A ciegas V

No sé exactamene en qué momento, pero su pene estaba lubricado y mi cola también. Evidentemente dormí cómodo al lado de este hombre del que no recuerdo su nombre. Quería penetrarme y yo deseaba ser penetrado. Yo tenía un poco de miedo al dolor, por el tamaño de su miembro, pero me estaba relajando. Sabía que era suficiente con no poner resistencia y dejarlo hacer. Le ofrecí mi deseo acercándome más a él y en un instante sentí que toda esa cabeza estaba dentro mío y mi cola a punto de estallar. Solté un quejido que creo que lo excitó más, porque me abrazó fuerte, sin dejar de penetrarme. No hundió toda la medida de su virilidad en mí, sino que dejó dentro solamente su glande hinchado por un buen rato. Yo le retribuía con movimientos, apretándolo con el anillo de mi ano. Siempre me excitó -creo que es lo que más me excita- sentir en mí el latido de un glande. Esa invasión es tan dulce que no la puedo describir con palabras. No sé cuánto duró ese instante, pero yo no quería que terminara jamás.
De a poco, cuando sintió que yo estaba preparado, hizo un pequeño esfuerzo para entrarlo completamente. Sentí que nunca terminaba de entrar. Sus caricias en mi piel me hacían sentir la persona más dichosa esa noche. Y el solo hecho de saber que me regalaba su excitación me levantaba la temperatura al punto de agitarme y no querer que abandonara esos movimientos de entrada y salida que había comenzado a hacer. Levemente. Hondamente. Podía sentir dentro mío toda la dimensión de su trofeo.
Muy despacito me fue inclinando, como empujándome, hasta colocarme totalmente boca abajo. En ningún momento dejó de penetrarme. Sólo sentí que se apoyó sobre sus brazos fuertes y firmes al costado de mis hombros y descansó todo su pubis sobre mis nalgas dejando dentro de mí toda esa belleza que me estaba enloqueciendo. Sus piernas fornidas estaban como suspendidas en la punta de sus pies. Me penetraba con toda su fuerza y yo sentía que más hondo no podía llegar. Sin embargo, cada vez que volvía sobre mí sentía que me introducía más profundamente su erección. Lo hacía desde arriba y desde atrás para detenerse dentro mío y como empujándome hacia adelante.
- No quiero acabar todavía, me gustás mucho.
Se detuvo y sentí vibrar todo su miembro contra mis órganos internos, dándome mucho placer.
Muy suavemente, en una sensación interminable, salió de mí, me tomó de la cintura y me dio vuelta, poniéndome de frente a él. Pude verlo en todo su esplendor por primera vez en la noche. ¡Qué hermoso el hombre que me estaba haciendo el amor! Se inclinó sobre mí, cansado y excitadísimo. Creo que hubiese sido suficiente con acariciarle el pene en ese momento para llevarlo a la gloria nuevamente.
Pasó su mano izquierda debajo de mi cintura y me levantó un poco, poniendo mi cola ya abierta a la altura de su miembro tieso. Lo dejó entrar sin ningún esfuerzo. Entero. Abrí mis piernas y dejó caer sobre mí todo su cuerpo. Me abrazó y me besó apasionadamente mientras no paraba de introducir en mí casi con furia toda la dureza de su masculinidad. La postura -él sobre mí- lograba una penetración profundísima. Pocas veces había sentido tan dentro de mí el vigor de un hombre.
Pasó su mano y brazo derecho por mi espalda, abrazándome y sujetándome a la vez. Con la izquierda me tenía amarrado por la cola, desde abajo, apretándome contra su cuerpo. Me sentí entero en sus manos. No podía menos que apretar su espalda contra mí y pedirle que no se detuviera. Ese hombre me estaba transportando al delirio.
Su ritmo se aceleraba progresivamente y yo gozaba con sus embestidas. Con cada una sentía que entraba un poco más en mi vida.
Hasta que en un grito fuerte me regaló toda la espesura de su manantial dentro mío. De repente un calor me recorrió entero y ese líquido espeso humedeció de nuevo esas entradas y salidas, entibiándolas. Deseé que no se detuviera. No me soltó ni lo solté. Nos dimos cuenta que estábamos muy amarrados en el preciso instante en que me llenaba de su semen caliente.
Su corazón contra el mío. Ambos funcionando velozmente. No queríamos que ese momento se nos fugace de las manos. El se quedó un largo rato entre mis piernas abiertas sin sacar su victoria de mi interior que, despacio, iba perdiendo volumen.

continuará

5 comentarios - A ciegas V

maurisf
wuaww, que letra, muy buen relato.
lmontalvan
buenisimo!!! es muy buen relato quiero mas!
Teseo79
Excelente!!! No nos prives de tus relatos, queremos mas!!!
roku06
excelentes tus historias¡¡¡¡¡ seguí así muy buenas¡¡¡¡¡ 🙎‍♂️ 🙎‍♂️ 🙎‍♂️ 🙎‍♂️ 🙎‍♂️ 🙎‍♂️