Siempre pensé que mi hija iba a ser minusválida

Siempre pensé que mi hija iba a ser minusválida
Me avergüenza confesar, que desde su nacimiento creí que mi hija era o sería discapacitada, que tenía una deficiencia física y/o psíquica, que limitaría su capacidad de actuar dentro de una vida normal.
Yo la veía y para ser totalmente honesto, aún hoy, le encuentro en sus rasgos faciales una especie de retardo, de retraso, tiene a mi juicio cara de subnormal.

hija
Producto de esto, siempre le tuve mayor consideración que a los demás. dada su anomalía, no podía a ella exigirle como a los otros. la traté más como a una nieta que como a una hija, es decir, le perdonaba lo que al resto no. No podía, no me salía ser riguroso con ella. Siempre fue mi consentida, mimada en exceso por mi persona. Le permitía y dejaba que hiciera cualquier cosa, excesivamente indulgente con mi niña.
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Sin lugar a dudas, la eduqué mal, ella se volvió descortés con todos nosotros, aún conmigo que condescendía todos sus gustos y caprichos, le permití hacer siempre lo que quería. ¿Pero, como no hacerlo ante su anormalidad? Esa idea germinó en mi, sin otra razón más que, la apariencia antojadiza y fantasiosa de mi mente enferma.
La mal acostumbré, al cumplir con sus deseos más pasajeros, ella tenía cero tolerancia a la frustración.

familia
Ella se manejaba con absoluto libre albedrío. Me acompañaba y yo a ella, a todos lados, y ese amor cariñoso que le tenía, se trastocó de manera tal, que derrapó.
En su mayoría de edad, toda la familia y más aún yo, seguíamos tratándola como la niñita que ya no era. Un delirio, deseable, que terminó en una situación preparada de antemano por ella, en que colocó a mi persona en una encerrona. Para obligarme a que haga algo en contra de mi voluntad.

padre
Fui engañado, caí en su trampa, un ardid tendido con sutileza y disimulo por aquella niña que creía imbécil. Me emboscó ganando mi voluntad, consiguió con habilidad prendarme.
Fue de esa manera que la llevé a un nuevo proyecto que había emprendido, el de administrar un negocio, un boliche, y como ella no conocía, ni asistía a ningún tipo de local o establecimiento de este tipo, debido a lo anteriormente mencionado, su retraso madurativo, me dejé convencer y la llevé a conocer.

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Ella me había rogado que, aunque más no fuera, la dejara fingir, pretender que iba a asistir a este tipo de antro, y por supuesto, accedí, así que se atavió, aunque no de manera exagerada de forma elegante. Fue la primera vez tal vez que la vi con otros ojos, de manera perturbadora, cruzaron por mi cabeza ideas pervertidas.
Creo, ella lo advirtió, y sin dudas también mi hija cavilaba sobre lo mismo.

hija
Fue entonces que aquello se desmadró. Felina mi hija parecía una desconocida para mi, era otra persona, pero no físicamente, sino lo referente a su personalidad. Parecían convivir en ella dos Felinas, una con retraso madurativo y la otra perra, sucia y pervertida. O tal vez, quise creer eso, me produjo un sentir, un asombro o placer tan grandes que hizo quedarme fuera de mí.
Aquello me abatió y me hundió en esa situación sin esperanza de discernimiento y con mis ánimos alterados.

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Mi nenita comenzó a insinuarse abiertamente, como para que no me quedaran dudas de lo que buscaba. Primero se sentó en un taburete alto, hasta allí yo no pensaba nada morboso, más aún, creí que por su torpedad y la altura del asiento, se había sentado mal y eso produjo el "upskir". Es decir, que se le viera entre sus piernas, la ropa interior. Luego cuando descaradamente abrió sus muslos mostrando toda la ropa íntima, aquello hizo que se cautivaran mis sentidos, causándome extrañeza y sorpresa.
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Sin embargo, cuando comenzó ella sola a levantarse su falda, mostrándome su cuerpecito, sus turgentes nalgas, desabotonándose su sweter, quitándose su remera, prácticamente desnudándose o mejor dicho quedándose en corpiño y bombacha, tan sexy, que hasta ya no me parecía con cara de retrasada, sino de sugestiva putita libidinosa.
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Allí perdí los estribos, mis frenos inhibitorios, contagiándome del comportamiento de ella, sin cuestionarme nada, influido por el momento, subordinado a mis instintos más básicos.
Entramos en un estado de anomia, inconscientes los dos de nuestro proceder, de conocer la necesidad del deseo, sexual.

