Ciudad de putos (relato gay) Parte 7

Guille odiaba este sentimiento de mierda. No podía dejar de pensar en ese pelotudo. En ese chabón con el que vivían jodiéndose. Capaz su subconsciente hacía eso a propósito para no lastimarse. Quién sabe? La cosa es que por mucho que lo intentara no podía sacarse de la cabeza a Federico, su compañero de clase. Lo conocía hace un par de años, desde que empezaron la secundaria juntos en un colegio técnico de la zona. Nunca se había fijado en un flaco, y menos se le había pasado por la cabeza llegar a hacer algo. Hasta algunas veces se consideraba un toque homofóbico. Pero este flaco de alguna forma lo podía.
Pensaba mientras caminaba por el pasillo al aula. Antes de abrir la puerta para entrar escuchó voces.
- Jajaja, posta que Guille es así!
Le dio un vuelco en el corazón al oir su nombre. Era la voz de Fede y lo gritaba con alegría. Esperó para ver si decían algo más, pero en ese momento alguien lo empujo de atrás para que entrase al aula. Volvía a llegar tarde a clase. Quien lo había empujado era el profesor, que lo miraba con cara de orto.
- Otra vez vino sin afeitarse Braco- Con tantas boludeces en la cabeza como iba a tener tiempo para eso. – Vaya al baño y sáquese un poco la cara de dormido que sino no pienso tenerlo en mi clase.
De mala gana Guillermo dejó el aula y desapareció por el pasillo. Desde adentro Fede, arreglado, sonreía por la situación. Lo quería al desgraciado. Su relación no llegaba a calificarse de “amistad”, pero además de las burlas y peleas de todos los días se tenían cariño.

Cada vez que llegaba a clase tarde, él ya estaba sentado y lo miraba desde su banco. No tenían mala relación, ambos se bardeaban entre ellos, pero no podían clasificarse como amigos. Al tener los apellidos con poca diferencia en la lista por lo general las prácticas siempre les tocaba hacerlas juntos. Cuando estaba cerca de él sentía una especie de cariño… o atracción… o repulsión a la vez! No sabía que, pero no se lo podía sacar de la cabeza. Cada vez que se masturbaba cuando estaba solo, de alguna forma Fede lograba meterse en su cabeza.

Cuando llegó al baño del colegio, un lugar frío y sucio, que en ese momento estaba vacío se lavó la cara y se metió en uno de los cubículos a pensar. Sentado, con los auriculares reproduciendo heavy metal, y siendo recién un adolescente de 16 años, se acariciaba la chota dormida y pensaba por qué tenía tanta bronca. Todo le chupaba un huevo en la vida. Las cosas nunca eran como uno las esperaba y las que tenía que enfrentar a su corta edad no eran nada buenas. Problemas familiares, escapes de su casa, borracheras que terminaban mal, todo era una mierda. Volviendo a bajar a tierra se dio cuenta que había pasado bastante tiempo ahí adentro, así que se vistió, guardó los auriculares y salió del baño.
- Me mandaron a buscarte porque estabas tardando banda– Una voz conocida sonó tras él –. El profe pensó que te había pasado algo – Era Fede, el intruso que llevaba siempre en la cabeza. Guille lo miró con cara de culo, medio dormido.
- Tenía ganas de tardar pelotudo – Refunfuñó –. Ya estaba yendo para allá.
- Y que te estabas pajeando que tardabas, gil?- Susurró el de pelo castaño entre sonrisas malévolas.
- No me rompás las pelotas chabón. No estoy de humor para joder – Fede se quedó sorprendido. Solían joderse, pero amistosamente, y ese día de verdad su compañero parecía no tener humor para nada, así que prefirió quedarse callado y no seguir con la joda. Siguieron caminando despacio hasta que volvieron al aula.

En el colegio había pocas mujeres, y en su curso ninguna. Fede se juntaba con Manu, Gastón y el Pela, el grupito del curso que mejor le iba con las notas y encima eran bastante facheros todos. El grupo de Guille en cambio era el de los más barderos, los perros del aula, los que se sentaban al fondo.
En ese tiempo el invierno había llegado, y en un colegio técnico el invierno es bastante duro. Los chicos tenían que ir a los talleres y trabajar con las herramientas con las manos violetas del frío, todos emponchados. Guille estaba manipulando las heladas máquinas mientras su compañero de todos los días, el que últimamente estaba siempre en su cabeza, estaba preparando la parte teórica de un trabajo en una mesa cercana. Se habían dividido así las tareas porque era como mejor las hacían: a Fede le iba muy bien en todo lo que sea teórico y Guille era bueno en la práctica, por no decir el mejor de la clase a la hora de trabajar con equipo de instrumentos.


