Gurigay

"Y tú me lo dices que estás tan hecha
a este deshabitado ocio de mi carne
que apenas sí tu sombra se delata,
que apenas sí eres cierta
en esta oscuridad que la distancia pone
entre tu cuerpo y el mío"
Gurigay


Gurigay



GurigayGurigay
Gurigay
Gurigay
Gurigay
Gurigay

Gurigay

Gurigay


Gurigay


Gurigay
Gurigay

Gurigay

Gurigay

Gurigay

Gurigay

Gurigay

Gurigay

Gurigay

Gurigay

Gurigay

Gurigay

Gurigay

Gurigay

Gurigay

Gurigay

Gurigay

Gurigay

Gurigay

Gurigay

Gurigay

Gurigay

Gurigay

Gurigay

Gurigay

Gurigay



GurigayGurigay

Gurigay



Gurigay

Gurigay



Gurigay

Gurigay

Gurigay


"Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros

y en mí la noche entraba su invasión poderosa.

Para sobrevivirme te forjé como un arma,

como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda"





Gurigay


Gurigay


Gurigay


Gurigay


Gurigay


Gurigay


Gurigay


Gurigay


Gurigay


Gurigay


Gurigay


Gurigay


Gurigay


Gurigay


Gurigay


Gurigay


Gurigay


Gurigay



Gurigay


Gurigay


Gurigay


Gurigay


Gurigay


Gurigay


Gurigay


Gurigay


Gurigay



Gurigay


Gurigay


Gurigay


Gurigay


Gurigay


Gurigay


Gurigay


Gurigay


Gurigay


Gurigay


Gurigay


Gurigay


Gurigay


Gurigay


Gurigay

Gurigay

Gurigay

Gurigay 
Gurigay



Gurigay


Gurigay


"Aquel ojal que está hecho
junto de Fuenterrabía,
digáisme, señora mía:
¿cómo es ancho siendo estrecho?
Y ¿por qué, mirando al techo,
es su fruta más sabrosa?
¿qué es cosa y cosa?"
Gurigay

Gurigay

Gurigay

Gurigay

Gurigay

Primera Ceremonia
 
primaverizo yaces,
deleital y ternúrico,
y nadie es como tú, cervatillo matutinal,
silvestrecido y leve.
aparentas dormir
y una sonrisa esplende en tus pupilas;
quedo sin mí.
Tú veranideces
cuando mis manos desdoblan su pobreza
y tocan tus cabellos dóciles, como el agua
y me tiendo a tu lado.
Desnudo te descubres; desnudo estoy allí;
suspenso, trémulo,
desamparado como la noche del misérrimo;
ayuno y mórbido:
qué puedo hacer, enceguecido y mudo,
atado de estupor,
¿maravillado?
mantienes tu mirada fresca y feroz,
sedienta de antemano;
resplandeciendo en la devoradora oscuridad: tu sexo,
húmedo, cálidamente eléctrico, madero victorioso,
con el recuerdo herido todavía
de la primera masturbación y el receloso orgasmo, y tus labios suntuosos
temblando un hálito que ya no necesita
el niño que eras,
y tu cuello miro que pulsa las cuerdas
del corazón, no sé si el tuyo, el mío,
y ninguna palabra pronunciamos,
ninguno a mi favor;
no hay gracia para mí.
Deja que diga no tu pecho núbil,
duro lugar de la salud,
marejada que nadie detendrá,
retén su amor, su odio;
tu modo de ser tú casi me lame,
calor de perro, ojos de ganso, hermano de caballos;
me viene encima tu sazón,
la rotación novicia de tu ombligo,
tu almíbar de estar hecho
veloz, inmóvil, lento, prensil, inapresable;
tiendo una mano: existes;
tus muslos, golpe a golpe, se separan,
se encuentran, se encajan, se unifican,
se hace una brecha ardiente en el revuelo
de la sábana;
no hay piedad para mí.
Tus dientes caen, degüellan,
rindo el sentido.
Tómame,
deshónrate, sométeme, contrístate, obedéceme,
enloquece, avergüénzate, desúnete, arrodíllate,
violéntame, vuelve otra vez, apártate, regresa,
miserable, amor mío, lagarto, imbécil, maravilla,
precipítate, aúlla.
De pronto, tú, el relámpago,
abierto, florecido, restallante,
arriba, abajo, encima, ¿dónde?
hiendes la oscuridad,
y adentro:
 
llueves
 Gurigay
Gurigay

Gurigay




 Gurigay
Gurigay


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