Acompañante casual (relato gay)

Acompañante casual (relato gay)

Esto fue real, aunque parezca un sueño (inconcluso).
Casual? Cada día me convenzo más de que las casualidades no existen. Que en el lugar menos pensado podés encontrarte con alguien desconocido que te haga sentir lo que tanto deseas COMPARTIR, sin que uno supiera del otro hasta ese momento.
Volvia de un viaje de Córdoba hacia Buenos Aires. Con unos veintipico encima durante los últimos días y el viaje de vuelta estaba en otra, relajado y sin la mínima expectativa.
La ansiedad pasaba únicamente por las ganas de volver después de unos días absoluto descanso. Todo ocurrió como estaba previsto, todos tomamos nuestros correspondientes asientos y el mío daba a la ventana (justo como me gusta).
Sólo habían quedado unos pocos asientos vacíos (creo) pero al menos uno era al lado mío por lo que el viaje era completamente a mi gusto (solo). Al menos, eso era lo que yo pensaba.
Poco más de una hora de viaje y me despierto en una de las paradas (de ómnibus), suben un par de pasajeros y uno de ellos, alguien más o menos de mi edad (o un par menos, pero andaba por los veinte) tenía asignado el asiento de al lado.

Aunque no era de hablar mucho esa vez me relajé (instinto, el famoso radar gay?) y conversamos un par de boludeces. Y aunque no recuerdo tanto su cara en este momento, no me quedan dudas de que era un muy buen acompañante.
relato
Decidió cada uno continuar el viaje durmiendo por el cansancio. Cada tanto me desperté y para mi sorpresa, su pierna rozaba la mía, no me molestó y cerré los ojos, pero pude comprobar que poco a poco, intencionalmente, él enredaba su pierna derecha con mi pierna izquierda, todo esto en absoluta discreción.
Los demás pasajeros "no existían". Volví a dormir y al cabo de unos minutos me desperté, con los ojos cerrados y sentía su pierna enredada en mí y tomé el atrevimiento de "acariciarlo" con la mía.
Una leve erección asentía la situación y durante tres horas se sucedió ese tímido pero excitante franeleo: no nos conocíamos y coincidimos en el mismo par de asientos, destinados y dedicados el uno con el otro, como (y ahí lo comprobé) nos gustaba a ambos.

Llegaba el turno de bajar y charlamos un poco más, y nos despedimos, con un beso en la mejilla (como si nos conociéramos de hace mucho, aunque no fuera así). El siguió su rumbo y yo el mío, con las ganas acumuladas entre las piernas y... la cabeza.
El resto ya pueden deducirlo: llegué al baño y en la intimidad que me otorgó el momento, le dediqué una descomunal masturbación de abundante eyaculación (como pocas) a ese desconocido tan conocido que dudo yo hubiera sido casual.
Nunca supe más de él.

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