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Ambos acabamos cediendo ante una idea dominante. El yo se transformó en un nosotros, desaparecieron nuestras virtudes y nuestra peculiaridad, «lo heterogéneo se hundió en lo homogéneo». Dejé de lado mis responsabilidades, eché por tierra las represiones de mis emociones pulsionales inconscientes. Desapareció la conciencia moral del ser humano, padre, esposo, tanto para lo bueno como para lo malo.
hija
Quedé hipnotizado, no tuve conciencia de mis actos, estaba muy excitado, apareció en mi un sentimiento de omnipotencia, por el cual no veía nada imposible, lo irreal predominaba en ese instante.
Los sentimientos de los dos eran simples y exaltados. Ella quería ser dominada y sometida, a la vez que yo, quería someterla y dominarla.

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Ella presentaba un bajo rendimiento intelectual, al no ejercitar su mente por si misma. Esta se veía mermada, disminuida por el aumento de afectividad de su progenitor e hipnotizada por la capacidad superior de este. Estaba fascinada y subyugada por su padre.
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Todo este tiempo nos fuimos convirtiendo en personas que mostraban conductas extremistas, como lo eran la obsesión de ambos, el fanatismo de ella conmigo, o el favoritismo mío por ella, mi hija, pensar que algo es sagrado o intocable, no alcanzó para ninguno de los dos. Este tipo de desobediencia hacia las normas sociales plasmaban sus enfados con el resto, con los demás.
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Pero volviendo aquel día, ella a medio desnudar, ya había dejado de insinuarse, a dar a entender algo expresándolo de modo sutil, todo lo contrario, era muy directa, el deseo de mantener relaciones sexuales o amorosas conmigo, era evidente. ya no sugería, provocaba, seducía, flirteaba conmigo, me quería conquistar con poses de estrella porno.
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Sin embargo, eso ya no era necesario, a esa altura yo, ya me había desatado, lanzado sin ninguna contención en mi desenfreno, sin represión alguna, me abalancé sobre ella, desde atrás la tomé con fuerza y estiré sus bragas para arrancarlas de su humanidad.
Ella me miró con su carita angelical, con sus rasgos minusválidos me pidió tranquilidad, que quería brindarme un espectáculo.

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Me serené a mi pesar, me dijo ¡Tomá asiento voy a realizar un striptease! Por si no se entiende, es un espectáculo en el que una persona se desnuda lenta y sugestivamente con acompañamiento de música. Me pidió entonces que me pusiera cómodo, me relajara y encendió su celular para musicalizar ese momento sensual.
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Mi nena contoneaba su menudo cuerpo al son de la melodía mientras se desvestía, al quitarse el sostén expuso sus diminutos pechos, me impresioné al divisar que sus pezones estaban perforados con sendos "piercing", pensé ¡Mirá la que creía retardada!
Eso terminó de hacerme entender que soy un prejuicioso y que nunca conocemos del todo al otro, a pesar de lo cercana, familiar y cotidiana que fuera la relación.

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Agucé la mirada y pude observar también, que no sólo estaban en sus senos, sino que, en el ombligo tenía algo similar, me quería matar ¿Cuándo se habría hecho aquello? ¿En qué momento? Sin embargo, mi estupor fue mayor al divisar que también estaba tatuada, tenía un tatuaje en uno de sus laterales ¡Cómo no me di cuenta! Exclamaba para mis adentros.
Ella lo notaba y las comisuras de sus labios lo festejaban.

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Tal vez eso la distrajo, ya que trastabilló al comenzar a quitarse las bragas, yo me mordí para no sonreír y romper el clima.
Entonces se acercó al taburete y se apoyó para terminar de quitarse su ropa interior.

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Ya absolutamente sin ropa, totalmente desnuda, se detuvo y me sonrió candorosamente. No sabía si manifestar algo o sólo hacer un gesto de aprobación. Opté por esto último.
Ese impás, ese respiro que nos dio a los dos, ella y yo, era como para que la contemple cabalmente, en general, de manera integral.

hija
Luego de ese momento prosiguió con su show. Se sentó cómoda sobre el acolchado del banquillo y abrió exageradamente sus piernas exhibiendo su vulva.
Por si no distinguía sus genitales, los abrió con sus dedos para ostentarlos.

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No tenía ninguna vellosidad, seguramente se había también depilado recientemente para la ocasión.
Su clítoris era sobresaliente, estaba humedecido, se notaba claramente, era extraordinario. sus fluidos discurrían entre sus pliegues.

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Continuaba manoseando su vagina e iba adquiriendo distintas formas, que yo iba asimilando e identificando libremente, me parecía una mariposa, una estrella, una flor, todas especulaciones irreflexivas de mi mente afiebrada de calentura sexo genital.
No lo soporté más y me precipité sobre ella.

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Para comerle la concha con comodidad, de forma confortable para mi, levanté su pierna y con la lengua irrumpí en el interior. Ella deliró de placer inclinando su cabeza hacia atrás.
Conjuntamente mis labios chupaban el entorno exterior ruidosamente.

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Tragaba sus líquidos, su flujo era agridulce, caliente, viscoso, denso.
Separé mi boca de su conchita y una baba gelatinosa se estiró entre ambos.