El profesor había llamado a todas las parejas a que se acerquen a las mesas de trabajo, por lo que el morocho soltó lo que estaba haciendo para escuchar al viejo oxidado. Ya sentado al lado de Fede trató de poner atención en lo que decía su profesor, pero el clima de la clase en el taller de ese hombre lo adormecía bastante y no podía prestar atención. Perdido entre las palabras del viejo encontró calor en el cuerpo tan cercano de su compañero de banco y prestando un poco más de atención pudo notar que el otro también estaba congelado, así que “por qué no brindar y recibir un poco de calor humano?”. Guille sin pensarlo se acomodó mejor para acercarse a Fede, que se despegó un segundo de la clase para mirarlo. Sus miradas se veían y parecían entenderse, pero Guillermo no tenía ganas de andar con boludeces así que le corrió la cara. Pero en pocos momentos comenzó a sentir como el cuerpo de su colega se acercaba y acomodaba contra el suyo por debajo del banco de trabajo. La pierna de Fede se aferró a la suya que no se resistió y por el contrario, la abrazó más, y su cintura y costado del cuerpo incluso pasando un brazo por detrás de la espalda del otro. Es entendible, se dijo Guille, el frío acá es mortal. La situación se encontraba definitivamente para dormir una siesta con el cuerpo del otro pegado a él, pero de golpe

Fede estiró un brazo por delante de su cara para agarrar algo.
- Dejá mis cosas ahí pajero- le dijo el que estaba quieto.
- Es un minuto boludo, dejame anotar algo- se defendió Fede.

Sin dejarlo moverse Guillermo comenzó una peleita de manos entre risas de ambos, y tironeando de algún aparato le encajó sin querer una piña a Federico que le hizo sangrar la nariz. El viejo que estaba mirando le dijo al aludido que vaya a lavarse al baño, y mientras se retiraba este último le daba unas palabras de reproche a Guille. “Pero che, estos pibes no me dan bola ni cinco minutos” y después de clavarle una amonestación, lo mandó que lo siguiese a Fede para ver si quería algo.

“Como siempre,””Estamos boludeando los dos y al final yo soy siempre que boludo que la come.”
Una lluvia tranqui empezaba a golpear las ventanas y el frío se volvía cada vez más fuerte. Saliendo de los talleres vio como Fede de lejos caminaba delante de él por los patios solo, envuelto con la bufanda, y se sorprendió a si mismo fichándole el culo. Que lindo se movía. Era una visión reconfortante para no morirse de frío. “En que mierda estoy pensando?” se dijo cuando volvió al mundo real. Al girar en la esquina por donde estaban los baños vio a un grupo de pibes en torno a uno más. Los conocía. Eran de una bandita del colegio de repetidores que estaban un año más que ellos y eran bastante boludos grandotes pesados. Eran dos y estaban rodeando al flaco que hace un rato estaba fichando. Uno de los dos, el más alto, dio un paso adelante y lo empujo. No sabía por que mierda estaban apurando a su amigo, pero Guille se adelantó desde atrás a defenderlo. Los conocía a los dos, eran bastante de romper las bolas a todos los que pudieran y hacer mierda todas las cosas del colegio desde prender fuego hasta lanzar aparatos por las ventanas de los pisos más altos a ver si le caía a algún afortunado y le abría la cabeza; pero aunque siempre hicieran esto, de alguna forma conseguían que no los echasen.
- Qué hacés?- Le lanzó Guille al que había empujado a Fede y dio un paso potente hacia los dos flacos.
- Que te metés vos boludo, él se cruzo haciendose el paja y lo tenemos que educar.
- A quién vas educar chabón? Cerrá el orto grandote boludo que tenés como 25 años y seguís viniendo al colegio - Ese había sido Fede. Guille mordió los dientes. Él podría haber hecho que no los cagasen a trompadas ya que conocía a los dos chabones pero el boludo de su amigo no podía cerrar la boca cinco minutos.

