acostó, recogió las rodillas, abrió la concha, la teníamojadísima por el líquido que ya cesaba de fluir, los pelos de la conchaestaban mojados, pegados a la piel, un acre olor emanaba de su coño; obviamenteno podía desairar a mi dama y a su actitud de entrega, limpié su concha, suvulva, a puro lenguazo. De sus tetas la leche goteaba en automático.

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Memontó, su concha dilatada devoró fácilmente a mi pija. Yaritza compensaba la solturade su vagina con un movimiento descontrolado; Yaritza era como la perra quetras alumbrar escapa a las esquinas para ser inseminada nuevamente, estabaelectrizada, en cada sentón sus tetas salpicaban leche. Era enloquecedor sentirese coño que me mojaba la cadera con sus fluidos y restos maternos. Me vinedentro, el semen mesclado con otros fluidos caían de su vulva hinchada como ojode boxeador; quería seguir follándola, pero estaba exhausto…su ano, marrón,abierto, sobresaliente, me retaba a un nuevo asalto.



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