El último verano

Noche de verano.-


No he podido dejar de pensar lo que me ocurrió con mi primo, la última noche en que debía partir de nuevo a la Argentina, donde estaba terminando mis estudios. Después de tres meses de vacaciones en mi tierra.
Fue una noche cálida de fin de febrero y el calor nos hacía andar permanentemente ligeros de ropas, muchas veces con un simple pantalón de baño y una remera o una camisa sin abrochar, y apenas un par de zapatillas sin calcetines.
Mi primo me había dicho así como al pasar, que le gustaría que durmiésemos en la habitación de su hermana pues ese día, ella estaba fuera de la ciudad y estaría desocupada.
Acepté la invitación porque de ese modo no dormiríamos en la pieza común, donde lo hacíamos siempre juntos con el resto de mis hermanos y primos que, todos los veranos nos reuníamos en la casa de nuestros abuelos.
Desde el principio de aquellas vacaciones, mi primo inventó una frase que funcionaba como una clave que me invitaba a la masturbación conjunta y que consistía en decirme en el momento adecuado "¿vamos a hacer cuchi-cuchi?" en algún sitio, lejos de las miradas curiosas del resto de nuestros primos y hermanos.
Hacía unos cuantos años que todos, nos masturbábamos regularmente, en esa pieza común, al abrigo de la oscuridad de la noche, y de las sábanas, pero ese verano, sería una de las poco frecuente veces, que lo hacíamos todos juntos, de día y sin testigos, uno frente al otro, masturbando nuestras respectivas vergas, y tranquilos porque muchas veces, nos las hacíamos, con los pantalones a media asta, ante la duda de una desagradable aparición imprevista.
Aunque mi primo solo me llevaba apenas un año más, las diferencias entre su verga y la mía eran enormes, pues la mía apenas era tan pequeña como mi pulgar, solo que un poco más larga. En cambio la verga de mi primo era enorme, por lo que yo estimaba que estaba completamente desarrollada, y más bien parecía, tener el diámetro de un tubo de aerosol, de los grandes o el tamaño de un salame de Milán pero de aquellos largos.
Me maravillaba ver como le crecía, entre sus manos, y considerando el hecho que ambos, aún no nos habíamos desarrollado del todo, sus manos aún siendo grandes, hacían lucir esa verga, como una cosa monumental.
Se erguía tanto de su cuerpo que, no era capaz de cubrirla con las palmas de ambas manos, quedando aún, una palma más sobre saliendo, en cambio mi verga, quedaba casi completamente oculta en mi palma, y a duras penas aparecía parte de su rosada cabecita.
Sentía que la fuerza de mi erección, era estimulada por esa visión, y mi pensamiento lujurioso y calenturiento, me hacían soñar, con poder algún día tener mi verga de ese tamaño.
Han pasado muchos años, y con solo pensar en esos momentos, hacen que mi verga se vuelva a parar con la misma fuerza y deseos de esos años.
Ver como esa verga dura era sobada, con la taimada lentitud de un pajero consumado, hacían que mi pijita se pusiese dura como un hueso, pero ver como esa verga comenzaba a fluir del jugo lubricante, era algo que me llevaba al colmo de la excitación.
Porque mi primo, cuando sentía que le comenzaba a fluir el líquido pre seminal, cristalino viscoso, se reclinaba de tal modo que; ponía su verga mirando al cielo, para que este licor se fuera distribuyendo por toda la corona y cabeza, a fin de que al ser tocado y deslizado con el forro de su pija, terminara mojando totalmente su enorme cabeza.
¡Dios!, Esa cabeza brillante manaba jugo lubricante como una fuente, a punto tal que le mojaba todos los dedos, con los que la atenazaba, y entonces ya bien mojada, iniciaba un rítmico sobado, mucho más rápido, que me daba la impresión que eso, se la hacía crecer más aún.
Resoplaba con quejidos de placer, y yo con asombro, veía como en la cabeza de esa verga, comenzaba a formarse una espuma blanquecina, cuya visión me volvía loco de excitación.
La mano en mi verga iba para adelante y atrás a enorme velocidad, para intentar formar esa espuma tal como la de mi primo, pero por más que lo intentara en la mía, solo salía algo de juguito en la punta de mi uretra, solo para mantener la cabecita algo húmeda y brillante.