- Uhh, te fuiste a la mierda chetito.- Saltó el otro de los dos pibes y se acercó tratando de ponerle una piña a Fede en la boca del estómago que no llegó porque Guille le encajó una patada de atrás. El más grande le trató de pegar a este pero se corrió justo y Fede mientras se agarraba con el que le había intentado pegar la piña. En eso la puerta más cercana se abre y el preceptor sale a donde estaban ellos, hablando con una profesora. Los cuatro flacos al verlos salen corriendo en diferentes direcciones, a lo que el instructor al verlos da unos pasos rápidos para buscarlos.


Guille agitado por la corrida, se metió rápido a los vestuarios, que estaban vacíos y antes de cerrar la puerta alguien lo empujo y terminó de cerrarla él. Era Fede.
- A ver mirame- Le dijo él que acababa de entrar a Guille - Estás sangrando pajero.
Guillermo no se había dado cuenta hasta que se tocó la boca que un hilo de sangre le chorreaba por el labio partido.
- Huy la concha de mi madre y la del grandote boludo ese.
- Jaja, a mi me la puso el otro en la espalda fiero.
- La sacamos barata boludo jajaja. Ahora esperemos un toque acá que se vaya el prece y salimos.
- La próxima vamos más juntos.
- Eh?
- Claro, vamos los dos juntos, por si nos apuran de vuelta los pelotudos esos.
- Ah, pero vos sos medio gil. Cómo te vas a meter con esos? Son tipos peligrosos posta boludo.
- Da, tampoco es para tanto.
- Yo te aviso nomás…
El vestuario era un lugar grande rodeado de bancos para cambiarse y lockers, más allá había un par de piletas para lavarse las manos y de mingitorios y después las duchas. La lluvia que se había largado hace un rato, luego de un par de truenos, se estaba convirtiendo en una tormenta. Los dos se encontraban mojados por la lluvia, y con frío.
- Che ahora que me acuerdo el viejo se va a calentar que todavía no volvimos jaja.- le tiró el de pelo marrón.
- Ni te preocupés que ni se va a acordar el viejo ese jaja -contestó Guille- aparte ya va a ser recreo. Me voy a limpiar esta mierda de la cara- le dijo refiriéndose a la sangre.

Guille comenzó de a uno a desabotonarse los botones del overol para tirarlo por ahí, y luego los de la camisa. Fede lo miraba mientras lo hacía, apoyado contra la pared. Debajo de la camisa, el morocho de ojos verdes tenía una remera gruesa para tener algo contra el frío. Abrió la canilla de agua caliente de la pileta y se sacó la remera, mostrando su pecho desnudo con leves pelos oscuros creciéndole alrededor de los pezones y subiéndole desde el pubis hasta el ombligo. Su cuerpo era alto y flaco, fibroso algo marcado de tez dorada. Comenzó a lavarse el cuello despacio, la cara, sin dejando lugar sin pasar, y se dio cuenta por el espejo que Fede lo estaba mirando. Acostumbraba a usar los pantalones bajos, no se había dado cuenta que se le escapaban algunos vellos púbicos. Su amigo no se quedó callado.
- Che. Me decís si me dejó marca la patada que me puso el chabón en la espalda?
Guille vio como Fede empezaba a sacarse despacio, y provocativamente le pareció, la ropa en el mismo orden que él, quedando también en cueros. Por el pecho también inmaduro, blanco de Fede crecían algunos vellos débiles y también esa misteriosa desde el ombligo hasta lo profundo de sus boxers. Era flaco como él, pero un poco más marcado y más bajo de estatura.
- Por acá atrás- Le señalaba Fede un sector de su espalda, pero el del labio roto no podía prestarle atención, se quedaba atónito mirando su orto.- Tengo golpeado?
- Ehh, no. No se te nota. –Respondió Guille secamente. No tenía ganas de que su amigo más rubiecito lo distrajera, le hiciera pensar en ese tipo de cosas. Se siguió lavando hasta cerrar la canilla de agua caliente mientras el otro todavía con el torso desnudo lo miraba.- Me quedó a mi alguna marca?
- A ver…- Fede se acercó a él.
Pudo sentir el calor de su cuerpo acercarse, que contrarrestaban con el del frío y oscuro ambiente. Sentía su presencia delante de él. Lo incomodaba lo que pudiera llegar a hacer, pero por otro lado lo quería tener más cerca. Quería hacerle cerrar esa boca de una vez con un beso para que sus calores fueran uno.
- Te quedó acá. – Fede había agarrado su propia mano para señalarle un punto en su cara, cerca de su boca. Estúpidamente sin darse cuenta una sonrisa de ternura se dibujó en su rostro, contraria a sus pensamientos y le apretó la mano a Fede entrelazando sus dedos bruscamente.-Qué hacés?- Fede también sonrió. Sus caras estaban a cinco centímetros y sonreían. La mezcla de las dos sonrisas emitía calor humano, contrario a toda la mierda de vida que venía soportando Guille.
- No se.- Le respondió el morocho de ojos verdes con su mirada felina y le estampó un beso bruto a su amigo de tez más clara directo en los labios. En ese momento Guille no pensaba lo que hacía, solo actuaba. Su mano libre había aparecido sosteniendo la barbilla de su chico sin que se diera cuenta, teniéndolo sumiso para él. Al separar las caras vió la mirada de Fede atónita, como si eso no se lo hubiese esperado de él. Pero no lo dejó pensar mucho tiempo, ya que rápidamente le encajó otro beso, este con más fuerza. Y para su sorpresa fue respondido. Ahora sentía las manos de Fede en su nuca, y este las de Guille en su cintura. Mezclar las lenguas con un hombre fue una sensación realmente extraña, pero agradable. Algo que no tenía pensado sentir. Pero este pibe de verdad le gustaba, fue el primero y el único en el que había pensado.