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Subí con mi lengua hasta uno de esos pezones lacerados y también los chupé mientras que mis dedos ingresaban en el interior de su raja y la hacía convulsionar de placer.
Me apretó con la vulva mis garfios para impedir que los retirara.

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Ella entonces se apartó de mi y se acuclilló delante mío, su menudo cuerpecito pálido, se redujo aún más al quedar apoyando las nalgas en los talones. Sus manitos regordetas, redonditas, hábilmente se dirigieron a mi "paquete", buscó y apretó mi garcha que mantenía una gran erección. Al asegurarse que todo marchaba como planeaba, se dirigió a mi cintura, abriendo el cinturón y desabotonando mi bragueta.
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Bajó mis pantalones y mis calzoncillos, mi verga afloró enfurecida.
Ella la tomó con su mano diestra y la llevó hacia sus labios, la humedad de su saliva caliente hizo que de mi glande vertiera líquidos seminales. Y comenzó a chupar mi pija con ávida pasión. Me dijo ¡Está recaliente tu picha! Casi acabo cuando lo mencionó, bah, de la manera en que lo dijo.

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Me miró fijo a los ojos mientras deglutía mi poronga, ante el éxtasis que me provocaba, igual observé como se le endurecían los pezones rosados de mi niña.
Ella estaba como poseída, dominada por hacer bien su faena, yo sentía como su pequeña cavidad bucal se llenaba de fluidos, que le costaba tragar, se ahogaba con la baba, se enterraba la chota hasta su paladar y luego se deslizaba hasta la puntita del choto saboreándolo.

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No soporté mas, estaba apunto de explotar pero, sin embargo, algo me cortaba la eyaculación.
No quiero mentir y decir que era algo como la toma de conciencia de lo que estaba haciendo, sino que su aguda mirada me cohibía. Así que la tomé por sus brazos y la levanté de su posición cuasi fetal o de arrodillada y la giré como un juguete maleable y de espaldas la intenté penetrar contra natura, sin embargo la asesté en plena vagina.

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Se le cruzaron los ojos cuando la emboqué, no por mi gran tamaño sino porque ella estaba más lujuriosa que yo. Disfrutó del placer de la pija de su padre dentro de su cuerpo, en su interior ardiente. Entrecerraba los ojitos de placer.
Su vulva estaba inundada de flujo, entró como piña, resbalando en su lubricada conchita.

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Gemía de satisfacción sin impedimento alguno, balbuceaba pronunciando dificultosa, mi relación con ella, nuestro parentezco, trastocando a veces las letras o las sílabas, decía ¡Agg papu! ¡Ay pape! ?Ah, ah papucho!
Eso me enfermó y me terminó de agravar la calentura, le apreté las tetitas hasta sacarle jugo y bombee dentro de su interior, acariciando con mi verga toda la cavidad genital de mi hija.

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Ella me miraba por sobre su hombro con inmenso frenesí y admiración, perdí la poca vergüenza que me quedaba y la senté ya delante mío, enfrente hacia mi, la recosté contra la barra le abrí sus piernas y volví a penetrarla cara a cara. Ella mientras tanto se relajaba y acababa, tenía orgasmos simultáneos, unos tras otros, se le llenaba su cuerpecito de sudoración, y volvía a retomar y acabar.
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No se porque, tal vez para que no dijera nada, le puse un dedo en la boca, el pulgar y ella me lo mordió como tentándome a más.
Yo enterraba toda la garcha en su interior y luego la sacaba hasta llegar a la punta, sin salir de ella.
La tomé con ambas manos por sus axilas, era una pluma, no pesaba nada y ocupé su lugar, me senté en el taburete contra la barra.

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La giré, sin sacar mi verga de ella, y quedó de espaldas hacia mi, como una especie de llave que gira dentro de la cerradura.
Ese movimiento hizo que acabáramos, chorreaba el semen diluido en sus fluidos sumado a la fricción del pistonéo.

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Deliraba de gozo, mientras subía y bajaba sobre mi pene, mientras tanto yo la tocaba, la saboreaba toda, apretaba sus tetitas, en aquel cuerpito firme y menudito.
Ella cruzó sus piernitas para sentir aún más y yo volví a chuparles los pezoncitos.

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No se cuantas veces acabamos, sin dudas para mi fue un record, hacía muchísimo tiempo que no experimentaba nada parecido, no había parangón ninguno.
Por último ella me dijo ¡Quiero probar que gusto tenés! Y le acabé encima

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69 comentarios - Siempre pensé que mi hija iba a ser minusválida

rodoman_93 +1
Muy buenos tus aportes! Segui asi groso
jorgefire01
Te lo mereces, sigue asi, siempre pasare a ver que publicas y apoyarte. saludos.
Ciromartin123
Háblame al mp!!!
ojoloco12 +1
bien merecidos hermano