A los pocos minutos de semejante manipulación, mi primo empezaba a sentir los espasmos del orgasmo y de pronto, comenzaba a eyacular copiosamente.
Gruesos goterones, salpicaban alrededor del lugar donde estaba, cayendo al piso casi ruidosamente. De la punta de su verga colgaban filamentos pegajosos de semen que bailaban al son de sus sobados y caían dando volteretas como gotas equilibristas.
Era inútil mantenerse sereno, al ver semejante acabada, la mía se precipitaba por las visiones que me brindaban esa verga envidiable, y aunque el placer de mi orgasmo, hacía que mi verga hocicara cinco o seis veces, de ella casi no salían, más que algunas gotas del fluido lubricante, aunque con placer observaba, que ya se veía un cierto tono opalescente en el mismo, que presagiaba mi cercana maduración sexual.
Pero ahí no terminaba la cosa, ambos después de acabar continuábamos sobando nuestras vergas, y la de mi primo, con la corona de su cabeza, completamente blanca de espuma y su cabeza, de un brillante semen viscoso, que seguía tan dura como al principio, por lo que sin detenerse, en ningún momento para descansar, volvía a la carga, para su segunda paja al hilo.
Ahora; lo hacía con más fuerza y con más firmeza, recorriendo su mano, hasta la base del tronco de esa enorme verga, destacándose esos 23 ó 24 centímetros que yo imaginaba, y donde su dedo anular y pulgar, no eran capaces de ceñir, ese tronco duro y venoso, que surgía de una enorme mata de pelos enrulados y castaños.
Apretaba con fuerza esa verga, que se hinchaba aún más, mostrando las venas mayores a punto de reventar, su cabeza, ya no era tersa, sino más bien, su superficie adoptaba la textura de una piel de naranja, de un color rosa azulado y brillante, ante la fuerte presión, a la que la sometía mi primo.
Yo; seguía atentamente en sus acciones, no dejando ni un instante de sobar la mía, también con fiereza, pero él; al cabo de unos momentos, empezó a retorcerse mientras tiraba de esa verga, como si se la quisiera arrancar, y su garganta empezaba a gemir un ¡AHH!..como un quejido ronco y gutural, que luego de unos espasmos incontrolables, hacían poner su cuerpo rígido y arqueado, con sus pierna tensas, para volver a eyacular esa verga gloriosa.
Y volvía a largar gruesos goterones de semen, que esta vez, eran un poco más claros y líquidos, que la eyaculación anterior, multiplicando aún más, el viscoso chorreo en el piso, salpicando de nuevo, de aquí para allá, y mojando totalmente esa verga, y la mano que la manipulaba.
Mi primo, ante esa segunda acabada, parecía quedar verdaderamente molido, así es que dejaba caer esa mano trabajadora, y su verga quedaba, aún parada balanceándose desafiantemente erecta, mientras se escurría lenta, algo de semen que aún manaba fluida del meato de esa inmensa pija..
Era increíble ver, esa verga casi humeante de calor, y ver como después de una segunda acabada, todavía tenía fuerza para mantenerse parada y dura.
Mi primo; a todo esto, ya había abandonado toda actividad, y trataba de descansar después de semejante trabajo. Aún así, esa verga se mantenía dura y tiesa, y solo al cabo de unos minutos de haber cesado aquella actividad, yo la podía ver, como, oscilando al compás de los latidos del corazón de mi primo, se iba bajando poco a poco, con parsimoniosa dignidad.
Cuando finalmente, esa verga se apoyó, en la base de sus huevos, todavía mostraba cierto grado de hinchazón y su longitud, me decía que, aún así, no estaba completamente dormida.
Yo, a todo esto, sentía unas inmensas ganas de acabar también una segunda vez, pero salvo el deseo, y esa visión que, me la había mantenido erecta; al acabar mi primo, mi pobre pija, comenzaba a ceder en su presión, diciendo que ya era suficiente, y que aún, no estaba en condiciones de acabar otra vez, como la hacía mi primo.

Fin de este capitulo...

Si les ha gustado, díganmelo, porque esto solo es el comienzo de mi caliente historia, y tengo bastante todavía. Recordar esto, no solo me pone caliente nuevamente, sino que debo parar varias veces, para acariciar y aplacar a mi querida verga que aunque ahora no tan chiquita, me sigue procurando placer, varias veces en el día.
Juaycito.-

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