Manos inexpertas exploraban los cuerpos de su mismo sexo, olvidando donde estaban por el momento, conociendo experiencias únicas, nuevas e inolvidables. Acariciaban sus espaldas, sus hombros, sus brazos y manos, pero nunca se despegaron. Ambos temían de que si lo hicieran, uno de los dos se arrepintiera de lo que estaban haciendo. Sus lenguas se mezclaban transmitiendo sus fluidos y sus calores eran el mejor abrigo que a uno le gustaría tener en una furiosa tarde de tormentas. Fue Fede el primero en separarse de Guille. Solo para mirarlo a los ojos y estar seguro que el otro era totalmente conciente de lo que hacía. Continuaron los besos, tiernos, brutos, ambos tratando de dominar al otro. Hasta que Guille sintió que las manos del otro estaban acariciando un lugar que antes no habían acariciado y se quedó paralizado. Su paquete estaba erecto y no se había dado cuenta en ningún momento. Su amigo se lo estaba acariciando y eso lo intimidó mucho, ya no estaba seguro de hasta que punto quería llegar. Miró a Fede, pero este estaba extasiado tocando su chota. Comenzó a desabrochar su cinturón teniendo más espacio para tocar con las manos y desabrochó también el primer botón del pantalón. Guille lo soltó por un momento y su compañero lo miró a la cara. No quería seguir con esto, estaba cometiendo un error. Pero Fede no le dio bola, volvió a abrazarlo y besarlo tratando de transmitirle que todo estaba bien con su cuerpo y sus actos. Más acostumbrado, el morocho empezó a acariciar el orto de su amigo que había estado mirando, mandándole la mano por debajo del boxer. Podía sentir ese culito tierno y parado como siempre miraba, solo que ahora estaba entre sus manos. Apretaba los cachetes, los juntaba y separaba entre si. Pasaba su dedo índice por la línea de su traste, yendo desde arriba hasta lo más abajo que podía sintiendo una fina línea de vello muy suave. Mientras el otro chico volvía a jugar con su miembro. Había metido la mano dentro de su ropa interior y estaba acariciando su tronco despacio, como sintiéndolo en toda su longitud. Luego lo agarraba con fuerza y lo manoseaba, lo pajeaba dentro de sus boxers con la mano al revés como por primera vez se lo hacía un hombre. Era un día con muchas primeras veces, y lo estaba disfrutando. Los dedos de Guille se iban cada vez más profundo por el culito de Fede escarbando el agujero que tanto buscaba y dibujando líneas circulares en ese hoyo tan cerrado. Los besos continuaban, los cuerpos seguían pegados, pero la calentura ya era mucha. Fede propuso agarrando la mano de Guille a jugar con su paquete. El morocho en un momento lo dudó, pero estando en el juego fue lo único que quiso hacer luego. Desabrochó su cinturón, bajó un poco su pantalón y dejó la pija del chico de sus sueños al aire. Acariciaba sus huevitos con pelos, su tronco y su glande rosa. Sentía su frenillo y sus venas. No pensó que le iba a pasar, pero le gustó demasiado esa sensación rara de tocarle la chota a otro pibe y que este a la vez te la toque. La agarró como para hacerle una paja, como lo estaba haciendo Fede con él, pero la calentura los superó.

Vamos a uno de los cubículos- dijo Fede con voz ronca- Por si entra alguien.
Apurados se encerraron en uno de los baños bien apretados con inodoros donde apenas entraban los dos parados. Los besos seguían, ahora más apasionados, más brutos. Tenían su cueva donde nadie los iba a joder, se zarandeaban contra las paredes. Con ambos los pantalones por los tobillos sentían sus chotas jugar como lo hacían ellos, chocarse, golpearse bobamente, pegotearse. Fede las agarraba a las dos juntas y hacía como que las pajeaba, era una sensación extraordinaria. Guille con sus dos manos libres apretaba el culo blanco con pelitos de su amigo que ahora lo teía al aire para él. Escarbaba, daba vueltas, hasta que Fede se sentó en el inodoro. Lo miró desde abajo con carita de nena pobrecita que quiere la leche, cosa que lo calentó más. Su poronga estaba que estallaba como nunca, y la de su compañero que estaba sentado tenía las venas que pedían a gritos que la ordeñara. En eso el que estaba abajo se animó a algo que no había hecho. Con su lengua joven empezó a dar lamidas por la pija que no podía más de Guillermo. Este gemía ante el hecho, lo acariciaba, sonreía, apretaba los pezones rosas de su amigo que se la chupaba. De golpe toda la pija de Guille estaba dentro de la boca de Fede, que al sacarla se le escapó una arcada. Era el éxtasis, una experiencia sexual nueva para los dos que no iba a olvidar. Se sentía feliz a pesar de todo. No quería separarse de Fede, él podía hacerlo feliz. Siguió el acto momentos hasta que Guille no podía más y se lo hizo saber a su amigo que no estaba muy diferente. Cerca del momento de acabar ambos se paralizaron. Unos pasos se escuchaban en los vestuarios y la voz del preceptor que los estaba buscando. La voz del preceptor, la tormenta y el calor de Fede comenzaron a hacerse más débiles hasta perderse en lo oscuro y hacer que Guillermo se despertase de su cama con lágrimas en los ojos que se limpió inmediatamente. Nadie lo veía llorar a él.

Él recuerdo en sueños de esta experiencia con su amigo de la secundaria lo había dejado al palo entre las sábanas. A su lado yacía su novia, Meri, con la que estaba hacía años. No era la primera vez que soñaba con lo que pasó esa tarde de lluvia en el colegio, era una cosa que le iba a quedar para toda la vida. Fue esa vez sola que pasó y nunca más se repitió. Salieron sin que nadie se de cuenta del vestuario, pero después de eso no se hablaron mucho con Federico, comenzaron a separarse. Nunca más se había fijado en otro hombre ni pensaba hacerlo. Habían pasado años ya y perdido relación alguna, no sabía nada de la vida de él ni él de la suya. Aquello había pasado y listo.
Solo recordaba que se habían cruzado en una fiesta de nuevo hace un mes atrás, pero nada más… Capaz no se había dado cuenta y había hablado con él, no estaba precisamente sobrio esa noche… Pero capaz ni siquiera lo había visto.
Se levantó de la cama y vio que ya era otra mañana de verano. Pero al abrir la ventana para ver el cielo no pudo divisar otra cosa que la tormenta que se venía.

5 comentarios - Ciudad de putos (relato gay) Parte 7

alvarion
Muy bueno che! No nos hagas esperar mucho x la otra parte! 😀
AlanSouto
mortaaaaaaaaaaaaaal!!!!!!!!!!!!! Pero seguila!!!! Por favor!!!!!



PD: me enamoré de Fede jaja
AntonioGuardeno
Noooo!!! Que pasooo!!!??? Y las continuacioneeeess!!!???
TomasZavalia
Una lastima que muera aquí todo esto, nunca sabremos que pasa al final con Fede y Seba, saludos de tucuman